⭓01. ▎ primer asalto.
PRIMER ASALTO.
Gangnam, Corea del Sur.
Crucero Royal: 12 horas antes de arribar.
10:30 p.m.
─ ¿Te das cuenta de lo ridículo que es esto?
TaeHyung apartó los ojos del hombre jadeante que los observaba desde la distancia, removiéndose someramente sobre los muslos firmes de su compañero. Apisonó sus labios, simulando ahogar un gimoteo de sorpresa cuando JungKook sujetó posesivamente sus caderas; exigiendo tomar el control de sus pausados y torpes movimientos sobre su endeble entrepierna.
Siseando con disconformidad, avizoró la risa del contrario sobre su nuca, provocándole cosquillas y sembrándole un escalofrío que le recorrió desde la columna, hasta el nacimiento de su castaña cabellera. Procuró no poner demasiada atención a la respiración férvida de su camarada, forjando una danza de sensaciones en su cuerpo y enardeciéndole un extraño efecto que antes no había aguijoneado en él. Podía percibir la calidez de sus belfos, arribando despreocupadamente sobre la piel sensible de su cuello; murmurando un par de cosas que no fue capaz de comprender.
La música fulminó su audición, no consintiéndole espacio para adaptarse a la sencillez y delicadeza con la cual le hablaba el de cabellos renegridos, advirtiendo sus palabras como si de un balbuceo incoherente se tratase. Y, pese a tenerlo a una distancia para nada prudente entre ambos, le devolvió un tarareo que se evaporó junto a los feroces altavoces que decoraban cabalmente el enorme salón. Lanzándole un alífero repaso al sujeto frente a ellos, dijo:
─ En peores condiciones hemos estado.
Devolvió sin comprometerse, besando y agrediendo con sus dientes en la nívea curva de su hombro; disfrazando sus palabras con los movimientos ágiles de sus voluminosos labios.
TaeHyung deseó liberar una maldición cuando su cuerpo se convulsionó en reacción a los estímulos que estaba recibiendo en la elipse derecha de su cuello, irrumpiendo con mordidas suaves en el mismo punto erógeno que comenzaba a robarle el juicio. No suponía que debía sentirse así de bien el tener a JungKook ─ su mejor amigo y compañero de trabajo ─, aparentando que esta situación no era más que un desliz hormonal que se encontraban compartiendo públicamente, y todo gracias al ambiente agitado y provocador en el que se encontraban. Pero lo estaba siendo.
Y, para su adversidad, también lo estaba disfrutando.
Jodidamente lo estaba disfrutando.
Mordió sus labios e intentó controlar sus retorcidos impulsos cavernícolas, rectificando mentalmente cuál era la razón para hallarse en circunstancias tan comprometedoras con su compañero. Si bien, JungKook se había encargado de recordarle la misión desde que había iniciado el juego de seducción para atraer al lobo con un platillo de cordero. Y, a pesar de que estaba marchando como anillo al dedo; TaeHyung estaba de acuerdo con el hecho de que su amigo no ayudaba en lo absoluto. Por lo menos, no lo hacía a su poco autocontrol.
─ Bien. Lo estás haciendo muy bien, Kim. ─ elogió el pelinegro, observando disimuladamente hacia el blanco que compartían esa noche. El hombre relamió sus labios, admirándolos con satisfacción e interés que no se molestó en disimular. En cambio, citó a una camarera con un movimiento de cabeza, e ignorando su apariencia, murmuró algo en su oído cuando se aproximó para atender correctamente lo que el azabache indicaría. Ella asintió, lanzándoles una mirada rápida que comprendió JungKook en ese mismo instante ─. Eso es, tienes su atención ahora.
JungKook, complacido con los resultados positivos que estaban obteniendo; empujó delicadamente las caderas del castaño, indicándole que se pusiera de pie. TaeHyung entreabrió sus ojos, batiendo sus pestañas con el desconcierto ciñéndose a sus facciones ante la idea de haber sido descubiertos. Sin embargo, cuando se giró en dirección a su compañero para cuestionar lo que había pasado, el pelinegro palmeó sus muslos una vez más; ordenando que, esta vez, lo quería ver frente a frente.
TaeHyung se tensó, titubeando en si debería hacerlo o no. Bastante le había costado mantener la compostura y no gemir por las sensaciones que JungKook había provocado en él. ¿Cómo justificaría el rubor en su fisionomía alba?
─ Siéntate.
Sentenció con presunción, tumbándose plácidamente sobre el respaldo del asiento. El castaño mordisqueó el interior de su mejilla, esforzándose para no suspirar como una fanática enamorada, cuando la crepúscula y sedosa iluminación se acentuó libremente sobre las amenas expresiones que denotaban impaciencia y chulería; negándole la oportunidad de reconocerlo como lo que era. Su mejor amigo. No cualquier sujeto con el que tontearía en su vida personal, y fuera del entorno laboral.
Jadeó, murmurando su disgusto por la situación.
─ Recuérdame por qué soy yo el que debe restregar su culo sobre tu polla, y no eres tú quien lo hace en mi lugar. ─ inquirió, acercándose a JungKook con aspereza y una mueca trazada en los labios. El pelinegro cantó una risa, manteniendo una postura seductora; sabiendo de antemano que él hacia frente al azabache.
TaeHyung reforzó sus brazos alrededor de los hombros anchos de su compañero, asegurándose de mantenerse firme para no caer de su regazo, y él no dudó en atajarlo severamente entorno a su pelvis; provocándole un espasmo.
─ Porque eres bueno haciéndolo. ─ concedió devuelta, indiferente al temblor que sacudió su cuerpo.
─ ¿Qué sabrás tú? ─ molesto, y más que indignado hacia aquella insinuación por parte de su amigo, clamó.
JungKook levantó la mirada por encima de su hombro, advirtiendo el rostro curioso de Lee sobre ellos; éste se mostraba interesado por el repentino movimiento, e intercambio de palabras. Indispuesto a perder su fisgoneo, entrelazó sus manos en la estrecha cintura del menor, afirmándolo en su entrepierna para, posteriormente, estimular su cuerpo con un ritmo lento. TaeHyung apretó los ojos, respirando entrecortadamente por la nueva sensación.
Y si JungKook se percató del lío susceptible en el que TaeHyung se estaba convirtiendo, decidió ignorarlo.
Y TaeHyung deseó hacer lo mismo por su propio bien, y por el bien de su amistad con el hombre que, para añadir una carta más a su propia humillación; estaba despertando más que alarmas de advertencia en él.
El pelinegro no parecía interesado en observarlo, y lo sabía porque él sí se sentía más que codicioso por encontrar alguna reacción recíproca en el rostro retraído y avaro del agente capacitado. Cualquier cosa que pudiese indicarle que él no era el único estúpido que se veía afectado por el contacto entre sus cuerpos friccionando entre sí.
JungKook ladeó ligeramente su rostro, observando con curiosidad al chico delgado que se acercaba a pasos lentos desde atrás. Notó la sonrisa forzada en su rostro y, posteriormente, como se detenía a unos cuantos centímetros de distancia para tomar aire. Un hombre corpulento se acercó al oído del azabache, susurrando algo que lo hizo despistarse de la escena frente a él, girándose sobre el asiento para visualizar al peliverde. Con una expresión contraída en una mueca de grata admiración, ante la belleza del menor, hizo un ademán con su mano; indicándole que se acercara. El chico devolvió una reverencia, asintiendo antes de rodear el sofá esmeralda y arrodillarse entre las piernas del contrario sin siquiera cuestionarlo.
Comprimió sus labios con rudeza, percibiendo desde la distancia como el pequeño cuerpo del chico se tensaba y un temblor lo dominaba al dirigir torpemente sus manos hasta la bragueta del azabache. El peliverde observó hacia un costado, y JungKook decidió hacer lo mismo, acechándolo curiosamente hasta su centro de atención. Entreabrió sus labios con sorpresa, reconociendo un rostro conocido en la barra del salón, éste escudriñaba al menor con una expresión de rabia y decepción.
« ─¿Qué demonios haces aquí? Pondrás en riesgo toda la operación si alguien logra reconocerte, imbécil». Pensó amargamente.
Inhaló profundamente, convenciéndose a sí mismo de que no era un idiota y podría pasar desapercibido por los hombres del azabache. O eso es lo que esperaba, porque, de no ser así, podrían descubrirlos e iniciarían una jodida masacre de la cual no estaba seguro de que podrían salir ilesos.
Mordió su lengua, descendiendo sus manos hasta las caderas de su amigo, dispuesto a envolverlo más cerca de su cuerpo y comunicarle lo que estaba sucediendo a sus espaldas. No obstante, cuando éste se moldeó embriagadamente como una larva en su pecho, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de JungKook para encerrarlo en un abrazo; el pelinegro no logró contener su sorpresa cuando una presión se instaló en la boca de su abdomen, descansando con necesidad y ansia. Instintivamente sintió cómo se movía más cerca de él, contoneándose sobre su pelvis para satisfacer su propio dolor. El agente se sintió atragantar con su propia saliva cuando un gemido le atravesó la audición.
Desconcertado, buscó el rostro acalorado de su compañero; susurrándole que saliera de su escondite para verlo. TaeHyung no respondió.
─ ¿TaeHyung? ─ formuló con dificultad. Pero el castaño ya se sentía demasiado avergonzado para devolverle la mirada, o siquiera fingir que no lo había escuchado. Habría deseado que fuese de ese modo, pero para su desgracia, había olvidado el entorno en el que se encontraba. Intentó cubrir su erección, jadeando cuando el roce de su propia mano lo abrazó cálidamente, sacudiéndolo ante la fascinante sensación ─. ¿Todavía quieres que responda tu pregunta?
TaeHyung se tensó, incapaz de comprender en qué parte de su vergonzosa rabieta por huir de la mirada de JungKook, éste se había acercado lo suficiente a su rostro como para murmurar aquello encima de sus labios. Reconocía la burla en las palabras del pelinegro, e intentó con todas sus fuerzas el no salir de su regazo y golpear a su compañero por mofarse de la situación.
─ Lo siento. ─ murmuró en un hilo de voz. Y, dispuesto a ocultarse una vez más en el cuello de JungKook, entrelazó sus brazos alrededor de él; recibiendo una negativa por parte de su amigo. Gruñó, fastidiado.
─ ¿Por qué lo sientes, TaeHyung? ─ cuestionó devuelta, logrando que el castaño abriera sus ojos y lo observara con el rostro más que acalorado. Y, pese a que las luces violetas azotaban el rostro del menor, cincelando sus facciones en diferentes tonalidades. Fue capaz de distinguir el rubor y vergüenza en sus mejillas.
─ Esto es muy poco profesional de mi parte, no se suponía que yo me...
─ ¿Pusiera duro gracias a tu amigo? ─ interrumpió el pelinegro, terminando la frase que se suponía y TaeHyung formularía de una forma menos humillante. Bramó disgustado, enredando sus largos falanges en los cabellos de JungKook y tirando de ellos para alejarlo de su rostro; observándolo desafiante.
─ Es una respuesta natural del cuerpo. ─ alegó, fundiéndose en las esferas avellana que, con reticencia, lo escrutaban. El agente le devolvió una sonrisa sátira, asintiendo como si estuviese de acuerdo con él.
─ Entonces, dime ─ JungKook se impulsó hacia adelante, sujetando con mayor firmeza las caderas del menor, enterrándolo en la flácides de su entrepierna. TaeHyung sintió su visión difuminarse ante la acción, vociferando una advertencia ─, ¿por qué yo no estoy erecto todavía?
Touche.
─ No has parado de observar a Lee, ¿cómo podrías? ─ inquirió, negándose a aceptar una derrota. Sin embargo, incluso sus propias respuestas le obstaculizaban la posibilidad de obtener una victoria, pues éstas parecían jugarle directamente en contra.
─ ¿Y no es lo que deberíamos estar haciendo ambos?
─ Pues no soy de piedra, ¿sabes? ─ replicó, cansado de la situación.
─ Yo tampoco lo soy. ─ objetó devuelta, acompasando los movimientos a un ritmo más neutral. El castaño jadeó, desplomándose sobre el hombro de JungKook.
─ Pero eres heterosexual. ─ declaró, zanjando el asunto ─. Si en mi lugar estuviese una mujer, seguramente no podrías contenert-
TaeHyung mordió la comisura de sus belfos, ahogando un grito de sorpresa que se evaporó en su garganta; mostrándose desconcertado cuando las manos de JungKook liberaron sus caderas y apresaron cruelmente sus cabellos, tirando de él para sacarlo de su cálido escondite. Intentó replicar por la brutalidad de su acción, sin embargo, el pelinegro parecía más interesado en observar los labios del castaño como si en ellos fuese a encontrar la respuesta a cada una de sus dudas.
Se removió nerviosamente, sintiéndose acorralado por la mirada áspera y ese brillo extraño en los orbes ambarinos de su amigo. Por instinto, relamió el par de cerezos con un manso intento por ocultarlos de su vista; golpeándose internamente cuando sus miradas se encontraron por un largo periodo de tiempo. O quizá sólo lo había sentido de ese modo, pues JungKook jamás lo había visto de esa forma.
Y, por mucho que deseara negarlo. Más que asustado, se sentía exasperado por sentir lo que JungKook podía ofrecerle con los suyos.
Claro que reconocía el hambre en ellos, pero jamás habían sido dirigidos hacia él, sino a sus conquistas pasajeras y coqueteos circunstanciales que, en sus años de amistad, había aprendido a reconocer.
Desesperado, intentó halar tanto aire como sus pulmones permitieron, advirtiendo el ataque de nervios que lo amenazaba con salir. Y es que la forma en que JungKook lo estaba estudiando, como si esperara un consentimiento para lanzarse sobre él, empezaba a desconcertarlo sin saber qué hacer o decir. Ya ni siquiera se movía sobre él. Estaba más que petrificado sobre los muslos gruesos de su amigo, e inconscientemente esperaba que dijera alguna cosa, inclusive que soltara una risa y se burlara por lo ansioso que lo había puesto. Pero no lo hizo. Y TaeHyung deseó salir huyendo de allí mismo, y mandar a la mierda todo lo que habían logrado hasta ahora.
─ JungKook, ¿Qué está-? ─ exasperado, soltó una risa por la extraña situación. Pensó en decirle que continuaran haciendo lo que habían acordado, y fingir demencia como si esto jamás hubiese pasado. Pero él no parecía estar de acuerdo con sus planes cuando entreabrió sus belfos e inquirió algo que se aferró a la única gota de consciencia que quedaba en su cabeza:
─ ¿Confías en mí?
Y quizá habría respondido esa pregunta sin sentido, con alguna aún más incoherente. Sin embargo, a duras penas logró musitar un «sí» que se ahogó en su garganta, pues, los labios de JungKook ya se encontraban devorando los suyos como si hubiese esperado toda su vida para hacerlo. Y seguramente si tuviese un poco de amor propio, se aferraría a esa idea. Pero no era así. JungKook era heterosexual, y esto no se trataba de deseos retenidos, sino de una operación encubierta y un par de compañeros siguiendo el protocolo de captura hacia el hombre que los observaba desde atrás como si aquel beso fuese el detonante que necesitaba para saciar sus asquerosos pensamientos.
Pensó que debía concentrarse en el azabache y cada uno de sus movimientos.
Pensó que debía concentrarse en el hecho de que estaban allí para retenerlo en el crucero y evitar que huyera hasta que la mañana llegase. Y, entonces, capturarlo por el resto de su miserable vida. Tal como habían estado esperando por más de cinco años.
Pero no podía pensar con claridad, y actuar al mismo tiempo. No, cuando su mejor amigo le estaba jodiendo la boca como nunca nadie lo había hecho.
No, cuando JungKook estaba arrebatándole el juicio con cada beso y chasquido de labios; despojándolo del poco sentido común que todavía podía retener en su quebrantado cerebro, y lo había arrojado por la borda sin siquiera cuestionarle si estaba de acuerdo con ello.
Había desechado la posibilidad de recuperarlo, y éste ya se había sumergido entre las corrientes del océano, perdiéndose en algún lugar lejano.
Pero sabía que no le costaría nada el aceptar que tampoco se vería muy afectado si se trataba de JungKook y sus labios corrompiendo exquisitamente los suyos.
Gimió sin inmutarse ante la idea de que pudiese escucharlo, deshaciendo el enganche sobre su nuca y, tomando su mentón, buscó profundidad en la caliente y dulce cavidad. Exigiéndole entregarse a su sabor y embriagarlo con el suyo.
Entonces se preguntó si esto lo había ansiado desde que conoció a JungKook en aquel parque de atracciones, e indiferente y ciego a considerarlo por miedo a trazar una grieta en su amistad, se había negado a aceptarlo. Porque, siendo honesto consigo mismo; le daba la impresión de que realmente lo había estado anhelando codiciosamente y ahora no tenía las fuerzas para alejarse de él. Y no sabía si eso era algo malo, o extremadamente errado.
Decidió que, si debía arrepentirse, lo haría después.
Y si JungKook se lo echaba en cara, y culpaba de lo que estaban haciendo, se preocuparía más tarde.
Lo único que podía pensar ahora, era que quería más. Deseaba más.
Y, como si el pelinegro hubiese adivinado lo que cruzaba por su mente, separó sus labios con un chasquido delicioso que se burló del alto de la música; pasándola a un segundo plano.
JungKook lo observó con los ojos empañados en deseo y apetito, como si realmente no hubiese engullido bocado en largos días. Y más que aterrado, no hubo cavilad en su cabeza, que no fuesen los belfos extremadamente rúbeos de su amigo. En lo húmedos y orgullosos que se exhibían hacia él.
Sintió el impulso de atraparlos entre sus dientes y retirar los rastros de saliva que escurrían libremente por su boca, pero no lo hizo. Y es que JungKook se veía exquisitamente comestible desde una distancia tan exigua como en la que se encontraban.
No ayudaba el hecho de que su respiración estuviese tan agitada, y sus mejillas coloradas como las de un niño sonrosado; provocando que su polla se endureciera más de lo que ya estaba. Quizá JungKook lo llamaría enfermo y se reiría después por verlo de tal forma. Pero él no tendría por qué enterarse de sus fantasiosos escenarios, donde el miembro de su compañero y él, eran los protagonistas principales.
«Bendito jodido infierno».
No debería estar creando ideas tan pecaminosas con JungKook, ¡Por dios! Él era su amigo de la infancia y colega de trabajo. ¿Qué mierda le pasaba? No importaba cuán excitado estuviese por sentir la dura erección de su compañero en el culo, simplemente era incorrecto el desearlo de esa forma. Estaba mal, era...
Espera.
«¿Su dureza? ¿JungKook está erecto luego de haberme besado?». Se cuestionó a sí mismo.
Una sonrisa se ensanchó en sus labios, devolviéndole una expresión sátira que JungKook supo distinguir rápidamente como burla e ironía. Y TaeHyung notó como sus cejas se curvaban ligeramente hacia abajo, quizá preguntándose el porqué de su repentina socarronería, pero avivadamente fue reemplazada por una mueca de satisfacción cuando se agitó sobre su regazo; tanteando la firmeza que, soberbiamente, se enterraba orgullosa entre sus nalgas.
─ ¿Quién se ha puesto duro ahora? ─ ironizó el castaño, alzando ambas cejas con la diversión moldeada en sus facciones.
JungKook se encogió de hombros, mermándole importancia.
─ Es una respuesta natural del cuerpo. ─ remedó serenamente, y TaeHyung no supo si debía interpretar aquello como una respuesta inteligente o una mofa a lo que él había dicho anteriormente.
Entreabrió sus labios para responder, no obstante, una tos falsa hizo eco en sus oídos; devolviéndolos a la realidad en la que se encontraban. TaeHyung carraspeó con fuerza, avergonzado por haber olvidado aquel detalle. Mientras que JungKook enmudeció para escuchar claramente lo que su compañero indicaba.
─ No quiero interrumpir su debate entre cuál de los dos tiene más reacciones naturales en la polla, pero Lee está saliendo del salón junto a sus hombres.
El pelinegro elevó ingeniosamente la mirada, confirmando lo que YuGyeom había dicho a través del auricular, percatándose del delgado cuerpo que acompañaba a pasos lentos al azabache. Éste le daba la espalda, yendo algunos centímetros delante del menor. Ambos siendo custodiados hasta la salida.
Y cuando TaeHyung estuvo a punto de girar para observarlos, al tanto de que Lee ya había atravesado el umbral; JungKook rápidamente lo hizo volverse hacia él, besándolo una vez más. Sin embargo, ahora lo hacía con un ritmo lento y acompasado a la melodía que resonaba a través de los parlantes. Disfrutó de su sabor, desconcertando al castaño por la repentina intervención.
Depositando un pico sobre sus labios, jadeantes y todavía deshuesados por sus erecciones avaras en la dureza de sus pantalones, lo tomó de las mejillas y dijo:
─ Nos ha lanzado una mirada antes de irse, habría sido muy sospechoso si se hubiese dado cuenta de que nos hemos percatado. ─ explicó ─ . Sobre todo, en estas condiciones.
TaeHyung asintió pausadamente, convenciéndose de que su compañero tenía la razón y que, aquella reacción por parte de JungKook; no había sido con el propósito de besarlo una vez más, si no que quería proteger la operación.
Mordió el interior de su mejilla, tragándose la extraña sensación de decepción.
─ Esperen quince minutos y salgan de ahí. ─ estableció YuGyeom, interrumpiendo el silencio que se había instalado entre ellos. TaeHyung fue el primero en removerse sobre los muslos de JungKook, saliendo de su regazo y sentándose a un costado. El pelinegro lo observó por el rabillo del ojo, acomodándose sobre la silla con las piernas entreabiertas ─. Sana y Nancy se encargarán desde aquí. Buenas noches, muchachos.
Ambos agentes resoplaron al compás, percibiendo la interferencia en el audífono y, posteriormente, la desconexión del pequeño aparato en sus oídos. Lo cual significaba que, durante el resto de la noche, ambos estarían incomunicados. Por supuesto que podían contactarlos en caso de emergencia, aquello era con el único propósito de que tuviesen un poco de privacidad.
Luego de cinco minutos donde ninguno dijo nada, TaeHyung fue el primero en romper ese hueco de incómodo silencio ─ sin contar la música y gritos eufóricos de quienes permanecían en el salón privado ─.
─ Sigo sin comprender cuál fue el sentido de hacer est-
─ Disculpen ─ JungKook reconoció inmediatamente el rostro de la camarera que había hecho presencia frente a ellos, mostrándose nerviosa cuando ambos pares de ojos la escrutaron con curiosidad ─, el señor Lee me ha pedido que les entregara esto antes de que se fueran. ─ declaró, extendiendo un pequeño sobre que el pelinegro recibió enseguida; devolviéndole una sonrisa ─. No sabía si esperar más tiempo, pero los he visto aquí y-
─ Está bien, muchas gracias. ─ interpretó cortésmente el castaño, atrayendo la atención de la mujer. Ella curvó sus labios en una sonrisa tímida, asintiendo antes de marcharse.
JungKook sonrió, carraspeando antes de responder la duda antes expresada por su compañero:
─ Exactamente este. ─ manifestando el contenido del sobre, alzó la llave para ingresar en la suite del azabache. Junto a ella, una carta invitándolos a compartir el resto de la noche en su lujoso camarote ─. Lo tenemos justo donde lo queríamos.
ꗃ
Crucero Royal: 11 horas antes de arribar.
Camarote de Jeon y Kim.
11:15 a.m.
─ Debemos comunicar esto a Chan, JungKook. Si algo sale mal, la operación se irá a la mierd-
─ Escúchame ─ TaeHyung enmudeció, aspirando morosamente para relajarse. Sabía que no pecaba de ignorante. El hecho de que se sintiera tan nervioso, no se comprometía estrictamente a que JungKook planeaba actuar sin la intervención de sus superiores en la CEA. Operar sin supervisión, y ejercer sin siquiera cuestionar, era el legado que habían dejado.
Según JungKook, la impremeditación era una salida rápida y mejor elaborada, en algunas situaciones. Y él no podía engañarse a sí mismo, y detenerse a debatir que su pensamiento era más que errado. No, cuando conscientemente sabía que su amigo tenía razón. El improvisar lo había salvado de sucumbir en distintas ocasiones, y es que, darse a la molestia de esperar una respuesta por parte de Chao; hace tiempo lo habría plantado bajo tierra.
No obstante, esta vez se trataba de algo minucioso y que les costaría años de trabajo. Claro, si es que no terminaban por echarlos a la calle, antes de siquiera disculparse. No había cavilad para equivocarse e ingeniárselas con un as bajo la manga. Principalmente porque no lo había.
Si bien, sólo tenían dos salidas. Y, anticipando lo que diría su compañero, estaban más que sentenciadas sus acciones. Él no cambiaría de opinión, y tampoco le daría el privilegio de anteponerse a buscar más soluciones. E independientemente de que lo hiciera, TaeHyung solo se negaría de buenas a primeras y, posteriormente, se prestaría a seguirle el paso.
JungKook atajó sus pasos, obstaculizándole la posibilidad de llegar al camarote. Sin embargo, tampoco se detuvo a rebatir el por qué de sus acciones. Si no lo conociera tan bien, esperaría impacientemente a que el pelinegro le dijese aquello que cruzaba por su mente. Pero no era el caso. TaeHyung intuía lo que expresaría con sus bonitos labios, y el propósito de repetir aquella pregunta como venía haciendo desde que tenía memoria.
Esa pregunta que le sabía más a un recordatorio de que, las dudas, no debían corroer su cabeza con oscilaciones e inseguridades:
« ─ ¿Confías en mí?».
Sabía que le preguntaría, y no pudo sentirse más tranquilo cuando el roce de las yemas en su mejilla, lo devolvieron a la realidad; concentrándose en los orbes avellana de su amigo. Él sonrió plácidamente, entrecerrando sus ojos en dos pequeñas medialunas. Viéndose contagiado por la calma y seguridad de JungKook, le devolvió el gesto con una palmada en el hombro.
─ ¿Confías en mí, TaeHyung?
Bien, no se había equivocado. Mas no esperaba que esta vez se sintiera diferente por el tono de voz que había utilizado. Como si verdaderamente sospechara que su respuesta sería un «no» absoluto.
¿De verdad podía esperar una negativa de su parte?
Ciertamente lo hacía. Y más allá de confiar en la profesionalidad de su compañero, lo hacía como amigo. No dudaría ni un segundo en poner su vida en las manos de JungKook. TaeHyung confiaba en él, inclusive más que en sus cercanos allegados. Y sabía que él pensaba de la misma forma, porque ellos eran uno mismo.
No podía imaginar siquiera el estar lejos del pelinegro. No, sin antes haber movido cielo, mar y tierra para encontrarlo, y encadenar sus cuerpos para que nadie pueda volver a separarlos.
TaeHyung curvó sus labios en una tímida, e irónica sonrisa, estrechando su empuñe en el hombro de JungKook.
─ ¿No te ha quedado claro en el salón, cabronazo? ─ infirió, robándole una risa al mayor.
─ Bien podrías ser un excelente actor, ¿cómo podría saberlo? ─ devolvió JungKook, concibiéndole la burla.
─ Podría serlo ─ manifestó con un encogimiento ─, pero tú no te quedas atrás, eh. Chico hetero.
El pelinegro bufó sonoramente, negando con un movimiento de cabeza antes de retirar el gancho sobre su hombro y darle la espalda una vez más. El más alto sonrió cuando JungKook trazó sus pasos con firmeza, renovando el camino hasta la cómoda que compartían.
Relamió sus labios, dispuesto a retomar el tema sobre Lee. Siguiéndole el paso a unos cuantos centímetros de distancia, carraspeó su garganta antes de hablar:
─ Respecto a la operación. ─ disputó, serenamente ─. Creo que sería conveniente avisar por lo menos a YuGyeo-... ─ el moreno resopló, gruñendo con fuerza. Y TaeHyung se interrumpió a sí mismo una vez más, sintiendo la incomodidad en su garganta como si aquel bramido hubiese sido producido por él; casi pudo concebirlo de esa forma. Expresó su disgusto arrugando el entrecejo y, pese a que JungKook no podía verlo, no pudo evitar que la curiosidad se sembrara en sus facciones ante el repentino malestar de su compañero ─. ¿Qué pasa?
─ Creí que habías dicho que confiabas en mí ─ expresó el pelinegro, girando sobre sus talones para encontrarse con el menor de nueva cuenta. TaeHyung frenó de golpe, cubriéndose con sus brazos para no chocar con el pecho de JungKook cuando éste se cerró en su camino. Desconcertado por la saña en sus palabras, entreabrió sus ojos con recelo ─, ¿o tal vez no entendí bien entre tantos gemidos que soltabas allá dentro? ─ remató, irónicamente. El castaño luchó por no ruborizarse ante su interrogativa.
─ ¿De pronto te has vuelto un idiota? ¿qué pregunta tan estúpida es esa? ─ rebatió a la defensiva, parándose correctamente sobre sus pies ─. Sabes perfectamente que esto no se trata de confianza.
JungKook bateó los hombros, disminuyéndole importancia.
─ Sin embargo, sigues insistiendo con lo mismo una y otra vez. ─ aludió, tanteando sus bolsillos en busca de la llave. TaeHyung oprimió sus labios, acechando los movimientos del pelinegro.
—Tampoco está de más el seguir las reglas por una vez en tu vida. —objetó, atrayendo su atención.
─ Sabes cuál será la orden de Chao si lo consultamos con él, Kim.
TaeHyung se quedó en silencio, notando hasta entonces que habían llegado al camarote. El pelinegro se hizo a un lado cuando retiró el seguro de la puerta, invitándolo a pasar primero.
─ ¿Y qué hay malo? El plan está en orden ─ respondió, pasándole por un costado para cobijarse en el interior de la habitación. Los pasos de su compañero lo siguieron por detrás ─ , todo lo que acordamos tiene el sentido como para llevarlo tal como fue pensado antes de abordar el barco.
─ ¿Qué pasa contigo? ─ inquirió sin mirarlo ─. ¿Desde cuándo te importa tanto seguir las órdenes de Chao? Siempre estás buscando razones para fastidiarlo, y ahora insistes en mantenerte firme a lo que él dice.
El castaño observó la espalda ancha de su amigo, mientras éste cerraba la escotilla de madera. Mordió el interior de su mejilla, tragándose el impulso de expresarle que tenía una mala impresión de lo que podía pasar si continuaban con su plan improvisado. Aguantó la incertidumbre que aguijoneaba dentro de él, alarmándolo ante el posible resultado que traería como consecuencia.
Pero no dijo nada, porque sabía que aquella desconfianza se debía a él, y a nadie más.
Se sentía como un cachorro inofensivo a un lado de la convicción y seguridad de su compañero. Y realmente deseaba contagiarse un poco, porque JungKook no daría su brazo a torcer a pesar de lo que él dijera.
─ Solo creo que podríamos intentarlo ─ replicó, encontrándose con los ojos avaros del moreno cuando éste se giró en su dirección ─, no se trata de cualquier misión, JungKook. Lee ha sido uno de los delincuentes más seguidos por la CEA. ─ encomendó, sintiéndose extrañamente más acalorado de lo habitual ─ Por nosotros, ¿recuerdas? Han pasado cinco años, y por fin tenemos la oportunidad justo delante de nosotros, ¿Por qué echarlo a perder?
JiMin ladeó ligeramente su rostro, recargándose serenamente sobre la puerta con los brazos enganchados a la altura de su pecho. El castaño tomó aire, virando los ojos hacia cualquier otro lado que no fuesen los músculos firmes de su compañero.
─ ¿A qué le temes, TaeHyung? ─ cuestionó el pelinegro, buscando los orbes nerviosos del menor. Sin embargo, éste parecía más interesado en observar cualquier cosa en el camarote que no fuese el rostro de su amigo.
«¿A qué le temo?».
Quizá la respuesta era simple. Justificarse a través de su desconfianza e inseguridad por estropearlo, habría sido suficiente para comprar a su camarada. No obstante, el ardor en su sangre, expandiéndose como un rubor en su piel nívea; no sería congruente si manifestaba esa excusa, con las reacciones de su cuerpo.
«Confío la llave de mi camarote en ustedes.
Deseo y acepten mi propuesta, pues estaré
anhelando su llegada.
Lee TaeMin.»
¿Propuesta?
¿Qué es lo que podría pasar allí dentro? Estarían diez horas encerrados en la alcoba de ese delincuente, con una propuesta abierta y en espera de respuesta. ¿Lo atacarían al quedarse solos y lo vigilarían hasta las nueve? Sería muy arriesgado. En cualquier momento podrían buscarlo, y entonces todo se iría a la mierda. No habría valido la pena en lo absoluto.
¿Qué demonios esperaba JungKook que sucediera al aceptar?
Acalorado, zarandeó su rostro, retirando la chaqueta de sus hombros y lanzándola hasta una de las camas individuales que compartía el camarote. JungKook, quien aún esperaba una respuesta por parte del castaño, lo observó mientras éste se agitaba en la alcoba. Y, pese a que le daba la espalda en ese momento, cuando el menor se removió ligeramente hacia un costado; su playera descendió por su espalda unas pulgadas más abajo, exhibiendo la palidez del largo cuello.
El pelinegro relamió sus labios, advirtiendo las pequeñas manchas rojizas y violetas que cubría el arco de su cuello y nuca. A su mente volvió el recuerdo de sus dientes aferrándose a la carne dulce de su amigo; rememorando la sensación en su cuerpo, con cada convulsión y jadeo que el castaño emitía, y que, en ese momento, lucho por no prestarle demasiada atención. Sin embargo, muy en el fondo reconocía que le habría resultado imposible, sino fuese porque tenía a Lee delante suya.
Fue consciente de cada movimiento, gemido y expresión. Y por cada extraña sensación que TaeHyung provocó en él, pensó en los asesinatos y agresiones que el azabache había hecho a lo largo de ese tiempo.
Quizá había sido muy hipócrita al mofarse de la situación, pero confesar que había sentido la intensa necesidad de joderlo ahí mismo y arrancarle esos gemidos que tanto procuró ahogar con cada mordida de labios; no era algo que estuviese, o llegase a estar entre sus planes a futuro. Él no necesitaba saber eso.
Ya se sentía lo suficientemente orgulloso con aquel recuerdo que, por lo menos en varios días, no se borraría de su piel. Y, aunque a TaeHyung seguramente no le causaría ninguna gracia al percatarse de ellas, creía que valía completamente la pena el soportar sus gestos de fastidio y rabia dirigidos hacia él.
Si TaeHyung intentaba molestarse con él, podría respaldarse con la misión y asunto zanjado.
Después de todo, no era del todo mentira.
«¿Y ese beso? ¿También fue parte de la misión?».
─ ¿Qué pasa si él se ha dado cuenta de nuestras intenciones y nos está tendiendo una trampa? ─ JungKook resopló, agradecido por la interrupción de sus pensamientos. El castaño se volvió hacia él ─eludiendo la pregunta que anteriormente le había hecho─, para hacerle frente con la esperanza de utilizar aquella última carta, como posibilidad de hacerlo cambiar de opinión. Sin embargo, el pelinegro se incorporó sobre sus pies y se acercó con una sonrisa trazada en los labios.
─ Entonces no seremos los únicos jugando sucio. ─ devolvió el mayor, palmeando su hombro con firmeza. TaeHyung viró los ojos cuando el contrario le pasó por un costado, tumbándose en la cama con los brazos sirviéndole como un soporte en el colchón.
─ Sí, y por estos juegos nos han tachado en varios casos. ─ declaró. JungKook soltó una risa, encogiéndose de hombros.
─ ¿Y no han salido bien a pesar de eso? ─ TaeHyung decidió fingir no haberlo escuchado, sentándose en el borde de la cama para retirar sus zapatos.
Pues era cierto, a pesar de que, en más de una ocasión los terminaron exhortando de las misiones por arriesgarse a improvisar; ninguno había fallado. No obstante, eso no le restaba el peso a hacer lo mismo esta vez. Equivocarse podría costarles el trabajo.
Incorporándose para observarlo, liberó un suspiro, rindiéndose.
─ Bien, ¿Qué tienes en mente?
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