xl. el camino por recorrer


ORDEN DE MUERTE,
capitulo cuarenta: el camino por recorrer!



          SI ACOSTARSE ABRAZADO A ALGUIEN ERA UNA SENSACIÓN TAN MARAVILLOSA, despertarse siendo sostenido por alguien era mil veces mejor para Joy, era extraño, era nuevo, pero dentro de todo cálido. Pequeños rayos de sol se filtraban entre las cortinas cerradas que tenía la habitación e iluminaban un poco el rostro de la rubia, quien se acomodó mejor en su posición, hundiendo su rostro en el cuello de Chris para poder acurrucarse mejor entre las sábanas. El castaño dormía plácidamente a su lado, completamente desnudo como el día que vino al mundo, al igual que ella — el olor mezclado de aloe vera y jazmín prominente en las sábanas blancas donde los tapaba a ambos. Súbitamente, Redfield apretó su agarre contra el cuerpo de la rubia, básicamente pegándola a su cuerpo desnudo para sostenerla mejor, hundiendo su rostro en el cabello de su amante. Joy acarició el brazo del castaño con su dedo, suavemente, sintiéndose sonrojada al recordar lo que habían hecho anoche.

          Parecía imposible el haber negado la atracción física que se tenían entre ellos.

          (Y como esta terminó explotando como si fuese el Monte Vesubio.)

          Tantas emociones contenidas, tanto escondido, tanto enterrado para que el otro no lo supiese.

          Chris no dudó en cerrar la puerta de la entrada antes de poner a Joy contra esta, besando sus labios como si fuese la última vez que los besaría, como si ella simplemente desapareciera si él se apartaba de su lado. Él la besó con tal castidad que ella parecía estar hecha en una mezcla de mármol y cristal, dejando que el suelo termine mojándose por el agua que caía de sus cuerpos. Joy se separó cuando ya no tenía más oxígeno, posando ambas manos en las mejillas del castaño, mirándolo con puro y genuino cariño. Chris le dio uno, dos besos en sus labios antes de recorrer su mejilla para luego terminar atacando su cuello sin ningún tipo de vergüenza. Joy estaba prendida fuego, o al menos aquellos besos dejaban mucho que desear, pero nunca había visto a alguien actuar tan desesperada y apasionadamente como lo hacía Chris en ese momento. Ella jadeó, completamente ebria y desbordada por tanto afecto, que no dudó en tironear el cabello de su compañero y Chris se separó de ella.

          Oh.

          Ella se sonrojó al ver aquellos orbes marrones-verdosos mirándola fijamente.

          Parecía ser la combinación perfecta de amor, hambre y pura lujuria.

          Por ella y para ella.

          Inevitablemente, Joy también se encontraba así y no tardó en volver a besarlo con la misma pasión que antes. Chris decidió tomar la iniciativa en ese momento, apagando las luces de la casa y llevando a la rubia hacia la habitación que compartirían aquella noche de tormenta. Su espalda estrelló contra una de las paredes y el castaño cerró la puerta con una patada, dispuesto a hacer claras sus intenciones con ella en ese momento — Joy lo entendía, Joy lo quería y llegar a esa conclusión de querer tenerlo por completo la volvió loca de lujuria. Hasta incluso de amor. Ella soltó un jadeo cuando Chris tocó la piel expuesta por debajo de su sudadera, permitiendo que el castaño intensificase el beso que compartían, dejándola sin aliento — arrebatada e impetuosa como ella lo era. Sus manos eran más grandes que las de ella, eran cálidas e inclinadas a ser un poco rugosas debido a utilizar armas, a pesar de tener guantes. Pero había suavidad en ellas, había anhelo mientras exploraban la espalda de la rubia.

          Ella no podía creer que iban a hacerlo.

          ¿Cómo dos personas podían acumular tanto deseo?

          Chris tironeó de la sudadera mojada de Joy, separándose para que ella pueda quitársela y permanecer en un simple sostén, lanzándola a Dios sabe dónde en aquella habitación.

          Diablos, su boca estaba en ella, besando, adorando.

          Su lujuria aumentó más y más.

          Joy puso su cabeza contra la pared, permitiéndose cerrar sus ojos ante la oscuridad de la habitación mientras él simplemente la adoraba con su boca, quitándole jadeos continuos mientras ella buscaba su aliento y él no se lo permitía. Finalmente, ella terminó encima de la cama, su cabello mojado y su torso simplemente siendo cubierto por su sostén. Su respiración era errática, entrecortada, sus orbes verdes miraban al hombre quitándose la chaqueta y su camiseta blanca dejando a vista su pecho. Parecía ineludible que su mirada no se dilatase al verlo con tanta lujuria y a punto de estar en su más grande gloria. Su vista viajó desde su clavícula, pasando por sus abdominales hasta llegar a la conjunción en V que luego terminaba por debajo de los pantalones que aún tenía puestos.

          Este hombre iba a matarla.

          (Su abstinencia en el sexo lo comprueba.)

          —¿Por qué tan callada?—preguntó él de manera divertida, caminando en dirección a ella, colocando ambas rodillas mojadas encima de la cama—. ¿Hay algo que te agrade de lo que ves?

          Y también ese hombre sabía jugar sucio.

          —No lo sé, quizás—respondió ella cuando el rostro de Redfield estaba tan cerca del suyo—. Pero supongo que no harás nada al respecto, ¿eh? Todos ladran y no muerden.

          Allí estaba ella, esa era la Joy que él conocía.

          Osada.

          Desafiante.

          Completamente hermosa.

          (Además de ser respondona.)

          Chris atrapó sus labios otra vez en un beso firme, demandante e intenso, dejándola sin aliento al instante. Él finalmente decidió quitarle el sostén, ya poniendo a prueba el desafío que puso la rubia, pasando a besar sus labios hacia su mandíbula; mordiéndola un poco para pasar a su cuello y bajar más, más y más. El jadeo de Joy se hizo audible cuando él cerró sus labios justo encima de su pezón, dándole una pequeña mordida que sacó otro jadeo mezclado de dolor y placer. Chris podría quitarle toda la ropa en ese momento y finalmente tomarla, hacer que ella se desmoronase en sus brazos por el placer y finalmente sellar el trato. Ese pensamiento pasó por su cabeza repetidas veces — pero no, él no haría eso, él se tomaría su maldito tiempo para adorar su cuerpo y una vez que ella finalmente se rinda como él se rindió: allí la tomaría.

          Besó cada curva, cada recoveco de su torso y abdomen, apreciando el músculo que ella tenía, pero también las curvas femeninas que ella mantenía.

          Era endemoniadamente preciosa.

          Para cuando tironeó los pantalones de la rubia, Joy lo miró con sus pupilas tan dilatadas que ni él podía creerse que la tenía a ella allí — a punto de hacerla suya. Al dejarla en ropa interior, ella se apoyó en sus antebrazos, manteniendo su mirada en él y solo en él. Chris besó sus piernas, sus muslos y Joy tembló por la anticipación de ver que el castaño se acercaba más y más a su centro — justo donde ella lo quería. Su corazón palpitaba muy rápido, descontrolado. La rubia sabía que debía calmarse, pero su deseo no era suficiente. Chris le miró por unos segundos y ella no entendía por qué se había detenido, pero sus orbes oscuros demostraban una simple pregunta.

          Permiso.

          Él estaba pidiendo permiso para tocarla.

          Chris no haría nada que ella no quisiese y que él estuviese preguntando por ello, eso provocó que Joy simplemente soltase las riendas, rindiéndose frente a él — confiando plenamente en él y asintió lentamente, con mejillas sonrojadas. Chris no dudó en hundir su rostro en ella, chupando a través de la tela, provocando que Joy arquease su espalda al mismo tiempo que soltaba un gemido de puro placer ante el contacto. Sus manos fueron directamente hacia el cabello mojado del castaño, tironeando de este para incitarlo a continuar y el placer fue mucho más intenso que antes cuando quitó la tela de por medio. Su ataque fue implacable, despiadado y eso arrancó gemidos de ella, siendo la única música que él quería escuchar en toda la noche.

          Joy se encontraba sofocada.

          Tan llena de placer.

          Ella olía tan bien. Dulce, suave y ardiente debajo de sus labios; él simplemente la estaba devorando como si estuviese sediento en un maldito desierto, adorándola con su boca y con sus dedos — disfrutando plenamente del placer que ella sentía gracias a sus actos. Joy arqueó su espalda, intentando de contener sus gemidos mordiéndose el labio, hasta que los movimientos de Chris se hicieron más intensos; atacando su clítoris y su entrada al mismo tiempo. Ella sabía que él no pararía hasta hacerla llegar a ese éxtasis y no lo culpaba, por que estaba cerca y se desharía en cualquier momento. Pero no quería deshacerse sola, ella quería que ambos llegasen a ese final.

          —C-Chris...espera...—balbuceó ella ebria de placer.

          Él no le hizo caso.

          Maldito bastardo.

          —No...—ella tragó saliva con dureza, intentando de parar sus gemidos para ganar un poco de compostura y miró a Chris—. N-No quiero correrme tan rápido...¡AH!

          Chris redobló sus esfuerzos, moviendo su lengua y sus dígitos dentro de ella con más fuerza, terminando por vencer la sugerencia de su amante sacándole un gran gemido que terminó tironeando más de los cabellos castaños del ex piloto — haciendo que él gimiese de placer contra su recoveco más profundo e íntimo y ella se desmoronó frente a él sintiendo como su vista se volvía blanca por el placer mientras el tomaba todo lo que ella le daba; se corrió en un desastre de humedad y temblores, dejándola sin aliento ante el asalto que el castaño había hecho en ella. Joy cerró sus ojos, intentando de concentrar en volver a tener su compostura y Chris podía ver que la rubia estaba muy húmeda.

          Él ya no podía contenerse.

          Él estaba completamente duro por ella y su compostura se fue por la ventana.

          Agradeció a Valentine por los condones que había en el equipaje que ella le entregó antes de abandonar Washington, Chris se preguntó por cuanto tiempo la castaña estuvo planeando este momento y no la culpaba de nada — Jill siempre supo leer a Chris y a Joy como un cura lee la maldita Biblia. Él ansiaba enterrarse en ella, consumirla y simplemente hacerla suya para siempre; de eso no tenía ninguna duda. Se quitó el pantalón mojado junto con su ropa interior, estas juntándose en la pequeña pila que se había formado a un lado de la habitación y siseó cuando su miembro estuvo en contacto con el aire de la habitación.

           Joy no pudo evitar morderse el labio al verlo en toda su gloria.

          Era increíble como ella podía llegar a desear tanto a un hombre.

          Y cuando él se hundió en ella, oh, eso fue el paraíso y el infierno combinados. Joy juntó sus cejas antes de abrir su boca para soltar un grito que no tenía voz, mientras que Chris se hundía más y más en ella, jadeando al sentirla por completo — su cuerpo prendido fuego y tan apretada. Ella lo abrazó, mientras que él hundió su rostro en el cuello, esperando a que su amante simplemente dejase de sentir dolor y se acostumbrase a su tamaño. Joy besó su hombro y eso le dio incentivo a Chris para empezar a moverse, logrando empezar con un ritmo lento pero intenso para ambos. La rubia a aquellas alturas no podía callarse, ya no podía evitar gemir con cada estocada que él daba y no se negaría a ese placer intenso que ella sentía. Enterró sus uñas en la espalda de Chris, rasgándolo con cada embestida mientras ella se sumía en su placer, en el de ambos.

          Chris estaba loco por ella.

          Y la besó tan dulcemente, que Joy no pudo evitar largarse a llorar ante el desborde que la abrumaba.

          Cada vez, iban más rápido y lo único que se podía escuchar en aquella habitación fueron los gemidos de ambos, simplemente unidos y consumidos por el otro. El choque de sus caderas era irremediablemente erótico y se perdieron en aquel vaivén, se perdieron en esa humedad y crudeza que los rodeaba a ambos hasta el punto que sus movimientos y gemidos eran desesperados, desmoronándose al mismo tiempo mientras soltaban un fuerte gemido juntando sus frentes.

          Era perfecto.

          Era solo un momento para ellos.

          Se sostuvieron hasta dormirse, sudorosos, pero finalmente unidos.

          Joy bufó en voz baja al darse cuenta de que ella tenía rastros de él por todo su cuerpo. Borrarlo tomaría días, pero ella no haría eso, ya que él también tenía rastros de ella por todo su cuerpo. La rubia estuvo a punto de volver a sucumbir a un sueño profundo cuando un teléfono empezó a vibrar a sus espaldas, ella lo ignoró por un momento, hasta que este terminó de vibrar. En cuanto reinó el silencio otra vez, ella empezó a sumirse otra vez en aquel estado de sueño, pero el teléfono de Chris empezó a vibrar. Joy soltó un gruñido antes de apartarse un poco del castaño con intenciones de tomar el teléfono, sin embargo, la mano de Chris atrapó la suya y eso la obligó a volver a su posición anterior.

          —Déjalo—dijo él con voz ronca—. Vuelve a dormir.

          Por primera vez, ella obedeció.

          El teléfono de Joy vibró otra vez.

          Chris soltó una maldición antes de agarrarlo, sacando una carcajada de la rubia.

          —¿Quién mierda llama a esta hora?—masculló él al mirar el identificador y atender—. ¿Tienes idea de que hora es, Valentine?

          Redfield tuvo que apartar el teléfono de su oreja ante el grito que soltó Jill al otro lado.

          —¡PERDISTE, QUINT!¡ME DEBES UNAS CERVEZAS!

          —¡DIABLOS!—exclamó Quint desconcertado al otro lado—. ¡No es justo!

          —Ya nos expusiste, tonto—dijo Joy sofocando una carcajada.

          —No es algo de lo que me avergüence—murmuró él antes de besar la frente de la rubia y volver a la llamada—. ¿Se puede saber por qué perturbas nuestro sueño con tu llamada, Jill?

          —Huh, como no me llamaron ayer para avisarme que llegaron bien temía que los dos hubiesen terminando matándose el uno al otro—se excusó la castaña—. Y no rompiendo la cama como lo hicieron. ¿Joy está despierta?

          —¿Para que te cuente los detalles?—inquirió Chris alzando una ceja—. Por supuesto que no. Está durmiendo.

          —Eres un maldito mentiroso, Redfield.

          —Sí, sí, ya lo sé—replicó este antes de rodar los ojos—. Nos veremos el lunes, Jill.

          Al cortar, Joy no tardó en soltar una carcajada y Chris le miró con tal calidez que ella tuvo que parar para ver su intensa mirada. Ella se sonrojó instantáneamente e intentó esconderse debajo del edredón, Chris la destapó rápidamente.

          —¿Por qué me miras así?—preguntó ella sonrojada.

          —No necesitas esconderte de mí, Joy—espetó él alzando una mano para acariciar su mejilla—. He llegado a conocerte lo suficiente para saber cómo eres—él se movió para tener a la rubia encima suyo—. Y quiero intentar tener esto. Nosotros.

          La respuesta que él tuvo fueron un par de labios y Chris no podía sentirse más emocionado por el camino por recorrer.




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Tirana, Albania — Octubre de 2005, 3 meses después.

          Joy y Chris se movieron rápidamente con sus tropas, corriendo a través de las calles de la capital de Albania. La BSAA había logrado mantener su credibilidad después de lo ocurrido en Terragrigia y el incidente de los barcos que estuvieron implicados. Joy escuchó toda la versión de la historia por palabra del ahora antiguo director de la Alianza: Clive O'Brian, quien estuvo implicado en la decisión de utilizar la matriz solar de Regia SOLIS para poder destruir a la ciudad infectada de Terragrigia — a pesar de haber estado en desacuerdo y haber sido una marioneta guiada por las acciones de Lansdale, él siempre había sido una víctima. Pero la culpa terminó carcomiéndolo y él desistió de su puesto como director de la BSAA. Joy no lo culpaba, a pesar de estar en desacuerdo con su decisión ya que él tenía muchísimo potencial. La FBC fue disuelta en menos de lo que cantaba un gallo y todos sus agentes, además de recursos, fueron asignados a la BSAA.

          Las Naciones Unidas decidieron tomar el control haciendo que la BSAA oficialmente sea una organización bajo el mando y la guía de la ONU, dejando de ser más privada que antes y que su expansión sea para todo el mundo. Se crearon diferentes ramas: la base central en Norteamérica, bases en Europa, se crearon las ramas para Sudamérica, África Oriental, África Occidental, Medio Oriente, Lejano Oriente y Oceanía — todos sus recursos avocados en mantener la paz y el equilibrio, aislando los incidentes donde se involucraban brotes víricos y utilización de armas bio-orgánicas.

          Joy finalmente podía sentirse orgullosa de ello.

          Cuando ella volvió al ruedo con sus misiones, Keith Lumley había sido ascendido a un puesto de director en la rama de la África Oriental pero continuaría con algunas misiones como SOA. A Quint le habían dado el mismo ascenso que a su compañero, pero él se negó rotundamente y decidió seguir su carrera en la base europea de la alianza como director de investigaciones y armamento.

          —Podrías haber sido director de la rama europea, idiota—le reprochó Joy una noche.

          —Nah, lo mío no es liderar como tú, Hattie—replicó él antes de chocar su botella de cerveza con la de ella—. Además, se me ha dado muy bien la parte de investigación últimamente. Keith se merece ese ascenso, yo no.

          —Me vas a hacer llorar, compañero—sentenció Lumley apoyando su cabeza contra el hombro de Quint.

          —Ustedes dos me dejarán sola—acusó Joy mirando fijamente a los dos hackers.

          —¿Qué?¡Pero si te llamaremos!—exclamó Cetcham escéptico—. Y no, no estarás sola, ahora tienes una pareja.

          Chris se acercó a la mesa, poniendo más cervezas en la mesa antes de sentarse junto a Joy, pasando un brazo por sus hombros para mantenerla cerca.

          —Ya sé, tengo literalmente a un oso de peluche amarrado a mi—señaló la rubia antes de recostar su cabeza en el hombro de Redfield—. Y dudo que se despegue de mi lado por un muy buen tiempo.

          —Cuídala por nosotros, ¿de acuerdo?—insistió Quint.

          —Relájate, Quint—dijo Jill a su lado mientras miraba con alegría a la pareja, guiñándoles el ojo—. Ella está en muy buenas manos.

          Para cuando Clive desistió de su puesto, el equipo de cinco integrantes que colaboraron en la misión de detener a Veltro y a Lansdale se pusieron firmes en la entrada dando un saludo militar hacia su antiguo superior y mentor.

          —No hace falta que hagan eso—declaró el ex director.

          —Fuiste nuestro superior desde el comienzo, a pesar de tus acciones y tus intenciones—dijo Joy bajando su mano—. Te respetamos, Clive.

          —¿Qué harás ahora?—le preguntó Jill.

          —No lo sé—sentenció O'Brian con incertidumbre—. Seré consejero de la BSAA, de eso estoy seguro, no los he abandonado por completo. ¿Parker dónde está?

          —Decidió empezar su entrenamiento la próxima semana, nos ayudará a rastrear a Jessica y a Raymond Vester—añadió Quint.

          —Les deseo la mejor de las suertes, entonces—dijo entonces Clive y miró a Jill—. ¿Ganaste tu apuesta?

          Joy y Chris miraron atónitos a la castaña, quien soltó una risita nerviosa ante la pregunta.

          —Esperen, esperen—dijo Chris negando con la cabeza—. ¿Desde cuándo él sabe que Joy y yo...?

          —Desde que la BSAA fue se fundó—declaró Clive rodando los ojos—. Estuve a punto de enviarlos a los dos a una misión solo para que estuviesen solos, pero las cosas se fueron de lado con los de Veltro. Pero debo admitir que funcionó a la perfección.

          Joy y Chris estaban demasiado confundidos.

          ¿Acaso todo el mundo quería que los dos estuviesen juntos?

          Quint y Keith partieron al siguiente mes hacia sus respectivas áreas, mientras que uno de los miembros del Comité de Seguridad en conjunto con el Consorcio Farmacéutico Global anunció que tomaría la dirección de la Alianza en conjunto con otros que tomarían la posición de liderazgo y dirección en las otras ramas repartidas en el mundo. Joy, Chris y Jill continuaron siendo miembros fundadores, pero también continuaron con su carrera como agentes SOA hasta Albania — donde se concentraron en entrenar a los equipos SOU para posibles brotes víricos. La rubia se sintió nerviosa por un momento, ya que había pasado mucho tiempo desde la última vez que comandó un equipo de soldados.

          La última vez todos habían sido asesinados menos ella.

          Chris podía entender la lucha interna que ella tenía.

          —Lo harás bien, créeme—señaló él aquella mañana al abrazarla—. No te darían una unidad SOU si no estuvieses realmente preparada.

          —Metí la pata la última vez, Chris—declaró ella asustada—. Y la metí a lo grande.

          —Comprendiste tu error y terminaste perdonándote a ti misma, por que admitiste tu falla. Eso es lo que verdaderamente importa.

          Joy se giró para mirarlo.

          Definitivamente ella no se merecía a ese hombre.

          Ella lo besó por última vez antes de ponerse su uniforme.

          Y allí estaban, recorriendo las calles desoladas de Tirana, abriendo fuego a un foco de infectados que fue avistado en el centro de la ciudad. Al ver que las fuerzas conjuntas de la policía perteneciente a la ciudad también fuesen infectadas y la seguridad de su presidente estaba puesta en riesgo; toda la ciudad fue ordenada a un toque de queda para que así la BSAA pudiese intervenir de la mejor manera posible. Joy se movió junto con su equipo de diez soldados hasta doblar en una esquina, deteniéndose para poder tomar un descanso.

          —¿Estamos cerca, capitana?—preguntó uno de los soldados.

          —Ya casi—respondió la rubia mirando su PDA—. El centro está a dos cuadras de aquí, los hostiles estarán cerca. El equipo que nos asistirá está a cinco minutos.

          —¿El equipo Alfa, señora?

          —Exacto—señaló Joy asintiendo—. Aunque nosotros deberíamos ser el equipo Alfa, no ellos.

          El equipo Alfa estaba comandando por su actual pareja, cosa que hizo que Joy bufase en voz alta.

          —Movámonos, equipo—ordenó ella—. Formación de siete con dos retaguardias, ¡vamos!

          Joy salió corriendo junto con su equipo en el último tramo restante, abriendo fuego al primer infectado que se toparon, el cual vestía el uniforme de las fuerzas conjuntas. El resto de sus soldados también dispararon contra los infectados que no tardaron en aparecer, dejando que la lluvia de balas los abatiese quitándoles sangre y pedazos de carne. La rubia parecía sorprendida de la precisión que poseía su equipo, ya que ella había dicho que no quería tener víctimas de daños colaterales debido a balas o explosivos mal colocados. Los cuerpos se fueron acumulando en diferentes secciones del centro y cuando su sector fue completamente abatido, fuego de cobertura se escuchó a un costado. El equipo se giró apuntando en dirección al fuego entrante, pero Joy levantó su puño para ordenar un alto al fuego.

           —Relájense—ordenó—. Es el equipo de apoyo.

          Chris Redfield se acercó junto con su equipo, esbozando una sonrisa dirigida a la rubia—Yo no lo llamaría apoyo, capitana Williams.

          —Tú mismo dijiste que serías el apoyo—declaró ella alzando una ceja—. No yo. Mi equipo debería ser llamado Alfa, no el tuyo.

          —Celosa—murmuró él antes de mirar a sus tropas—. ¡Sepárense y hagan un barrido del perímetro!¡Eliminen a cualquier infectado que encuentren!

          —Ya lo escucharon, señoritas—bramó Williams mirando en dirección a su equipo—. Aseguren el perímetro y si algo pasa en el camino, quiero que me lo reporten.

          Las tropas volvieron a replegarse, alejándose de los dos capitanes para dejarlos solos en aquel desastre de cadáveres y sangre.

          —Me sorprende que ni las fuerzas conjuntas no tengan entrenamiento para amenazas como esta—dijo Joy mirando los cuerpos abatidos de los infectados—. Aquí murió mucha gente, Chris.

          —Es inevitable, nadie está preparado para eso—añadió Chris sosteniendo mejor su rifle de asalto—. Lo único bueno que puedo rescatar de esto es que pudimos aislar y neutralizar los focos de brote. Al parecer el responsable escapó antes de que llegásemos aquí.

          Joy chasqueó su lengua—El tiro le salió por la culata, entonces.

          —Halo, aquí India—dijo uno de los soldados en los comunicadores—. Hay alguien que la está buscando, es una mercenaria armada.

          —¿Mercenaria?—preguntó ella frunciendo el ceño—. ¿Tiene algún nombre?

          —Sí, dice que se llama Harmon, señora.

          Joy miró en dirección a Chris, paralizada por la sorpresa.

          —Ve, yo me ocuparé de esta sección—dijo él asintiendo.

          La rubia salió corriendo hacia donde el soldado le dijo que se encontraba y llegó rápidamente al lugar donde varios soldados apuntaban en dirección a una mujer de cabellos rubios mezclado con cabello rojizo en sus raíces, vestida con una chaqueta de cuero color negra y dejando una pistola en el suelo. A su lado había una niña de cabellos rubios, de al menos unos siete años de edad, pegada a la pierna de Harmon. Joy ordenó que bajasen sus armas, atrayendo la atención de dicha mujer: quien era la propia Charlotte.

          —¿Harmon...?—preguntó ella inquieta.

          —Hey, ha pasado tiempo—dijo Charlotte antes de sonreír con nerviosismo—. Esto es...más complicado de lo que tú crees. Pero necesito tu ayuda.

          Joy se acercó para envolverla en un fuerte abrazo, sintiendo alivio por verla de pie.

          —Pensé que...—balbuceó ella.

          —Lo sé, y sé que quieres respuestas—respondió la muchacha de cabellos extraños—. Te las daré, lo prometo, pero necesito la protección de la Alianza como operativo primero para mi y para Eider.

          Joy no tenía que cuestionarle nada, entonces en ese momento accedió, tomándole la mano para poder indicarle a sus tropas que ella no era el enemigo — y que se las llevarían a la base europea de la Alianza.




FIN DEL ACTO CUATRO!




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sin editar

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