21. Cumpleaños de Lara

Lara y sus hermanos volvieron a la fiesta al mismo tiempo que llegaban los últimos invitados, de modo que ya podían empezar a festejar. La música sonaba fuerte, los mozos y mozas no dejaban de rotar ofreciendo bebidas espirituosas y manjares exquisitos; todos parecían disfrutar, pero tres ausencias se hacían sentir a lo grande.

Lara se reunió con su hija, April, y le dio un gran abrazo.

–¡Me da mucho gusto que hayas venido! –le dijo.

–¿Cómo iba a perderme de tu... ¡centésimo cumpleaños!? –le contestó su hija, señalando la llamativa decoración con globos que formaba la frase "100 años"– Wauuu, cien años eh, ¡es increíble que no parezcas de más de treinta!

–Lo dice la que está a punto de cumplir cuarenta y cinco y aún luce como una adolescente muy ruda.

Lara reía mientras April simulaba estar ofendida. Y, luego de este momento distendido, April no pudo evitar preguntar dónde estaba su padre, aunque sabía que el aire se pondría tenso con este acto. Sus palabras no se desvanecían aún, cuando sus abuelos, Cirius y Agatha, se acercaron a ellas.

–Robert desapareció... –prorrumpió Agatha–. Pero no te preocupes, querida, es algo común en él. Seguramente, no soportó la idea de ver a tanta gente feliz cuando él no puede serlo.

A Lara le sorprendió el cambio de actitud de su cuñada, ¿sería posible que ahora estuviera a favor de la relación con tal de que su hijo no sufriera por amor? ¿O con tal de que permaneciera cerca de ella? Pero desechó esos pensamientos cuando la vio vaciar su copa en un santiamén, quizá solo era charla de borrachos.

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Y, justo en ese momento, Azul e Ilora llegaron al lugar arrastrando sus valijas, sorprendiendo a todos. La adolescente era una especie de heroína para la familia, ya que siendo tan joven se había atrevido a irrumpir en un nido de vampiros y desentrañar los misterios en los que estaban sumidos todos sus miembros; por esto no es de extrañar la gran alegría que sintieron al verla llegar y que la pequeña Felicia saltara sobre ella sin siquiera permitirle soltar las valijas. 

Ilora también abrazó a sus padres mientras las miradas expectantes de todos pedían que contara los detalles del viaje que hizo con su hija.

Luego de que Azul discutiera con su madre biológica porque esta no quería buscar al amor de su juventud, Robert ubicó a Juan García a través de la cátedra que impartía en la Universidad Nacional de Córdoba. Les regaló a ambas los pasajes de avión y arregló un encuentro con el profesor como muestra de agradecimiento a Azul por haberlo reunido con el amor de su vida. En un acto de impulsividad, ambas partieron de viaje para conocerlo, sin revelarle al hombre el propósito ni investigar nada más. La chica quiso aprovechar el entusiasmo de su madre antes de que se arrepintiera, y ninguna pensó muy bien en las consecuencias. 

Juan se sorprendió de la llamada de Robert, pero en su cabeza siempre había rondado el fantasma de la inglesita que robó su corazón y luego lo abandonó; por eso, y aunque tenía mucho que reclamarle, aceptó reunirse con ella sin titubear. Cuando se reencontraron, la conmoción de él fue tan grande que ni siquiera oía lo que le contaban, pues en frente tenía a la misma mujer que conoció veinte años atrás; exactamente la misma, no había envejecido ni un día. La única diferencia era que ya no conservaba su acento extranjero, sino que hablaba una especie de español neutro, del que no podría reconocer su origen en una simple charla. 

Él ni se percató de la presencia inexplicable de la muchacha que lo miraba con suma curiosidad. Fue inentendible para él que Ilora hubiera huido o que diera a su hija en adopción, pero aún no era tiempo de contarle toda la historia de los vampiros, ni de Carlyle y sus manipulaciones. Cuando el hombre aceptó lo que le contaban, él también les platicó que había continuado con su vida y que intentó con todas sus fuerzas superar a Ilora, aunque no creía haberlo logrado por completo.

Luego de algunos días de relacionarse, y después de asegurarse de que ambas no desaparecerían de su vida sin dejar rastro nuevamente, Juan les presentó a su familia, compuesta por su esposa y tres hijos, y los siete convivieron por algunas semanas. El deseo de ambas habría sido llevarlo a conocer a toda la familia, sin embargo, aceptaron que los Mordoc presentaban demasiadas complicaciones para una familia sencilla de humanos: los García no lo soportarían, y los Mordoc no tenían la intensión de ocultar su verdadero ser en su propia casa.

–¡Pensé que no volverías en mucho tiempo! –dijo Lara asombrada al ver a su amiga, y luego la abrazó con fuerza.

Julius y su esposa, Kendra, al ver que ya estaban los que tenían que estar, convocaron a la familia al centro para hacer un brindis, interrumpiendo así los saludos a las recién llegadas.

Lara y Azul caminaron abrazadas siguiendo al resto de su familia, y Azul no pudo evitar preguntar por lo obvio:

–¿Y Robert, dónde está? No lo veo por ningún lado.

Lara le dio una sonrisa por compromiso en lugar de respuesta.

–¿Se va a perder tu cumpleaños? No me lo creo... de seguro está preparando algo súper especial para sorprenderte.

–¡Ufff! Solo espero que no sea nada que ponga de mal humor a su madre.

Azul apretó la mano de su tía abuela para tranquilizarla.

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Julius y Kendra eran los encargados de la animación de la fiesta y, para inaugurarla, decidieron empezar con un discurso de aceptación a la familia Mordoc a Lara, April, Azul, Sebastian, Sarah Emma y Elmer. Aunque el último no tenía sangre Mordoc corriendo por sus venas, estos estaban más predispuestos a hacerlo parte, que su propia familia. 

El matrimonio dio un discurso que conmovió a todos, donde remarcaban los rasgos que compartía cada nuevo miembro con el resto, más allá de la sangre; por ejemplo, el parecido físico de Elmer y Samuel, la voluntad rebelde y luchadora de April y Lara, la pragmaticidad de Sebastian y Killian, el espíritu libre de Sarah y Dorotea, o la mente curiosa y meticulosa de Azul y Cirius. Además, destacaron la adaptabilidad a los cambios con la que cuenta la familia desde siempre y cómo las habilidades de cada uno se complementan en pos de la supervivencia colectiva.

Un tema polémico el de la supervivencia, cuando los No-Vampiros pueden alimentarse de los vampiros, sin embargo, los Anti-Vampiros aceptaron no atacar a los Mordoc en una reunión familiar previa, e incluso pelear a su lado si el resto de familias o clanes vampíricos se levantaran en su contra por aceptar a los NV entre sus filas.

Y, para hacer este acto más solemne y duradero, tomaron el árbol genealógico que escribió el viejo patriarca en la primera página de su diario, y lo quemaron delante de todos. A continuación, tomaron un bastidor de tela para pintar un nuevo árbol familiar que pudieran exhibir con orgullo y sin dolor, poniendo a Priscilla como figura principal, y relegando a Carlyle a un lugar muy secundario; un árbol que no hiciera diferencia entre vampiros y NV. 

Los miembros antiguos ya habían escrito sus nombres antes de la fiesta, y entonces era el turno de los más recientes. Los llamaron uno a uno para firmar la nueva versión de la genealogía.

Cuando llegó su turno, Lara notó que alguien más había puesto el nombre de Robert en el bastidor, ya que su caligrafía era muy diferente.

A Elmer también lo incluyeron, como parte de la descendencia de Marcus, ya que este es el suegro de Samuel. Pero cuando tuvo su turno de escribir, se sintió un poco indeciso y tímido. Dorotea salió a su rescate, tomándolo del brazo para contagiarle ánimo, y dirigiéndole una mirada pícara.

Finalizado esto, todos levantaron las copas y brindaron por la unidad familiar y por la vida eterna.

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Con la noche avanzando, y reencausando la celebración al cumpleaños número cien de Lara, decidieron que era el mejor momento para entregarle los regalos a la festejada.

Uno de los más memorables fue una pintura familiar que Benjamin envió a realizar para que Lara exhibiera en su nueva casa. Allí estaban todos, incluso los No-Vampiros, y ella misma. Un gesto que venía a ocupar el espacio vacío que dejaron los cuadros familiares donde aparecía Carlyle, que la familia había quitado de todas sus paredes semanas atrás por resultarles muy dolorosas de ver.

Luego de haber abierto todos los regalos de los presentes, y cuando los invitados retornaban a la fiesta, Dorotea le entregó un sobre a Lara, diciéndole en secreto que aún le quedaba el último regalo por abrir.

–Abrílo cuando estés sola. Bueno, ahora que te dejo sola, porque voy a sacar a bailar a ese chico tímido que, llamáme loca, pero yo no lo veo ni un poquito parecido al primo Sam –dijo y se fue, llevándose consigo a Elmer Belfort a la pista de baile.

Lara abrió el sobre misterioso, llena de intriga. No había nada escrito en el exterior. Dentro, una postal de una casa que le resultaba familiar, junto con un pasaje de avión a su nombre con destino a los Emiratos Árabes Unidos. Lara quedó confundida.

Detrás de la postal encontró una pequeña nota:

"¿Recuerdas lo felices que fuimos en Medio Oriente, dónde nadie sabía quiénes éramos y no nos juzgaban? ¿Quieres volver allá conmigo?".

Dentro del sobre había también un poema, aunque Lara no precisó leerlo para saber que el regalo era de Robert. Acababa de reencontrarse con su familia después de ochenta años, y con su hija, con la que solo había convivido por un breve periodo de tiempo; necesitaba tiempo para decidir si se reuniría allí con él o no. Pensó que quizás lo que le escribió Robert le ablandaría el corazón demasiado fácil, así que guardó todo en el sobre y decidió olvidarlo por el resto de la velada.

"A Lara en su centésimo cumpleaños:

No podría describir la primera vez que te vi porque, de hecho, era un bebé cuando eso sucedió.
Entonces nuestro amor crecía en otra dirección y mi mayor logro fue robarte un beso.

Pero la segunda primera vez que nos conocimos parecías un ángel apenas bronceado con pecas, que se paseaba entre mortales repartiendo planfletos de su revolución.
Junto a ti visité el paraíso cada día por casi dos años.

La tercera primera vez, estabas tan bronceada que tus pecas habían desaparecido de la vista, y bailabas con un morocho alto y fornido al que no me atreví a confrontar para no armar un escándalo.
Gracias a los dioses, el hombre se alejó y pude arrebatarle su presa para pasar lo que pensé fue el mejor mes de mi vida.

Luego de esto, mis sueños te me presentaron en una fantasía lisérgica que mezclaba recuerdos reprimidos y deseos profundos de volver a verte.
La esperanza de conocer a la diosa de mis sueños me despertaba cada atardecer.

Y, por último, la cuarta vez... No sabía yo que ya te conocía ni que mi corazón te pertenecía.
Pero te lo entregué una vez más y tú te entregaste a mí como si se estuviera acabando el mundo.
Pero la cruel realidad rompió nuestra burbuja y nos demostró que las primeras impresiones son las que cuentan.

Tía, amiga, esposa y amante, no me digas que nuestro amor no vale la pena.
Si nos reunimos tantas veces en contra de toda probabilidad fue porque el destino apostó por nosotros.
No me digas que todo cambió porque descubrimos una verdad inquebrantable, porque aún estaremos unidos de por vida por el fruto de nuestro amor y por nuestra historia.

Sé que cuando estoy a tu lado soy torpe con las palabras, por eso te pido que aceptes estas que te escribo y que pienses en el hecho de que nuestro amor resurgió con cada reencuentro, sin ningún recuerdo que lo condicionara.
Aprenderemos a convivir sin que me devores, pero si he de morir, lo haré feliz si es a tu lado.

Eternamente tuyo".

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N/A: sé que este parece el final, pero todavía nos queda un misterio que resolver en el epilogo.

Mientras tanto, comentame qué te pareció la historia.

Y, ¿qué crees que hará Lara? ¿Abandonará la familia que acaba de encontrar?

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