18. Anti-Vampiros
Una vez en el vestíbulo, un hombre muy parecido a Samuel Belfort forcejeaba con Benjamín para clavarle una estaca, April frenó su mano en el aire a la voz de ¡no!, una voz que tensó la atmósfera e hizo que todo mundo se detuviera. Detrás de ella aparecieron los dos cazadores enviados a rescatarla y los tres vampiros que debían interrogarla, mirándose con reservas.
—¡Deténganse! —gritó April.
Los presentes quedaron en pausa sin querer apartarse de sus contrincantes ni bajar sus armas. Los cazadores no entendían el cambio de planes, los vampiros querían vengar las bajas sufridas por sus sirvientes.
—Entre estos vampiros también hay Anti-Vampiros —vociferó April—. No los maten...
—Todos se ven iguales, ¿podemos dejarlo a la suerte? —contestó uno de sus compañeros.
—¡¿Invaden nuestra casa y aún pretendes que les permitamos examinarnos uno por uno?! —contestó Cirius, pero April estaba en medio de ambos, mostrándole los dientes.
Robert se apuró a interponerse entre su padre y su hija.
—Papá, no. Debemos encontrar otra forma de arreglarlo.
—Creo que no tienen muchas opciones, ya que los superamos en fuerza. —Le espetó April a Cirius. Luego se dirigió a sus amigos:—. Estos afirman que entre los miembros de su familia hay Anti-Vampiros y... que yo soy una de ellos... —Sus amigos empezaron a murmurar—.
»No les creo, obviamente, pero mordí a una y sigue viva, así que... —dijo y buscó a Lara, tomándola del brazo para que todos vieran la sangre que aún chorreaba de la herida ya en proceso de cicatrización.
Los intrusos seguían murmurando.
—Sus explicaciones son muy fantasiosas, pero quiero oír lo que tienen para decir —concluyó April un poco dudando, un poco ordenando a sus compañeros.
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Los Mordoc, con sus puños aún en alto, se fueron reuniendo y dirigiendo juntos a la sala. Los cazadores caminaron a paso firme tras ellos.
En la confusión y mezcla de personajes, Julius se acercó a uno de los cazadores pensando que se trataba de Samuel, y le preguntó dónde estaba su hija Felicia, a quien este había escondido. El cazador lo empujó con el hombro para que se alejara de él sin mediar palabra, y fue recién entonces cuando los miembros de la familia Mordoc le prestaron atención a su extraordinario parecido físico con su pariente político. Parecían fotocopias, no exactamente iguales, pero lo suficiente como para confundirlos en la calle.
La familia no salía de su asombro.
Al no oír el alboroto por la pelea de la planta baja, Samuel Belfort dejó a su familia y sobrina a resguardo y salió solo, para averiguar qué estaba sucediendo, y se encontró con esta escena. Los Anti-Vampiros, devenidos en cazadores, se espantaron al verlo al igual que pasó con la familia. Él mismo no pudo creer lo que le mostraban sus ojos. Ambos se pararon frente a frente con la boca abierta.
—¡Imposible! —dijeron ambos, perturbados.
—El abuelo escribió que entre los Belfort también había No-Vampiros —señaló Marcus, su suegro—. ¡No entiendo cómo hizo que mi hija se casara con el gemelo de uno de ellos!
—¡¿Disculpa?! —le dijo Samuel, indignado.
—No creo que sean gemelos —le contestó Benjamín, su primo, que se encontraba a su lado.
—¿Ahora crees en lo que te decimos, April? —intervino Lara—. Estamos todos emparentados. Los No-Vampiros o Anti-Vampiros somos una especie de evolución de los vampiros.
April casi se desmayó, se habría desplomado si no fuera porque uno de sus amigos la sostuvo a tiempo. Si lo que sus captores le dijeron en el sótano era la verdad, entonces, ¿todo en lo que creía hasta ahora era mentira: la profecía, el entrenamiento, la cacería de vampiros?
—Si esto es suficiente para tener su atención —interrumpió Cirius con un dejo de enfado—, permítannos mostrarles cómo supimos de su existencia y por qué secuestramos a su líder; y quizás descubramos si están entre ustedes los otros a los que estamos buscando.
Los Anti-Vampiros, agolpados contra una pared, muy confundidos, escucharon la historia que con misteriosa dedicación escribió el difunto Carlyle Mordoc. Se les permitió pasarse de mano en mano el diario del viejo y ver con sus propios ojos las descripciones gráficas de los experimentos que Carlyle y sus amigos llevaron a cabo con los de su clase.
En todo momento, Lara y Robert permanecieron tomados de la mano y observando las reacciones de su hija, estremecidos.
Samuel también miraba de reojo al que podría ser su hermano o tío o primo.
Por su parte, Marcus y Lilah, y Benjamín y Ada se abrazaban esperanzados de que su Phineas y su Emma estuvieran en el grupo que tenían en frente.
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Aún desconcertados por toda la información que acababan de recibir, los cazadores le hablaron a la familia sobre las profecías del doctor Helmholtz y su grupo de eruditos que anunciaron la llegada de esta nueva raza a la que nombraron Anti-Vampiros, y sobre el compendio de instrucciones que dejaron para identificarse los unos a los otros y para acabar con los vampiros. Desde que los descendientes de los autores de las profecías los encontraron y les comunicaron su misión, dedicaron su existencia a reunir a los suyos y a rastrear a los vampiros.
Con esta última revelación, sus vidas se desmoronaron: posiblemente todos eran hijos extraviados de vampiros, a quienes habían aprendido a odiar. Además de perder su propósito, se dieron cuenta de que los despojaron de su identidad y de la oportunidad de crecer junto a su familia. La mezcla de emociones era inabarcable para sus conciencias.
—Y... ¿quién era este Helmholtz? —Se animó a preguntar Veronica, una vez integrada a la peculiar reunión, luego de notar que las aguas se habían calmado.
—Ya hemos dicho todo lo que sabemos de él —le contestó April—, era un erudito ocupado en buscar la forma de exterminar a toda la raza de vampiros, y que recorrió toda Europa encomendándose a todos los espíritus conocidos hasta que recibió la profecía... Es tan extraño, ¿cómo supo tanto de nosotros antes de que siquiera existiéramos?
—Si no me equivoco, era un cazador que andaba detrás del clan de nuestro padre mucho antes de que adoptaran el apellido Mordoc, creo haberlo leído en el diario —interrumpió Cirius, que ya había escudriñado los escritos de su padre y clasificado en fichas los tópicos de los que hablaba, cual si fuera bibliotecario—.
»Era Friedrich von Helmholtz, ¿no? Pero, según mi padre, era un fisiólogo educado en universidades católicas... Estas profecías que dicen, creo que merecen un examen exhaustivo —agregó a modo de pedido a los intrusos para que le permitieran acceder a ellas e investigar.
—Las profecías no están con nosotros, están a salvo en un lugar seguro, como podrán imaginarse —le dijo Elmer, el que se parecía a Samuel, aún desconfiando de que se tratara de una trampa, una muy elaborada manipulación para acabar con su pequeña sociedad de cazadores de vampiros.
—Bueno, si no podemos acceder a ellas, ¿por qué no mejor avanzamos en descubrir si tenemos otro Mordoc entre nosotros? —Benjamin cambió de tema, desesperado por saber si tenía a su hija desconocida en su presencia o no, no le importaba tener tacto o si los cazadores estaban en shock— ¿Alguno de ustedes se llama Sarah? —dijo revisando una nota que tenía.
—¡O Sebastian! —agregó Marcus.
Cirius se horrorizó ante la crudeza de sus sobrinos, pero el resto de los Mordoc estaban tan o más ansiosos por develar toda la verdad, como para hacerlos entrar en razón o siquiera intentarlo.
Los cazadores comenzaron a inquietarse, a mirarse entre sí sin saber cómo responder, y a exigirle a su líder que interviniera con su sabiduría.
—¿Por qué preguntan por ellos? —intervino April, incapaz de sortear el nudo que le cerraba la garganta.
Azul supuso que lo mejor era que ella se encargara de contar las historias de Isadora/April, Phineas/Sebastian y Emma/Sarah, ya que era la menos afectada emocionalmente en ese momento como para que no se le quebrantara la voz mientras hablaba. Siempre les indicaba a los cazadores en qué páginas mirar para que corroboraran sus palabras.
Aún sin querer develar la identidad de sus compañeros, Isadora/April tomó la mano de dos de sus compañeros, conmovida no solo porque acabada de descubrir su propia historia, sino porque tanto Sarah como Sebastian se criaron en su mismo vecindario. Los tres se conocían de toda la vida y permanecieron juntos desde que ella descubrió que poseían los mismos poderes y los convocó para ser cazadores, cuando aún eran adolescentes.
Los padres de Phineas y de Emma se estremecieron al recordar tan dolorosa historia, pero sus ojos no podían dejar de notar el acto de la líder de los cazadores, que les indicaba inconscientemente quiénes eran sus hijos.
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Luego de permanecer muchas horas encerrados, vampiros y No-Vampiros compartieron sus versiones de la historia familiar y llegaron al acuerdo de seguirse tratando mientras investigaban, cada uno por su lado, si lo que estaba sucediendo era verdad. Todo era muy nuevo, conocer familiares que no sabían que existían, sensaciones encontradas, sentimientos incomprensibles y heridas espirituales que debían comenzar el proceso de sanación.
Los cazadores aún debían convencerse de su ascendencia vampírica, de que ellos mismos podrían llegar a engendrar vampiros, también entender su razón de ser y descubrir de qué familia provenía cada uno.
Y los Mordoc debían contactarse con las familias amigas para ponerlos al tanto de todo, si es que no lo sabían ya, y quizás someterlos al mismo trabajo de recuperación de recuerdos que tuvieron que atravesar ellos. Pero lo más importante, la preocupación que rondaba los pensamientos de todos, era si ambas especies serían capaces de convivir en el mundo y de integrarse como familia.
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