xxxii. la falta de contacto
ORDEN DE MUERTE,
capitulo treinta y dos: la falta de contacto!
Washington D.C, 24 horas después.
JOY SE SENTÓ FRENTE A LA DOCTORA ATLAS, en silencio, mientras que la doctora de cabellos largos negros con un manojo de canas se recogía el cabello en una trenza para pasar detrás de Joy y cerrar la puerta de la entrada, así encerrándose en aquel espacio donde solo las dos permanecían juntas — como si fuese una burbuja inquebrantable. La rubia jugaba distraídamente con sus dedos, esperando a que Mary Atlas se sentase frente a ella para poder comenzar la sesión y en cambio, empezó a oler un humo que provenía de lo que parecía ser un palo el cual pasaba de un lado al otro y aquel olor era demasiado fuerte. Joy frunció el ceño y apretó los labios ante la cantidad de humo que había en la sala.
—¿Qué mierda es eso?—le preguntó Joy.
—¿Esto?—señaló la doctora con alegría—. Lo llaman "Palo Santo", proviene de un árbol en Sudamérica.
—El olor es asqueroso.
—Yo lo consideraría calmante.
—Aun así, es asqueroso—replicó Joy haciendo un mohín.
—Ya, ya, se te nota muy amargada hoy—añadió Atlas buscando su cuaderno y su lapicera a tinta—. ¿Quieres decirme el por qué?
—Pensé que esta sería una de mis últimas sesiones—sentenció la muchacha de cabellos rubios—. O eso fue lo que me dijiste ayer por teléfono.
—Es probable, sí—declaró la mujer de cabellos canosos antes de tomar asiento en el sillón frente a Joy—. Sin embargo, sabiendo que hoy llegaste más temprano que de costumbre, supongo que algo pasó en el día de ayer. Y también tienes rastro de maquillaje en tu rostro, cosa que normalmente no usas en nuestras sesiones. Así que, empieza a hablar.
Joy soltó una carcajada, mirando a la doctora Mary Atlas con diversión: su rostro normalmente apacible y el tono que utilizó para intentar sacarle muchas de las tantas verdades le hizo recordar a su madre cuando ella la reprendía por meterse en problemas cuando era una niña. En cierto modo, la doctora tenía razón: Joy había llegado un poco más temprano que de costumbre, sí, aún tenía rastros de haberse exfoliado la piel con desmaquillante hacía horas y sí, tenía un gran dilema librando una batalla mental en su cabeza — así que, en pocas palabras, Joy estaba sufriendo una especie de crisis emocional relacionado al ámbito romántico.
Pero, oh, ella lo vestiría con otro nombre.
(De todas formas, Atlas terminaría averiguándolo por su cuenta.)
—El maquillaje es porque ayer la BSAA estuvo de gala, cosa que realmente detesto—empezó la rubia, enfatizando con una mueca la parte en la que ella detestaba esos eventos e instintivamente se cruzó de piernas, meneando la cabeza hacia un lado—. Me puse un vestido rojo apretado, tacones negros que muy pocos llegaron a ver, maquillaje y simplemente fui a mostrar las lindas caras y apariencias.
—¿Fuiste sola o acompañada?
Williams alzó una ceja—¿Cuándo se convirtió esto en un interrogatorio?
—Tú lo pones como un interrogatorio, Joy—añadió la mujer de cabellos canosos, acomodándose los lentes—. Yo simplemente lo llamo "charla casual con preguntas".
—Pues se te da de pena.
—Prosigue.
—Huh, en realidad fui con mi mejor amiga Jill, las dos nos preparamos para el evento y fuimos en mi camioneta—continuó Joy mientras asentía—. Nuestros amigos Quint y Keith estaban fuera cuando llegábamos, así que nos recibieron.
—¿Chris no estaba allí?
—Déjame terminar.
Atlas sonrió de lado, incitándola a continuar.
—Cuando entramos al salón, huh...—Joy se sintió nerviosa cuando retomó su relato, mordiéndose el labio—. Keith y yo fuimos al bar para pedir unos tragos, yo intenté buscar a Chris con la mirada y Keith se dio cuenta de ello.
—Déjame adivinar: "¿Acaso estabas buscando a tu príncipe azul?".
Oh, la doctora Atlas y Keith Lumley podrían llegar a ser muy buenos amigos.
—Entonces, él me dijo que fuese a ayudarlo para quitarle de encima a una chica que estaba pegada a su brazo—continuó la rubia antes de ladear su cabeza a un lado—. Jessica Sherawat, una de las nuevas agentes que se unió a la Alianza.
—La que conociste en Terragrigia, ¿verdad?
Joy asintió—Decidí ir por él y me encontré con varios silbidos en mi camino.
—Creo que ya me estoy imaginando la situación—sentenció Mary esbozando una sonrisa ladina—. Él te invitó a bailar, ¿no es así?
Irremediablemente, Joy se sonrojó.
(Diablos, ¿por qué ella se sonrojaba a estas alturas?)
Joy parecía una adolescente hormonada y malditamente sonrojada por cosas que eran tan comunes para un ser humano.
—Vamos, no seas tímida—declaró Mary esbozando una sonrisa cálida—. Dime cómo te sentiste al tenerlo más cerca.
Joy Williams se recostó contra el respaldo del sofá, sintiendo exactamente lo mismo que había sentido la noche anterior. Aquella cercanía, aquel recoveco donde los dos parecían estar simplemente solos; a pesar de lucir un simple vestido, colocarse tacones negros para poder lucir bonita en un evento donde todo era lucrativo, ella decidió que nada de eso la quitaría del momento que compartía y se preguntó el porqué. Atlas parecía ser muy ambigua en un comienzo, en cuanto a relaciones, pero Joy terminaba comprendiendo esa ambigüedad tan natural que la doctora tenía y se cuestionaba hasta sus propias decisiones. Estaba claro que ella había decidido no apartar a Chris de su vida, después de todo lo que pasaron en su mayoría juntos en 8 años de ser compañeros.
Ella se sentía segura.
—Espero que no quieras que te diga esas bobadas de película romántica—dijo Joy de manera inexpresiva.
Atlas se encogió de hombros—Yo nunca dije eso, pero si quieres...
—Maldita sea—masculló la rubia sintiéndose nerviosa ante los ojos inquisitivos de Atlas—. Se sintió...¿bien? En un principio la misión era quitarle de encima a Jessica por que el pobre no la soporta.
—Podría haber ido con cualquier otra chica del salón, incluso con Jill—señaló la doctora haciendo un gesto distraído con su mano—. Sin embargo, decidió ir contigo y esas son señales.
—¿Señales de qué?
—Todavía no terminaste de contarme como diablos te sentiste, Joy, continúa.
—Me sentí segura, como si él realmente supiese lo que estaba haciendo y era cálido—prosiguió Williams con aire nervioso—. Hablamos un poco sobre lo que pasó en los últimos meses y él me notó algo agobiada. Me preguntó si alguna vez me dignaría a tomarme días libres y yo le respondí que no sabía—se relamió los labios, levantando la cabeza por un momento—. Le pregunté si él lo haría, pero él me dijo que no había llegado el momento. El bioterrorismo no tiene descanso, Mary, y nadie debe dejarse consumir por ello.
—Exactamente, y eso significa que tú también no debes dejarte consumir por ello.
—Él me dijo que no me dejase consumir por muchas cosas.
—¿Ves? Él se preocupa por ti.
—Eso supongo.
—¿Y que más pasó?—la incitó Atlas con entusiasmo.
—Si piensas hacer un libro de esto, vendré personalmente a quemar mi expediente—dijo Joy señalándole con el dedo índice—. Yo lo abracé, porque realmente me sentía abrumada y él también lo hizo...huh, casi nos besamos.
Atlas dejó de escribir abruptamente, mirando a Joy con los ojos bien abiertos a través de sus lentes y la rubia soltó una carcajada nerviosa, sintiendo cierta incomodidad y timidez súbita a diferencia de su carácter seguro y templado.
—Casi se besan—repitió Atlas mientras asentía—. ¿Qué fue lo que te detuvo?
—No fue un qué, si no un quién—respondió ella antes de morderse el labio—. Jessica se acercó para decirle a Chris que ya habían encontrado una pista bastante sólida de un operante involucrado en el Pánico de Terragrigia y que debían irse ya.
Mary asintió, mientras escribía en su libreta, a pesar de que Joy no podía mirar las notas de la psicóloga; ella podía entender muy bien que la mujer con mechones canosos estaba escribiendo: "Los dos estaban a punto de tener contacto físico y una mujerzuela decidió interrumpir". Dios, Atlas no podía ver la cantidad de progreso que la rubia hacía y de alguna forma, ella se daría cuenta de los verdaderos sentimientos que habían cambiado durante aquel tiempo.
—¿Tú lo dejaste ir?—le preguntó Atlas.
Joy asintió—Sabía que era urgente y que ambos necesitaban moverse rápido, así que el deber llama.
—Podrías haber sido egoísta y decirle a Jessica que se buscase otro compañero—añadió la mujer de anteojos—. Pero lo dejaste ir. Dime, Joy, ¿tú querías besarlo?
La rubia se quedó paralizada, quedando completamente descolocada con la pregunta de la doctora, permaneció en silencio por lo que parecían ser unos largos minutos. Agonizantes, largos y muy profundos segundos en su vida. ¿Acaso ella realmente quería besar a la persona que estuvo junto a ella durante 8 años?¿A quién odiaba y detestaba durante la primera parte de su relación? Cuando se separó de él aquella noche, ella se sentía atraída a aquellos labios, tanto que decidió acercarse para poder besarlos. Le pareció casi inevitable no hacerlo, tal vez, no se trataba de su mente hablándole, si no de su propio corazón.
Como si fuese una simple corazonada.
Aquello sonó muy cursi en la mente de Joy.
—No lo sé—respondió la rubia.
—¿Te sentiste atraída?—le preguntó Atlas.
Joy asintió.
Y luego, en ese preciso instante, llegó la realización.
—Entonces ahí tienes la respuesta—declaró la doctora al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa de lado—. Por eso te dije sobre ver las señales y no me vengas con ese tipo de preguntas de: ¿Qué señales?
La rubia apretó sus labios.
Oh, diablos.
Joy alzó una ceja—Y tú conclusión es...
—Qué él está malditamente enamorado de ti, Joy, no es complicado pensarlo—concluyó entonces la doctora Atlas—. Después de todo lo que él hizo por ti, de lo que tú hiciste por él, ¿no pensaste que eso cambiaría tus sentimientos hacia él?
Joy, esta vez, sintió todo su cuerpo teñirse de un color carmesí y se tapó la cara para evitar que su vergüenza se extendiera a un campo visible para la doctora, quien le miraba con una sonrisa mostrando sus dientes. Ella tenía razón, a pesar de que Joy intentaba negarse con todas las letras posibles, la doctora Mary Atlas tenía la puta razón. Chris Redfield estaba enamorado de ella, él estaba empezando a verla en una posición muchísimo más cercana a la relación de una compañera o amiga. Y Joy, oh pobre chica, estaba más empecinada en negar sus verdaderos sentimientos.
—Mierda—masculló ella.
—Supongo que eso es algo positivo—murmuró Atlas antes de dejar su cuaderno con la pluma dentro—. Has hecho un increíble progreso, Joy. Sin embargo, me gustaría que pienses en lo que hablamos hoy y que tú te concentres en centrar tus sentimientos hacia Chris, ya que—meneó la cabeza—. Juzgando por tus reacciones, pareciera que los dos tienen un vínculo muy profundo y que son los mismos.
Definitivamente no.
Ella no estaba enamorada de Chris Redfield.
Y mientras más se lo recordaba, menos segura estaba de esa declaración.
Cuando se despidió de la doctora, ella bajó en dirección a la entrada, donde Jill se encontraba esperándola — como todas las veces desde que volvió a juntarse con ellos, luego de estar por meses por debajo del radar. La castaña de cabellos largos le miró con una sonrisa y le indicó con la cabeza que caminasen hacia la camioneta, donde Parker Luciani les esperaba. El hombre de descendencia italiana las recibió con una sonrisa.
—¿Qué tal fue ahí, Joy?—preguntó Parker a la rubia, quien se subió en la parte trasera de la camioneta mientras que Jill tomaba el asiento del copiloto.
—Déjala en paz, Parker—le dijo Jill entre dientes—. Que está teniendo una especie de crisis existencial ahora mismo. Ya hablará.
—Puedo oírte.
—Madonna mia, ¿acaso todas las mujeres pasan por crisis existenciales?—dijo el italiano mientras se metía con el auto en la avenida—. Déjame decirte algo, farfalla (mariposa).
—Ilumíname, Parker.
—Mi madre solía decirme que las crisis se pueden vencer, pero primero uno tiene que librar batallas para poder superarlas—añadió el castaño con la mirada al frente—. Y uno no lo hace con la cabeza, si no con el corazón.
Jill alzó una ceja—Tu madre te mimaba mucho, Parker.
—Lo que intento decir aquí es: "Il cuore ha ragioni che la ragione ignora".
Joy y Jill le miraron sin entender, mientras que Parker continuaba conduciendo por la avenida para tomar la autopista; para luego soltar un suspiro y mirar a Joy por el espejo retrovisor.
—La traducción a eso es "el corazón tiene razones que la razón ignora", ya sea en el campo de batalla, o si simplemente te encuentras peleando por alguien a quien aprecias—declaró Luciani de manera cálida y casi familiar—. La razón está muy por debajo de las razones que tiene tu corazón.
La rubia asintió y observó que ellos se dirigían hacia el aeropuerto.
—¿Van a decirme a dónde vamos?
—Uno de nuestros superiores quieren vernos en las afueras de Terragrigia, en la costa mediterránea—dijo Jill ladeando su cabeza a un costado—. Me tomé la libertad de empacarte un traje y tus armas, además de que Quint te entregó el nuevo armamento.
Joy palmeó el hombro al castaño—Así que nos iremos a tu país natal, Parker.
—Te encantará.
La camioneta giró en una de las salidas, dirigiéndose directamente hacia el aeropuerto, perdiéndose en el tráfico matutino de Washington.
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Siracusa, Sicilia, Italia — 12 horas después.
El cielo color gris que estaba decorando el entorno que enmarcaba la costa en un marco, Joy observó por la ventana de la camioneta mientras que Quint les daba una pequeña introducción sobre el nuevo armamento que venía en la caja detrás donde se encontraban sus armas. La mujer de cabellos rubios mantuvo sus pensamientos absortos en un punto fijo en la costa, dejando que el poco paisaje verde que traía la vegetación llenase de color todo un entorno que parecía ser tan gris como el cielo mismo. Ella podía llegar a la conclusión de que una tormenta torrencial estaba acercándose hacia la costa y que posiblemente llovería hasta que los malditos santos de los cielos terminasen de llorar sus miserias. Durante el trayecto de Washington a Roma, Joy no dijo ninguna palabra acerca de lo que ella habló con la doctora Atlas.
Tal vez, ella tenía que pensar.
Tal vez, ella debía procesar lo que pasaba en su vida a nivel personal.
Parker y Jill permanecieron hablando entre ellos sobre los detalles de la misión, sobre las pocas teorías que habían encontrado en internet y de cómo Veltro podría ser quien estuviese moviendo a las masas para poder llevar la mirada de la FBC y la BSAA hacia otro lado para que las nuevas intenciones de Veltro pasasen desapercibidas justo frente a sus narices. La rubia perdió el rastro del nuevo horizonte que veía cuando entraron a un túnel, el cual volvió a revelar luz al final, volviendo a darle el mismo paisaje de antes, nublando su vista por un segundo.
—Ya casi estamos—señaló el italiano por encima de la música local que había en la radio.
Jill miró a la rubia por el espejo retrovisor y cerró la computadora, levantándose para poder ir hacia los asientos de atrás rápidamente mientras que Parker soltaba una queja sobre los pies en el asiento. La castaña miró el rostro poco sombrío de su mejor amiga y le tocó el hombro levemente, esperando al menos una mirada absorta del rostro de Joy y eso fue lo que la rubia hizo.
—¿Qué pasa?—le preguntó Williams en un murmullo.
—Eso es lo que me estoy preguntando—respondió Jill con rostro apacible, pero tornando a ser preocupado—. ¿Estás bien? No has hablado desde el aeropuerto hasta aquí.
—Estoy bien—añadió Joy para luego mirar a Jill, quien no se mostraba nada convencida—. ¿Qué?
—Ven aquí—declaró la castaña tironeando del brazo de Joy, atrayéndola a su cuerpo para envolverla en un abrazo—. Ya sabes que siempre estaré para lo que necesites, ¿no?
Ella se permitió sonreír un poco, abrazando a su amiga con la misma intensidad y se le hacía imposible pensar en otra vida donde la castaña no estuviese a su lado. Joy asintió en silencio, permitiéndose aquel momento de cercanía con otra chica que la entendía desde los pies a la cabeza. Williams no tenía que explicarle qué ocurría, pero con lo sucedido en las últimas 24 horas, Valentine podía hacerse una idea de qué diablos pasaba en la cabeza de la rubia y quizás eso estaba siendo trabajado gracias a la gloriosa sesión con Atlas. Sin embargo, Jill esperaba que la rubia estuviese lo suficientemente segura como para poder afrontarlo, procesarlo y admitirlo — así que no la presionaría.
Parker se detuvo en una zona acordonada, apagando el motor de la camioneta.
—Siamo arrivate, fanciulle (Hemos llegado, damiselas)—declaró él entonando su acento italiano.
Las dos chicas se separaron, dispuestas a terminar de colocarse el equipo que necesitaban y bajaron del gran vehículo. El distintivo olor a mar trajo recuerdos penumbrosos para Joy, pero ella quitó esos pensamientos al sacudir un poco la cabeza. El trío se movió en silencio a través de un túnel, el cual Jill poseía un par de planos, así lograban orientarse y llegar al punto de encuentro con el informante cuanto antes. Ellos trotaron hasta escuchar el sonido de las olas tranquilas y las pocas gaviotas que volaban en aquella zona. A lo lejos, vieron a un hombre que tenía cabello color castaño claro, pero con algunas canas entre sus mechones; y ellos se detuvieron al salir de la oscuridad del túnel, captando la atención del director de la BSAA: Clive R. O'Brian.
—Ah, aleluya, al fin están aquí—dijo él a modo de saludo y los tres agentes se cuadraron.
—Señor—saludaron los tres.
O'Brian hizo un gesto distraído con la mano—Déjense las formalidades aquí, por el amor de Dios.
—Lo siento, jefe—se disculpó Parker acercándose a él—. No se le suele ver en estos fregados.
—El médico me ha recomendado que haga ejercicio—bromeó el director.
Joy alzó una ceja—¿No le dijo que también entrenase con los reclutas?
—El día que entrene contigo y con Chris, será cuando los cerdos vuelen—sentenció el director seriamente, mientras que Joy alzaba ambas manos y estos empezaron a seguir al hombre—. Supongo que ya saben que la FBC ha acordonado toda la zona. Sin embargo, en estas últimas semanas han aparecido unos cuantos cadáveres sospechosos.
—¿Cadáveres?—preguntó la rubia.
Parker se colocó al lado de Joy—Yo diría que la FBC no es capaz de tapar algo tan gordo.
—Cualquiera que sepa lo que ha pasado aquí va a sacar conclusiones—admitió Jill cruzándose de brazos.
—Exacto—añadió Clive llevándose una mano a la barbilla—. Y es precisamente por eso por lo que he enviado a investigar a la Alianza—se giró para mirar al trío—. ¿Quint ya les dio el nuevo equipo?
Parker sacó una pistola que poseía un escáner electrónico de última generación, completamente creado por los dos cerebritos que lograrían provocar la Tercera Guerra Mundial si seguían haciendo estupideces: Quint y Keith. Joy sacó la suya, mirándola de manera escéptica mientras que Luciani la miraba de manera dudosa.
—Sí, el "Génesis" o algo así...—balbuceó el italiano y miró a Jill—. Así se llamaba, ¿no?
—Ni siquiera te has leído el manual, ¿verdad?—le preguntó Jill con diversión.
La cara perpleja del italiano literalmente lo delataba en su crimen.
—No, no lo hizo—añadió Joy esbozando una sonrisa de suficiencia.
—No...pero lo llevo encima...—declaró Parker mientras palpaba los bolsillos de su pantalón—. Por si acaso...
O'Brian le miró seriamente—Espero que sepas leer rápido, porque lo vas a necesitar en esta misión.
Joy y Jill bajaron hacia la playa de un salto, mientras que Parker continuaba rebuscando el manual de sus bolsillos. El director de la BSAA bajó junto a las chicas y, de manera triunfal, Parker sacó un pequeño librito de su bolsillo trasero.
—¡Lo encontré!
El olor putrefacto que había en aquella playa era de lo peor, pero Joy aprendió a respirar por la boca y no por la nariz en aquellos momentos. Ellos se acercaron a lo que parecían ser grandes masas putrefactas de materia biológica las cuales poseían carne completamente mutada con el posible virus que estuviese involucrado. O'Brian se agachó junto a uno y lo tocó un palo, haciendo que la superficie viscosa se deformase ante el toque.
—Miren este desastre, están podridos—se lamentó este haciendo una mueca.
—Tienen piel pálida—declaró Joy inspeccionando aquel cadáver con el Génesis—. Nunca lo había visto tan de cerca.
—Necesitamos un análisis de un 100% para poder saber a qué virus nos estamos enfrentado.
—¡Estoy detectando algo aquí dentro!—exclamó Jill a un lado, junto a un cadáver más grande.
Joy y Parker trotaron hacia ella, dispuestos a levantar el cuerpo sin antes colocarse guantes esterilizados para poder tocar el cuerpo; levantando su peso al instante mientras la castaña de cabellos largos se agachaba para poder inspeccionar mejor. Joy soltó un gruñido ante el esfuerzo, pero Parker la ayudó a contenerlo sin problemas. Jill sacó otro par de guantes de los bolsillos del traje de Joy y se los colocó antes de meter la mano sin más preámbulos.
—Ten cuidado, Jill—advirtió Parker.
—Tranquilo...—le aseguró Jill—. Ya he hecho antes.
—Querrás decir que ya has metido las manos en otros lugares—bromeó Joy intentando de sofocar una carcajada, recibiendo una nalgada por parte de la castaña.
—Tú cállate y déjame concentrarme en esto.
Por unos pocos segundos, Valentine permaneció callada, al menos cuando se tensó al tocar algo sólido dentro de aquel cadáver mutado.
—Encontré algo.
Cuando la castaña se retiró, Joy y Parker dejaron caer el cadáver, reuniéndose con la agente para poder ver qué era lo que tenía en sus manos. Una pequeña cápsula con un líquido de color rojo se encontraba entre los dedos de Jill — el líquido tan brillante que muchos podrían confundirlo con sangre mezclada con agua. O simplemente se trataba de un virus.
(Y eso no prometía nada bueno.)
—¿Pero qué es esto?—preguntó Jill a sus compañeros.
—Creo que las sospechas están empezando a confirmarse—respondió Joy mirando el pequeño descubrimiento—. Si es una mutación provocada...esto lo probaría. ¡O'Brian, ya tenemos algo!
—Si es así, deberíamos guardarlo como evidencia y dárselo al cuerpo de investigación de la Alianza—declaró el director tendiéndole una mano a Jill, quien le entregó la muestra—. Ustedes sigan con la investigación.
El trío se separó para poder continuar con los análisis de los cuerpos, los cuales terminaban sirviendo para un solo propósito: infectar todo lo que esta cerca de ellos. Joy buscó indicios de alguna que otra muestra como la que su amiga encontró, pero todos estaban vacíos y quietos. Ella decidió alejarse un poco del grupo, encontrándose a uno en el muelle, y cuando sacó el Génesis para poder examinarlo, este explotó, esparciendo sangre hacia ella. La rubia soltó un gruñido antes de apartarse la sangre que llegó a salpicar en su rostro y decidió volver para encontrarse con un último cadáver, apuntando el Génesis hacia este y un aullido salió de este, haciendo que el cadáver brotase con vida.
—¡Mierda!—exclamó Joy antes de hacerse a un lado en un rol.
—¡Joy!—gritaron Jill y Parker al mismo tiempo.
La rubia sacó su Samurai Edge antes de abrir fuego, sus compañeros uniéndose detrás de ella para poder disparar al monstruo putrefacto que había decidido despertar de entre los muertos. Este explotó cuando vaciaron el primer cargador, manchándolos con cotas de sangre y Parker tuvo que contener sus ganas de vomitar. Joy se adelantó un poco para poder analizaron la presencia del director no tardó en aparecer.
—¿Qué ocurrió?—preguntó alarmado.
—Algunos de estos cadáveres no estaban del todo muertos—sentenció Joy mirando seriamente a O'Brian.
—No hay ninguna duda...—asintió Jill mientras enviaba los códigos hacia el PDA del director—. Los cadáveres muestran signos de infección vírica.
La rubia se colocó ambas manos en su cadera—Seguro que no es casualidad que hayan traspasado la barrera de la FBC.
—Bueno, hicimos lo que pudimos—declaró Clive ladeando su cabeza a un lado—. Ahora, sólo nos queda esperar los resultados de la central—repentinamente, su PDA empezó a sonar y este se excusó para atender—. Lo siento, es la línea de emergencia. ¿Sí? Soy yo. Ajá...—asintió y luego se tensó—. ¡¿Qué?!
El trío se miró entre ellos, sin entender.
—Sí, de acuerdo...—añadió el director—. Me encargaré yo mismo de decirles. Vamos a tener que darnos prisa. Desde este momento. Ajá...Bien, de acuerdo, O'Brian fuera.
El director soltó un suspiro de exasperación mientras cerraba los ojos, volteándose para poder mirar al trío.
—¿Pasa algo, señor?—le preguntó Joy.
—Chicos...todavía siguen en el caso—dijo el director lamentándose—. Huh...
Jill dio un paso hacia adelante—¿Qué ha pasado?
—Hemos perdido contacto con Chris y Jessica.
Joy no tardó en paralizarse al escuchar la respuesta de O'Brian, sintiendo que su sangre se helaba en sus venas y ella palideció un poco. ¿Qué diablos estaba ocurriendo? La rubia sabía perfectamente que su amigo sabía cómo cuidarse las espaldas, más teniendo una compañera de misión quien lo ayudaría en las circunstancias más peligrosas — pero eso no quitaba que ella empezase a sacar conclusiones y a llenar su cabeza de escenarios posibles, además de preocuparse, claramente.
Parker frunció el ceño—¿Cuándo?¿Cómo?
—No estamos seguros—respondió el hombre mirando a Parker—. He enviado sus últimas coordenadas a sus PDA.
Joy miró a O'Brian—¿Cuándo fue el último contacto?
—Hace 6 horas, desde ese entonces, los dos permanecieron en silencio de radio.
Jill codeó el costado de Joy, invitándola a ver las últimas coordenadas—La señal se perdió en el océano. Pensé que estarían en las montañas tras la pista de Veltro. Juzgando por su posición, ellos deben estar...
¿Acaso sería posible que Chris y Jessica estuviesen en el medio del mar?
—En un barco—concluyó el director—. Voy a regresar a la base para dirigir la operación de búsqueda. Ustedes tres serán mis ojos ahí fuera.
—Siempre tenemos que salvarle el trasero a este idiota, ¿verdad?—se quejó Joy antes de encaminarse hacia las escaleras.
—Él te salvó el tuyo muchas veces—dijo Jill detrás de ella—. Se lo debes.
—Ya, lo sé.
—Eh—la llamó ella para tomar a la rubia por los hombros—. Encontraremos a Chris, cueste lo que cueste.
Joy simplemente asintió, antes de continuar junto con sus compañeros, adentrándose de nuevo en el túnel oscuro.
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