24💕

Después de pasar un rato más en el parque, ambos en un cómodo silencio, Sesshomaru, casi sin darse cuenta, tomó la mano de Rin. En un gesto inusualmente afectuoso para él, besó suavemente su mano. El contacto fue breve, pero en lugar de la calidez que podría haber esperado, Rin sintió una inesperada mezcla de sorpresa y desconcierto. Una oleada de inseguridad y duda la invadió, como si el gesto, aunque tierno, hubiera tocado una herida aún abierta.

Aunque apreciaba los intentos de Sesshomaru por acercarse a ella últimamente, Rin no podía evitar sentir que todo estaba avanzando demasiado rápido, como si el control de su relación se le estuviera escapando de las manos. Desde el principio, su vínculo había sido poco convencional; nunca habían seguido las normas habituales de una relación, y ahora, con todo lo que habían pasado, las emociones reprimidas comenzaban a surgir.

Sesshomaru, siempre atento a los cambios en Rin, notó de inmediato la tensión en su expresión. Aunque no dijo nada, supo que algo la estaba perturbando. Al regresar al departamento, Rin se levantó rápidamente, cruzando la puerta con pasos apresurados mientras buscaba espacio para ordenar sus pensamientos. Se dirigió al balcón, donde el aire fresco le ofrecía un respiro de la confusión que la asediaba.

Sesshomaru la siguió, deteniéndose a su lado en silencio. Aunque había aprendido a respetar los momentos en los que Rin necesitaba espacio, sentía la urgencia de comprender lo que estaba pasando por su mente.

—Rin —dijo suavemente, tratando de romper la barrera que parecía haberse levantado entre ellos—. ¿Te sientes bien?

Rin lo miró, sus emociones a flor de piel. Había algo que llevaba días carcomiéndola por dentro, y aunque había intentado ignorarlo, ya no podía contenerlo.

—Sesshomaru, ¿por qué no me dijiste antes lo de tu esposa? —preguntó, su voz temblando ligeramente—. ¿Por qué no hablaste conmigo cuando todo empezó a complicarse? Siempre he tenido la sensación de que había algo que me ocultabas.

Sesshomaru suspiró, sabiendo que esta conversación era inevitable.

—No te lo dije porque pensé que podría manejarlo por mi cuenta, que no necesitabas lidiar con mis problemas cuando ya tenías bastante con los tuyos. Pero ahora veo que me equivoqué.

Rin asimiló sus palabras lentamente. No buscaba que Sesshomaru le contara cada detalle, pero necesitaba sentir que estaban en esto juntos, que no estaba luchando sola.

—No te pido que me cuentes todo, Sesshomaru —dijo finalmente, su voz vulnerable—. Solo quiero sentir que estamos en esto juntos, que no estás enfrentando todo por tu cuenta.

Sesshomaru extendió la mano y tomó la suya, entrelazando sus dedos con los de Rin.

—Te prometo que a partir de ahora estaremos juntos en esto. No quiero que te sientas sola, Rin. Estoy aquí, y quiero que confíes en mí de nuevo.

Rin apretó su mano, sintiendo una chispa de la conexión que una vez compartieron. Sabía que no sería fácil, que aún quedaban muchas conversaciones difíciles por delante, pero en ese momento, sintió que podían empezar a sanar.

—Gracias —susurró Rin, sintiendo que, aunque las dudas no habían desaparecido por completo, habían dado un paso importante.

Sesshomaru asintió, aliviado de que, aunque el camino sería largo, estaban dispuestos a recorrerlo juntos.

Rin mantuvo su mirada fija en el horizonte, su pecho aún agitado por la confusión y la duda. Las palabras de Sesshomaru habían llegado a ella, pero el orgullo herido y el dolor que había estado reprimiendo la hicieron dudar.

—Sesshomaru... —murmuró finalmente, con la voz cargada de emociones reprimidas—. No es que no te quiera, es solo que... todo esto ha pasado tan rápido.

El silencio que siguió fue pesado. Rin sentía la necesidad de protegerse, de evitar que las heridas del pasado se abrieran de nuevo. A pesar de los años, esas cicatrices aún la hacían dudar y temer.

Sesshomaru se acercó un poco más, sin invadir su espacio, pero lo suficientemente cerca para que ella sintiera su presencia reconfortante.

—Entiendo, Rin —dijo con seriedad—. No quiero que te sientas presionada. Si te he hecho sentir así, lo lamento profundamente.

Rin lo miró, sorprendida por su sinceridad. Había temido que él no entendiera, pero verlo dispuesto a dar un paso atrás le dio una sensación de alivio, aunque las dudas aún persistían.

—Me duele pensar que tal vez no nos estamos dando el tiempo necesario para sanar todo lo que pasó —dijo, bajando la mirada al suelo, como si al hacerlo pudiera protegerse de la vulnerabilidad que sentía al admitir sus miedos.

Sesshomaru tomó aire, sabiendo que lo que diría a continuación era crucial.

—No quiero apresurarte, Rin. Lo que necesites, estoy aquí para ti. Si debemos ir más despacio, lo haremos. Lo último que quiero es que te sientas herida o presionada. Estoy dispuesto a trabajar en esto contigo, a tu ritmo.

Rin asintió lentamente, sintiendo cómo la tensión comenzaba a desvanecerse, aunque aún quedaban muchas cosas por resolver. Por ahora, se permitió aceptar que Sesshomaru estaba dispuesto a ser paciente, lo cual la ayudaba a calmar sus emociones y a confiar en que podrían encontrar el equilibrio que necesitaban.

El momento fue un pequeño paso hacia la reconciliación, un reconocimiento mutuo de sus heridas y de la disposición de Sesshomaru a acompañarla en su proceso de sanación.

.-.-.

A la mañana siguiente, Rin despertó en los brazos de Sesshomaru. Recordaba la conversación de la noche anterior y sentía que, aunque no todas las heridas habían sanado, queria darse la oportunidad de confiar y tratar de avanzar. Hoy tenía una cita importante con Kikyo para revisar el progreso de sus bebés, algo que le traía tanto alegría como ansiedad de saber como estaban.

Desde la vez anterior había tratado de seguir al pie de la letra sus indicaciones.

Al ver la hora, Rin se dio cuenta de que ya eran las 7 de la mañana. Aunque se sentía cómoda y sin ganas de moverse, sabía que tenía que levantarse. Intentó salir de la cama, pero los brazos de Sesshomaru la retuvieron suavemente.

—Sesshomaru, tengo que...

—Un rato más —pidió él, con un tono que reflejaba el deseo de prolongar ese momento de paz.

—Tenemos que ir a trabajar —le recordó ella, a lo que Sesshomaru respondió con un suspiro cansado antes de soltarla.

Quince minutos después, Sesshomaru observaba a Rin mientras se vestía con su uniforme de enfermera, y no pudo evitar que su mente viajara a recuerdos de tiempos pasados donde habia podido  mas que observar aquel uniforme y hacer muchas cosas más.

Quería que las cosas volvieran a ser como antes, pero sabía que debía ser paciente y esperar a que Rin volviera a confiar en él por completo y que ahora si todo estuviera bien.

—Voy a preparar el desayuno mientras terminas de alistarte —le dijo mientras salía del dormitorio.

—Está bien —respondió Rin antes de irse a bañar.

Durante el desayuno, conversaron sobre la cita con la ginecóloga.

—Hoy tienes cita con la ginecóloga, ¿verdad? —preguntó Sesshomaru, con un tono más serio.

—Sí, a las 3, como la vez anterior —confirmó Rin, tratando de mantener la calma a pesar de la ansiedad que sentía.

—Pasaré a verte 20 minutos antes para acompañarte —dijo Sesshomaru mientras terminaba de comer, intentando ofrecerle un poco de tranquilidad.

—Gracias —murmuró Rin, sinceramente agradecida por su apoyo.

Se dirigieron juntos al hospital, donde Rin se despidió antes de ir a su área de trabajo. Sesshomaru se estacionó y caminó hacia su oficina, donde su amigo lo esperaba con una sonrisa pícara.

—Dime que es cierto —dijo su amigo, buscando molestarlo con una expresión traviesa.

—¿Qué cosa? —preguntó Sesshomaru, desconcertado.

—Que serás padre de dos criaturas —respondió su amigo, con un tono que mezclaba diversión y curiosidad.

Sesshomaru se quedó perplejo. Aquello no era algo que habían compartido con nadie, y hasta donde sabía, Rin había decidido mantenerlo en secreto.

—¿Cómo supiste...? —preguntó, ahora molesto y preocupado de que alguien más estuviera al tanto.

—Eh...

—Habla rápido.

—Te dije hace un tiempo que estaba saliendo con alguien.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Pues mi novia se llama Kikyo.

Sesshomaru conectó los puntos rápidamente. La única persona que mencionaba a Kikyo era la ginecóloga de Rin.

—Entonces lo confirmas —dijo su amigo, satisfecho de haber sacado la información que buscaba.

Sesshomaru lo miró con irritación.

—Te llamé desde ayer, pero parecía que no ibas a contestar —continuó su amigo, mientras Sesshomaru sacaba su teléfono y lo encontraba descargado.

Había estado tan concentrado en Rin que había descuidado todo lo demás. Encendió el teléfono y vio más de 18 llamadas perdidas de su colaborador y entre ellas las llamadas de su amigo.

Sesshomaru intentó devolver la llamada a su colaborador, pero no obtuvo respuesta. El teléfono sonó varias veces antes de ir directamente al buzón de voz. Frustrado, decidió dejar un mensaje rápido, indicándole que lo llamara de vuelta tan pronto como pudiera. Sabía que había asuntos importantes que atender, pero en ese momento, estaba decidido a seguir con su rutina diaria y terminar con su trabajo antes de las tres de la tarde.

Como lo había prometido, Sesshomaru a las 2:30 salió de su oficina y acompañó a Rin a su cita con su ginecóloga. Mientras estaban en la sala de espera, él la observaba de reojo, notando la mezcla de emoción y nerviosismo en su rostro. Cuando finalmente entraron al consultorio, y el médico les mostró la imagen de sus bebés en la pantalla, Sesshomaru sintió una mezcla de asombro y responsabilidad que lo envolvía completamente.

Como lo había prometido, Sesshomaru a las 2:30 salió de su oficina y acompañó a Rin a su cita con su ginecóloga. Mientras estaban en la sala de espera, él la observaba de reojo, notando la mezcla de emoción y nerviosismo en su rostro. Cuando finalmente entraron al consultorio, y el médico les mostró la imagen de sus bebés en la pantalla.

—Todo parece estar en orden —dijo Kikyo con una sonrisa, señalando las pequeñas figuras en la pantalla—. Los bebés están creciendo bien.

Rin dejó escapar un suspiro de alivio, mientras Sesshomaru mantenía su mirada fija en el monitor. Ver a aquellos puntitos que cada vez crecían y se convertían en seres tan pequeños y frágiles, pero a la vez llenos de vida, le llenó de una sensación suave o dulce que cada vez empezaba a acostumbrarse.

—Gracias por acompañarme, Sesshomaru —murmuró Rin cuando salieron del consultorio, su voz suave pero cargada de gratitud con una sonrisa de saber que los bebes estaban bien .

—No es necesario —respondió él, tomando su mano con firmeza, para darle aquella seguridad que sabia que la confortaba.

Después de salir de la pequeña , ambos sabían que debían regresar a sus rutinas en el hospital, aunque en el fondo deseaban pasar más tiempo juntos. Las responsabilidades, sin embargo, no podían esperar. Rin tenía informes por terminar antes de finalizar el día, y Sesshomaru debía atender asuntos urgentes en su oficina. Se despidieron con la promesa de verse más tarde.

Rin regresó al salón de enfermeras y se sentó en su escritorio, dispuesta a finalizar los informes de sus pacientes. Mientras escribía, su mente divagaba, consciente de que pronto dejaría de trabajar allí. Aunque completar sus prácticas le brindaba satisfacción, una tristeza profunda la invadía al pensar en los pacientes a los que había llegado a conocer y cuidar, sabiendo que pronto ya no estaría para ellos.

Para distraerse, puso música y se concentró en sus tareas, dejando que el tiempo pasara. Las horas volaron, y no fue hasta que su teléfono le indicó con un 5% de batería, a las 8:30 de la noche, que se dio cuenta de lo rápido que había pasado el día. Recordó que Sesshomaru la estaría esperando en el estacionamiento, así que se levantó apresurada, lista para marcharse.

Justo cuando estaba a punto de salir, un grupo de compañeras entró al salón, hablando en voz alta. Rin se detuvo al escuchar su nombre mencionado en tono despectivo. Aunque había pensado que esos comentarios maliciosos eran cosa del pasado, se dio cuenta de que las cosas no habían cambiado tanto como había creído. La ausencia de la señora Kaede durante todo el día la preocupaba, y más aún cuando Kikyo mencionó que tampoco la había visto esa mañana.

Las palabras hirientes flotaban en el aire, cada una un golpe a su ya frágil confianza. Sintió una mezcla de incomodidad y tristeza, pero decidió no confrontarlas, rehusando darles el poder de arruinar lo que quedaba de su día. Con una sensación de molestia, salió del salón rápidamente, deseando alejarse de ese ambiente hostil.

Mientras caminaba por el pasillo hacia el estacionamiento, sus pensamientos se aceleraron. Todo estaba pasando tan rápido. A pesar de las dudas y el caos emocional, quería darle una oportunidad a Sesshomaru, creyendo en sus promesas. Quizás, si todo salía bien, podrían criar a su bebé juntos.

Al llegar al estacionamiento, se dio cuenta de que Sesshomaru no estaba allí. Buscó su teléfono para ver si le había llamado, pero no había ninguna llamada perdida; su teléfono se había apagado.

Quiso ir a su oficina para ver si lo encontraba allí y avanzó rápidamente por los pasillos. En su prisa, no vio por dónde caminaba y chocó con alguien. Levantó la vista rápidamente, esperando encontrar a Sesshomaru, pero se topó con un hombre de cabello plateado que no reconoció de inmediato, quien la miraba de arriba a abajo con ojos fríos y calculadores.

—Lo siento, no estaba prestando atención —se disculpó, intentando seguir su camino. Sin embargo, el hombre la observó detenidamente, como si la estuviera evaluando.

—Te conozco —dijo de repente, su voz dura y carente de simpatía—. Y también sé que deberías dejar de jugar con mi hijo.

Rin se detuvo en seco, desconcertada. No entendía a qué se refería. ¿Quién era este hombre?

—No sé de qué me habla... —respondió, cada vez más incómoda.

—Oh, claro que lo sabes, muchacha —replicó el hombre con una sonrisa cínica, sin dejar de observarla—. Sesshomaru.

Era el padre de Sesshomaru. La revelación la golpeó como un balde de agua fría, y sus manos comenzaron a temblar.

—Eres bonita, no lo niego, pero tarde o temprano mi hijo se aburrirá de ti. Siempre lo hace. No creas que esta situación es diferente solo porque te está prestando atención —dijo, sacando su celular y mostrándoselo—. Ahora mismo se encuentra con su esposa, Kagura —enfatizó, mirándola fijamente—. Te recomiendo que te alejes de mi hijo si no quieres sufrir las consecuencias.

Su tono tétrico e irónico la hizo sentir un escalofrío.

Rin sintió que el suelo se deslizaba bajo sus pies. No quería creer lo que ese hombre decía, pero sus palabras parecían revivir sus inseguridades más profundas. El miedo y el dolor la paralizaron, incapaz de responder.

Sin decir nada más, se apartó del hombre y salió apresurada del hospital. El aire frío de la noche la golpeó en el rostro, pero no fue suficiente para calmar la tormenta que se desataba en su interior. Caminó hacia el departamento que compartía con Sesshomaru, con pensamientos enredados y caóticos. Se sentía insegura, nerviosa, como si el mundo que había comenzado a reconstruir con tanto esfuerzo estuviera a punto de desmoronarse nuevamente.

Aunque intentaba no darle importancia a las palabras de aquel hombre, estas seguían rondando en su mente, alimentando sus miedos y dudas. No quería hablar con nadie, ni enfrentar lo que eso significaba. Solo quería olvidar, pero las inseguridades la perseguían implacablemente.

Al llegar al departamento, se dejó caer en el sofá, abrazando sus rodillas mientras esperaba a que Sesshomaru regresara. El tiempo pasó lento, y la tensión en su pecho crecía con cada minuto. La calma que había sentido antes se desvaneció, y en su lugar, un oscuro temor se apoderaba de ella.

Finalmente, el cansancio la venció y se quedó dormida en el sofá, esperando a Sesshomaru. Pero su descanso fue breve. A las 10 de la noche, se despertó de golpe, sintiendo una incomodidad que no podía ignorar. Algo estaba mal, muy mal. Un profundo malestar comenzó a apoderarse de ella, como si su cuerpo reaccionara a la tormenta emocional que había estado reprimiendo.

De repente, un dolor terrible en su vientre la sacudió. No era un dolor común, era punzante y persistente, como si algo dentro de ella estuviera gritando en agonía. Se sentó, respirando con dificultad, intentando calmarse, pero el miedo no se iba. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y la incertidumbre la paralizó.

Quiso levantarse, pero no pudo. Estaba aterrada, el dolor la inmovilizaba, y un pánico creciente se apoderaba de su mente.

—¡Auxilio! —gritó, con la esperanza de que alguien la escuchara, pero estaba sola—. ¡Sesshomaru...! —llamó, su voz llena de tristeza y desesperación, deseando con todas sus fuerzas que él estuviera allí para ayudarla.

El dolor y el miedo se intensificaban con cada segundo, mientras sentía que algo terrible podía sucederles a sus dos bebés. Con cada punzada, el terror se apoderaba de ella, incapaz de escapar de la sensación de que todo lo que amaba estaba en peligro.

Continuara...

Hola ,Solo espero que estén bien?.

Solo diré la fe es lo ultimo que se pierde ,pueden tomarlo como ustedes quieren.

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