xii. el viejo enemigo


LEALTADES OSCURAS,
capitulo doce: el viejo enemigo!



          PODRÍA DECIRSE QUE CHRIS ESPERABA ESE TIPO DE REACCIÓN EN CUANTO LA PELINEGRA LO VIERA EN LA ENTRADA DE SU APARTAMENTO. Sin embargo, que ella lo repitiese una segunda vez ya empezaba a ponerlo de mal humor y además de que la situación no lo ameritaba por completo — verán, la tensión de Chris en aquellos momentos era demasiado grande para poder aceptar que su compañera por conveniencia le hiciese una jugada así, entonces, decidió insistir de una forma más agresiva. Tocó la puerta con más fuerza, esperando dos minutos y volvió a hacerlo; por un segundo, él consideró en tirar la puerta abajo, pero eso atraería atención bastante indeseada de los vecinos del piso y probablemente no sería un movimiento inteligente. Golpeó otra vez y soltó un gruñido ante el estúpido espectáculo que su compañera le hacía con tan solo ignorarlo, buscando simplemente fastidiarlo de manera estúpida.

          Lo peor de todo es que él ya se encontraba cansado del viaje a Europa que tomó solo por emergencias.

          Tocó otra vez.

          Sin respuesta.

          (Joy Williams realmente le hacía perder los estribos y no de una buena manera.)

          —¡No hay nadie en casa!—exclamó la pelinegra desde dentro—. ¡Vuelva más tarde!

          Chris apoyó su frente en la puerta, intentando de no soltar un insulto en voz alta.

         Él suspiró antes de hablar—Una persona no respondería eso estando dentro de su casa, ¿lo sabes?

          No hubo respuesta alguna del otro lado y Chris volvió a golpear la puerta. Si bien él no iba a tirar la puerta abajo, él buscó su ganzúa entre sus bolsillos, palpándolos hasta encontrar lo que buscaba y no tardó en ponerse a trabajar. Mientras tanto, Joy se encontraba en su sillón, tapada con su manta y su mirada bien abierta, escuchando los golpes que daba Chris Redfield contra la puerta. Se le vinieron mil y un preguntas a la mente en cuanto lo vio, el cerrarle la puerta en la cara simplemente fue un acto reflejo de su inconsciente al ver su rostro pero también fue divertido hacerlo una segunda vez. Sin embargo, no estaba preparada para enfrentar ese tipo de mierdas y se limitó a hacerse la pregunta principal: ¿Cómo diablos supo donde ella se encontraba?

          Había una lista bastante limitada de posibilidades, ninguna de ellas más loca que la anterior, pero eran razonables en cierto modo. Una de ellas era que él la rastrease por sus contactos en las Fuerzas Aéreas y eso rompería la primera ley con la que ella se regía, Barry podría haberle dicho que estaba en Washington y él simplemente la veía desde las sombras sin darse cuenta o, simplemente, se contactó con Jill preguntándole sobre su paradero y ella se lo dijo sin más preámbulos.

          Eso la llevó a la memoria de hace cuatro meses, cuando ella se despedía de la castaña.

          Si Chris llega a contactarse contigo y necesita ayuda, dile que cuente conmigo, tú sabrás dónde encontrarme.

          (Joy gruñó en voz baja.)

          Estúpida, estúpida, pensó antes de ponerse la almohada en la cabeza.

          ¿Por qué?

          ¿Por qué ella?

          De todas las personas en el mundo, de todo el maldito continente y de toda la maldita ciudad, ¿debía ser ella?

          Que gran forma de terminar el año.

          Joy se quitó la almohada de la cabeza y se dio cuenta de que los golpes en la puerta cesaron, a pesar de tener la manta encima de ella, sintió curiosidad por saber si él simplemente se había ido o se encontraba al otro lado de la puerta esperando a que ella le abriese otra vez. Así que se quitó la manta y se levantó, tan solo para encontrarse al propio Chris justo al lado del sillón, asustándola con tan solo su presencia y no tardó en lanzarle una almohada por la cabeza. Eso sí que confundió más a Chris, pero se dio cuenta de que terminó en el suelo gracias a una patada de la pelinegra. Y para cuando ella se dio cuenta, ambos terminaron rodando por el sillón para terminar rompiendo la mesita ratona que se encontraba frente a este. Joy soltó un gruñido ante el súbito golpe que Chris le propinó en el estómago y él se encontraba encima de ella, sosteniendo sus muñecas con un agarre de hierro mientras que recuperaba el aliento.

          Ella, también, se dio cuenta de que Chris era bastante pesado a comparación de ella.

          —¿Ya terminaste?—preguntó el castaño sin aliento.

          —¿De patearte el trasero?—recalcó la pelinegra—. Por ahora.

          —Esperaba una bienvenida más civilizada, mocosa.

          —Y yo definitivamente no esperaba una visita. ¿Cómo...?

          —Jill.

          Maldición, Valentine, pensó Joy.

          —Creo que fui demasiado obvia—añadió Williams intentando de mover sus muñecas—. Quítate de encima, Redfield.

          —Está bien, de acuerdo.

          Chris se hizo a un lado, sin alejarse tanto de ella, acostado a boca arriba a su lado y ambos permanecieron mirando al techo, intentando de regularizar sus respiraciones. Joy tenía muchas preguntas para hacer, pero la que más le importaba en ese momento era el qué: ¿Qué diablos hacía él allí?

          Joy le golpeó el costado—Me debes una larga explicación.

          —Créeme, la tengo—dijo Chris y, juzgando por su tono, se encontraba extremadamente agotado y Joy miró discretamente en dirección a él, mostrando que tenía un poco de ojeras debajo de sus ojos.

          Ella se levantó pesadamente y se giró para mirarlo, observando que él se pasaba una mano por el rostro antes de soltar un bufido. Joy le tendió una mano para ayudarlo a levantarse y él la tomó, poniéndose de pie lentamente, para luego colapsar contra los brazos de Joy. La pelinegra entró en pánico y lo sacudió para buscar una respuesta por su parte; no había ninguna, si no el simple silencio. Ella lo acomodó bien para poder buscar un pulso y apoyó su oreja contra su pecho, buscando aquel latido.

          Bum, bum.

          Joy suspiró con alivio.

          (Chris estaba vivo, eso estaba claro.)

          Exhausto, pero vivo.

          —Eres un maldito bastardo, Chris—gruñó ella antes de cargarlo en su hombro.

          La joven de cabellos pelinegros lo llevó hasta su habitación, reposándolo con gran dificultad y cuidado sobre la superficie acolchada, esperando alguna reacción por parte de él — sin sorprenderse en absoluto por encontrarse una simple respiración calmada y constante. Joy le quitó las botas, el abrigo, las armas que llevaba en su chaleco táctico negro, dejándolo simplemente con su ropa que una vez perteneció a STARS. Ella lo tapó y dejó sus cosas dentro del armario, dejándole una toalla en los pies de la cama antes de mirarlo una última vez. Podría intentar de despertarlo, pero, al no saber en qué circunstancias pasó durante estos últimos cuatro meses, tal vez era mejor dejarlo descansar por unas horas.

          Joy dejó un poco entreabierta la puerta de su habitación y decidió limpiar el desastre que los dos crearon cuando entablaron una pelea campal.

          Ella se consideró una idiota.

          Tal vez, lo era.

          Durante esos cuatro meses, todo era calma y tensión al mismo tiempo. Joy podía comprenderlo perfectamente, pero la tensión terminó por ganar en un gol de media cancha y lo que pasó hace minutos era la consecuencia de todo eso. Tal vez, las cosas pasaban por algo. Joy juntó las maderas rotas de la mesita y las puso en una bolsa, haciéndose una nota mental de preguntarle al ex teniente Roose sobre algún carpintero que pueda arreglarlo. La pelinegra barrió la alfombra para evitar una situación con las astillas y lo llevó todo al cesto de basura. ¿Qué era lo que seguía después de eso?

          Joy no lo sabía.

          Encontrar respuestas era lo primordial, pero Chris necesitaba descansar.

          Y, repentinamente, el rostro de su padre, con un semblante recriminatorio, apareció en su cabeza: así recordando el típico sermón que le dio sobre los invitados en su humilde morada.

          Debes ser atenta con los invitados.

          —¿Vas a torturarme hasta en la muerte, viejo gruñón?—suspiró ella con cansancio.

          Ella revisó su armario y se dio cuenta de que había demasiada comida, el reloj que se encontraba colgado en la pared indicaba que eran las ocho de la noche y supo que debía empezar a cocinar algo para la fría noche de invierno en Washington. Así que decidió buscar un par de verduras y cortarlas para hacer una sopa junto con pollo, justo como la que hacía su madre en sus días de preparatoria. Eso ayudó enormemente a su físico con los años, así que ella se sentía más que bien con ello. Además de sentirse algo nostálgica, también se sintió como si estuviese en su hogar otra vez, con sus padres vivos y todo lo que ocurrió antes de eso ya no existía.

          Que trágico pensar que todo había cambiado.

          La pelinegra se ató el cabello en un rodete descuidado y comenzó a cortar las verduras.

          Lento y pausado, intentando de no cortarse los dedos por sus nervios.

          Colocó las verduras en una olla, donde colocó un poco de pollo cortado en cubos y la tapó, dejando que aquello se cocinara en fuego lento y limpió sus cosas para poder buscar su abrigo colgado junto a la puerta. Ella le dio una última mirada a la cocina, fijándose que todo estuviese bajo control y pasó por la puerta de su habitación, asomándose por entre la rendija que había allí para poder mirar a Chris, quien había cambiado de posición en el colchón, mostrándose muchísimo más cómodo entre las sábanas de Joy. Ella negó lentamente con su cabeza antes de poder dejar la puerta como estaba, encendiendo las luces de la lámpara para que el ambiente no sea tan frío. Joy salió por el umbral de la puerta principal, cerrando con llave su apartamento para ir a los pisos inferiores donde se encontraba un teléfono.

          Ella colocó monedas que había en su abrigo en la rejilla que tenía el teléfono y marcó el número de teléfono que Jill le había dado, ella esperó pacientemente, encendiendo un cigarrillo Malboro que se encontraba en su otro bolsillo. Le dio una calada y lo retuvo por unos segundos antes de exhalar por la nariz, dejando que el humo se vaya de su sistema.

          Una voz gruesa se escuchó al otro lado—¿Hola?

          Joy sonrió al ver que estaba hablando con el mismísimo Carlos Oliveira en persona.

          —Vaya, al fin puedo conocer tu voz—declaró la pelinegra con diversión—. Carlos, ¿verdad?

          —Juzgando por tu voz y por lo que me dijo mi compañera aquí, supongo que tú eres Joy.

          —Eres muy perceptivo, te felicito—añadió ella—. ¿Interrumpí su sesión de sexo alocado?

          —En realidad, sí...

          —Carlos, dame el maldito teléfono.

          —¿Por qué? Estoy teniendo una charla animada con tu mejor amiga.

          —¿Sobre qué?

          —Sobre sexo—anunció Joy antes de soltar una carcajada.

          —La única que habla de sexo con Joy soy yo, Oliveira—amenazó Valentine al otro lado—. Dame el teléfono antes de que te patee el trasero.

          Joy sonrió—Fue un placer conocerte, Carlos.

          —Ya, ya, dame diez minutos—dijo Jill al otro lado y luego soltó un suspiro—. Huh, no esperaba tu llamada, Joy.

          —Créeme, no esperaba llamarte si no fuese necesario—respondió Joy antes de darle una calada de nuevo al cigarrillo para poder soltar el aire otra vez—. Llegó gente poco deseada a mi humilde morada.

          Jill se quedó en silencio.

          —Pero supongo que eso ya lo sabías—prosiguió la pelinegra.

          —Huh, yo...

          —¿Tienes idea de lo que esté pasando?

          —No lo sé, Chris me llamó hace tres días, diciendo que estaba en Seattle por que surgió algo—dijo Jill al otro lado—. Él me preguntó sobre ti y dónde estabas, porque le di el mensaje que tú me dijiste antes de irte.

          —Definitivamente debía haber cerrado el pico, pero bueno, considerando las circunstancias.

          Dile que cuente conmigo, tú sabrás dónde encontrarme.

          —Tú dijiste esas palabras, no yo—se excusó la castaña al otro lado—. Pero, juzgando como lo escuché, se trataba de algo urgente.

          —No lo dudo.

          —¿Está allí contigo?

          —Llegó hace una hora y tuvimos una pequeña pelea campal de bienvenida—respondió Williams dándole una última calada al cigarrillo antes de tirarlo al suelo y pisarlo con su bota—. Rompimos una mesa ratona y el idiota se desmayó por el cansancio, está durmiendo en mi cama.

          Valentine soltó una risilla—¿Tienes condones?

          —Creo que voy a cortar ahora, Jill.

          Jill soltó una carcajada al otro lado y Joy pudo percibir como ella negaba con la cabeza. Había veces que ella realmente extrañaba la presencia de la castaña de cabellos casi cortos.

          —Solamente escúchalo, creo que tiene una buena razón para pedirte ayuda.

          Joy no dudó en eso.

          —De acuerdo, hablaremos pronto. Cuídate.

          —Tú también.

          No le tomó mucho cortar el teléfono. Ella acomodó su abrigo y tomó el cigarrillo para lanzarlo al bote de basura, la joven vio como la luna se alzaba a lo alto y soltó un suspiro, sin saber lo que se vendría en las siguientes horas; pero decidió darle razón a su compañera: tal vez Chris tenía una buena razón para pedirle ayuda. Ella confiaría en eso.




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          Regresó a su apartamento cinco minutos después de haber terminado su charla con Jill y escuchó el sonido de la ducha funcionando, suponiendo que Chris estaba despierto y aseándose. Joy dejó su abrigo colgado en el perchero que se encontraba en la puerta y se encaminó hacia la cocina, donde el agua estaba empezando a hervir con el caldo de pollo. La pelinegra aflojó sus hombros antes de llegar a destapar la olla, dejando salir el humeante olor a sopa, y se dispuso a preparar los fideos para esta. Por fuera, ella podía verse absolutamente calmada, incluso de manera amigable; por dentro, era literalmente un desastre en emociones y preguntas tratándose de la llegada de su compañero. Sin embargo, por fuera no se notaba tanto.

          ¿Por dónde empezaría?

          ¿Empezaba ella o él?

          —No creí que iba a desmayarme—dijo una voz a sus espaldas y Joy se giró, para luego volver su mirada a la olla, sus mejillas teniéndose de un color carmesí.

          (Como lamentó haber mirado.)

          Maldito idiota, maldijo la pelinegra en su mente.

          Chris se encontraba cerca de la mesa del comedor, luciendo unos pantalones negros, completamente descalzo y claramente sin una sudadera encima. Tenía pequeños cortes y algunos moratones esparcidos por su tonificado pecho — Joy estuvo a muy poco de lanzarle la olla con sopa por la cabeza, pero eso llevaría a otra pelea campal y la pelinegra sintió pena por los pobres muebles de la casa.

          —Redfield, ponte una maldita sudadera, por el amor de dios.

          —Aunque quisiera declinar, no puedo—respondió el mencionado intentando de sofocar una carcajada al ver el nerviosismo de su compañera—. ¿No tienes un kit de primeros auxilios?

          —En el armario del baño, arriba.

          Joy sintió movimiento detrás de ella y observó que la luz del baño volvía a encenderse, supuso que Chris estaba siguiendo sus instrucciones como era esperado, así que ella continuó con la labor de poner los fideos y esperar. Al girarse, se encontró con Chris dentro del baño inspeccionando sus heridas en el espejo y estuvo a punto de agarrar una aguja para realizar suturas, Joy negó con la cabeza al ver su vago intento de suturarse a sí mismo y suspiró antes de ir hacia el baño.

          —Vas a lastimarte más de lo que ya estás lastimado, idiota—dijo la pelinegra quitándole la aguja de las manos y señaló la mesa del comedor—. Siéntate allí y espera.

          Chris le quedó mirando por un segundo, pensando en algún insulto o broma para provocarla, pero sabiendo que ella no daría su brazo a torcer (y que también le patearía el trasero por ello), decidió ceder, murmurando un "sí, señora" antes de ir en dirección a la mesa mientras que ella juntó las cosas y apagó la luz al salir, dirigiéndose hacia donde su compañero estaba. Chris estaba sentado pacientemente, su mirada conectándose en la figura de la pelinegra acercándose a la mesa, dejando el kit de primeros auxilios arriba de esta.

          Ella se ocupó de abrir el kit y sacar los elementos de desinfección, como gasas y agua oxigenada para las heridas superficiales. Chris le miró en silencio y ella no sabía cómo comenzar su discurso — si es que ella tenía alguno armado para darle como posible sermón. Se giró para poder enfrentarlo y comenzar con la desinfección, a pesar de que se había limpiado los restos de mugre en la ducha. Ella pasó un paño con desinfectante por su clavícula y Chris gruñó en voz baja, Joy apretó los dientes y apretó los labios a forma de disculpa silenciosa — su torso y su abdomen marcado tenían magulladuras, raspones y uno que otro corte, sus brazos estaban en un estado similar, así que Joy tomó el más mínimo cuidado.

          Chris soltó otro gruñido ante el dolor y se movió un poco, pero Joy agarró su hombro para ponerlo derecho, enviándole una mirada de advertencia.

          —Ya, quieto.

          —Eres muy torpe.

          —Soy cuidadosa, a diferencia de ti.

          Y luego reinó el silencio.

          Joy se encargó de ponerle venditas a cada raspón y corte chico, dejando para suturar el corte en su bícep justo antes de llegar al hombro. Se alejó de él para poder apagar el fuego y dejarlo reposar unos minutos, al ver que los fideos ya estaban listos. Joy volvió a acercarse otra vez, esta vuelta agarrando el equipo de sutura y preparando su vista para poder cerrar la herida.

          —No pienso hacer preguntas y lo sabes—replicó ella luego de un largo silencio—. Así que prefiero que empieces a hablar antes de que me obligues.

          —Pero si es tan divertido hacerlo.

          —¿Quieres que te suture o no? Habla.

          Chris se relamió los labios, y desvió su mirada hacia otro lado—Europa está bajo el control de Umbrella, al menos hay diferentes bases. Estados Unidos sacó a Umbrella a patadas cuando ocurrió lo de Raccoon. ¿Cómo...?

          —¿Cómo qué?

          —¿Cómo sobreviviste?

          —Yo me fui una semana después de ti, tonto. Jill fue quien estuvo en el incidente y...ella vio morir a Brad—pasó la aguja por la primera capa de piel y la ajustó, Chris apretó la mandíbula—. Al parecer esta arma que creó Umbrella tenía como objetivos a los miembros de la unidad STARS que aún seguían con vida. Barry y tú se fueron, Rebecca también, yo también y el resto siguen enterrados bajo los cimientos de la mansión Spencer.

          —Entonces Jill enfrentó todo eso sola.

          —Estuve a muy poco de ir a buscarla, créeme—respondió ella mostrando un semblante concentrado.

          —¿Qué te detuvo?

          Joy negó—La doctora Atlas me dijo que era un movimiento muy arriesgado y que daría mi posición a la fiesta indeseada de Umbrella.

          —Era mejor permanecer escondido.

          —Exacto.

          —Están haciendo muchos experimentos ilegales allí afuera, Williams.

          —Juzgando por las heridas que tienes, no podría estar más de acuerdo—se acercó un poco más—. Aún sigues siendo imprudente.

          —Aprendí de la mejor.

          Joy le pateó.

          (El rubor de sus mejillas se podía hacer evidente.)

          —¿Dónde estabas?—preguntó Chris mirándola con atención—. Cuando desperté no te vi aquí.

          —Estaba exigiendo respuestas acerca de mi invitado inadvertido aquí—respondió Joy con diversión y negó con la cabeza—. Jill me dijo que habías llegado a Seattle y viajaste todo el camino hasta mi posición, tiene sentido. Además, su pequeño amigo Carlos atendió el teléfono, no sonaba de buen humor.

          Chris sofocó una carcajada.

          —Y me dijo que al menos tienes una buena razón para pedirme ayuda—añadió la pelinegra haciéndole el nudo a la sutura antes de cortarla—. Si no, no estarías aquí.

          —Es complicado.

          —Lo sé.

          Joy terminó poniéndole un poco de cicatrizante y un parche encima, dejándolo como nuevo para que continúe sanando por su cuenta. Agarró todo y terminó por guardarlo antes de dirigirse al baño otra vez para colocarlo en su lugar. Chris se puso una sudadera de color gris para volver a la cocina y sentarse en el mismo lugar que antes, Joy volvió a dirigirse a la pequeña cocina para poder servir la sopa caliente y le entregó un plato hondo a su compañero antes de servirse a ella. Al sentarse, los dos comenzaron a comer en silencio y la tensión se notaba en el aire, de manera demasiado saturada para la pelinegra y las indudables ganas de preguntarle cual era su propósito en el apartamento de Joy. Ella buscó dos cervezas en el refrigerador y las abrió para ponerla a cada lado de la mesa. Al tomar un sorbo de sopa, se dio cuenta de que su gusto era casi idéntico al que su madre hacía y sonrió de lado al notar que había mejorado.

          —¿Qué es lo divertido?—preguntó Chris alzando una ceja, al otro lado de la mesa.

          Ella levantó la mirada, ojos verdes conectando con ojos café.

          Joy apretó sus labios, sofocando una sonrisa.

          —Mi madre solía cocinarme esta misma sopa cuando estaba en la preparatoria—respondió ella de forma solemne—. No he llegado a su altura, pero he mejorado.

          —¿Hablas con ella?

          —Si sueño con ella, seguramente—respondió la pelinegra con sarcasmo—. Pero mi tiempo de verla en el mundo de los vivos terminó hace tres años, mi padre sigue atormentándome cada vez que voy a hacer algo estúpido, él falleció un año después que ella. Ninguno de los dos está aquí ahora.

          —¿Hermana o hermano?

          Joy negó.

          —¿Los tuyos?—se animó a preguntar ella.

          —Murieron cuando tenía diez, nos criaron nuestros abuelos—respondió él antes de relamerse los labios—. Digamos que tuve que madurar de manera muy prematura. Conocí a Barry en las Fuerzas Aéreas. Mis superiores no eran tan honestos como yo lo creía y me retiré.

          La pelinegra sorbió un poco de su sopa, mirándolo con atención.

          —Entonces terminaste en los STARS.

          —Terminamos en STARS al mismo tiempo.

          En eso, él tenía razón.

          (Joy no quería darle la razón.)

          —Las Fuerzas Aéreas me recomendaron al cuerpo de los Navy SEAL luego de mi gran desempeño allí—dijo Joy antes de dejar el plato en la mesa—. Allí me gané el respeto de algunas personas por las misiones que participé y comandé. Nadie había visto una mujer y más de mi edad ser tan...

          —¿Tenaz?¿Obstinada?

          —Cállate.

          Chris sonrió.

          —Ningún hombre pensó que podría ser capaz de llegar a su altura.

          —Vivimos en un mundo demasiado patriarcal, mocosa—declaró Chris a punto de darle un sorbo a la botella de cerveza—. Es la costumbre verse sorprendido.

          —Eso fue bueno, hasta que me convirtieron en general de pelotón.

          Chris dejó la botella en la cerveza.

          —¿La foto que está cerca de la ventana?

          Joy asintió.

          Ella esperó que él no siguiera.

          (Realmente lo hizo.)

          —Algo pasó con ellos.

          Joy apretó sus labios y se limitó a asentir.

          Chris no pudo evitar recordar lo que ocurrió en la mansión meses atrás, cuando los dos estaban solos, ella cargando una bomba y entrando en pánico por un simple vestigio del pasado. Él allí lo comprendió, de una manera tan dolorosa y silenciosa al ver el rostro de Joy pasar por tanto miedo; que preguntarlo una segunda vez sería un simple deseo de muerte. Decidió no continuar con ese tópico, pero ella sí:

          —Se repitió exactamente lo mismo que hace dos años.

          Ella le dio un largo trago a su cerveza y procuró de terminársela. Eso no era una buena señal, al menos a ojos de Chris.

          —¿A qué has venido exactamente, Chris?

          Él no se dio cuenta de que ella ya lo llamaba por su nombre.

          Y, diablos, sonaba tan bien.

          —Necesito tu ayuda con un asunto personal.

          Joy enarcó sus cejas con absoluta curiosidad y confusión, así que le indicó que procediera de manera silenciosa, esperando una respuesta sincera de las verdaderas intenciones del castaño. Si se trataba de algo personal, se encargaría que su situación con Umbrella estuviese bien enterrada bajo los cimientos — pero, al escuchar las siguientes palabras, eso sí que no iba a ser posible.

          —Mi hermana Claire fue capturada.

          —¿Qué?

          —Umbrella tiene a mi hermana, Joy.

          (Joy no pensó en eso.)




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