Capítulo 27
Una corazonada llevó a Sofía a ir directamente a la casa de Ángel, después de llegar del colegio. El nombre del chico que le gustaba, abarrotaba su mente y no había espacio ni para un regaño de su madre. Su corazón golpeaba más fuerte que un recaudador del fisco. El amor que sentía era más grande que el Himalaya. Y eso que aún no eran novios.
Al llegar, la puerta de su casa yacía entreabierta, por lo que un facineroso o un animal podía ingresar fácilmente por el resquicio. La oscuridad escapaba de las rendijas y la luz del cegador sol entraba con impertinencia. Un aire gélido le dio la bienvenida y la acompañó al momento de atravesar la puerta.
Sofía puso los dos pies dentro y apenas podía notar algo material al fondo del pasillo. El olor a muerte se sentía en cada metro cuadrado de la casa. La sala era un panteón sin muertos. Todo yacía muy desordenado y cochambroso. Hasta pensó que alguien ya no podría vivir en la casa.
Las escaleras eran la antesala a la puerta que la llevaría a la habitación de Ángel. Su intuición le decía que siguiera, que iba por buen camino. Su pasos rebotaban y cambiaba el silencio por el ruido sordo de sus zapatos formales de colegio.
Superó el último peldaño y escuchó una voz quejumbrosa dentro. Pensaba que si no entraba rápido perdería algo más que el aliento. No hubo necesidad de girar la perilla y, con solo un empujón, descubrió el origen de todo. Ángel era el que soltaba quejidos que iban y venían de su boca. Su respiración era de alguien que necesitaba un tubo de oxígeno.
Sofía entró y vio con estupor la escena rocambolesca que se gestaba. El chico que le gustaba gruñía con ferocidad, como si tratara de liberarse de alguien. De inmediato, Ángel comenzó a lastimarse duro contra la pared. En un estado de descontrol total golpeaba las paredes, de derecha a izquierda, con todas sus extremidades. Ahí Sofía intervino a gritos.
—¡Ángel! ¿¡qué haces!? ¡Deja de hacerlo!
La agresividad de Ángel tapaba los oídos de un muchacho desaforado y que solo conocía la palabra destrucción. Las súplicas de Sofía eran solo ruidos en otro idioma. Ángel golpeaba sin pausa la pared con su hombros y sus manos cerradas.
—¡Ángel, por favor! No te lastimes —Sofía se quebró y sus lágrimas descendieron de sus ojos sollozos hasta bañar sus mejillas.
Sus manos causaron destrucción en su habitación y sin darse cuenta dio con Sofía que la tomó de los dos brazos, gruñendo de rabia. Al tocarla, se detuvo y la miró a los ojos. Sus manos querían pasar por encima de ella, pero su corazón ponía el freno de mano. La rabia iba desvaneciendo.
—¿¡Sofía, Sofía!? —dijo Ángel con la conciencia volviendo a trabajar.
—Aquí estoy, Ángel... —Sus lágrimas cesaron ante sus ojos hermosos color avellana.
—Sofía...
—Aquí estoy como prometí.
Sofía abrazó a Ángel, tratando de no entregarse a las lágrimas. Ángel jadeó de felicidad.
—Tu abrazo es tan lindo como un «te amo».
—Sabes, es la primera vez que lo diré, pero... Te amo mucho, mucho.
Ángel se sonrojó.
—Hoy estuve a poco de morir. Hoy volví a nacer a los diecinueve años. Y soy capaz de luchar contra veinte demonios y escalar la cima más alta del mundo solo por ti.
Ahora Sofía se sonrojó y dijo en tono de broma.
—Ay, vas a hacer que te coma entero...
—Sofía, Sofía, te deseo...
—Yo igual.
Los dos labios se fueron juntando como imanes. Un beso lleno de amor y excitación fue solo el aperitivo. Los labios de Ángel bajaron empujados por su libido en estado de ebullición. El roce de cuello y senos mojó aún más a Sofía y Ángel desabrochó su bragueta, ya que su miembro pedía salir con urgencia.
—¿En qué momento te pusiste el condón? —Sofía inquirió y sonrió.
—Ni yo me acuerdo. Solo sé que estoy muy excitado.
—Pues yo ya me mojé...
Ángel levantó su falda y su miembro rozó sus labios vaginales, produciendo una oleada de placer en Sofía.
—Oye...
De pie, Ángel empezó a mover su pene, inducido por la excitación extrema que pronto estallaría. Sofía cerraba sus ojos recibiendo el placer que se convertía en jadeos rápidos.
—Ángel, Ángel, es mucho placer... No, no... —Sofía jadeaba y fruncía los ojos.
Ángel gemía de forma intermitente y Sofía le ganaba con creces.
—Ay, ay, ay... —Con sus gemidos Sofía estaba próxima a llegar al orgasmo, pero Ángel se detuvo.
—Tranquila, mi amor. Guarda tus demás gemidos para después.
—Oye... —Sofía se calmó.
—Todo es tierno de ti. Hasta tus gemidos...
—¿En serio? Tú también... gimes y muy lindo —Sofía sonrió.
—Esta es una pausa, como un comercial o un interludio musical...
—Vaya... ¿Qué música escuchas?
—La verdad de todo. Principalmente, canciones bonitas que te dedicaría.
—Awww, oye es raro que después de un rato de relaciones estemos conversando como si nada, ja, ja.
—Ya, ya, continuemos con lo nuestro. ¿Te parece?
—Me parece bien, mi angelito.
«No tengo flores para darte, solo un sufrido corazón enamorado. Tú ya eres la flor más bella de este mundo»
Fin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top