1: Un paciente especial
Lemus
Mierda, llueve un montón y estoy llegando tarde. Mis pies se han llenado de barro. No puedo ingresar al hospital así, mi superior va a matarme. Como sea, me atendré a las consecuencias. Entro al edificio, cubriéndome como puedo con mi mochila.
Se ve igual de oscuro aquí dentro que afuera. Las luces están parpadeando como una película de terror. Es el único hospital de Norville y, aun así, no pueden siquiera arreglar una lámpara.
Entro a los vestuarios, antes de que el doctor Gerestef Wallstrom, me descubra. Rápido, me cambio, y guardo mi mochila en la taquilla. Soy enfermero, pero también estudiante de medicina. Me falta poco para recibirme, así que estoy de pasante, y como van cortos de personal, me han dado el puesto hace poco. Nadie quiere trabajar en este pueblito, por alguna extraña razón, la cual ignoro.
―¡Lemus! ―grita mi superior, entonces me sobresalto―. ¡Apresúrate, vamos a Guardia!
―¡Sí! ―Lo sigo.
Voy detrás del médico jefe. Él es muy gruñón y a veces creo que me odia. Aunque viendo como trata a todo el mundo, quizás exagero. Le grita a cualquiera que se le acerque. Hay veces que ha hecho llorar a niños y yo he tenido que calmarlos. No es mi trabajo, pero soy como su mula, y si quiero mantenerme aquí, hago hasta lo impensado.
―Parece que hay problemas de luz ―acoto.
Más de lo habitual.
―Hoy es una noche especial.
Cuando dice eso, significa que hay un paciente en el edificio, el cual tiene condiciones específicas que desconozco. O sea, he estudiado un montón y, sin embargo, no tengo idea cuál es la especialidad de mi superior. Él atiende pacientes "especiales" y solo él puede revisarlos, ningún otro médico entra a sus consultas cuando llegan ese tipo de personas. A veces me causa intriga, aunque no lo cuestiono, solo sigo las indicaciones.
―¿Qué quiere que haga? ―consulto.
Nos detenemos en un pasillo y señala a unos niños.
―Cuida a esos mocosos.
Bufo.
―No soy niñera ―le recuerdo.
Se gira a mirarme, enfadado, así que retrocedo con miedo. Sé que es capaz de golpearme, lo ha hecho antes. Sí, es horrible trabajar en una situación así, pero necesito el empleo.
―Cuida a los mocosos ―repite.
Suspiro, resignado.
―Bien.
El doctor entra a su consulta y me deja con los dos niños. Los cuales están saltando, felices, jugando con las sillas de espera. Luego, uno corre a la puerta, así que me pongo en medio, para que no interrumpan la revisión.
―¡Mi papá está ahí! ―aclara, el nene.
Sonrío.
―Tienes que esperar a que terminen de atenderlo.
―¡Déjalo, Cheshire, es tonto! ―declara el niño que está sobre la silla―. ¡Tonto! ―repite.
―Quizás es comida ―responde, el mencionado.
¿Comida? ¿Qué forma rara de decir que tienen hambre?
―Puedo conseguirles algo en el comedor ―sugiero―. Aunque deben quedarse quietitos.
―Pero si hay comida aquí. ―Agarra mi pierna, entonces me muerde.
―¡¡Pero, niño, estás loco!! ―Lo aparto―. Eso me dolió, discúlpate.
Hay sangre en mi pantalón, la herida parece profunda.
―Creo que me lastimé un diente. ―Sus ojos se humedecen―. No estoy listo para hacerlo por mí mismo, papá... ―Se pone a lloriquear―. Papá, ay, papi, me duele...
―¡¡Mira lo que hiciste!! ―se queja el otro, salta y corre a auxiliar a su hermano―. Ya no llores, Cheshire, no vale la pena.
―¡¡Pero, Ruy, quiero a mi papá!! ―Llora más fuerte.
Genial.
De repente, la luz se corta por completo y el chiquillo, grita más todavía. ¿Dije que calmaba nenes? Me retracto. Oigo sus pasitos correr, así que me alarmo.
―¡Niños, regresen! ―los llamo―. ¡Si huyen, me van a despedir!
Dios mío, estoy sangrando, realmente, me ha mordido ese pequeño. Si no fuera un crío, pensaría que me mordió un animal. Avanzo adolorido y casi cojeando, buscando a los infantes.
De repente, las luces vuelven, aunque siguen parpadeando, sin embargo, me congelo. Delante de mí, solo a unos pocos metros en el pasillo, hay una criatura. No sé cuánto mide, pero su altura llega casi hasta el techo. Un escalofrío recorre toda mi espina dorsal. El bicho tiene tres ojos, varios cuernos o espinas, una larga cola, sin mencionar los enormes colmillos.
No me había percatado, pero en su hocico, hay una persona muerta, la está masticando mientras me observa.
Ay, mierda, me haré pis.
Ahora sí, esto se volvió una película de terror. Una vez que se traga el cuerpo, comienza a avanzar hasta mí y yo retrocedo, despacio. Recuerdo el dolor de mi pierna, así que no puedo correr. Solo espero estar desvariando, porque me estoy desangrando o algo así. Reacciono, entonces decido esconderme detrás de un mueble, cuando la luz se corta por un momento.
Espero que no me haya visto.
―Ay, mierda, los niños ―murmuro cuando los veo también en el pasillo.
―Ustedes son los engendros.
¡¡Oh, maldición, esa cosa habla!!
El monstruo salta en frente de los nenes y hasta puedo verle una sonrisa.
―Tarántulas, ¿quién eres tú? ―declara Ruy, mientras Cheshire continúa llorando―. ¡¡Ah!! ―chilla cuando la bestia lo ha atrapado con sus zarpas.
Necesito hacer algo, lo que sea. Aunque me sienta paralizado, no puedo dejar que se coma a los niños. Tengo que ser un adulto responsable. Agarro el desinfectante que está sobre el mueble y se lo tiro.
Me levanto, entonces le grito.
―¡Hey, yo soy más sabroso!
El monstruo se ríe, así que retrocedo. En el momento que salta, me cubro y cierro los ojos, aun así, no siento el impacto. Cuando me atrevo, abro despacio mi visión, pues no entiendo qué sucede. Hay unas garras, atravesando el cuerpo del grandote. Este cae, entonces visualizo al dueño de aquellos largos dedos. Tiene un cabello negro, extenso y ondulado. Sus pupilas son alargadas. El hombre me sonríe. Puedo notar que tiene una bata de hospital, ¿acaso es...?
―¡Papi! ―Salta el niño, feliz.
Es el paciente del doctor Wallstrom.
El hombre se gira. Se ve algo mareado. Se detiene, se agarra el cuello, parece que va a vomitar. Su garganta se expande y escupe un huevo.
―¿Qué? ¿Otro? ―se queja Cheshire, el cual ha dejado de llorar.
El huevo se rompe, entonces veo que dentro hay un bebé, llorando. El hombre lo levanta con su garra y hasta parece que se lo va a comer, ya que su boca se abre más de lo normal, pero luego suspira, bajando al retoño.
―Ah, qué asco. ―Escucho su voz por primera vez―. No puedo más.
―¡¡Señor Stormville!! ―Visualizo a mi superior llegar, tiene otro bebé en sus brazos, luego se percata de mi presencia y también la del monstruo muerto―. Oh, mierda.
Creo que no le gustó que presenciara aquella situación. Es evidente de que él sabía, debe ser la especialidad que tanto ocultaba. Ahora, ¿cómo olvido lo ocurrido esta noche y qué mierda era esa cosa? Todavía no entiendo por qué no me he desmayado, pues me sigo desangrando, pero me siento bastante lúcido.
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