iv. rebecca chambers y los diarios


DAÑO COLATERAL,
capitulo cuatro: rebecca chambers y los diarios!



          EL PROFUNDO ALIVIO QUE SINTIÓ JOY WILLIAMS AL VER A LA CASTAÑA DE CABELLOS CORTOS CON VIDA FUE LO MEJOR QUE PUDO OCURRIRLE EN LA NOCHE. No sólo por haber asesinado a varios muertos vivientes, si no por encontrar una cara conocida entre los millones de pasillos que la mansión tenía. Rebecca Chambers sonrió de lado a lado, sus ojos verdes perlados brillaron en la tenue luz de la habitación y el alivio ocupó sus facciones. Joy entró primero a la habitación y se encontró con otro cuerpo más, al menos con vida, lo que significaba que podría haber más miembros de la unidad STARS vivos entre los pasillos.

          —No tienes idea de lo que me alivia volver a verte, Rebecca—dijo Joy abrazándola con fuerza, al mismo tiempo tironeando a Chris hacia abajo.

          —Me alegra verte, Joy—espetó la muchacha de cabellos cortos y vio que ella se ponía de pie junto a un muchacho, la castaña lo señaló—. ¿Tú...?

          —Chris Redfield—se presentó él, a pesar de haber cruzado palabra con Rebecca antes—. Equipo Alfa. Vinimos a rescatarlos—se inclinó hacia Joy para mirar al segundo cuerpo y se acercó al reconocerlo—. ¿Richard?¿Qué diablos te ha pasado?

          Richard Aiken soltó un gruñido de dolor y miró a los dos miembros del equipo Alfa, Chris se agachó frente a él (así provocando que Joy casi perdiese el equilibrio) y Richard levantó su mano para darle un firme apretón. La cara del cadete Aiken se encontraba con heridas y probablemente tuvo algún encuentro con los muertos vivientes que rondaban por la mansión. Sin embargo, lo que más le resultaba inquietante a Joy era el cómo él había llegado allí, incluso Rebecca. ¿Por qué ellos estaban allí?

          —Chris, J-Joy...—tartamudeó este con debilidad—. Este lugar...Saquen a su equipo de aquí...Hay demonios...en todas partes.

          —Ya, no hables—lo silenció Rebecca con sutileza.

          —No vamos a dejarte aquí, Richard—declaró Joy y miró fijamente la herida que tenía su compañero, demasiado grande e hincada como para darle un vistazo—. ¿Alguna idea de que podría haberle pasado?

          Rebecca hizo una mueca—Parece que le ha mordido una serpiente venenosa. Pero la marca del mordisco es enorme.

          —N-No era...una serpiente común y corriente...—se excusó Aiken mirándolos—. Háganme caso.

          —Necesita suero—ordenó Rebecca a la pareja—. Lo dejé en la otra habitación.

          Chris se levantó rápidamente y tironeó de las esposas para hacer que Joy también se pusiese de pie, Rebecca alzó una ceja a Joy y ella rodó los ojos; ambos se excusaron para poder salir, diciendo rápidamente que podrían conseguir un suero. Redfield se encargó de arrastrar a la muchacha de cabellos oscuros por los pasillos otra vez, buscando la habitación que habían encontrado antes con un armario lleno de sueros. Joy no tenía ganas de soltar alguna queja y simplemente se dejó arrastrar por los pasillos sin fin hasta ir al ala este de la mansión. Finalmente, cuando alcanzaron su destino, entraron directamente a la habitación donde se encontraba el mismo baúl donde dejaron algunas de sus cosas y Joy se acercó directamente al armario donde se encontraban los sueros; permaneciendo con la mirada en blanco al ver que se trataban de diferentes sueros.

          —¿A qué esperas?—preguntó Redfield fingiendo fastidio—. Elige uno.

          Joy le pisó el pie—¿Pero cuál, maldito idiota? Todos son diferentes.

          —¡Cualquiera!—exclamó Chris rodando los ojos—. ¡El que más te guste!

          —La misión es salvar a Richard, no matarlo, imbécil.

          —¡Ugh!—gruñó el castaño y agarró un par de sueros—. Realmente me frustras, Satán.

          —Es una de mis habilidades.

          Sin más preámbulos, Chris se adelantó hacia la puerta y la abrió para poder salir, limitando a Joy a moverse hacia un lado, siguiéndolo de muy cerca para cruzar todo el camino otra vez — llegando al ala oeste donde se encontraban los dos miembros vivos del equipo Bravo. Los dos cruzaron el umbral rápidamente y se arrodillaron frente a la castaña de cabellos cortos; a quien Joy la veía bastante más calmada que ella misma y eso era algo realmente bueno, dadas las circunstancias. Chris dejó los sueros que él llevaba en su mano posados en el suelo, mientras que Rebecca los analizaba silenciosamente y Joy estaba a punto de insultar a Chris por ser tan precipitado. Sin embargo, ella no quería problemas cuando el verdadero problema estaba presente frente a ellos.

          —Espero que esto sirva, Rebecca—se disculpó Chris sin más saber que hacer.

          Rebecca, con su rostro cálido, le sonrió de lado de forma absolutamente gentil—Sí, gracias, Chris—respondió ella antes de ladear su cabeza hacia Richard Aiken—. Voy a ponerte una inyección, Richard. Solo aguanta un poco.

          Richard pareció quejarse en voz baja, pero se removió un poco en su lugar mientras que la castaña preparaba una jeringa para administrarle una inyección. Joy podía ver el miedo en sus ojos, a pesar de que él intentaba de manera tan ridícula de esconderlo, la muchacha de cabellos oscuros podía leerlo como un libro abierto — tan vulnerable, tan asustado y pensando en cómo seguirían las siguientes horas en adelante. El joven herido les tendió un pequeño artefacto que Joy pudo identificarlo como una radio y ella la tomó entre sus manos en silencio.

          —Tengan cuidado...—murmuró él y Rebecca le puso una mano en el hombro, cerca de una mancha de sangre en su remera anaranjada—. Cuídate, Rebecca...

          Y sus ojos se cerraron.

          (Joy, por un segundo, juró pensar que Richard había muerto.)

          —Está bien—declaró la castaña con seguridad—. Solo está inconsciente. Es el más dramático del equipo.

          —Que esté inconsciente no nos ayuda y más aquí—añadió Joy poniéndose de pie—. No estamos a salvo en este lugar, llevémoslo a un lugar más seguro.

          Chris asintió antes de mirar a Rebecca—Hay una habitación en el ala este de la mansión, allí hay una cama para que Richard mejore.

          La joven de cabellos cortos asintió y entre los tres cargaron el cuerpo inconsciente de Aiken por los pasillos, sin encontrarse a algún muerto viviente en el camino, lo cual fue un alivio para el pequeño grupo — llegando rápidamente a su destino en la habitación segura. Al recostarlo en la cama, Rebecca permaneció revisándolo en silencio antes de aplicarle la inyección de forma segura, Chris y Joy no hablaron durante todo el trayecto — manteniéndose no tan juntos, pero tampoco tan separados por las esposas que tenían en sus muñecas. Chambers se giró, tomando la mano de Richard y esbozando una sonrisa tierna a los dos ex pilotos.

          —Richard está bien, chicos—dijo ella con absoluta fluidez—. Se recuperará pronto.

          —Menos mal—respondió Chris después de soltar un suspiro—. Richard te necesita aquí.

          Ella bajó su mirada en dirección a las esposas metálicas y la señaló, para luego mirar a los dos jóvenes con diversión—Huh...sé que es raro preguntar, pero...¿por qué...?

          —¿Por qué estoy encadenada con este infeliz?—Joy la interrumpió mientras levantaba su mano izquierda—. El capitán Wesker nos encadenó para que dejáramos de ser un dolor en su trasero y actuar como un equipo.

          —¿Y está funcionando?

          Chris y Joy miraron inexpresivamente a Rebecca—No.

          —Así que supongo que querían preguntarme si tenía llaves para sacarlos de este aprieto, ¿verdad?—dedujo la castaña alternando su mirada entre los dos ex pilotos—. De acuerdo, veamos...

          Joy se mordió el labio al ver que Rebecca estaba rebuscando una llave en sus bolsillos y por un segundo, esperó tener la buena noticia de que habría llaves para liberarla de aquellas esposas que solo servían para restringirle el movimiento y estar pegada a un ex piloto gruñón de las Fuerzas Aéreas. Rebecca tarareó una canción tonta mientras palpaba sus bolsillos y de repente se detuvo, metiendo su mano enguantada en el pantalón y sacando una llave de ella. Joy sonrió por primera vez en la noche y se sintió triunfante ante todos.

          Que empiece la puta función, pensó ella.

          Rebecca se acercó a ellos e intentó introducir la llave, pero esta no cuadraba en ninguno de los dos grilletes y ella lo intentó otra vez; la cerradura de los grilletes no cedía, permaneciendo completamente bloqueados en sus muñecas. Joy soltó un gruñido de frustración y se pasó la mano libre por el rostro, mientras que Chris maldecía en silencio al ver que aquello no había producido efecto — tal vez, según sus pensamientos, él se lo merecía por estar constantemente rivalizándose con ella.

          —Creo que esto no funcionará—respondió Rebecca con pena, mirándolos a los dos—. ¿Aún no encontraron una tijera para cortar alambres?

          Los dos rodaron los ojos al mismo tiempo.

          (Sí, claro. Como si eso no fuese lo que estuvieron buscando en las últimas dos horas.)

          —Creo que fue una pregunta demasiado obvia, lo siento—se disculpó Rebecca poniéndose de pie—. Tan pronto como Richard se recupere, los seguiremos.

          Chris asintió—Rebecca, ¿tienes un arma?

          —Por supuesto y está cargada—respondió la castaña y miró el resto de la sala—. Esta habitación está repleta de medicinas e instrumental médico. Creo que podría tratar casi cualquier herida, al menos que se requiera una cirugía.

          —Los sueros—preguntó Joy mirando el armario—. ¿Pudiste reconocer algunos?

          Chambers asintió antes de acercarse al depósito pequeño de sueros—Me parece que alguien tiene buenas conexiones por aquí. La mayoría de las medicinas son de Umbrella.

          —¿Umbrella?—preguntó Chris.

          Rebecca se giró—¿No te suena? Es la empresa más importante de la zona. Fabrican la mayoría de sus medicinas aquí, en Raccoon City.

          Joy no dijo nada durante la respuesta que dio Rebecca, sin embargo, ella sabía muy bien qué era Umbrella. Pasados los primeros cinco meses de su estadía en la ciudad de Raccoon, Jill y ella tuvieron su tiempo para poder investigar un poco la ciudad: desde sus negocios hasta cuál era el papel de la unidad STARS allí. No tardaron demasiado en toparse con la aclamada empresa farmacéutica operando a nivel mundial entre sus calles, la Corporación Umbrella mostraba tener su dominio en el mercado durante décadas, según un par de ciudadanos viejos que se encontraban allí desde sus inicios. El simple negocio de Umbrella era la venta de productos farmacéuticos que recorrerían el camino de la medicina para así revolucionarla de forma eficiente — además de haberse expandido de forma mundial en el resto de los otros continentes. La muchacha Williams salió de su trance y fijó su mirada en los orbes claros de Rebecca.

          —Pero no quedan muchas, así que cuídense el uno al otro—añadió la castaña con precaución.

          Joy asintió y de alguna forma agradeció que aún no se quitasen las esposas.

          (Y eso lo agradecería en silencio, ella era demasiado orgullosa como para admitírselo al maldito bastardo que tenía como compañero en voz alta.)

          Williams se irguió, sacando su arma de la funda—Entonces no debemos perder el tiempo. Chris y yo iremos a continuar nuestra investigación, tenemos que llegar al fondo de esto.

          —De acuerdo, intentaremos encontrarnos con ustedes pronto—respondió Chambers y apretó sus labios—. Eso espero...

          Los dos asintieron y se encaminaron hacia la puerta, sin antes darle una última mirada a la médica especialista del equipo Bravo. A pesar de ser pequeña, Joy recordó haberla visto entrenar junto a los otros miembros de su unidad y ella era una joven que tenía talento en otros campos como en la medicina — además de ser algo buena en combate, según la pelinegra; así que ella supo que Chambers podía cuidarse sola por el momento. Al salir de allí, permanecieron en silencio por un segundo y Chris levantó su rostro de repente, dirigiéndose a la esquina de aquel pasillo para ir hacia la puerta bloqueada que estaba justo al lado de la otra puerta donde encontraron la escopeta estropeada. Al utilizar la llave, Joy miró hacia atrás y cruzó el umbral junto a Chris, cerrando la puerta vieja para sumirse en la completa y absoluta oscuridad otra vez.

          Joy no tardó en soltar un respingo cuando otro trueno sonó afuera.




━━━━━━━━




          Encontrar la primera máscara fue algo sencillo.

          (A pesar de que tuvieron que volver para tomar la gran bolsa de herbicida que Chris había encontrado antes.)

          La pelinegra examinó la máscara de forma lenta y deliberada, llamando su atención a que esta no poseía ojos, pero sí tenía boca con nariz. Así que aquello era un completo éxito para continuar con la investigación. Chris, en cambio, permaneció mirando las plantas que — al lanzar el herbicida — perecieron, moviéndose de forma alarmada, como si tuviesen un parásito y Joy permaneció putrefacta en su lugar cuando intentaron atacarla por primera vez. Ahí ella comprendió una cosa (capaz dos): la mansión estaba completamente infestada de muertos andantes y plantas asesinas que buscaban matarlos; eso no era nada bueno en absoluto. Lo segundo era la incógnita de qué era la cosa que producía tales manifestaciones entre los muertos andantes y las plantas asesinas — la brujería estaba más que descartada, luego de siglos y siglos de ver que la brujería era una estupidez creada por idiotas que no tenían nada mejor que hacer.

          —De acuerdo, ya tenemos una—recalcó Joy fijando su mirada en Chris—. Nos faltan tres.

          —Gracias por resaltar lo evidente—Chris rodó los ojos—. Tendríamos que volver al vestíbulo, puede que esta llave nos permita al paso a la puerta pegada al ventanal del ala este.

          —¿No sería mejor guardar la máscara?

          —¿Y si encontramos las tres que nos faltan?

          Joy apretó sus labios en una fina línea, pero decidió darle la razón con un simple movimiento de cabeza.

          (La pelinegra se dio cuenta de que le estaba dando la razón a Redfield por quinta vez en la noche y eso, hablando francamente, era demasiado irritante para ella. Claramente, su orgullo venía primero frente al enemigo de género masculino.)

          Chris y Joy salieron del ala oeste de la mansión, cruzando el gran puente del vestíbulo para acceder normalmente al ala este, donde giraron para encontrarse con la puerta que estaba cerca de su ventanal. Redfield, a forma de impaciencia, sacó la llave y la giró dos veces — abriendo la puerta rápidamente para soltar un escalofrío por la brisa que corría en aquel pasillo hecho con ventanas y los dos se movieron con cautela al ver una puerta abierta al final del corto pasillo iluminado. Se vieron en el exterior cerca de un balcón adornado de forma espléndida, justo cuando otro relámpago se vio en el cielo oscuro. Milagrosamente, en una pequeña mesa de vidrio posada de manera inmóvil cerca del balcón, había un cargador de pistola con balas para usar y ella, al tomarla, se la entregó a su compañero en silencio. Chris se dio cuenta, en el transcurso de la fatídica noche, que Joy le estuvo entregando parte de la munición que encontraban; y él no sabía si era por que ella tenía un instinto suicida o por que quería que ambos pudiesen sobrevivir siendo prudentes con las balas que usarían.

          O porque era una buena compañera de equipo.

          Él no lo diría en voz alta, al menos.

          Los dos ex pilotos fueron por el pasillo enmarcado con la baranda metalizada y caminaron hacia un pequeño espacio donde su techo tenía ventanas, un balcón hecho a medida exacta. Allí se detuvieron al ver un cuerpo y, esta vez, Chris fue el primero en acercarse — arrastrando a Joy, claro. El muchacho de cabellos castaños se arrodilló, observando el cuerpo inmóvil de la persona sentada en aquella silla. Joy se permitió examinar al sujeto desde arriba y vio el símbolo de la unidad STARS en su manga izquierda. Su cuerpo estaba marcado por todos lados y su cabello era largo, algo de su ropa estaba despedazada y Joy soltó un respingo al ver un tatuaje que ella había visto antes.

          —Dios, no...

          Le gustas a Forest, resonó la voz de Rebecca en su cabeza.

          Otro miembro más había caído en las garras de la muerte.

          (Y Joy sabía que todo se estaba repitiendo una y otra y otra vez.)

          ¿Cuántas horas más seguirían para encontrar a otro miembro sin vida?

          Chris soltó un insulto en voz baja antes de erguirse—Es Forest. Maldita sea...

          —¿Cómo habrá podido terminar así?—preguntó Joy de forma cautelosa—. Parece que lleva muerto un rato—Chris la fulminó con una mirada asesina—. Oh, no, no me vas a mirar así, idiota.

          —Entonces deja de intentar parecer graciosa cada vez que encontramos a nuestros compañeros muertos.

          Joy alzó una ceja—¿Disculpa?¿Acaso estás diciendo que no me tomo enserio toda esta mierda?

          —Precisamente.

          —Para tu información, esta mierda parece demasiado seria para mí—la pelinegra se plantó frente a él de forma furiosa, su mentón alto y sus orbes verdes fijos en los cafés de él—. Y no pienso cometer errores, por que ya los cometí en el pasado. Créeme, que esto para mi ya es simplemente un viaje por los confines del puto infierno y a pesar de que no te soporto en absoluto, desearía que no pasases por esto como yo lo pasé—Chris se quedó mudo manteniendo su fachada de forma casi perfecta—. Pero está pasando y es real, así que lamento que tengas que ver a tus amigos morir. Así que junta toda tu mierda y sigue adelante, Redfield.

          Sin más preámbulos, ella lo apartó con su hombro al caminar por las escaleras e ingresar a cualquier otro lado que ese; ya que Chris estaba siendo afectado a nivel personal y (posiblemente) emocional al ver a sus compañeros morir. Cuando giraron hacia otro lado, observaron de que se trataba de un lugar sin salida y un estruendo los hizo girarse abruptamente. Al final de aquel pasillo se encontraba Forest, claramente en estado de descomposición y de pie, soltando gruñidos y caminando frente a ellos. Los dos levantaron sus armas y Joy no sabía si Chris podía ser capaz de apretar el gatillo.

          —¡Atrás, Forest!—exclamó él y su arma tembló por un segundo—. No me obligues a hacerlo.

          Joy sintió tristeza al ver que su compañero estaba pasando por una situación similar a la que ella tuvo. ¿Hasta que punto él llegaría para sobrevivir? La pelinegra no lo sabía y Forest se seguía moviendo en dirección a ellos.

          —Por favor, Forest...

          —Dispara.

          —N-No puedo.

          —Chris, dispara ya.

          Él jadeó—Y-Yo...

          Las palabras de Joy inundaron su mente de repente, cuando vieron al primer muerto viviente comiéndose el cuerpo de Kenneth.

          ¡Es él o nosotros, idiota!

          Joy le quitó el seguro al arma y un disparo resonó en sus tímpanos. Pero no fue ella quien disparó, no fue ella quien dejó caer el cuerpo putrefacto de Forest al suelo frío.

          Fue Chris.

          (Joy al fin pudo soltar un suspiro de alivio al ver que él entendía el punto que ella le dijo antes.)

          La muchacha de cabellos castaños lanzó queroseno al cuerpo ya caído de Forest, prendiéndolo fuego frente a su compañero. Murmuró algo en voz baja, pero Joy no se esforzó en escucharlo, si no que prefería dejarlo solo con sus pensamientos — sin embargo, ellos debían continuar adelante, abandonando el cuerpo de su ex compañero en el exterior. Volver al vestíbulo fue relativamente sencillo y los dos ingresaron al ala este en el piso de abajo. Cuando vieron la estatua, Chris intentó llegar a ella, pero Joy vio un pequeño mueble por donde él podía pararse y ambos lo empujaron sin problemas. Obtuvieron un mapa de las habitaciones del piso interior del primer piso, el del segundo estaba desgastado y parte de ella.

          —Esto no puede ser posible—se quejó Joy.

          Chris señaló un punto en el mapa, cerca del comedor grande—Allí aún no hemos entrado, el pasillo lo conecta con el comedor.

          —De acuerdo—añadió la pelinegra y ambos salieron de la habitación.

          Cruzaron el vestíbulo rápidamente y corrieron hacia el pasillo que conectaba con el comedor. Allí entraron por la misma puerta que daba al pasillo donde encontraron el cadáver de Kenneth y fueron a una de las puertas que estaba frente a la entrada desde el comedor. Al cruzar el umbral, se encontraron con escaleras y el sonido de cuervos rondando por allí los dejó en silencio. Cuando caminaron por los pasillos, se dirigieron en dirección hacia la parte inexplorada que era más allá de la habitación en donde se encontraban Rebecca y Richard. Allí abrieron una puerta que les dio a una habitación iluminada tenuemente por una lámpara, siendo acompañada por un cadáver en el suelo — el cual Joy mojó con queroseno para prenderle fuego a modo de precaución.

          Los dos se giraron al escuchar un ruido dentro de los armarios.

          Chris levantó su dedo, indicando silencio para la pelinegra.

          (A estas alturas, gritar no serviría de nada.)

          Ambos se acercaron de manera lenta y pausada, pensando lo peor que podía estar dentro de aquel armario de madera. Sus puertas se movían violentamente, como si algo quisiese salir de allí y asesinarlos. Podría ser un muerto viviente o un perro infectado y rabioso, o posiblemente los dos. Redfield tomó el picaporte y abrió rápidamente la puerta, encontrándose con un muerto viviente que casi se le abalanza encima. Joy fue demasiado rápida en apretar el gatillo dos veces, dejando que este se desplomara a sus pies, justo al lado de Chris. El muchacho de cabellos castaños se apresuró a prender fuego el cuerpo, alejándose lo suficiente como para ver las llamas arder en el cuerpo. Joy se concentró en mirar el escritorio que se encontraba a un lado de la cama, observando papeles viejos y un cuaderno que se encontraba posado a su lado. El olor fétido y asqueroso se notaba demasiado en la habitación, pero ella podría tolerarlo por unos minutos; Chris, en cambio, quería salir de aquella habitación lo antes posible.

          No obstante, nadie puede obtener lo que quiere en aquellos momentos.

          Joy sintió un tirón de las esposas cuando Chris empezó a revisar el armario, encontrándose con otra llave vieja.

          —En esta casa hay demasiadas llaves—murmuró el castaño.

          Joy bufó—Y que lo digas.

          Ella tironeó de sus esposas para volver a acercarse al escritorio, dispuesta a mirar lo que había en ese diario, claramente sacando un gruñido por parte de su compañero. Joy abrió el diario, el cual contenía un par de rastros de sangre seca y se mantuvo concentrada leyendo. Mientras pasaba las páginas, el desconcierto de la pelinegra se hacía más y más evidente; por que no solo había pasado hace poco, las cosas habían empezado a ponerse extrañas desde el mes de mayo de ese mismo año. Al parecer, según el diario del guardia de seguridad, aquella no era una mansión de familia, si no que se trataba de algo más que eso. En un principio, se trataban de animales comiendo a otros animales y las imágenes que Joy formó en su cabeza le dieron súbitas ganas de vomitar.

          No sólo pasó eso.

          Cuando ella llegó a la entrada escrita del día 11 de Mayo de 1998, se encontró con que el guardia debía ponerse un traje protector. ¿Pero para protegerse de qué? Al continuar leyendo, se dio cuenta de que había un laboratorio subterráneo en la mansión y eso era muy sospechoso para ella y sus ojos permanecieron en la palabra accidente. Aquel día, según el diario, había ocurrido un accidente en el laboratorio del sótano, donde había un equipo de investigación y que, según el guardia, era de esperarse que sucediera gracias a que aquellos bastardos no descansaban ni siquiera una noche. Ella prosiguió con las entradas del diario, donde explicaba que incluso con el traje, él se encontraba en mal estado y con una picazón en todas partes, además de otros efectos secundarios sobre su cuerpo. Leyó también que había escuchado un rumor que habían asesinado a un científico que intentó escapar de la finca la noche del 15 de mayo.

          ¿Qué diablos estaba pasando allí?

          Al llegar a otra entrada, se dio cuenta de que el sujeto se hizo desprender un pedazo de carne putrefacta y Joy soltó un respingo. Las siguientes dos entradas fueron espeluznantes incluso para ella, ya que el guardia admitió haberse comido a uno de sus colegas.

          Pica, pica. Sabroso.

          Joy soltó el diario con asco.

          —¿Algo importante?

          —Hay algo suelto en la mansión, una especie de virus o algo gaseoso que terminó infectando a todos—respondió Joy girándose para mirar a su compañero—. Este diario es de hace casi dos meses, lo que significa que esta podría ser la razón de las muertes en las montañas Arklay.

          Chris soltó un suspiro—Esto se pone más y más interesante.

          —Hay algo de lo que estoy un cien por ciento segura.

          —¿Y eso es...?

          —Que si no descubrimos que hay aquí, estaremos muy jodidos.

          (Chris no podría estar más de acuerdo, a pesar de las circunstancias.)




━━━━━━━━

sin editar

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top