Capítulo 7

La pantera estaba sentada en el capo de la patrulla, se encontraban en la comisaria, ya que el lobo debía entregar el informe sobre lo ocurrido con las conejas y poder terminar su turno.

Al terminar ese trabajo Máx volvía con su amiga, ya sin su uniforme, vestido con una camisa estilo polo azul y un pantalón azul claro y cargando una carpeta con algunos detalles que les podrían servir. Se sentó al lado de la pantera y le sonrió para calmar los nervios que tenía. –hola– dijo y abrió la carpeta. Dentro estaban las fotos de las conejas y el zorro. Todos trabajaban para un mismo hombre, Hernan Gil. Un león de melena roja y ojos amarillos, alto y compostura gruesa. 

—Este es el hombre que buscamos —dijo el canino mostrándole la foto a la pantera. Samanta le quitó la carpeta a su amigo y la observó durante algunos segundos. 

—Y ¿cómo lo encontramos? —preguntó Samanta devolviendo la carpeta. 

—Ni idea —confesó el oficial. La pantera soltó un suspiro algo largo debido al cansancio. El canino no lo dejó pasar y se levantó del capo —. Vamos a descansar —dijo y se dio la vuelta. 

—¿Y la patrulla? —preguntó la pantera bajando del capo de este.

—Se tiene que quedar aquí —respondió —. Además, vivo cerca. Caminar no te hará daño.

—Tuve que caminar hasta la ciudad, ¿Crees que no lo he hecho? —estaba algo molesta, y el cansancio no le ayudaba con su bajo animo. 

—Deja de renegar y camina —el canino mantenía una sonrisa algo burlona y emprendió su camino a su casa. Samanta tomó su mochila y no tuvo de otra que seguirlo sin más. 

Después de haber caminado algunos minutos ambos se encontraban frente a una casa de dos pisos, color blanca, tenía tres entradas diferentes en el frente y un gran balcón en el segundo piso. El canino sacó de su bolsillo un juego de llaves y luego de buscar por un segundo tomo una de ellas. Se acercó a una de las puertas, la de la derecha, insertó la llave y abrió la puerta. Dentro, se venía a simple vista una pequeña sala de dos muebles, uno para 3 personas y el otro personal, junto con un comedor de cuatro puestos de madera. Un poco más adentro estaba la cocina hecha en acero inoxidable de color gris y blanco. Al final de la casa estaba un pequeño patio. Dos puertas habían a la izquierda, una era el baño, uno simple pero lindo, de color azul oscuro igual al lavamanos y la ducha. La otra era la habitación, una cama doble, una mesa de noche con dos cajones, un armario pequeño y un televisor pantalla plana de 32 pulgadas colgado en la pared. Ambos entraron y Samanta halaga el pequeño lugar donde vivía él sonriendo y mirando los detalles del lugar, una que otra foto de la familia, su foto de graduación de la policía colgado en la pared, una radio en la cocina, y lo que más le llamó la atención a la chica, una foto en la mesita de centro de la sala de él y otra chica, una zorrita de pelaje blanco y ojos ámbar, pelo rubio y también con un uniforme de policía. La pantera se quedó mirando la imagen por unos segundos, hasta que la voz de el chico la hizo salir de sus pensamientos. 

—¿Quieres comer? 

—Oh, claro —sonrió un poco y se fue a sentar a la sala, en medio del sofá grande, dejando su mochila en la mesa del comedor . Desde ahí podía ver como el lobo cocinaba con tranquilidad, de la nevera sacaba dos porciones de carne sintética y las puso a freír. Pasaron unos segundos de silencio—. ¿Puedo poner algo de música?–—preguntó el canino, la pantera no le vio importancia y le dijo sí. Unos segundos después sonaba una canción pegajosa de las últimas sacadas por un cantante famoso en la actualidad. 

Después de comer ambos estaban en la sala, ella sentada en el sofá personal mientras el lobo acostado en el más grande mirando el techo. 

—Y dime —dijo el lobo —. ¿Como la pasaste en ese pueblo?

—Bien —respondió la pantera —. Me "adoptó" una familia de conejos. 

—¿Conejos? —se le notaba muy confundido al lobo al escuchar tal cosa. 

—Sí —Afirmó Samanta y volteó para ver al lobo de frente—. Vivían en una granja y al verme tan indefensa decidieron ayudarme siempre y cuando les ayudara a cosechar y esas cosas que hacen normalmente en el campo —completó manteniendo una sonrisa recordando a la familia de conejos y los buenos momentos allí, como las navidades, cumpleaños, etc. 

–Al menos te fue bien, pensé que te perdería para siempre —bajó las orejas el lobo mientras hablaba, su voz se apagó un poco y dio un largo suspiro antes de levantarse.  

—No me iré tan fácil —dijo Samanta permaneciendo en su asiento. Máx fue de nuevo a la cocina y encendió la estufa poniendo una pequeña olla con agua—. ¿Qué haces? —preguntó la pantera. 

—Un poco de café, ¿Quieres?

—Claro —Samanta se relajó un poco y se recostó estirando sus piernas, su cuerpo perdió algo de pesó y tensión, bajando sus hombros y respirando profundo—. Vaya que es acogedor este lugar —susurró para si.  

Después de tomar una taza de café Samanta preguntó si podía usar el baño para darse una ducha rápida, Máx no le vio problema y le dijo como abrir el agua caliente para que pudiese relajarse lo más posible. Al entrar Samanta se miró al espejo mientras se quitaba la ropa, se fijaba en las pequeñas cicatrices que poseía su cuerpo en especial en los brazos. Ya desnuda, entró a la ducha y abrió el agua caliente. Sus pensamientos se centraban en buscar alguna coincidencia por lo que pasaba, nada le tenía sentido, excepto el haber matado a ese jaguar cuando estaba en peligro. Tomó el jabón y se quito la poca sangre que le quedaba en el pelaje, y después se echó el shampoo por todo este para que tuviera un buen olor y dejara peinarse con facilidad. Cuando terminó de quitarse el jabón se quedó unos minutos reflexionando, todo lo que pensaba le resultaba peligroso, hasta el solo estar en el baño, podrían entrar algunos sicarios e intentar matarlos a ambos. Se estaba poniendo un poco paranoica. Salió de la ducha y se secó el pelaje y el cabello. Dio un largo suspiro cuando se dio cuenta que no tenía su mochila con ella, quería ropa limpia para sentirse más fresca y tranquila. se envolvió bien en la toalla y salió de la ducha. Max estaba viendo televisión en la sala, y el sonido de la puerta del baño abrirse hizo que volteara a ese lugar y viera a la pantera solo con la toalla cubriendo su cuerpo desnudo. Las mejillas del lobo se pusieron completamente rojas, igual que las de Samanta. 

—¡No me mires! —gritó la pantera. Máx reaccionó y se dio la vuelta mirando de nuevo el televisor aun más apenado que antes. Samanta rápidamente tomó su mochila y entró a la habitación. Al entrar miró que había una ventana al lado de la cama, caminó hasta allí. El cielo ya estaba oscuro, y debido a las luces de la calle no se veían las estrellas. Afuera ya casi no había nadie, muy pocos autos pasaban por el lugar—. ¿Qué hora es? —se preguntó y cerró la cortina. Se quitó la toalla y se buscó en la mochila su ropa, o en este caso su pijama. Se puso una blusa sin mangas y con unas pequeñas tiras que lo sostenían, dejaba ver sus hombros y parte de su escote. La parte inferior fue unos shorts de la misma tela que la blusa y sueltos. Tomó su celular y miró la hora, 10pm. Suspiró y salió a la sala con Max, el cual estaba aun bastante avergonzado por lo que había pasado. 

—Perdón —dijo el lobo con sus orejas bajas y sus mejillas bastante sonrojadas.

—No importa, no me viste desnuda —dijo Samanta restándole importancia —. Me preocupa más es saber donde dormiré.  

—En mi cama, obviamente —se recostó en el sofá—. Yo dormiré aquí, en el sofá —completó. 


 

—No puedo dejar que duermas aquí —reprochó la pantera–. Yo dormiré en el sofá. 

—Claro que no. 

Después de una larga discusión ambos estaban acostados en la cama, se daban la espalda y trataban de conciliar el sueño. Pasaron unos minutos y Samanta habló bajo. 

 —¿Sigues despierto? —el lobo afirmó—. ¿Puedo hacerte una pregunta? —la misma respuesta por parte del canino —. ¿Quien era esa zorra de la foto? —su voz era suave y algo tímida. 

—Mi mejor amiga, y ex —respondió el lobo con voz baja y un tanto cansado, aunque no era capaz de dormir. 

—¿Ex? —la pantera se dio la vuelta para mirar al lobo. 

—Una larga historia —dio un suspiro antes de empezar a recordar—. Fuimos amigos en la academia, y ambos creíamos que podíamos llegar a más, gran error. Discutíamos mucho, nuestros horarios era bastante ocupados, y nuestra relación hizo que ambos casi fuéramos echados del lugar. 

—¿Pero como? —estaba algo confundida la pantera. 

—Veras... —se tomó un segundo antes de seguir —. No sentíamos amor, solo aprecio. No debíamos obligarnos a amarnos, pero lo intentamos un tiempo y solo nos hicimos daño. A ambos nos empezó a ir mal en las pruebas y exámenes, así que terminamos solo como amigos —también volteó el canino y la mirada de ambos se encontraron fijamente—. Una relación es mucho más que el solo quererse, se necesita pasión y amor juntos para explorar un mundo desconocido pero precioso. 

el silencio se hizo presente en la habitación por varios segundos. Samanta inconscientemente subía su mano acariciando el pecho de su amigo hasta llegar a su mejilla, se acercaba lentamente a sus labios hasta que reaccionó de esos hipnóticos ojos que la tenían en otro mundo. 

—Descansa —dijo rápido y se dio la vuelta cerrando los ojos tratando de olvidar ese momento. Max se quedó en esa posición unos segundos. 

—Descansa —dijo para luego darse la vuelta volviendo a la posición de antes, ambos dándose la espalda. Pasaron algunos minutos y ambos cayeron dormidos. 

La pantera se encontraba en el mundo de los sueños, en donde estaba caminando sin algún rumbo, solo dejando sus pies guiarse por si solos. El fondo era completamente negro, y miraba al suelo para siempre saber que si caminaba, y no estaba en el mismo lugar sin moverse. Al levantar la mirada pudo ver una pequeña luz que se hacía más grande por cada paso que daba. Después de haber caminado por algunos minutos llegó a la luz, era la iluminación que salia de una ventana. Samanta se acercó a ella y vio a Max y la zorra ambos dormidos en una cama abrazados y por lo que se veía desnudos, ya que había ropa tirada en el suelo. Reconoció el lugar, era la habitación del canino. Sintió un pequeño pinchazo en su pecho al ver la imagen, no podía dejar de ver esa escena. Sus piernas temblaban un poco. Abrió lo que más podía sus ojos asustada al sentir el frió de un cañón de un arma en su nuca. Una voz gruesa e imponente se hizo presente en el lugar diciendo «Tus problemas terminan aquí»Samanta cerró los ojos esperando lo peor, y al escuchar el sonido de un arma siendo disparada despertó del sueño dando un brinco en la cama, respiraba agitada y su cuerpo sudaba un poco. Max también despertó por los movimientos 

—¿Que sucede? —preguntó con voz ronca y suave. 

—Una pesadilla —susurró Samanta. Max gimió cansado, se dio la vuelta y abrazó a Samanta, lo que la sorprendió bastante. 

—Duérmete —susurró y se quedó dormido de nuevo, pero esta vez abrazando a la pantera. Ella se relajó un poco por el abrazo y cayo dormida unos minutos después.                                                                     

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