20-Miedos

-Shura... crees que tu pueblo acepte que tengas una relación con otro hombre?

Era una pregunta que Camus debía hacer porque no deseaba estar entre el príncipe heredero y la gente del reino ibérico.

-No me importa lo que diga la gente, tú eres mi felicidad! Deberán aceptarte!

Shura estaba sentado bajo la sombra de un gran árbol y disfrutaba de tener a Camus entre sus brazos, el menor entre sus piernas, dándole la espalda y con la cabeza recostada sobre su pecho; lo abrazaba por detrás, le acariciaba el cabello y lo miraba con dulzura pero no veía su rostro entristecido... 

-Yo no quiero que tu pueblo hable mal de ti por estar conmigo... con un francés... eres el futuro regente y te deben respetar pero no puedes obligarlos a que me acepten... ¿qué pasaría si se oponen a lo nuestro? Te pedirán algo que yo quizás no pueda darte: descendencia...

Shura pensó bien las palabras de Camus y sintió que su pecho se oprimía al pensar que si eso pasaba, debería elegir entre su amor por el pequeño galo y su amor por España.

No se lo había preguntado hasta ahora, pero presentada la cuestión, se instalaba la duda en su corazón. Ahí sí que no tendría opción, él era el príncipe y único heredero al trono ibérico y sus obligaciones eran hacia su país, así debiera romper el corazón de su joven amor y el propio...

-Yo... no quiero pensar en ello, Copito ahora... quiero disfrutar contigo de estos días que pasaré a tu lado, mientras terminas de reponerte... cuando viajes a España conmigo y te presente formalmente, veremos qué sucede!

Camus no pronunció palabra pero gruesas lágrimas caían por sus mejillas y mojaban la camisa del ibérico, que no se atrevió a decir nada más, sólo profundizó el abrazo y le dejó besos en la cabeza.

No había nada que decir, después de tanto luchar para estar juntos, ahora podían ser separados para siempre...

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El rey Francisco veía de reojo a su par francés mientras éste trabajaba en su escritorio en unas cartas que debía contestar.

Hacía tiempo que su corazón se había cerrado al amor, desde que la reina y madre de Shura había fallecido se había dedicado de lleno a su hijo y nadie había ocupado su lugar, ni siquiera había tenido amantes de ocasión...

Desde que conocía a Krest eso había cambiado, el joven regente francés había ganado su corazón dándole una hermosa amistad pero de a poco eso se había convertido en algo mucho más profundo y no sabía cómo afrontar la situación porque no sabía si era correspondido...

Krest levantó la vista y se encontró con la mirada del ibérico fija en su persona, lo miraba con... admiración? amor? no supo cómo reaccionar pero fue una sensación de entendimiento mutuo y sonriendo, volvió a lo que hacía.

-Francisco, me ayudarías con ésto? mi español no es bueno y no deseo escribir algo erróneo... por favor, ven y siéntate aquí a mi lado...

No necesitó que se lo pidiese dos veces, en un segundo ya estaba a su lado, rozando brazo con brazo mientras leían juntos un manuscrito.

Francisco rió divertido ante las palabras españolas con acento francés que salían de la boca de Krest, quién se sonrojó pero rió también... entre cartas y risas pasaron el día juntos y al finalizar la labor, salieron a caminar por los jardines reales disfrutando de la compañía y el momento.

-Luego de la muerte de tu esposa ¿te has vuelto a enamorar? digo, eres muy joven!

Francisco se puso nervioso como si fuese un adolescente.

-En realidad, nunca pensé en ello; Camus siempre fue muy delicado de salud y yo me aboqué a cuidarlo; creo que me he sentido responsable porque su enfermedad es hereditaria y yo no la heredé de mi padre, sino que se desvió al menor de mis hijos... no creí conveniente reemplazar a su madre y buscar ser feliz cuando él no podía serlo...

Pero ahora las cosas han cambiado, Camus ha mejorado notablemente desde que está junto a Shura y aunque no es nada serio, he estado pensando en qué hacer con mi vida... mi Degel ya está en condiciones de ser rey y yo creo que ya es tiempo de delegar responsabilidades y vivir un poco más...

Francisco sonrió ante esa respuesta y Krest le devolvió la pregunta

-¿Y tú?

-Yo... yo he estado solo desde que quedé viudo y no he sentido atracción por alguien más desde entonces... nadie llegó a mi corazón como para reemplazar a la madre de Shura... hasta ahora...

Krest lo miró con curiosidad, ese hombre era todo un misterio al igual que su hijo... Camus había leído a través de Shura pero a él se le hacía difícil entender al ibérico.

No tenía esa sensibilidad y modo que hacía que todos a su alrededor se abrieran con él como lo hacían con su hijo menor... 

-¿Por qué hasta ahora? ¿qué cambió en tu vida para que cambies de opinión?

-¿En verdad lo preguntas? Conocí Francia, otro reino, te conocí a ti... yo... creo que me enamoré de ti, Krest!

-¿Crees? somos personas mayores, no adolescentes, Francisco! nuestros reinos son muy diferentes, pero nosotros no lo somos... hemos vivido muchas cosas juntos que nos han acercado y hemos creado una gran relación.

Si vamos a dar un paso más allá de la amistad que nos une ahora, debes estar seguro de lo que quieres... nuestros hijos se aman y cuando formalicen su unión, nuestros reinos se fusionarán...¿en verdad sientes lo que acabas de decir?

-Sí, Krest... yo te amo y me gustaría saber si me correspondes; estoy nervioso como un chico, es la segunda vez en mi vida que declaro mi amor a alguien...

Krest sonrió feliz y tomó sus manos; él también estaba nervioso como jamás lo había estado.

-Sí Francisco, tus sentimientos son totalmente correspondidos y ya es hora que nos demos otra oportunidad de ser felices...

Se acercó al ibérico y posando sus manos sobre los hombros del mayor, le dio un suave beso en los labios; estaban en las afueras del palacio y debían guardar las apariencias. Ya habría tiempo para demostrarse cuanto se atraían mutuamente!

Siguieron caminando, disfrutando del bello atardecer que les brindaba la campiña francesa y soñando con una nueva vida, el destino les daba un giro inesperado y placentero... 

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