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Kaede

Había pasado mucho tiempo desde que cometió aquel error y no había dicho nada. Solo recordar que aquella niña hubiese caído en las manos de los Taisho le preocupaba, y que aquellos bebés tuvieran su sangre era otra cosa. Entre todos sus pensamientos, solo algo la aliviaba: que Sesshomaru no se pareciera a su padre y que él sí estuviera respondiendo por aquellos niños.

Las últimas semanas había pensado que si las cosas seguían así, el pasado resurgiría y las cosas volverían a su vida una vez más.

Suspiró cansada al recordar lo que había hecho.

En aquel entonces, era solo una enfermera que había logrado su puesto en uno de los mejores hospitales con mucho esfuerzo y sacrificio. Hasta había dejado la idea de ser madre con tal de ser la mejor en su trabajo y de poder tener lo que antes se le había negado al ser pobre. Su vida era buena en ese momento hasta que todo eso cambió cuando su hermana mayor, una mujer soltera, se enfermó gravemente de cáncer de mama y, gracias a su precaria condición, no tenía la cantidad suficiente para pagar sus medicamentos y el tratamiento que necesitaba en ese momento.

Ella, al ser una de sus pocos familiares, tuvo que hacerse cargo de costear el tratamiento de su hermana, a escondidas de su sobrina Kikyo, una joven prodigio que había logrado obtener una beca en una universidad en Alemania y que estaba a punto de irse a estudiar la carrera de medicina, sin saber de la enfermedad de su madre.

En aquel entonces, su sobrina era joven, soñadora y con un futuro por delante, había viajado a estudiar y a convertirse en una gran doctora, lo que la hizo sentir orgullosa a ella y a su madre, pues siempre le había dicho que ella fue su punto de inspiración al salvar vidas.

Con su partida, las cosas fueron difíciles, puesto que su pobre hermana empeoraba cada vez más y los medicamentos fueron cada vez más costosos, lo que provocó que, aunque antes tuviera dinero, ahora ya no le alcanzara para vivir su vida cómoda. Estaba tan preocupada por su hermana que se había dedicado a trabajar turnos extras, y aquella noche no fue diferente a las demás, pero fue una que marcaría su vida para siempre.

Esa noche de noviembre en el hospital, cuando la ambulancia sonó y trajo a un paciente, corrió apresuradamente como siempre lo hacía a recibir al paciente. En aquel entonces estaba en el equipo del doctor Taisho como una de las enfermeras de emergencia.

El caso de esa noche fue un accidente de tránsito, donde el conductor huyó y había dejado en muy mal estado a la joven mujer que vestía simplemente, pero era hermosa y joven. Era una pena que estuviera en ese estado.

Recordaba que la había llevado a una sala de emergencia, donde había esperado que el doctor Taisho viniera a operarla y salvarla. Parecía un caso más en el que se salvaría. Nada complicado con sus años de experiencia, cuando vio ingresar a Taisho y cometer errores de principiante en la sala de emergencia, algo que no comprendió hasta que la vida de aquella mujer se apagó rápidamente.

En ese momento no entendió cómo el caso se había complicado tanto y cómo es que el doctor Taisho había cometido esos errores.

La culpa la caló cuando salió de la sala de emergencia y vio a una pequeña niña esperando y llorando a que su madre saliera. Realmente no tenía el corazón para decirle a la infante que su madre había muerto.

Recordaba que en ese momento solo había corrido a su casillero y había sacado un chupetín para dárselo, como si eso calmara el dolor de la niña. Era tonto pensar que aquel gesto tranquilizaría a la niña cuando todo era un caos. Por primera vez en su trabajo no sabía qué hacer. Y mientras buscaba las palabras, le había dicho con la calma que la caracterizaba que su madre había muerto, lo que provocó que la pequeña se rompiera a llorar.

Aquella noche preguntó a medio mundo que informaran al padre de la niña de la situación para que viniera a llevársela, pero fue una sorpresa al saber que no tenía y que el único miembro de su familia acababa de morir. Se sentía tan culpable que había revisado los documentos de su caso para ver qué errores habían cometido para dejar huérfana a aquella niña.

La mañana siguiente la había visto dormir en aquel pasillo mientras las trabajadoras sociales venían a llevársela a un orfanato. Fue devastador ver a aquella niña patalear para despedirse de su madre y correr por las habitaciones del hospital para verla. Quizás aquel momento hubiera sido duro para aquella niña si no hubiera sido por alguien.

-No creo que debas ingresar -lo escuchó decir mientras sostenía su pequeña tablilla.

-Pero...-menciono la niña con sus ojos aguados.


Quizás aquel entonces fue el destino presagiando que algo pasaría.


-Joven... -mencionó, y él volteó y se fue. Era raro que aquel chico hablara y se preocupara de algo, después de todo, era el hijo mayor del dueño del hospital.

-Pequeña...

-Sí -ella lloró mientras caminaba junto a ella con las trabajadoras sociales.

Le dolió el alma verla alejarse e irse de aquel lugar. Los próximos días se sintió terrible al darse cuenta de que no había hecho nada para salvarla y peor al darse cuenta de que le habían dado medicamentos equivocados a la mujer y que había sido una negligencia. Por eso, cuando se dio cuenta de aquello, fue a reclamarle al doctor Taisho en su oficina.

-Doctor, ¿qué sucedió allí con aquella mujer? -preguntó con miedo, después de todo era su superior y dueño de aquel hospital.

Él solo la miró y dijo que no se preocupara, que solo había sido un caso, mientras ella le reclamaba que pudieron salvarla y que si no hubiera pasado aquello no habrían dejado a una niña huérfana. Él solo dijo que no importaba, lo que ocasionó la furia de la mujer, y le reclamó y lo amenazó con denunciarlo, pero este le dijo que si hacía eso, a ella también la tomarían como cómplice al haber estado en la sala de operaciones. Sería llevada a la cárcel y su hermana moriría al no tener su medicina, y que ya no contaría con los beneficios que le daba el hospital, dejándola sin salida. Mientras, le dio un cheque para que se callara y no dijera nada.

Aquella vez se sintió como una escoria mientras salía de aquel hospital, viendo en la puerta al hijo de su jefe, que parecía haber escuchado todo. En aquel entonces solo era un chico joven que deseaba la aprobación de su padre, lo sabía pues lo había visto crecer en el hospital al lado de su padre y aprendiendo.

El tiempo pasó y su hermana empeoró, y porque ya no le quedaba tiempo, llamó a su sobrina para que viniera a ver a su madre en sus últimos días. Aunque las cosas eran complicadas, quería revelar la verdad de lo que sucedió ese día, pues no podía con su conciencia. Había decidido entregarse cuando su hermana muriera, pero antes de hacerlo esta le pidió que no dejara sola a su hija y que la cuidara, lo que la puso en una encrucijada.

Tiempo después su hermana murió y ella se quedó a cargo de su sobrina, que seguía estudiando. No sabía qué hacer y aquella tarde decidió ir a ver a aquella niña que hace tiempo había visto llorando.

Visitó el orfanato y vio a la pequeña niña muy retraída mientras los niños corrían por el patio.

-Rin -llamó su nombre, y ella pareció reconocerla y corrió hacia ella.

-Señora Kaede -mencionó su nombre con dulzura.

No sabía cómo supo su nombre, pero ella parecía tenerla en un altar cuando no se lo merecía.

Esa ocasión pudo contarle cómo vivía en aquel lugar y como extrañaba aun a su madre.

Cuando se estaba por irse, la mujer que dirigía el lugar la intercepto y le dijo que era un alivio que hablara, que empezaba a preocuparse por su silencio, y que deseaba que la visitara más. Así fue como empezó a visitar y a ser la guardiana de la niña. En un momento pensó en adoptarla, pero no se lo permitieron al no tener un esposo y al tener deudas que aún guardaba de la enfermedad de su hermana.

Vio crecer a esa niña y convertirse en una bella flor, a la que quiso como a una hija. El tiempo pasó y por su buen promedio le dieron una beca. Ella le preguntó en ese entonces qué estudiaría y ella le contestó que quería ser como ella y ayudar a la gente, que iba a estudiar enfermería. Y tal como lo prometió, estudió en la Universidad Nacional de Tokio, donde obtuvo una beca por sus buenas calificaciones. Quiso ayudarla, pero supo por ella quería realizarlo sola. Tal como prometió, estudió y trabajó para tener todo lo que tenía y lograr sus objetivos.

Así pasaron cuatro años, y la joven estaba a punto de terminar su carrera. Mientras buscaba un lugar para realizar sus prácticas, le comentó a Kaede que le gustaría trabajar con ella en el hospital. Kaede, conociendo el deseo ferviente de la joven y creyendo en su potencial, habló con uno de sus amigos, un influyente doctor en el hospital. Le contó sobre la joven, destacando sus excelentes calificaciones y el arduo trabajo que había realizado durante sus estudios. El amigo, impresionado por el historial académico de la joven, accedió a ayudarla y prometió gestionar una plaza para sus prácticas. Kaede se alegró mucho cuando su amigo le informó que le enviarían un mensaje confirmando su aceptación.

Poco tiempo después, Kaede observó a la joven trabajando en el hospital, atendiendo a los pacientes con la paciencia y el amor que siempre la habían caracterizado. Dedicaba cada momento a su trabajo con una pasión evidente. Sin embargo, un día, Kaede notó un cambio inquietante en la joven. Su energía, antes vibrante, parecía desvanecida, y una tristeza palpable se reflejaba en sus ojos. Sin entender qué había sucedido, Kaede comenzó a escuchar rumores preocupantes. Los comentarios decían que la joven era la amante del Dr. Taisho, el hijo del jefe del hospital. Esto la alarmó profundamente.

Preocupada, Kaede decidió confrontar a la joven. Fue a buscarla para hablar seriamente, dispuesta a regañarla si fuera necesario. Pero cuando la encontró, quedó sorprendida al ver una chispa de vida en sus ojos. La joven estaba esperando un hijo. En lugar de regañarla, Kaede optó por hablar con calma, consciente de que lo último que necesitaba en ese momento eran reproches.

Durante la conversación, Kaede se enteró de los detalles y, llena de dudas, decidió pedirle ayuda a Kikyo, su sobrina, quien recientemente se había graduado y estaba trabajando en el hospital. Le pidió que ayudara revisara el estado de Rin y que verificara su estado ,contándole que sentía que no la estaba pasando bien y que temía.

Kikyo que siempre había escuchado cosas buenas de ella aceptó de inmediato.

Al día siguiente le había contado de como Rin esperaba a dos bebes y que el padre parecía muy interesado en ellos ,así dándose cuenta de que el joven Dr. Sesshomaru Taisho había asumido su responsabilidad, algo que nunca habría esperado conociendo a su papá y los rumores que corrían por ahí.

A medida que pasaban los días, Kaede notó que Rin continuaba con esa mirada triste y lejana. Las conversaciones que mantenía con ella le permitieron intuir que estaba atravesando situaciones difíciles, y pronto comprendió que Toga Taisho podría estar involucrado en su angustia. Sin dudarlo, Kaede decidió enfrentarlo y amenazarlo con revelar toda la verdad si intentaba perjudicar a Rin de alguna manera.

Sabía que la verdad podría tener graves consecuencias para el hombre, lo que incrementó su determinación. Así, con el carácter firme que la definía y sin dejarse intimidar, Kaede se presentó ante Toga Taisho, decidida a proteger a Rin y a asegurarse de que no sufriera más daño.

Continuara ...

No se si logre terminar otro capitulo hoy ,pero espero que los guste. Siempre hay una verdad de la boca de cada quien.

Se vienen cosas algo duras para los personajes ,pero dentro de todo ,falta poco. Estoy escribiendo mas cada capitulo ,para ver si disminuyo capítulos

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