Capítulo 5
La pantera menor sin mirar a su madre mantenía el silencio esperando la respuesta de esta. La pantera mayor bajó la mirada y apretó un poco el pantalón que tenia.
—Nos divorciamos hace unos años —dijo la madre.
Samanta levantó las orejas sorprendida. No podía creer lo que escuchaba. Sus padres divorciados, pero si eran felices juntos, o... ¿solo fingían?
—¿Qué? ¿Por qué? —dijo sorprendida la hija—. Ustedes eran felices, ¿no?
Su madre negó. Apenas se veían, su madre trabajaba en la noche, mientras su padre en el día. Solo podían verse los fines de semana y algunos minutos en los cambios de turno. La madre suspiró pesado recordando cuando ella le pidió el divorcio a su marido. Estaba muy dolida. Había salido de la estación de policías con lágrimas, le habían dado la noticia que su hija estaba "muerta" y no había sido encontrada. Llevaba un año sin ninguna pista, así que fue dada así por el gobierno. Al llegar a su casa la esperaba su marido muy preocupado por su hija, pero al darle la noticia él negó. No se creía que su hija había muerto, y se lo decía sin perder la esperanza, pero la madre de Samanta ya no la tenia. Días después se habían distanciado, ya no dormían juntos, ninguna muestra de amor. La pantera se habían cansado y pidió el divorcio.
Samanta tomaba un poco de café en una tacita de color blanco. La madre le contaba todo lo que había pasado a su hija.
—Así que... ¿Su separación es mi culpa? —dedujo muy apenada y triste. Una separación de padres es difícil, y más si sabes perfectamente que tienes la culpa de eso.
—Claro que no —dijo la madre y acarició la pierna de su hija —La relación ya estaba perdida.
—Pero yo fui quien colmo la ultima gota del vaso —dijo y cerró los ojos sintiendo el gran peso de la culpa. La madre abrazó a su hija, recordando cuando ella cometía un error y tenia que consolarla. —. Perdón.
—Tú perdóname —respondió la madre —. No debí echarte de la casa.
—Maté a ese policía —su madre niega y baja la cabeza dejando salir las lágrimas
—Tenia chaleco —dijo la mayor —. No murió, solo estaba herido —se limpió las lágrimas.
Pasaron algunos minutos, y las cosas se calmaron. Ambas tazas de té estaban vacíos, y Samanta estaba sentada mirando a la mesa de la sala centrándose en una foto de ella con su madre. Suspiró pesado y miró a su madre.
—¿Dónde está mi padre? —preguntó con voz suave y algo triste.
—trabajando —dijo la mayor y bajo la mirada—. Creo —completó algo dudosa
No muy lejos de allí, se encontraba un puma de pelaje abano en un taller de carpintería. Este, con unas gafas trasparentes para evitar que algo cayera en sus ojos, usaba una sierra eléctrica para cortar la madera de roble haciendo de esta algunas tablas para una cuna. Al apagar la sierra se quita las gafas y se ven sus ojos azules con un leve brillo mientras sonríe mirando la tabla. Al bajar la tabla de la mesa donde cortaba, observa que una figura femenina entraba al lugar. El puma suspiró pesado, pensando que se trataba de su exesposa iba a decir algo pero sus palabras fueron cortadas al ver los ojos iguales a los de él y la figura de la pantera.
—Samanta —dijo el puma sorprendido con voz baja. Sentía un gran nudo en la garganta que no lo dejaba hablar. Su hija había regresado, y estaba frente a él con sus manos atrás de su espalda y una tímida sonrisa que demostraba lo nerviosa que estaba. La felina se acercó lentamente y le abrazó. El puma sentía como su corazón latía rápidamente, sus manos temblaban un poco y aun con ese nudo que no lo dejaba vocalizar ni una palabra. Sus brazos lentamente rodearon la espalda de Samanta correspondiendo el abrazo y acariciando de esta. Algunas lágrimas empezaron a salir de los ojos del puma mientras en su rostro se formaba una sonrisa y apegaba más ambos cuerpos subiendo su mano a la nuca de su hija y acariciándola. }
—Hola, papá —saludó la felina sonriendo.
Al separarse del abrazo Samanta recibió un beso en la frente proveniente de su padre. La felina sonrió ante esto. Ambos se sentaron y hablaron por unos minutos
—Entonces —esperó un segundo antes de hablar —. Ya sabes sobre lo de tu madre y yo —la pantera asintió. Suspiró pesado y trato de evitar el tema. Le dolía mucho el hecho que sus padres se hubieran separado, y más aun al saber que ella tenia un poco de culpa por eso.
Después de unos minutos donde las cosas se habían puesto tensas entre ambos, la pantera decidió ir un momento al baño. Allí se lavó la cara y se miró un momento al espejo. Algunos recuerdos llegaban a su cabeza, imágenes de ella junto a sus padres en diferentes actividades pasaban rápidamente por su mente. Las lágrimas no se contuvieron más y salieron de sus ojos, recorrieron su mejilla y cayeron al lavado. Sus ojos rápidamente se cerraron tratando de evitar lo inevitable, llorar. Pero como no hacerlo, su mente le jugaba una mala pasada y ella no podía hacer nada, peleaba con los demonios de su cabeza para volver a tomar la postura de antes, pero ya nada podía hacer ella, solo desahogarse y esperar para salir tranquila.
El sonido de la puerta de afuera hizo que se asustara un poco. Se empezó a oír tirar cosas y pasos rápidos por todo el taller. La felina agudizó el oído y escuchó como dos personas corrían por el lugar. Ella rápidamente abrió la puerta pensando que su padre podía estar en peligro. Al salir, la felina fue chocada por la espalda y cayó al suelo boca abajo. Rápidamente se volteó y miro a quien la había chocado, el zorro de la mañana. Ella al verlo también en el suelo intentó levantarse rápido por si intentaba atacarla de nuevo, pero el sonido de un arma hizo que su mundo se paralizara. Sintió como el proyectil pasaba cerca de su oreja y terminaba en el cuello del zorro.
La felina al reaccionar ve que era un dardo tranquilizante y mira hacia donde provenía el proyectil. Un lobo con pelaje gris guardaba su arma, vestido con uniforme de policía se acerca al zorro pasando por el lado de la pantera. La felina observaba al lobo pasar a su lado y trataba de relajarse, sus latidos iban rápidos al verlo acercarse, pensaba que podía reconocerla por ser buscada por una banda de criminales. Al ver que pasa de ella y va a examinar al zorro suspira tranquila, cierra los ojos tratando de calmarse y mira a su padre. Este miraba a su hija y se acerca a ella para luego darle un abrazo. Ella lo corresponde gustosa.
El oficial se levanta dejando al zorro en el suelo y mira el abrazo padre e hija. Al ver que se separaron ambos él se acercó y aclaró la garganta obteniendo la atención de ambos.
—Perdón por esto, ayudare a organizar antes de irme —dijo y comenzó con su trabajo. La felina miraba al lobo organizar, su pelaje se le hacia conocido, y sus ojos verdes le recordaban a alguien.
—¿Max? —preguntó dudosa la felina al ver la placa con ese nombre en el pecho del canino.
—Oficial Maximiliano —respondió —. Muy pocos me dicen así —sonrió y miró a la pantera.
La ojiazul se acercó a él y lo miró a los ojos. Los ojos verdes tenían un ligero brillo mientras mantenía esa sonrisa de antes. La felina baja un poco las orejas.
En la mente de Samanta el fondo del lugar cambiaba, ahora se encontraba en una sala de videojuegos, frente a ella el lobo de ojos verdes que la acompañaba desde la infancia la miraba a los ojos. El mismo brillo que había visto hace unos segundos. Y la sonrisa era igual a la que él hacia cuando trataba de tranquilizarla.
—Max —gritó y le dio un fuerte abrazo al lobo.
—¿Samanta? —el lobo no creía lo que veía en ese instante, su mejor amiga había regresado. Lentamente correspondió el abrazo y se apegó más ella.
—Te extrañe mucho —dijo la pantera mientras leves lágrimas de felicidad salían de sus ojos. Una gran sonrisa se notaba en su rostro mientras acariciaba la espalda de su amigo.
—También te extrañe —respondió el canino con la mismo sonrisa de su amiga y acariciaba las orejas de esta. Al separase del abrazo la chica preguntó.
—¿Cómo fue que te hiciste policía? —sorprendida al ver el uniforme y la placa en el pecho del canino.
—Algo de suerte —respondió—. Y mucha habilidad —sonrió y acarició la mejilla de su amiga—. ¿por qué decidiste volver? —le preguntó.
—Tengo que solucionar algunas cosas —la mirada de la felina se cerraba y mientras se dejaba acariciar por la mano de su mejor amigo. Disfrutar de su calor protector de nuevo la hacia sentir segura como antes.
—¿qué sucede? —preguntó con algo de intriga el canino sin detener las caricias en la mejilla de su amiga.
—Es una larga historia —abrió de nuevo los ojos la pantera para tener contacto visual con el lobo.
—Tengo tiempo —respondió Max con un tono tranquilo tratando de darle seguridad a la felina.
El zorro despertaba en la patrulla después de casi una hora, aun esposado y con un dolor insoportable en el cuello. Miró por la ventana y ve el taller de madera donde lo habían capturado. Al reaccionar de donde estaba y hacia donde iba se empezó a mover erráticamente tratando de zafarse del agarre de las esposas. Al pasar unos minutos y agotar toda su energía se recostó en el asiento.
—Ambos están juntos ahora —sabia que tenia un micrófono en su hombro que lo comunicaba con su jefe —. Trabajo completo —dijo para terminar y darse un fuerte golpe en el hombro con el asiento delantero y romper el pequeño micrófono. Supo que lo destruyó al sentir la leve descarga de electricidad pasar por su cuerpo.
No muy lejos de allí se encontraba el receptor de los mensajes que había mandado el zorro. Un mapache con una cicatriz en su mano se quitó los auriculares por donde escuchó las palabras de su compañero para luego escuchar solo estática. Se levantó de donde se encontraba y fue directo hacia otra habitación. En ella solo estaba un gran escritorio y una silla vacía.
El mapache miraba toda la oficina por si su jefe se encontraba escondido en la oscuridad, como le gustaba mantenerse. Algo le tocó el hombro y rápidamente se volteó y lanzó un golpe a media altura que fue detenido. Una coneja de baja estatura de pelaje blanco junto con su pelo morado con detalles azules, ojos color azul y lo que parecía un tatuaje en su brazo de una cruz siendo rodeada por una serpiente, sostenía el puño del mapache.
—¿Quién eres? —preguntó el procionido.
—Tu peor pesadilla —respondió la coneja con una sonrisa maliciosa—. Cuidado atrás —el mapache rápidamente volteó y recibió una fuerte patada en la cara de otra coneja, esta con su pelaje negro, su cabello azul y ojos violetas. En la pierna de la coneja peliazul estaba tatuado un dragón de color violeta. El mapache se levantaba con dificultad del suelo.
—¿Dónde están? —preguntó la coneja con el tatuaje del dragón.
Las leporidos miraban al mapache con un semblante serio y frío. Ambas del mismo tamaño y con su pelaje suave no daría miedo a nadie, pero sus habilidades de combate cuerpo a cuerpo superarían hasta el más experto maestro de karate. Como dice el dicho "no juzgues un libro por su portada". Esas dos conejas son unas de las sicarias más buscadas por la policía. El mapache no tarda ni un segundo en dar la ubicación exacta de donde estaba la pareja pantera lobo. Ambas conejas salieron tranquilas de la oficina para dirigirse al taller, donde empezaría lo bueno.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top