Capítulo 2

En la noche llovía muy fuerte, y la pantera con la manta que le habían prestado el día anterior se encontraba acostada mirando la TV. Fuera de la granja, se encontraba una camioneta Toyota Hilux Sr negra conducida por un koala y de copiloto el coyote que había tratado de asesinar a Sam. 

—Te digo que ella no es una pantera cualquiera —dijo el coyote—. Ella sabe pelear, amigo. 

—Cállate —lo interrumpió el koala. Este sale del auto y va a la parte de atrás de la camioneta y de allí saca un rifle francotirador DSR-1 y apunta a la pantera con la mira con zoom por la ventana de la granja. Se veía a la pantera tomando un café mientras veía la TV cubierta con una manta. El koala sonrió y puso su dedo en el gatillo. Pero un conejo se atravesó en la mira del arma. El koala se asustó un poco y al ver bien al conejo vio que era un oficial. —. Mierda.

Una patrulla se llevaba al koala y al coyote esposados. La pantera lo veía por la ventana y también vio el arma. Bajó las orejas asustada al verlo « me iban a matar.» pensaba esta algo alterada.

La pantera no durmió en toda la noche. Y en la mañana esta dormía en el sofá totalmente tapada por la manta. El conejo mayor la vio ahí y se le acercó. Movió a Sam y esta al despertar muy alterada le dio un fuerte puñetazo en la mandíbula al conejo. 

—Oh... ¡perdón! —pidió suplicante esta. El conejo solo se sobo y la miró confundido.

—¿Qué pasó? —preguntó este.

—He estado algo alterada estos últimos días. 

—Y ¿a qué se debe? 

La pantera le contó sobre el francotirador de la noche anterior y el coyote en la tarde.

—Pero, ¿por qué quieren lastimarte? 

—¡No lo sé! — gritó la pantera con desesperación—. Son sicarios de una banda reconocida, no sé por que me quieren cazar.

El conejo suspiró y la miró a los ojos. 

—Descansa un poco. Yo estaré al pendiente —se levantó del sofá y fue a la cocina.

A la hora del almuerzo Samanta comía tranquila, quería despejar su mente y lo haría con la comida. Suspiró al acabar su comida y se recostó en el respaldar del asiento. Miraba su plato vacío mientras jugueteaba con una cuchara en sus dedos y pensaba. Los recuerdos del día en que todo se fue a la basura llegaban a su mente. En especial dos imágenes, una la de su antiguo novio muerto y sangrando, y la segunda la de el leopardo con el disparo en la cabeza proveniente de su arma. Su recuerdo mostraba al segundo leopardo apuntando a su cabeza, pero un lobo la salvo. «ese estúpido lobo.» pensaba la pantera «te extraño...» 

—Max. —susurró

—¿Quién? —preguntó Alex

—¿Uh? No, nadie —respondió nerviosa y miró a la madre del conejo—. Muchas gracias por la comida. ¿Le molestaría que me tomara hoy libre?

—Para nada —dijo como respuesta y sonrió.

La pantera no había salido de la granja, había pasado todo el día buscando información de la banda y redes de su amigo. No encontró mayor cosa, solo otra noticia sobre ellos que no le ayudaba mucho. «han pasado 6 años desde eso, no creo que sean tan vengativos. Pero tampoco he hecho nada más.» pensaba la pantera antes de dormir.

En medio de la noche escuchó como una llave trataba de abrir la puerta. Se levantó rápido y tomo lo primero que vio, el bate de béisbol de uno de los hijos que antiguamente vivían en el lugar. Se escondió detrás de la pequeña pared que separaba la sala de la cocina, estando ella en la cocina. Escuchó abrirse la puerta y tomo fuerte el bate tratando de no hacer nada de ruido. 

—Dijiste que estaba aquí —dijo uno de los desconocidos que habían entrado.

—Debe haber ido al baño —respondió el otro.

«espero no sean más de dos.» pensaba la pantera

Se escuchaban pasos tranquilos por la casa, unos se acercaban de donde estaba Sam mientras los otros se alejaban. La pantera al ver la cola de uno de ellos reconoció su especie, un zorro. Miró que el otro no estaba, estaba buscando en el baño que estaba al otro lado, así que lentamente se levanto de su escondite, vio al zorro de espalda y sigilosamente se le acercó. Al estar cerca le tapó la boca y apretaba su cuello. Unos segundos después el zorro cayó inconsciente y la pantera lo dejó donde ella estaba escondida. Le revisó el cuerpo y le quitó su pistola, una Taurus 1911 de color plateado con munición 9mm Y una navaja de mango negro con detalles plateados.

En la habitación del baño se encontraba el otro desconocido. Un oso de pelaje blanco. Samanta entró con sigilo y le puso el arma detrás de la cabeza al oso. 

—¿Quiénes son? —preguntó seria y con tono amenazante.

—Bad cribes —Respondió con un tono irónico y burlón.

—¿Por qué quieren cazar... — fue interrumpida por el frío de un arma en su espalda. Lo que ella temía, una tercera persona había entrado a la casa y no lo había notado. 

—Baja el arma —ordenó la persona detrás de ella. La pantera obedeció y bajó el arma, para luego ponerse de rodillas colocando ambas patas detrás de su cabeza. Cerró los ojos pensando que era su fin.

—uidado — dijo el oso con sorpresa y se escuchó romper una botella. La pantera aprovecho que se habían distraído y tomo el arma poniéndola en el cuello del oso colocándolo como escudo contra el otro tipo. Pero este estaba en el suelo inconsciente con una herida en la cabeza. Detrás de él se encontraba el conejo con el nombre de Alex, con media botella rota en la pata. Samanta vio eso y solo le dio un fuerte golpe con la culata del arma en la cabeza al oso para dejarlo inconsciente.

La policía había llegado a la granja y esposaban a los tres animales que habían entrado sin permiso. La pantera entregó el arma que le había robado al zorro igual que la navaja.

Después de todo el alboroto la pantera miró a su salvador. 

—Muchas gracias, eres muy valiente —dijo con una gran sonrisa. Le acaricio las orejas alegre y le beso la mejilla. El conejo se sonrojó demasiado y Samanta rió levemente. 

—No es nada — respondió el conejo—, pero ¿me podrías dar un beso? —se le notaba el nerviosismo—. En los labios.

—Eres una ternurita —dijo y rió leve —. Bien, pero espero que te guste. No doy uno hace mucho —le acariciaba la mejilla y le dio un leve beso en los labios. El rojo en las mejillas del conejo se hizo muy notorio, parecía de pelaje rojizo. La pantera rió un poco y miro a la coneja mayor. Esta también rió ante la acción de la pantera.

La mañana era soleada, ni una nube en el cielo. La pantera salió de la granja con su overol de trabajo y camino al huerto de patatas.

La felina estaba algo preocupada, no le gustaba lo que estaba pasando. Habían tratado de matarla, y por algo que había pasado hace 6 años, algo que quería olvidar desde hace mucho, y al parecer volvió para no dejarla en paz. «¿Qué hago para que ellos no quieran matarme?» se preguntaba mientras trabajaba en el huerto.

Las noches habían pasado, y ella no podía dormir tranquila en la noche, ya que alguien siempre intentaría entrar a la casa para lastimarla. Samanta estaba cansada de eso, además de no poder dormir bien, muchas de las decoraciones de la casa se rompieron por culpa de ella. Sentía que no debía estar allí, solo traía problemas. Miró el cielo mientras pensaba en que hacer. ¿Debía irse de ahí para siempre sin decir nada? ¿quedarse y luchar contra todo el que quería lastimarla? o ¿hablar con la familia para que la ayudara?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una de las conejitas. La ojiazul miro a la pantera algo confundida 

—¿Pasa algo? — le preguntó mientras le entregaba un vaso con agua. 

—No creo que lo entiendas —respondió mientras tomaba un poco de agua y miraba el suelo—. Solo he traído problemas aquí, ustedes no merecen esto —completo.

—¿Pero tú que quieres? 

—Que todo esto acabe, y poder vivir tranquila. 

—¿Aquí? —

—Pues... — no respondía. 

—Tú eres de la ciudad, y allí podrás solucionar todo.

La pantera la miraba algo confundida ¿cómo una niña de 8 años podía decir esas cosas? Pero tal vez tenia razón. Los problemas vienen de allí, y allí debe estar la solución.

Samanta se encontraba en el establo empacando algunas cosas. La mochila que Max le había regalado estaba algo gastada, pero la iba a utilizar, volvería con lo que se fue. Revisaba la mochila y envuelta en una manta tenia su M1911. La tomo con ambas patas y la miraba nostálgica. Suspiró y se la guardó en el pantalón. Se puso la mochila en el hombro y salió del establo.

—Entonces ¿volverás a la ciudad? —le preguntó el conejo mayor a Samanta.

—Así es, señor. Tengo que acabar esto de una vez — respondió.

—Bien, te deseo suerte mi niña —la miro a los ojos —. Te daría un beso en la frente como a mis otras niñas, pero eres demasiado alta —la pantera rió ante su comentario y se agachó. El conejo mayor le beso la frente y sonrió —. Vuelve cuando gustes. 

—Lo haré, Señor Adams —sonrió la felina y tomó su mochila —. Cuídense, y tengan por seguro que algún día volveré. Adiós —completó amable y abrazó a todos los del lugar para luego irse.

Era una ciudad algo pequeña, pero muy rica si en mercado y financiación se debe. Aunque como todo tiene su parte mala, en esta se notaba mucho el cambio de el centro de la ciudad, al norte. El sur y centro eran muy comerciales, además de ser en su mayoría tranquila.

El norte, era lo contrario a eso. La pobreza se hacia notar, casas construidas en madera, invasiones de los ciudadanos en terrenos ajenos, y poca policía en el sector, lo que permitía el crimen sin mucho problema.

En un lugar del norte, un ciervo estaba arrodillado mientras era apuntado por un león con una taurus millennium G2 De color plateado con mango en carbono. 

—Sé lo que piensas, escoria —dijo el león de melena rojiza —Pero la sangre se paga con sangre.

—No pienso eso —respondió el ciervo de no más de 20 años—. Hazlo de una vez, la deuda tiene que ser pagada. 

—Como gustes —dijo con voz fría y apretó el gatillo.

El león salió del lugar empezando a caminar por lo que era un barrio de pocos recursos. Su celular empezó a sonar y este contestó 

—¿Qué color ves en una habitación absorbida por la oscuridad? —preguntó la persona al otro lado del teléfono.

—Ninguno —respondió el león con calma y mirando que nadie más estuviera cerca para escucharlo.

—Bien hecho —dijo amable —. ¿Ya acabaste el trabajo? —su voz cambio a fría de nuevo.

—Así es. Solo falta uno

—Una, falta la pantera.

—Perdón, pero ella no me corresponde —trató de evitar más trabajo —. Sabe que solo hago trabajos en la ciudad, y ella esta en el campo. 

—Ya no, viene para acá. Así que prepárate para hacer que desaparezca, o lo haras tú —colgó.

—Mierda — guardó su teléfono y siguió caminando.

Al llegar a su casa (una casa pequeña de color azul con la puerta negra y dos ventanas a los lados de esta) abrió la puerta y entró suspirando algo enojado. Escondió el arma detrás de un armario y se aseguró que no tuviera manchas de sangre en su ropa. Se dio una ducha, se vistió y fue a su habitación. Tomo de su pared un cuatro de una cierva mostrando sus pechos subida en una motocicleta y la dejó a un lado. Detrás del cuatro había un marco de madera que tenia varias fotos, todas marcadas con una equis roja, excepto dos. El león tomo el marcador rojo y tacho la foto del ciervo que acababa de matar. - solo quedas tú - dijo bajo mientras miraba la foto de un lobo con ojos verdes - Max -

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