03
Toma mi mano, siéntela
Xeno estaba recostada en una cama enorme, refugiada en una torre como jodida princesa, ambos albinos pudieron seguir resolviendo las dudas más fundamentales, pero el deber de monarca pronto llamó a ambos reyes, agendas ocupadas pronto la dejaron sola en una enorme torre bajo el acuerdo de que no podía interferir en la vida de esta línea del tiempo.
Las razones perturbaron su poca paz. El Rey Xeno falleció en guerra hace 15 años, y los fantasmas no deberían perturbar a los vivos, entonces, permanecería escondida como un secreto a voces por unas cuantas sirvientas.
Así mismo, se levantó a analizar el exterior a través de una ventana alta, donde nadie debería poder verla claramente desde abajo, y donde podría analizar su entorno, el cual le seguía gritando que no estaba no cerca de estar en su hogar.
Sintió un nudo en la garganta, lo único que podía hacer era esperar a que regresarán por ella.
Entonces encerrada en esa torre, por fin pudo darse a la tarea de evaluar correctamente la situación en la que se encontraba, entre ello, el inminente hecho de que no saldría de ese lugar pronto, cosa que le hizo saber al albino de puntas verdes.
Aquél experimento consistía en el paso de abrir la línea del tiempo-espacio un paso a la vez, entonces, no sabían dónde ni cuándo abrieron, pero ahora con la variante de que en realidad abrieron otra realidad y no solo saltaron en el tiempo, la posibilidad de encontrar de nuevo esa grieta podría ser de una en un millón. Lo más posible y rápido sería replicar el error.
Y pensando a fondo en ello, ¿realmente podría volver a casa?
Sabía que Senku la buscaría hasta su muerte, Stanley mismo se encargará de ello, ¿verdad?
¿De verdad partió solo con un adiós molesto y lleno de amargura?
A como estaban las cosas, lo mejor era darla por muerta.
Su corazón se apachurró.
Los días pasaron inevitables, al comunicarle a Senku que su estadía probableme podría ser un para siempre hizo que el monarca le viera con sentimientos encontrados. Nuevamente, en esos ojos rojos estaba el anhelo.
—Es una probabilidad muy grande— mencionó, había visto la necesidad en sus rasgos cada que hablaba de devolver a la albina a dónde venía, lo mencionó por ese mismo motivo, entonces su mirada se ablandó mientras la veía, algo parecido al cariño lo atravesó y luego todo se oscureció con una mirada de absoluta tristeza.
No supo cómo reaccionar a ello.
Una vez con las cartas en la mesa, el rey comentó que no podía tenerla para siempre encerrada sin interactuar con nadie, así que sus límites se expandieron a un ala del castillo.
Xeno aprendió un estilo de vida completamente nuevo y se topó con rostros conocidamente desconocidos, y todas las personas con las que se topaba le veían de diferentes maneras, pero siempre tartamudeaban al llamarle por su nombre.
Lo comprendió.
Y hablando de estilos de vida, todo a su alrededor le resultó estimulante, comprender un contexto viviéndolo en carne propia fue una cosa, se entretuvo analizando como se realizaban las tareas más simples, de dónde obtenían los recursos, quién los hacía, todo enriquecedor, aunque la higiene le dejara mucho qué desear.
Sin embargo, su mayor enemigo no fue otra cosa que un jodido vestido enorme y un corset francamente dañino para la salud. Así fue como con una petición adecuada a su majestad, tuvo permiso para obtener prendas de varón, ella sospecha que algunas incluso salieron de un guardaropa antiguo.
Las costureras se escandalizaron, si el parecido con su majestad Xeno ya era palpable, verla en prendas masculinas no hizo nada que llamar más a las miradas de todos.
Ahora, aprovechando su falta de quehaceres (Senku se negó a darle alguna actividad, y hasta ella sabía que sobrepensar las cosas solo le causaría más daño), se propuso a averiguar cómo las sirvientas hacían algo tan banal como limpiar los altos techos, tal vez ayudar con algo de seguridad laboral sería bien recibido por el albino. Pudo ver a una joven pelirroja buscar algo en los pisos llenos de materiales de limpieza.
—¿Te falta algo?— preguntó Xeno suavemente, la pelirroja en cambio solo se levantó y al ver quién era, se puso nerviosa y asintió rápidamente.
Ya se habían corrido los rumores de que Houston era curiosa, y que le gustaba observar a los sirvientes sin algún tipo de presión, sin embargo eso no disminuye sus nervios.
—Olvidé un trapo— dijo la pelirroja y prontamente en el pasillo en donde se encontraban, apareció otra sirvienta mayor de claro envejecimiento en sus cabellos. La albina no conocía su nombre, entonces, mientras le hizo una reverencia que Xeno respondió con un ceño fruncido, la mandó corriendo por el objeto.
Entonces un almacén le resultó más atractivo que ver a las sirvientas limpiar, podría llegar a ser muy útil si llegase a necesitar algo, así que se puso en marcha con una sonrisa y un: te acompañaré.
Habiendo analizado ya el castillo, conocía levemente la distribución de la arquitectura del lugar, entonces, se detuvo levemente en la salida al jardín central, un lugar al que no tiene permitido salir.
Ahora, desde su lugar y viendo en dirección al pequeño pasillo que sería la salida al jardín, pudo notar que hay bastante movimiento hoy ¿qué estará pasando?
Xeno estaba muy interesada en incumplir las normas que se le habían impuesto para saciar su curiosidad, la sirvienta había terminado yéndose a sus deberes, así que estando sola no la pararía nada si hechaba un vistazo.
...
Fue detenida por un rostro familiar que jamás conoció en persona.
El perfil de Charlotte Bony apareció de la misma dirección en la que venía Xeno, la albina se detuvo y la falta de pasos llamó la atención de la aparente caballero.
Conocía a la de cabello caramelo a través de una única foto que Stanley le había mostrado de su equipo, sin embargo, su nombre estuvo muchas veces en los labios del rubio, causando cierto disgusto en la de ojos azabache, entonces, si no estaba segura por solo haber visto su perfil que miraba al frente probablemente viendo a otra persona, lo confirmó ahora que le correspondía la mirada.
Charlotte Bony palideció al ver el fantasma que ahora era Xeno, en un capricho, la albina dio un paso a su dirección asustando a la mujer, pero pronto perdió el protagonismo ante pasos más fuertes a los cuáles la más baja se volvió con con ansiedad y algo parecido al pánico en sus facciones.
Y pronto, Houston perdió el poco color que tenía cuando un hombre de cabello rubio apareció en su vista, y los ojos más bonitos que existían en sus memorias le devolvieron la mirada.
El siempre imperturbable Stanley Snyder le devolvió la mirada en shock.
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