Capítulo 4
La pantera baja del camión tranquila, observaba al tigre que tenia una pequeña curación en su nariz para evitar más sangrado. Suspiró y se acercó a él, obviamente a su lado estaba la tigresa.
La tigresa hablaba con el macho de su espacie, pero este solo se enfurecía más y más. La de pelaje negro se puso en medio de ambos y miró a los ojos al tigre. - te dije que no molestarás - comentó seria mirando a los ojos al tigre
—Si no te quitas, te quito yo —dijo furioso.
—¿Puedo matarlo? —preguntó la pantera a su amiga.
—Lo siento, pero no quiero ir a la cárcel —respondió.
El tigre gruño obviamente molesto. Pero lo único que hizo fue lanzar una hoja al suelo. En ella se mostraba la foto de la pantera junto con un texto "se busca, viva o muerta" Samanta muy confundida viendo el papel se agacha y lo toma. Al bajar un poco del texto vio el precio que daban por su cabeza "$150 mil". Lentamente contrae sus orejas y luego vio al tigre. Oliver solo se despidió con la pata y subió a su camión para irse.
El viaje de ambas continuaba normal, pero la pantera revisaba de vecen cuando el cartel. Aun no creía que estuviera siendo buscada por una banda de criminales. Suspiró y se recostó en el asiento pensando en los problemas que se vendrían.
Las imágenes en su cabeza mostraban a una pobre pantera con 10 años corriendo de dos chicos de mayor edad, ambos perros. Llevaba una pelota en sus patas, una pelota de color rojo y del tamaño de su cabeza. A su lado, el lobo con el cual hacia todas sus actividades, Max. Corriendo a su lado tratando de huir. Tomo su mano y la metió a un callejón. Al llegar al final de este el lobo buscaba alguna salida, pero los perros la habían cerrado la única que existía. Max se colocó frente a su amiga mientras gruñía mostrando los dientes. Los perros hacían lo mismo y se acercaban a ellos lentamente. La espalda de la pantera chocó con la pared, llevando la pelota en sus brazos a nivel de su vientre. El lobo trataba de protegerla poniéndola detrás de ella, tapándola con su cuerpo y abriendo uno de sus brazos para estar seguro que estuviera allí. Uno de los perros se lanzó sobre el lobo y...
—Hey, despierta —el recuerdo de Samanta fue interrumpido por las palabras de la tigresa. - llegamos - señaló al frente dejando ver la ciudad.
La cuidad de "neofur city", una ciudad construida hace poco. Al ser tan moderna, la gran mayoría de sus partes eran edificios altos, casas un tanto lujosas o centros comerciales. La ciudad se consideraba como una de las mas "ecológicas" que hay. Al usar material reciclable para muchas fabricas, como prohibir la tala de árboles en los bosques cercanos, esto hace que esta cuidad tenga un gran desempeño ecológico, que también hace que su economía sea estable y duradera.
Samanta miraba los edificios recordando algunos, pero también recordando los que se fueron. Tiendas, casas, amigos... Familia. Muchos de ellos olvidados por sus errores. ¿Habría la posibilidad de que la casa de sus padres estuviera allí? ¿Sera que ellos aun la recuerdan? ¿Aun estarán todos? Y sino ¿Quién fue el desafortunado? Preguntas que sus respuestas podrían estar cerca, pero el miedo y su poca confianza hacían que hasta lo más fácil sea un reto a superar.
La pantera bajó en la entrada de la ciudad. Tomo su mochila y la puso en su espalda mientras sostenía una mirada fría dirigida a la ciudad. Suspiró -gracias por no matarme- dijo y volteó la mirada dirigiéndola a la tigresa -no es nada - respondió -cuidate - el camión arranca entrando a la ciudad. Al lado del pie de la pantera caía una tarjeta. La recogió y vio el numero de la tigresa junto con un pequeño mensaje "si necesitas ayuda, solo llámame". La felina sonrió y entró a la ciudad para su nueva aventura, de la cual tal vez no saldría viva.
Un día frío era el que se sentía en la ciudad. Las nubes grises cubrían el cielo. Mientras la pantera caminaba tratando de taparse la cara un poco con una gorra que llevaba, se veían a las personas caminando con abrigos, chaquetas, bufandas y algunos con sus paraguas cerrados en las patas preparados para la lluvia. Samanta se dirigía al norte de la ciudad, donde pensaba en poder hablar con alguien que la ayudara. La policía no seria una opción, ya que estos tal vez también la busquen. Las palabras de su padre y que su novio le habían repetido varias veces aun rondaban en su cabeza "la policía no arriesgara su vida para ayudarte. Si necesitas verdadero apoyo, tu familia es lo primero." Con esos pensamientos la habían criado, y seguramente siga así por el resto de su vida.
Se notaba el cambio de zona. Antes se veían las calles limpias, edificios y casas impecables, como también edificaciones estables. Solo al entrar, te recibe un gran grafiti de una mano alzando el dedo del medio con el mensaje de "fuck the polis". Entre más se adentre al lugar, más pobre y feo se ve. Casas sin pintar, con grafitis ofensivos o con el nombre de bandas de la zona. Las calles cubiertas por la basura por la falta de cultura de las personas, se resaltaba más las colillas de cigarrillo, bolsas con tarros de sacol, ladrillos raspados para hacer el llamado "bazuco", entre otros.
La felina caminaba tranquila por medio de las solas calles de la zona. Manteniendo su cabeza alta y al frente, pero mirando de reojo a los lados. Sabia las reglas de la calle. 1: no dejes que te vean con miedo; si lo hacen te atacaran. 2: los ladrones y maleantes no atacan porque si. Ellos primero asechan la presa para atacar sin que se den cuenta.
La felina sentía pasos, y no eran los suyos. El ritmo era más seguido, lo que quería decir que alguien se acercaba, y rápido. La felina al voltear no vio nada, así que siguió caminando. Aún sintiendo los pasos volteó de nuevo, y revisó el lugar. Al agudizar un poco la vista pudo ver la cola de lo que parecía un zorro. «novato» pensó sonriendo y siguió su camino.
Samanta sabia perfectamente que la seguían, pero ella podía con él. Con intensión de saber quien la perseguía, entró a un pequeño callejón sin salida, como ella lo recordaba. Al llegar al final se recostó en la pared. El zorro entró al callejón y sonrió con malicia.
—Hola, señorita —dijo con un tono burlón—. ¿Qué hace por aquí tan sola?
—Lo mismo te pregunto —respondió de la misma forma mirando al albino.
La pantera recostada sobre la pared se cruza de brazos. Esperaba que él hiciera el primer ataque, manteniendo la mirada al zorro. El albino sacó un cuchillo de su pantalón y se acercaba lentamente a la felina. Esta suspiró y se levantó de la pared, aun cruzada de brazos.
El zorro sonrió con malicia y empujo contra la pared a la pantera poniendo el frío filo del cuchillo en su cuello. La felina sonrió y puso el cañón de su arma contra el vientre del chico. Este al sentir como era apuntado levantó sus orejas. La felina tomo por el cuello al albino con un brazo sin quitar el arma, y le susurró con un tono malicioso y frío
—Nadie toca mi pelaje sin mi permiso —soltó al zorro—. Vete, y no vuelvas a molestar —le dio un empujón tirándolo al suelo. El zorro respiraba agitado mirando como la pantera se iba caminando como si nada.
El zorro entraba a lo que parecía una oficina en una casa rústica. La luz era muy poca, y el anochecer dificultaba la capacidad de ver.
—¿A que vienes? —preguntó una voz masculina entre las sombras
—La vi, señor —respondió el albino con un tono de nerviosismo.
—¿Y? ¿La atacaste?
—Lo intente, pero puedo vencerme —bajó la cabeza en señal de arrepentimiento y pena ante el que parecía su jefe—. Lo siento, señor.
—Tranquilo, no era tu trabajo —una cuchilla es arrojada desde la sombra donde provenía la voz rozando la oreja del albino —. Pero sabes que no me gustan que pierdan las oportunidades.
—Lo sé, señor, lo siento, señor —su voz se hizo nerviosa y se le notaba el miedo por lo que le pidiera hacer su jefe.
—Vete — dijo con voz fría—. Antes que me arrepienta —al terminar la oración el albino sale rápidamente de la sala.
Samanta llegaba a su antigua casa, su antiguo hogar. La casa, sin pintar, con una ventana rota, la puerta en metal de color rojo, y con algunos grafitis en las paredes, había cambiado muy poco a cuando se fue. La felina miro en suelo, viendo así, al lado de la puerta dos huellas, una de lobo y otra de pantera, con la frase "yo te protejo" debajo de ellas.
Un cachorro lobo salia de la casa de Samanta. Esta lo vio y también vio como salia ella de pequeña detrás de él. La pequeña cachorra miraba al suelo donde estaba el cemento fresco. El lobo se arrodillo y puso su pata en este dejando su huella, la felina hizo lo mismo y miro a su amigo sonriendo. El lobo solo miraba el cemento mirando ambas patas, luego sonrió y escribió la frase con la que se habían hecho mejores amigos.
El recuerdo de Samanta se desvaneció mientras esta seguía mirando el cemento.
Levantó la mirada y toco el timbre de la casa. Una voz femenina aviso que ya iría desde dentro de la casa. Al abrir la puerta unos ojos de color café se encontraron directamente con los ojos de Samanta
—¿Samanta? —dijo la pantera frente a ella gagueando un poco mientras miraba sorprendida a la contraria.
—Mamá... —respondió la ojiazul.
—¡Hija! —gritó entusiasmada y se lanzo a abrazar a su hija. Samanta correspondió al abrazo con una sonrisa. Al separarse, la mayor le dio una fuerte cachetada a Samanta. Se notaba su enojo, pero luego con otro abrazo calmo un poco y algunas lágrimas salieron de sus ojos. En este momento, Samanta estaba sintiendo muchas emociones, nervios, miedo, cariño, amor, entre otras. Pero la madre sentía eso mucho más fuerte, no es fácil perder a un hijo, y menos al ser declarado muerto tras llevar un 3 meses de desaparecida. Las dudas de la madre llegaban, sintiendo que a pesar de que su hija estaba de nuevo a su lado, había cambiado muchas cosas en ella. Su cuerpo ahora estaba desarrollado, más alta que ella, ya no tenia un pendiente en su oreja que se había puesto sin su permiso, y su pelaje no era tan suave, sentía que había sido maltratado y no cuidado con las cosas necesarias. Pero como hacerlo, las cosas en el pueblo eran hechas allí mismo, lo que quería decir que la marca reconocida que usaba no estaba allí.
Ambas panteras se sentaban en la sala de la casa, la mayor en el sofá grande mientras Samanta en uno individual, ambos sofás de color marrón. La mesita de noche en medio de la sala mostraba la foto de ella, junto con su madre en lo que parecía un parque de diversiones. Samanta volteó la mirada tratando de no recordar. Pero su mente le jugaba mal, y las imágenes en su cabeza de ella en los carritos chocones jugando con su madre y novio en ese entonces llegaron a su mente en un flasback. Suspiró algo pesado y miró a la ventana. La situación se había puesto pesada, pues ninguna de las dos hembras hablaban, cada una tenia sus razones para no hacerlo, pero no podían seguir así mucho tiempo.
—¿Donde está papá? —preguntó Samanta sin mirar a su madre. En la sala no había una foto de él junto con su madre, ni de ella junto con él. Pero recordaba varias fotos y marcos muy lindos de todos reunidos. Su madre respiró pesado antes de responder
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