xiii. ayuda en camino


LEALTADES OSCURAS,
capitulo trece: ayuda en camino!



          JOY WILLIAMS PODÍA ESPERARSE MUCHAS COSAS DE CHRIS REDFIELD, como si él admitiese que fue un completo patán con ella desde el principio, pero ese no era el caso. Joy no sabía casi nada de él, como él no sabía casi nada de ella — sin embargo, que él estuviese pidiéndole ayuda para buscar a su hermana, eso sí que era algo grave. Además de algo completamente serio, sin embargo, Joy no era quien debía discutir eso, si no que ella debía limitarse simplemente a escuchar la única razón que trajo de nuevo a su compañero frente a ella hacía unas horas. La joven se sirvió otro plato de sopa para ella y otro para Chris, a pesar de que este decía que ya no tenía hambre — la pelinegra le miró de la misma forma que le miraba su madre a ella cuando tenía diez años y no quería comer sus vegetales. Ella colocó el plato frente a Chris y ella volvió a su lugar para poder continuar con su comida habitual, esperando silenciosamente a que el castaño continuase.

          Había veces en las que Chris se esforzaba demasiado en esconder cosas de ella.

          Joy se dio cuenta en cuanto pasó el primer año.

          (No le sorprendió en absoluto, en realidad.)

          Y a ella le divertía.

          Pero ambos cruzaron esa barrera en la mansión Spencer aquella noche, ¿verdad?

          —No intentes esconder nada, Redfield—declaró la pelinegra mirándolo a modo de advertencia—. Porque puedo oler tus mentiras desde kilómetros a la redonda.

          —Podría decirte lo mismo, ¿sabes?

          Ella sabía que a él le encantaba fastidiarla, que ironía.

          Joy le dio un sorbo a su sopa, otra vez, mezclando con un poco de fideos y trozos de pollo antes de dejar el plato en la mesa—Dijiste que tu hermana fue capturada por Umbrella. ¿Dónde la vieron por última vez?

          —No lo sé.

          Williams alzó una ceja, mirando a Chris de forma inútilmente inexpresiva.

          —¿Qué?

          —Me dices que tu hermana fue capturada—acusó la pelinegra señalándolo con la cuchara—. ¿Y no tienes idea dónde fue su última posición?

          —Huh, yo...

          —Eres un pésimo hermano, Chris.

          —Y tú una pésima cocinera.

          (Joy no tardó en rodar los ojos.)

          —¿Tú quieres que te tire la olla de sopa por la cabeza?—replicó ella antes de llevarse el tazón a la boca, dándole un sorbo más y se relamió los labios, observando que Chris también estaba comiendo. Después de todo, eso probaba que ella era una muy buena cocinera—. Eso pensé. Entonces, ¿cómo sabes que ella fue capturada?

          —Un agente del gobierno que conoce a Claire me envió información—replicó él antes de llevarse fideos a la boca y alzó una ceja, como si lo que acaba de decir era algo realmente obvio, mientras que su compañera le miraba de forma expectante, invitándolo a proseguir en silencio—. No sé cómo diablos me encontró, pero me dijo que ella fue capturada en una de las sedes de Umbrella en Europa, buscándome a mí. Él me contó que ella estuvo en Raccoon City.

          —Pero tú ya te habías ido—replicó la pelinegra.

          —Exactamente—asintió Chris antes de apretar los labios—. Intenté pedirle una misión de rescate, pero me dijo que tomaría tiempo y Claire está en problemas mientras hablamos.

          —¿Quién fue el contacto?

          Chris se rascó la nuca, intentando recordar—Huh...un tal Leon—frunció el ceño—. Leon Kennedy, él estuvo con ella en el incidente y otra cadete de policía, según leí cuando se contactó conmigo.

          Joy se paralizó y recordó a los dos cadetes de policía.

          Leon y Charlotte.

          Ella sonrió—Están vivos...

          —¿Los conoces?

          —Huh, me choqué con uno de ellos un día en el RPD—respondió Joy de forma sincera—. Allí los conocí, el muchacho es rubio y su compañera era pelirroja, estaban a punto de graduarse. Son muy buenas noticias, entonces. Tu hermana no estuvo sola.

          —Eso me imaginé—añadió el antes de dejar el tazón en la mesa.

          Joy le miró de manera seria.

          Chris alzó una ceja.

          —¿Entonces?—preguntó la pelinegra haciendo un gesto distraído con la cuchara—. ¿Cuáles eran las intenciones del amigo de tu hermana?

          Redfield se relamió los labios—Me envió las coordenadas que le pasó Claire al tener acceso a una terminal, a pesar de que me dijo que una misión de rescate iba a tardar bastante, me dijo que podía facilitarme los medios para poder ir por ella, completamente a mi suerte.

          —Dime que tienes esas coordenadas.

          —Ajá—respondió Chris antes de darle un último sorbo a su sopa—. Mi hermana se encuentra la isla Rockfort, ubicada en el Océano Pacífico, parte sur.

          —El Océano Pacífico sur es muy grande, tonto—declaró la pelinegra—. Necesito coordenadas específicas.

          —Eso es lo de menos—replicó el castaño con molestia—. La razón por la que estoy aquí es para pedirte ayuda y porque somos...—apretó los labios y se cruzó de brazos, intentando no decir una última palabra, pero Joy le miró de manera divertida—. Compañeros.

          —Sí, de eso soy muy consciente.

          —¿Vas a ayudarme o qué?

          Joy bajó su mirada al plato, pensando en silencio. Ella se mostraba confundida, en todos los sentidos posibles, figuradamente hablando. Se preguntó lo mismo que se preguntó en las últimas cuatro horas: ¿Por qué ella?¿Por qué el destino o quien sea que se encuentre moviendo los hilos de la vida y la muerte la eligió para decidir en aquellas situaciones? La muchacha de cabellos pelinegros no comprendía el motivo de por qué él la eligió a ella para pedirle ayuda. Ambos habían pasado por el infierno y ella decidió pasar al purgatorio para poder redimirse de una culpa que la carcomía por dentro cada noche mientras que su compañero decidió continuar con su misión sin terminar en el infierno y ella simplemente lo dejó porque ya no quería pelear más o, simplemente, por no querer caer en aquel limbo y arrastrarlo a él con ella.

          ¿Por qué ella?

          La persona que le juró rivalidad se había presentado frente a ella después de dos meses.

          La persona que le juró rivalidad se convirtió en su compañero durante el incidente en la mansión Spencer.

          La persona que le juró rivalidad le salvó la vida cuando ella estaba indefensa.

          La persona que le juró rivalidad le estaba pidiendo ayuda.

          Ella apretó los labios, buscando alguna respuesta.

          (No tardó en sentirse nerviosa.)

          ¿Por qué?

          —¿Por qué a mí, Redfield?—preguntó Joy en voz alta y se dio cuenta el error que cometió, así que decidió levantar la mirada, enfrentando al muchacho de cabellos castaños—. De todas las personas que conoces en este país, de todas las personas que una vez estrechaste tu mano, ¿por qué a mí?

          Chris permaneció mudo.

          Joy necesitaba saber la razón.

          —Podrías haberle pedido ayuda a Jill o a Barry—dijo ella mirándolo fijamente, su vista sosteniendo la de él de manera constante e inquebrantable—. No acudiste a ellos, lo hiciste conmigo.

          —Jill dijo que podías ayudarme.

          —Eso no responde a mi pregunta—añadió la pelinegra cruzándose de brazos, recostando su espalda en la silla.

          Chris se recostó en el respaldo de la silla, sosteniendo la mirada de Joy Williams otra vez, ojos verdes contra marrones-verdosos, una infinita batalla de superioridad desde tiempos inmemorables para ellos. Si una persona interrumpiese la conversación con tan solo tocar la puerta, a primera vista juraría que los dos parecen dos amigos de toda la vida, que se vuelven a reunir después de un largo periodo de ausencia en sus vidas. Sin embargo, la cosa no era así con ellos y Joy se preguntó si eso podría haber pasado en otra vida — si ellos fuesen mejores amigos desde niños o por servir en la misma unidad dentro de las Fuerzas Aéreas, o simplemente serían dos desconocidos que nunca se encontraron en un mismo camino como en ese preciso momento.

          Ella quería saber si ambos estarían en el mismo camino en otras circunstancias.

          Tal vez, serían amigos.

          Tal vez, serían algo más.

          (Pero eso no era lo que sucedía en aquel momento.)

          ¿Por qué ella?

          En otra vida, podrían haber sido tantas cosas.

          No obstante, este era el camino que se encontraba lo suficientemente claro como para hacer algo al respecto y Joy tenía un sentimiento de lealtad con sus compañeros a un nivel muy alto; una de las muchas cosas que aprendió durante sus años en el ejército fue aprender a confiar, aprender a mantener su mano en el hombro de otros soldados ya que, después de todo, los soldados forman lazos entre sí con las misiones y el tiempo que pasan juntos. El equipo siempre fue una unidad importante para Joy Williams y a pesar de haber perdido eso hace no muy poco tiempo, ella lo entendía, entendía la importancia del perder a alguien y el hecho de confiar en alguien. La lealtad fue uno de los pilares en la vida de Joy muy poco después que sus padres terminasen abandonando el mundo de los vivos y tal vez fue el bote salvavidas que la dejó a flote durante un tiempo. Tal vez, solo tal vez, esa era la razón por la cual Chris estaba allí.

          Ambos fueron compañeros, ambos pasaron por el mismo infierno.

          Juntos.

          (A Joy le dieron ganas de vomitar.)

          —Somos compañeros—respondió Chris, finalmente, manteniendo su mirada en los orbes verdes de Joy—. Sobrevivimos al incidente de la mansión Spencer juntos y vamos a poder contarlo.

          —No fue a un precio justo.

          —Lo sé, pero aun así estamos aquí.

          —¿Esa es tu respuesta?—preguntó Joy sosteniéndole la mirada.

          —¿Es suficiente para ti?—acotó él de forma sincera.

          Tal vez, solo tal vez.

          —Jill está escondida luego de incontables horas de buscar una forma de salir de la ciudad infectada—prosiguió el castaño manteniendo su mirada en la pelinegra—. Ella me dijo que confiara en ti.

          —¿Y lo haces?

          ¿Confías en mí?

          —Como ya te dije antes, somos compañeros—repitió Chris inclinándose un poco hacia adelante—. No estaría perdiendo mi tiempo aquí si no confiase en ti, créeme.

          Joy apretó sus labios, esperando alguna que otra palabra para poder insultarlo y volver a los tiempos de antes. Sin embargo, Chris Redfield fue demasiado claro en sus palabras y en sus intenciones con ella, así que Joy no podía encontrar la duda, la trampa o la mentira piadosa que había allí. Ella se dio cuenta de que haría la misma cosa si se trataba de un ser querido en peligro, así que, ella soltó un suspiro antes de darle un largo trago a la botella de cerveza. Dejó que el sabor permanezca en su garganta y boca por unos segundos antes de tragarla por completo, así colocando la botella de cerveza en la mesa junto al plato de sopa.

          —De acuerdo, patán—espetó ella antes de asentir—. Ganaste. Te ayudaré a buscar a tu hermanita.

          Chris sonrió con suficiencia, antes de hacer un gesto con su botella—Sabía que dirías eso.

          —¿Y qué ibas a hacer si me negaba?

          —Te habría llevado a la fuerza.

          —O te habría pateado el trasero para ese entonces—añadió ella levantando los platos—. De esa forma le estaría haciendo un favor a tu hermana por ser tan mal hermano mayor.

          —Ella es una Redfield, está protegida de tus rituales satánicos.

          Joy dejó los platos en el fregadero y ladeó la cabeza hacia atrás—¿Aún sigues con el sobrenombre que me diste?

          —Nunca dejé de decirlo.

          —Y yo que creía haber notado un progreso aquí.

          —El nombre aún te queda.

          —Tubo de Plomo también, entonces—recalcó ella antes de empezar a lavar, pero Chris la detuvo—. ¿Qué estás haciendo?

          —Déjame lavarlos, al menos sé que Claire no estará atormentándome con su mirada reprobatoria en mis pesadillas—respondió él tomando el plato que la pelinegra tenía en su mano.

          —Nos iremos mañana, ¿verdad?

          Chris asintió—A las 0600 horas. Así que ve a dormir, mañana será un día agitado.

          Joy le dio un codazo y Chris soltó un gruñido, fulminando a la pelinegra con la mirada mientras que ella se dirigía a su habitación, a punto de entrar en un profundo sueño para enfrentarse a una nueva tormenta.




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          A la mañana siguiente, Joy se miró al espejo, observando sus ojos verdes con detenimiento. Ella podía jurar que se encontraban bolsas negras debajo de sus orbes, pero luego de tomarse aquellos cuatro meses para estar en un perfil bajo, eso sí que le trajo un momento para cuidar su apariencia, al menos — decidiendo poder descansar más y eliminar alguno que otro mal hábito en su vida (como fumar, pero ella no lo admitiría en voz alta, ni siquiera se esforzaría por intentarlo). Así que decidió lavarse la cara por segunda vez, mientras que Chris doblaba una manta que ella le entregó anoche para que durmiese plácidamente en el sillón, lugar donde hasta incluso la propia Joy durmió algunas noches. Había espacio suficiente para los dos, sin embargo, Joy recordó lo que Jill le dijo en la llamada que hizo la noche anterior y ella no pensaba en darle la satisfacción de hacer eso.

          Diablos, no, pensó Joy antes de pasarse las manos por el rostro.

          —¡El café está listo!

          Ella hizo un sonido monótono con su boca, limpiándose la cara con la toalla una vez más antes de salir. Se ató su pelo en una trenza que cayó por su hombro y la terminó acomodando en un rodete para evitar problemas después con el movimiento. Joy fue la primera en acercarse a la mesa, donde se encontraba un arsenal algo limitado con armas, ella había dejado su Samurai Edge en la mesa — mientras que Chris tenía una escopeta y una Steyr TMP en otro lado. El cuchillo que pertenecía a STARS no estaba entre ellos, al menos el de él, pero Joy aún conservaba el suyo.

          —¿Qué hiciste con tu cuchillo?

          —Se lo di a Claire cuando fui a verla en Navidad—respondió él mientras le tendía una taza negra con café humeante, Joy lo agradeció en silencio y tomó la taza entre sus manos—. ¿Quién diría que una estudiante universitaria terminaría pateando traseros de zombies para buscarme?

          —Si sobrevivió a Raccoon—replicó ella alzando ambas cejas—. Entonces es muy probable que ella pueda hacer lo que sea. ¿Ella también se enlistó para operaciones militares?

          Chris enarcó una ceja, como si su compañera dijese algo realmente sin sentido—¿Qué? Por supuesto que no. Le prohibí que se enlistara, no es el tipo de vida que quiero para ella y más si esa vida está dirigida por bastardos idiotas y corruptos que quieran aprovecharse de mi hermana.

          —¿Entonces?¿Para qué darle el cuchillo a ella?

          —Yo entrené a Claire con todo el conocimiento que tenía de defensa y combate—respondió Chris sentándose en una silla—. Eso se lo agradezco a nuestro amigo y enemigo en común: el Tío Sam.

          Joy soltó una carcajada ahogada, antes de llevarse la taza a la boca.

          El Tío Sam siempre estaba detrás de todo.

          (Eso no le sorprendía.)

          —Ya veo—murmuró ella antes de tomar asiento frente a él, su taza humeante le trajo un sentimiento cálido al conectarse con su boca y dejar que el líquido pasase por su garganta—. Así que, ¿por dónde empezamos?

          —¿Tienes tu pasaporte en regla?

          —Esa es una pregunta estúpida.

          —Y esa no es la respuesta a esa pregunta estúpida como tú la llamas—respondió él de la misma forma que Joy le respondió hace segundos—. ¿Tienes tu pasaporte o no?

          —Sí, lo tengo—añadió Joy de manera inexpresiva—. ¿Vas a llevarme a una playa, Redfield?

          —Huh, sí, claaro—bufó este antes de soltar una risita amarga—. Iremos a Ecuador, allí tengo un contacto que nos dará armas y un transporte para llegar a Rockfort.

          Joy asintió.

          —Tu contacto no es alguien de carácter ilegal, ¿verdad?—preguntó ella luego de un largo silencio.

          —Dios santo—farfulló él con exasperación.

          —Me gusta ser precavida.

          —Ya escuché esa excusa antes.

          —¿Vas a responder la pregunta o qué?

          Chris negó con la cabeza antes de darle otro sorbo al café, su compañera simplemente se limitó a encogerse de hombros, esperando con poca paciencia la respuesta de él.

          —No, no es alguien de carácter ilegal—respondió finalmente Redfield al dejar la taza en la mesa—. Es un ex piloto retirado que conocí en mis años como cadete. Su nombre es Marlo.

          —Es latino.

          —¿Acaso no fui muy obvio?

          —Cállate.

          En cuanto terminaron de desayunar, Joy armó una mochila con ropa de repuesto por si llegaba a necesitar un cambio durante el camino y buscó su kit de primeros auxilios para meterlo también junto a sus armas mientras que Chris terminaba por preparar sus cosas. Joy colocó su Samurai Edge escondida en una funda en su cintura, la cual terminó camuflándose con una chaqueta de cuero que ella se puso encima y tomó su bufanda para colocarla sobre su cuello. Chris se acomodó su mochila y se dirigió hacia la puerta principal, dándole una última vista a su equipamiento, si alguna cosa terminaba por ser olvidada por él. Joy procuró dejar al menos la lámpara de su mesa de luz encendida por si acaso y se encaminó en dirección a la puerta, encontrándose a Chris esperándola en el umbral de la misma, con gesto inoportunamente paciente. Ella asintió y él decidió dirigirse en silencio hacia el ascensor, Joy miró por última vez el pasillo que daba entrada a su apartamento y soltó aire de sus pulmones, colocando la llave en la cerradura y cerrando la puerta detrás de ella. El click de la llave fue suficiente para cerciorarla de que estaba a punto de comenzar una misión.

          Tal vez, esta sería la última misión.

          (O tal vez no.)

          Se unió a Chris en el ascensor y ambos se dirigieron al Aeropuerto Internacional de Washington D.C para así tomar un vuelo que los llevaría de forma directa a la capital de Ecuador. Los dos presentaron sus permisos de portación de armas el cual les pertenecía a sus respectivas unidades en el ejército y Joy se preguntó cómo no podían decirles nada por llevar armas. El trayecto de Washington hacia Ecuador fue realmente exhaustivo, lo cual terminó drenando la energía de ambos por las 15 horas que tenían en el aire y ella supuso que sería exactamente lo mismo si los dos se moviesen en un vehículo aéreo militar. Al aterrizar, lograron encontrarse con sus cosas y dar con el hombre misterioso llamado Marlo. En el trayecto hacia su casa, la cual se encontraba cerca del puerto. Allí entraron a una armería que tenía un apartamento arriba, donde las recibió (según la lógica de Joy) una mujer que al parecer era la esposa del contacto de Chris.

          Joy no se esforzó en hablar en español, ya que ellos hablaban muy bien su idioma.

          —No pensé que volvería a verte, compañero—anunció Marlo con emoción.

          Chris sonrió—El retiro te sienta bien, Marlo—señaló a su compañera—. Ella es Joy Williams, también sirvió en las Fuerzas Aéreas.

          —Es un placer—dijo la pelinegra tendiéndole la mano para darle un firme apretón.

          —¡Ya era hora de que trajeras a tu novia!—exclamó la mujer con entusiasmo.

          Williams se tragó una carcajada mientras que Chris desmentía aquel suceso con una excusa estúpida — Marlo los miraba de manera divertida.

          —Carla, ella no es mi novia—dijo Chris intentando de no mostrarse avergonzado por la implicación de la mujer de Marlo—. Es mi compañera.

          Carla, con una brillante sonrisa, miró a Joy—Pues él se lo pierde.

          Joy soltó una carcajada mientras que la mujer latina le hacía un gesto distraído con la mano para que se acercase. Ella lo aceptó de manera cordial, dejando a los dos hombres solos. Carla demostró ser una mujer con mucha paciencia y con una humildad inmensa hacia todas las personas, además de ser una mujer independiente y fuerte — ella le contó sobre Carlo en sus tiempos como piloto y capitán de escuadrón en las Fuerzas Aéreas en Estados Unidos. Ella se encontraba increíblemente fascinada por las hazañas de su marido y Joy le miró de forma cálida, ayudándola mientras cocinaba, la escuchó pacientemente en cada una de las hazañas que Marlo le había contado a ella y Joy nunca se pudo imaginar a una mujer hablar de su amante de manera tan pasional. Notó que ellos eran unidos, tal como lo eran los propios padres de Joy.

          Sintió nostalgia con ello.

          No todos los padres se aman entre ellos.

          Tal vez, solo tal vez, Joy deseaba tener esa pasión que Carla tenía con su marido.

          (Y se preguntó si algún día la encontraría con alguien más.)

          El mundo era demasiado incierto, demasiado frío con sus habitantes.

          Había pocas, muy pocas personas que eran así.

          Joy Williams se encargaría de ser así también, o hacerlo un poco más seguro.

          Ella, mientras que Carla hablaba y hablaba, miró a Chris de soslayo, quien permanecía hablando con Marlo de manera animada; probablemente intentando de contarle qué estuvo haciendo en su retiro o ponerse al día con sus vidas — como si fuesen amigos de toda la vida. Ella sonrió de lado antes de volver a mirar a Carla, quien ya le miraba con diversión y puro regocijo.

          —Es un galán.

          —Dios santo, no—carraspeó Joy antes de sofocar una carcajada.

          —Eso fue lo que dije en un principio, querida—replicó Carla como si fuese la figura materna perfecta para la pelinegra—. No tienes idea de cuanto me equivoqué. Por un segundo pensé que era demasiado tarde, pero tuve suerte.

          —Pasamos por cosas diferentes y tenemos gustos que también son diferentes—respondió Joy continuando con su labor de cortar espinaca—. No siento que tener a una pareja sea lo mejor para mí en este momento.

          Carla le miró en silencio y Joy se preguntó si ya había metido la pata.

          Pero eso no fue así.

          —Tienes miedo.

          (Eso sí que la descolocó.)

          Y sintió un puntazo cerca de su dedo.

          —Ugh, diablos—masculló ella al notar que se había cortado un poco.

          Carla soltó una carcajada, la cual atrajo la atención de los dos ex pilotos.

          —¿Qué sucede?—preguntó Marlo.

          —No empieces a ponerte nervioso, Marlo—dijo la mujer latina haciendo un gesto distraído—. Solo se cortó un poco, es todo.

          Chris estuvo a punto de reírse—Aléjala de los objetos filosos, es un peligro.

          Joy le levantó el dedo medio.

          Él le sacó la lengua.

          Carla rodó los ojos y salió de la habitación junto con Joy para colocarle una venda en el dedo, desinfectando la herida por completo. Joy permaneció en silencio durante casi todo el día, algunas veces respondiendo preguntas o mostrando un lado cálido, al menos hasta que cayó la noche. Allí ella permaneció despierta, muy poco después de que Chris conciliase el sueño y la pelinegra se movió silenciosamente para sentarse en un banco acolchonado cerca de la ventana. Ella dejó que la luz de la luna la iluminase de manera parcial, dejando que pequeños toques blancos pintaran su rostro de un azul y negro por las sombras de las persianas y la negrura de la noche.

          Ella recordó las palabras de Carla.

          Tienes miedo.

          Tal vez, ella lo tenía.

          Mientras tanto, Chris la miraba desde la oscuridad, de forma silenciosa.

          Ellos salieron al atardecer, navegando mar adentro en el Océano Pacífico, despidiéndose de Carla y Marlo, quienes los miraban desde el muelle del puerto, mientras que ellos se movían rápidamente en las aguas que darían lugar a un nuevo problema. Joy realmente extrañó el mar, a pesar de poder viajar hacia él para observarlo, pero tener el peso de sus armas contra su espalda era diferente, justo como ocurría en sus misiones de rutina cuando ella era una SEAL.

          —¿Qué deberíamos esperar?—preguntó Joy mirando en dirección a Chris, quien se encontraba en el timón.

          —No lo sé—respondió él antes de mirar al frente.

          Joy esperó un chiste de mal gusto, sin embargo, ella sabía que la situación se había vuelto una seria desde que zarparon. Ella miró hacia adelante, observando como el sol se ponía frente a ellos, la orilla se hacía más y más pequeña, hasta quedar en nada. La pelinegra respiró hondo, esperando que algo más la agitase, pero la marea se encontraba tan violenta como ella y sabía que aquella era la paz antes de la tormenta.

          —Espera lo inevitable—dijo Chris entonces.

          (Joy Williams ya contaba con eso.)




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