Capítulo 14
El lobo se separa de la pantalla de la computadora levantándose de la silla. Ya estaba algo cansado, e igual que el perro debía descansar la vista de vecen cuando para seguir investigando con tranquilidad. La noche caía en la gran ciudad de Neofurry, y el labrador le avisa eso al lobo.
—Debes ir a dormir —le dice tomando su hombro—. Yo seguiré, tranquilo —le sonríe y Máx con algo de resignación acepta y va a la habitación en donde no estaban las chicas para descansar unas horas. Pone su teléfono a despertarlo antes de acostarse.
La zorrita se había quedado en la cama donde antes estaba la pantera. Samanta ya descansada camina con el labrador para ayudarlo con lo que hacía.
—¿Hay algo nuevo?— pregunta ella desde atrás viendo como trabajaba el perro. Este solo negó con la cabeza siguiendo con lo que hacía—. ¿Tú no dormirás?— le pregunta al perro acercándose a él para ver la computadora un poco más cerca. El perro hace lo mismo de antes como respuesta, estaba acostumbrado a pasar muchas horas despierto haciendo su trabajo, esto no sería problema.
Pasan algunos minutos cuando el perro se detiene y mira a la pantera con tranquilidad, pero de inmediato una sonrisa se hace en su rostro.
—Está en una fábrica a las afuera de la ciudad —dice y la impresora empieza a funcionar. La pantera algo sorprendida mira tanto la maquina trabajar como al perro. Cuando esta acaba deja ver la imagen de la jaguar junto con todos sus datos. En la parte de atrás estaba la foto de la fábrica donde se ve que estaba su auto y para confirmar todo, ella bajando de él. Usaba una chaqueta algo gruesa y gafas oscuras, pero su pelaje era muy notorio en su cara y piernas, las cuales no se había tomado la molestia de cubrir ya que tenía una falda de color negro. La pantera toma la hoja con ambas patas y mira todos los detalles.
—¡Esto es genial! —le sonríe y abraza al perro con mucha emoción—. Muchas gracias —susurra sin separarse. El labrador algo sorprendido tardó un poco en corresponder con una sonrisa. Al separarse del abrazo él suspira y se pone un poco más serio.
—Debo decirte esto… —dice el chico levantándose de la silla y le da la espalda—. Tú mataste a uno de los hermanos de Ámbar, por eso te busca —las orejas de la pantera se contraen rápidamente y baja un poco la cabeza recordando la única vez que había disparado a alguien antes de que todo esto pasara—. Pero no es todo —prosiguió Robbin—, la policía también lo hace —se da la vuelta y mira a la pantera—. Tus antecedentes no hay cambiado, mataste a un hombre, y lastimaste a un oficial. Esto no queda impune, a menos que tus dos amigos traten de hacer algo —le avisa y vuelve a sentarse pero a apagar todo. Ya que había acabado su trabajo se iría al sofá a descansar. La pantera se queda allí pensando en todo lo que le habían acabado de decir. ¿Y si la policía obligaba a Máx y Jenny a entregarla? ¿Si su única misión en esta vida era escapar de la ciudad? Tal vez le aceptarían de nuevo en la granja, y al saber que sus padres están bien pueda estar hablando con ellos por teléfono. Después de todo, aunque tendría que pagar la condena no es como si la policía tuviera tiempo para buscar en mar y cielo a un crimen menor. Suspiró pensando en lo que pasaría y después de unos segundos tuvo su decisión segura.
La jaguar bajaba de su auto con su bolso de mano de color negro y un semblante bastante serio. Caminó hasta entrar a la fábrica donde estaban dos guardias en la entrada. Esta pasó de ellos y los chicos contratados por ella solo la saludaron con respeto y amabilidad, después de todo era su jefa. Subió al segundo piso por las escaleras y entró a una sala la cual era una oficina bastante moderna y elegante. Sobre el escritorio estaban muchos papeles, y ella tendría que ver que hacer con ellos. Se sentó frente al escritorio empezando a leer con tranquilidad los papeles, la mayoría contratos de posibles negocios futuros. Un par de minutos después uno de los guardias se acerca a la oficina y entra. El guardia era un tigre de bengala con una camisa negra y pantalón del mismo color, sobre su camisa está un chaleco anti balas y en sus manos una UMP.
—Señorita, ¿como ha estado? —le sonríe y se sienta frente a la jaguar dejando de lado su arma. La chica le sonríe y le da un tierno beso en los labios.
—Sabes que puedes tutearme mientras estemos solos —le dice ella con una sonrisa y se levanta de su asiento de cuero para irse a sentar en las piernas del tigre. Ese chico la tenía algo boba, había logrado entrar en su corazón, un lugar difícil de encontrar.
—Bueno, ¿cómo estás? —dice él acariciando su mejilla y le da otro beso. La chica suspira antes de responder.
—Se me están complicando las cosas con la esa estúpida pantera —se le notaba la rabia que contenía. Pero eso desaparece después de un par de mimos que el chico le hace, odiaba eso, odiaba tener ese lado sumiso. Se zafó de su agarre y volvió a su asiento.
—Mira, tú dime y mato al lobo para que tengas un problema menos —dijo con una sonrisa confiada.
—No es tan fácil matar a un policía —le advirtió ella y se cruzó de brazos. El chico sonrió, se levantó y se acercó a la jaguar para darle otro beso, este bastante apasionado. Sus manos tomaron la cadera de ella y la subieron al escritorio. Al separarse por falta de aire el chico se acerca a su oreja.
—Sabes que haremos esta noche para relajarte —le susurra manteniendo una voz y sonrisa coqueta.
La mañana llegaba, apenas y amanecía cuando el teléfono del lobo empezaba a sonar fuerte para así despertarlo, cosa que no tardó en cumplir. El oficial apagó la alarma y fue a la sala, donde vio al perro durmiendo. No lo quiso despertar. Fue a la cocina e hizo el desayuno para todos.
Pasaron algunos minutos cuando la puerta del apartamento se abrió. El policía al escuchar eso tomó el cuchillo de la cocina y lo empuño con fuerza. Sus orejas se mantenían altas y alertas escuchando los pasos de la persona que había entrado. Al pasar por la cocina Máx salió y colocó el cuchillo en su cuello tomando al sujeto del pecho así también sus brazos.
—Suéltame —se escucha la voz femenina de la que estaba agarrada, y gruñe leve. Rápidamente el lobo la suelta al reconocer la voz, era Samanta—. ¿Qué te pasa? —le pregunta la pantera algo molesta alejándose un poco de él. Estaba vestida con un saco roja que le quedaba un poco grande junto con un pantalón. Con la capota del saco se tapaba las orejas y un poco sus ojos para no ser reconocida fácilmente. Eso había confundido al lobo, pero no sabía porqué su nariz no había actuado para reconocer a la pantera. Se sacudió un poco la cabeza y se disculpó siguiendo con su tarea de hacer el desayuno. Ella sin embargo se quitó el saco que tenía y le dio un golpe en el hombro al chico—. No vuelvas a poner un cuchillo en mi cuello, la próxima si te arranco la cabeza —le amenaza y suspira. En sus manos tenia dos pequeñas bolsas, en las cuales había comprado un poco de comida para ellos. Las dejó a un lado del lobo en la cocina y luego camina a la sala para sentarse en el sofá y relajarse un poco.
Después de algunos minutos ya los cuatro presentes que se encontraban en el apartamento comían en silencio en el comedor. La pantera y el lobo habían dejado a un lado lo que había pasado antes y ninguno de los dos habló sobre eso durante la pequeña comida que tenían. La situación pasó en silencio, hasta que acabaron de comer y la pantera decidió hablar
—Chicos, Robbin ya acabó su trabajo. Tenemos esto —dijo con tranquilidad y un poco de seriedad para que le pusieran atención, sacó la hoja de su bolsillo y la dejó sobre la mesa para los otros dos la pudieran ver. El labrador la verdad no ponía mucha atención, su trabajo había terminado así que no tenía nada más que hacer. La zorrita toma la hoja y mira toda la información.
—Esto está muy bien— dijo ella dándosela a su compañero para que él pudiera ponerse al tanto de todo—. Hay que hacer un plan para entrar a ese lugar y arrestar a Ámbar —rápidamente la pantera niega.
—Voy yo, ella me busca a mí y nadie más saldrá herido de aquí —dice segura mirando a ambos con seriedad.
—No iras sola —habla el lobo.
—Pues esta decidido, y nadie me detendrá —dice ella levantándose de la silla del comedor.
—Pues no te dejaré —dice el oficial levantándose igual y poniéndose frente a ella mirándola directamente a los ojos—, y nadie me detendrá —dijo el en voz baja muy seriamente. Ambos se quedan mirando directamente a los ojos durante algunos segundos y al final es la zorrita quien se pone en medio separándolos.
—Pues siendo sincera, la mejor opción es ir todos. Ese lugar debe estar lleno de su gente, y es obvio que si tú le haces algo a ella todos se vendrán contra ti —habló la oficial con seriedad—. Vamos con toda la de la ley, y atraparemos a esa jaguar —dijo segura.
—No, no quiero tener que escapar de nuevo —dijo Samanta dándose la vuelta para no ver a ninguno de los dos—. No iré a la cárcel, y si la policía me ve seguramente me atrape —les daba la espalda a ambos mientras hablaba—. Yo empecé esto, y lo acabaré —tomó de nuevo el saco que tenía y la hoja con la información de la jaguar. Le agradeció a Robbin por el trabajo y que pronto recibiría su parte. Él sólo asintió con la cabeza sin decir nada, viendo como la pantera decidida con lo que haría salió por la puerta del apartamento y caminaba a la calle. El lobo intentó seguirla pero la zorrita la detuvo.
—Ella quiere hacerlo, déjala. Nosotros iremos con sigilo con la policía en nuestras espaldas para detener a todos ellos —le dijo en voz baja para calmarlo. Este suspira un poco resignado y acepta la petición volviendo a su lugar con la cabeza baja.
No muy lejos del edificio estaba la pantera caminando por los andenes de la ciudad con la capota del saco en su cabeza tapando sus orejas. Su mirada es baja, observando el suelo por donde caminaba sin poner mucha atención al frente. Su mente estaba en otro lugar en este momento, pensaba en las cosas que esté día pasaría. No dejaría que pasara más tiempo con este problema encima, y menos viendo los problemas que le estaba dando a su mejor amigo, y la mejor amiga de este. Es raro decirlo, pero es verdad. Ella solo era una amiga del lobo, mientras él era el único amigo de verdad que tenía Samanta. Metió sus manos en los bolsillo y sintió un pequeño papel ahí, lo sacó con curiosidad y al verlo recordó a la tigresa que la había ayudado a llegar aquí, Cloe. Tomó su teléfono y lo pensó algunos segundos. Después marcó el número soltando un suspiro y cruzando los dedos para conseguir su ayuda.
Había pasado una hora, cuando la pantera baja del camión que era manejado por Cloe. Ella baja igual y se sacude un poco las patas caminando un poco para estar a un lado de Samanta y ver la fabrica con ella.
—¿En serio entrarás sola? —le preguntó con seriedad.
—Lo haré —afirmó—. Te llamaré si necesito que vengas por mí o algo —le avisa y camina a la entrada de la fábrica. Después de dar un par de pasos llega a la entrada. Desde ahora todo se pondrá feo.
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