Capítulo 5 - El microvestido

Era una habitación amplia y, una cama de dos plazas, parecía ser el protagonista principal de una noche que aún era muy joven para cualquier pareja enamorada o muy excitada. Pero Zoe no solo quería muestras de sentimentalismo dentro de las cuatro paredes. Ella quería despertar al amigo de Ángel, que se hallaba en sus pantalones. Se estaba excitando y tenía vergüenza de mostrar su erección. 

La mujer se sentó en la cama y cruzó las piernas. Lo miró con lujuria. En su mente ya lo estaba desvistiendo. Luego se palpó las piernas con la mano abierta y con la otra sostenía los condones que sacó de su cartera. 

—¿Quieres estrenar esta linda cama, amor? —preguntó Zoe sonriente.  

—Me parece una buena idea —replicó Ángel—. Pero tendrías que excitarme aún más... 

—No hay problema, amor. 

Zoe levantó su pierna derecha a una altura suficiente como para dejar ver su lencería blanca. Luego, esa pierna bien tonificada y blanca bajó para buscar compañía en su pierna izquierda, quedando en diagonal y con una vista completa de su ropa interior. Al tener las piernas cruzadas, su microvestido se encogía considerablemente para el deleite de un Ángel, que empezaba a cederle protagonismo a su miembro.  

—Lindas bragas, Zoe. 

—Eso no es nada, amor...  

—¿Sí? Mira lo que ya provocaste en mi pantalón. 

Zoe empezó a desvestirse y Ángel no despegó sus ojos de sus atributos. Al instante, ella se desabrochó el corpiño con delicadeza y lo dejó caer encima de la cama. De inmediato, cruzó otra vez sus voluptuosas piernas, sintiendo una excitación incipiente. 

—¿Te gusta, amor?  

—Demasiado es poco, Zoe. 

—Ven, amor, siéntate conmigo en la cama... 

Ángel se acomodó en la cama, junto a ella y Zoe se sentó en sus piernas, atenazándolo con sus muslos. Acto seguido, sus manos viajaron y se abrieron paso por el polo blanco hasta llegar a un lugar cómodo en sus pectorales. Luego, hizo otro recorrido por todo su abdomen antes de llegar a sus glúteos. Eso era más que suficiente para excitar a un hombre como Ángel.  

—Zoe... —dijo él. 

—¿Qué pasa, mi Ángel?  

—Ya lo conseguiste... 

El miembro de Ángel despertó y pidió salir de la cárcel. Sus pantalones se romperían en cualquier momento. Zoe apretó sus piernas en su cadera y comenzó a moverse de forma circular, tratando de que sus otros labios se encontraran con su miembro. Ángel palpó sus glúteos y deslizó su calzón para ver y tocar sus genitales. 

—Así es, amor. Dale... 

Zoe comenzó a mecerse sobre Ángel tratando de provocar sus primeros suspiros de placer que no tardarían mucho en llegar. La chica se movía como si Ángel tuviera una cama elástica en los muslos. Era como si ella tuviera un miembro bien erecto para complacer al muchacho. Cada movimiento era un jadeo más fuerte. 

Ángel se quitó el polo, los pantalones y le subió completamente el vestido a Zoe para luego poner en acción su miembro que rechazaba cualquier regla o cinta métrica. Ángel empezó a penetrarla, pasando de la suavidad a lo salvaje en unos pocos segundos. La doble excitación solo provocó que Zoe gimiera con sonoridad, moviendo la cabeza a noventa grados. El techo fue testigo del rostro de placer de Zoe. 

—Eso, amor... Ay. 

Ángel la desnudó por completo y la botó a la cama. Con Zoe boca arriba, él levantó sus piernas a la altura de su cabeza y empezó a aumentar el ritmo del acto sexual. Poco después, Ángel comenzó a sentir que se acercaba el primer orgasmo de la noche. Pero Zoe apenas empezaba a sentir algo parecido, mientras se estimulaba con los dedos. 

—Ay, ay, amor... 

—¿Ya? Vente —dijo Ángel mientras jadeaba junto a ella. 

—Amor, ya, creo. 

Ángel no se detuvo hasta que Zoe empezó a suplicar que descansara, ya que el placer era incontrolable para ella. Sus súplicas no sirvieron y ella se entregó a un hermoso orgasmo que ya era inevitable e impostergable. Y sus temblorosas piernas eran la prueba irrefutable. Ella sintió que su vagina iba a estallar. Sus gritos hicieron eco en las paredes y sus espasmos se prolongaron por varios segundos. 

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