Capítulo 10
La jaguar estaba sentada frente a un escritorio de madera. La sala donde se encontraba era un poco pequeña, unos 4 metros de largo y dos de ancho, las paredes de color blancas, y colgadas en ellas varios cuadros de mujeres muy bellas posando para lo que parecía una revista para adultos, aunque éstas mantenían la ropa en sus cuerpos, poca y muy delgada ropa, pero aún así la tenían puesta. No la única en la habitación, ya que detrás del escritorio había un oso de pelaje café y ojos del mismo color. Este vestido con un traje elegante se levanta de su asiento y toma de sobre el escritorio un sobre de manila. No sabemos que contendrá, ya que no lo abrirá, aún. Camino con el sobre en brazos hasta uno de los cuadros, con suavidad y delicadeza baja el cuadro dejándolo en el suelo y dejando ver a cualquiera que entre a la habitación una caja fuerte que siempre debía ser tapada por el cuadro a menos que sea una emergencia. Al parecer lo es. La jaguar miraba desde su asiento lo que hacía el oso. Mantenía una mirada tranquila a pesar de lo que significaba abrir esa caja fuerte. El oso abrió la caja colocando la contraseña ya asignada y empujando la puerta de esta hacia afuera. Dentro había una caja de color negro. Cambio la caja por el sobre, poniendo la caja sobre el escritorio y el sobre en la caja fuerte. Cerró de nuevo la caja fuerte y puso con la misma delicadeza el cuadro para tapar la caja a la vista. Caminó hasta el escritorio y se mantuvo de pie mientras abría la caja sacada antes. Dentro había un arma, no cualquiera, un revolver de color dorado. La jaguar tomó el arma manteniéndose sería, y agachó un poco la cabeza como agradecimiento al oso que le había entregado el arma.
—Recuerda, esta es un arma antigua que ha pasado de generación en generación. No arruines nuestra tradición en una estúpida venganza —dijo el oso con frialdad.
—Señor, usted no es mi padre para decirme que hacer con mi herencia —respondió la jaguar con indiferencia y algo de enojo.
Guardó el arma de nuevo en la caja y tomó esta para llevársela. Se despidió del oso dándole la pata y se largó de la sala. Fuera se oía música de despecho para aquellos que tenían un amor frustrado o tristezas en su corazón que deseaban borrar con licor. La oficina se encontraba en un segundo piso, ya que bajo este era un bar y billar. La jaguar baja las escaleras al primer piso para salir, se despide con la pata de la que servía en la barra y sale del lugar. Sube a su auto y guarda la caja en la guantera. Enciende el auto y arranca a su próximo destino.
Pasaron algunos minutos cuando dos patrullas de policía llegaron al bar. En ellas, dos oficiales y la pantera bajaban para entrar a buscar pistas de a donde se había metido la jaguar. Hablaron con las personas que estaban en el lugar, pero lo que decían era que nunca vieron a alguien así. Los oficiales no se rindieron y siguieron buscando alguna pista que les guiará al destino de la jaguar. La zorrita subió al segundo piso y hablaba con el gerente del lugar, un oso. El lobo y la pantera estaban en el primer piso entrevistando a los que bebían en el bar y a la señorita de la barra.
Después de un rato se escuchó un fuerte ruido en el segundo piso, la pantera y el lobo se miraron sorprendidos por el ruido durante algunos segundos y después salieron disparados hacia arriba. Arriba el oso había pateado una silla tratando de darle a la zorrita, la cual la había esquivando de suerte. Su respiración era agitada y el corazón le latía a mil por hora. Tomó su arma de él cinturón que tenía en su cadera y al apuntarle al oso vio que había arrojado otra silla. Puso sus brazos para cubrirse del golpe que le daría, y debido a este cae al suelo y su arma cae a unos metros de ella. La zorrita trata de levantarse rápido para ir por su arma, pero siente como las garras del oso tomaban su cuello con fuerza, empezando a cortar el aire que le entraba. Los ojos del oso mostraban furia y deseos de matar. Apretó más fuerte y la zorrita intentó gritar, pero solo malgastaba el poco aire que le quedaba. Su visión se fue poniendo borrosa por cada segundo que pasaba, y la fuerza de su cuerpo se iba, dejándola débil ante su atacante. Su visión se ponía negra mientras lo que escuchaba ya solo era un simple pitido.
En eso, se escucha como es disparada una bala desde una 9mm, esta sale desde la boquilla del arma y se incrusta en el hombro del oso, el cual gruñe con dolor y suelta el cuello de la zorra. Esta cae al suelo con brusquedad y casi inconsciente. El pitido se había ido, pero ahora lo único que escuchaba era como su corazón latía. El lobo amenazaba al oso para arrestarlo, y la pantera pasa corriendo por su lado para quedar a un lado de la zorrita y revisar si aun estaba consciente. El oso le sonríe al oficial, y segundos después intenta escapar, por lo que recibe un disparo certero en el pecho que lo hace caer al suelo inerte, sin vida. El lobo se queda un par de segundos analizando lo que acababa de pasar, igual que la pantera. La sangre empieza a manchar el suelo de la oficina. La pantera miraba eso con asco, odiaba ver esa clase de escenas.
Minutos después una ambulancia atendía a la zorrita mientras el equipo forense tomaba las muestras y pistas que habían en la habitación. El lobo se mantenía en el lugar, exactamente en la entrada viendo como trabajaban los forenses. A su lado estaba la pantera, la cual solo tenía la mirada baja pensando en todo lo que había podría pasar por su culpa. Ella había empezado este problema cuando estaba pequeña, una niña inmadura con demasiadas ilusiones que nunca se podrían hacer realidad, ilusiones que llegaron a que ahora, su mejor amigo, siendo este un oficial de policía con algunos meses de graduados ya tengo su primera baja en el expediente. Esto obviamente no pasará por alto, y seguramente el jefe le dé algún castigo. Para la preocupación que tenía la pantera, el lobo parecía demasiado tranquilo, o más bien pensativo. Sus gestos no demostraban nada de preocupación por lo que acababa de pasar, al contrario, su tranquilidad empezaba a dar hasta miedo de ver.
Los minutos pasaban y el oficial hablaba con algunos de los forenses para tener el permiso de investigar por la zona, y después de insistir un rato le dieron su debido permiso para entrar en la oficina y buscar por su cuenta algo que les pudiera servir para encontrar la ubicación de la jaguar. La zorrita estaba ya mejor, sentada en una de las mesas del bar que estaba en el primer piso y miraba como la pantera hacia algunas preguntas a los que estaban en el lugar cuando empezó la discusión en el segundo piso.
La zorrita se levantó de donde estaba y caminó hasta la patrulla. Se sentó en el asiento del piloto para estar más cómoda y cerró los ojos. Sus manos acariciaban su cuello, aún sentía como ese oso la tomaba y quitaba su respiración. Suspiró tratando de calmarse, no sería bueno estar alterada en estas circunstancias. La mente de ella se despejó por completo y su cuerpo se relajó dejándola estar muy tranquila, tanto que el sueño empezaba a adueñarse de ella. Una voz, proveniente de la radio, evitó que esto pasara e hizo que la zorrita volviera a la realidad y tomará la radio para contestar. Era el oficial encargado de las cámaras, había encontrado el auto de la jaguar.
—¿Dónde está? —preguntó la zorrita con un tono muy serio.
En ese momento el lobo investigaba en la oficina del fallecido oso. Buscaba en los cajones del escritorio sin ningún éxito. La pantera entraba al lugar después de hablar con los forenses, y caminó hasta estar a un lado lobo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó preocupada la pantera.
—Confuso —respondió—. No es normal que un oso que nos atacó sea libre de cualquier delito.
—No sé, ahora en día los policías no son muy queridos —bajaba un poco la cabeza y se sienta sobre el escritorio—. Y menos en estos lugares —completó antes de volver a mirar como el lobo cerraba el último de los cajones de este.
—Puedes tener razón —suspiró el lobo y se sentó a su lado. Su miraba mostraba algo de enojo, no parecía contento con estos resultados que habían sacado hasta el momento. La pantera al verlo así acercó su pata y lo tomó del hombro, este por respuesta la miró cambiando totalmente su expresión de enojo a una de preocupación.
—No quiero que te pase nada —dijo el lobo y la abrazó con cariño. La pantera se sorprendió por la reacción del lobo, pero no se negó al abrazo y lo correspondió. Se sentía protegido en los brazos del canino. Sus pensamientos ahora eran muchos más calmados y tranquilos, no parecía que recordará los momentos anteriores y sólo disfrutará el presente. El tiempo se detuvo para ambos en ese momento, el calor que transmitían demostraba el cariño que se tenían, y amaban esa sensación nueva que experimentaban.
Al separarse del abrazo ambos se quedaron unos segundos mirándose a los ojos. Los ojos azules y verdes de esta pareja se mezclaban a la perfección, dejando que ellos sólo fueran uno por unos instantes. Ambos se acercaban con timidez y lentitud, una de las manos del lobo subía desde la cadera de la pantera y con delicadeza acariciaba la mejilla de esta. Ambas manos de la pantera se posicionaron sobre el pecho del lobo con delicadeza. Estaban bastante cerca, tanto que ambos sentían la respiración del otro. Uno de los forenses gritó.
—¡Miren esto!
La pareja se separó rápidamente, sus mejillas estaban muy rojas por la vergüenza, no sabían lo que estaba pasando, y sólo se dejaron llevar por el momento. Miraron al forense el cual parecía bastante sorprendido por lo que tenía al frente. Una caja fuerte detrás de un cuadro, como en las películas. El oficial se acercó a la caja. La miró durante unos segundos y acercó su oreja poniéndola sobre la puerta de la caja. Se separó y digitó un par de números. La puerta de la caja se abre y deja ver el sobre que tenía dentro. La pantera mira al lobo con asombro.
—¿Cómo lo hiciste? —pregunta con intriga.
—Vi la clave en uno de los cajones —dijo riendo un poco y sacó el sobre. La pantera giro los ojos con fastidio pero manteniendo una sonrisa.
El sobre es puesto sobre el escritorio y la pantera lo toma, lo abre y saca las hojas que había dentro de ella. Parecía un testamento algo viejo. El lobo lee con cuidado cada párrafo que había en el texto escrito a mano, algunas partes estaba manchado o corrida la tinta, esto no dejaba ver con claridad las letras que había en este. Al terminar de leer el lobo miró a la pantera con seriedad.
—Este es el testamento de Pedro Villada, padre de Ámbar Villada —bajó la mirada para leer de nuevo la última parte donde es nombrada la chica—. Le dejó una cabaña viejo en las afueras de la ciudad y un par de miles de dólares para que viviera tranquila. También escribió que otro regalo le había dejado, pero para eso tenía que venir a este bar —completó.
—Así que el oso fue quien le dio ese último regalo —dijo la pantera y se puso a pensar—. ¿Qué pudo haberle dado?— se preguntó.
—El problema es que estamos pensando que esa Ámbar de la que habla el testamento es la misma que nosotros buscamos —le dijo el lobo a su amiga y esta se quedó con más dudas aún.
El lobo siguió viendo los papeles y al final vio un registro civil, donde estaban anotados todos los datos de la hija de Pedro. Los datos eran muy parecidos, pero la foto no era de una jaguar de pelaje rosa, sino de pelaje amarillento, como cualquiera de esa raza.
—Es raro —dijo la pantera al ver la foto y en su mente se hizo una idea—. Hablamos de la misma, es seguro. Pero ella cambió de apariencia.
—¿Cómo lo sabes?
—Solo lo deduzco —dijo bajando un poco la voz, no tenía ninguna prueba, por lo tanto su seguridad se esfumó con el viento. En eso la radio en el cinturón del oficial emitió la voz de la zorrita pidiendo que volvieran a la patrulla rápido, tenían a la jaguar ubicada.
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