Introducción

"I'll spend forever wondering if you knew I was enchanted to meet you"

—Enchanted - Taylor Swift

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A pesar de que la expresión de Arthur permaneció tan estoica como dictaba su rutina, internamente estallaba en él una felicidad creciente que bien tenía potencial para hacerlo chillar y brincar en un pie.

Pero, ninguna reacción era lo suficientemente digna para expresar el suceso más novedoso, el logro familiar más reciente: su pequeño y único hijo había recibido una invitación a una fiesta infantil. ¡Su primera invitación a una fiesta a los cuatro años! Toda una hazaña, considerando que su debut como matrimonio fue hace pocos años y habían tenido que mudarse de residencia varias veces hasta que su esposo, el imponente alfa Paul, balanceara sus ocupaciones con su nueva familia. Lograron asentarse permanentemente hace apenas unos meses, pero pocas familias vecinas se habían interesado en ellos; ni su nombre ni el de Paul eran precisamente famosos por ningún motivo.

Sin embargo, su hijo Chuuya, por otro lado, daba muchísimo de qué hablar. El niño era un encanto, tanto interna como externamente. Paul se había encargado de inculcarle etiqueta por sobre todo lo demás y, a pesar de ser tan pequeño, ya era considerado un mini caballero por cualquier que lo conocía; siempre saludaba y se presentaba con una reverencia, aún si su habla era torpe todavía. También era un niño muy enérgico que sabía en qué momentos mantenerse sereno, cuándo debía hablar y cuándo no, con quiénes podía hablar y cómo debía dirigirse a ellos. Todo eso sumado a su imagen aún envuelta en dulzura e inocencia infantil, con cabellos pelirrojos esparciéndose en rizos por toda su cabeza; ojos grandes y tan azules que reverberaban bajo el sol; y pestañas cobrizas que casi se perdían entre la lividez de su piel.

A Arthur ya se lo había mencionado su propia madre y la madre de Paul: Chuuya sería un omega. Él y su esposo estaban casi seguros también, aunque no aprobaran mucho la idea. A Paul le disgustaba en demasía la imagen de que en algún futuro un alfa llegara a tocar las puertas de su casa para solicitar algo tan infame como casarse con su preciado primogénito...

La fiesta sin duda podría ser un gran inicio incluso para eso. Chuuya conocería a más niños, y él conocería a más padres; siempre había la posibilidad de un buen entendimiento y quizá un arreglo que podría ir progresando con el paso del tiempo.

¡Esa invitación era una completa bendición!

—Es tu deber mandar a confeccionar más ropa para el niño. Debe lucir excepcional, es su primera fiesta.

Paul asintió vagamente mientras sostenía entre sus manos la invitación, leyéndola atentamente. A su lado, Chuuya miraba con curiosidad el pergamino, aunque no entendiera correctamente lo que anunciaba.

—¿Fukuzawa? No lo había oído antes... —murmuró meditabundo—. Me sorprende que no lo hayas oído tú tampoco. Siempre andas parloteando con los vecinos y llevándote al niño de un lado a otro.

Arthur entrecerró los ojos al tiempo que gruñía por lo bajo. Su objetivo con esos encuentros siempre fue presumir a su hijo con los demás y ese tono burlón que el alfa usó no le hacía gracia.

—Hace unos días oí que una de las villas del otro pueblo sería habitada pronto. Quizá son nuevos por aquí y buscan darse a conocer con la fiesta.

—Es una buena conjetura —concordó, doblando la carta cuidadosamente para guardarla en uno de los bolsillos de su chaleco—. Debemos enseñar a Chuuya de una vez cómo deberá comportarse en esa fiesta.

—¿Vamos a salir, papá?

Era natural que Chuuya ya relacionara la palabra "comportamiento" con ir hacia algún lugar.

—Sí, pero no ahora —explicó tomándolo bajo las axilas para cargarlo hasta su regazo.

—¡Irás a una fiesta y conocerás a muchos más niños! —Arthur le secundó usando ese tono vigoroso que solamente usaba con su bebé—. ¡Te va a encantar!

Aunque el menor aún no conociera el significado exacto de una fiesta, la emoción de sus padres se contagiaba a él, así que sonreía y reía con júbilo por sus actitudes.

Tener tres hijos pequeños, un omega embarazado y una fiesta que organizar, era sumamente complicado. Un par de manos ya no le bastaba para aplacar las constantes demandas de sus pequeños durante el día, y que a esto se le sumara la atención que su omega requería, y complacer el deseo de una gran fiesta para presentar a sus hijos con el resto de los niños de la zona... Yukichi se preguntaba si existía alguna forma de dividirse.

—¡Papá, Ranpo no nos lee correctamente!

—¡No me gusta este libro! Es aburrido, ya sé cómo va a terminar.

—¡Sólo lee!

Ranpo y Akiko discutiendo por un algo banal. Ahora sí su día estaba completo.

—¡Lee tú, entonces! Se supone que ya sabes, ¿no?

Yukichi suspiró, resignado a abandonar su escritorio con las invitaciones a medias para intervenir en las disputas de sus hijos. Los gritos no debían alcanzar a Ougai descansado en su habitación, o le causaría estrés innecesario.

—Ranpo, eres el hermano mayor. Les lees a tus hermanitos para enseñarles, y debes ser un ejemplo para ellos.

Akiko le ofreció una mueca burlona que ni siquiera se molestó en disimular. Ranpo se cruzó de brazos, agachando la mirada con disgusto.

—Aunque, sí es verdad que ya sabes leer, Akiko. O ya deberías saberlo en gran parte.

Las expresiones de los niños se intercambiaron. Akiko, más nerviosa ahora, pellizcaba sus dedos entre sí sobre su abdomen.

—Es tu turno de leerle a Osamu, ¿no lo crees? Ya que al parecer Ranpo no está interesado en la lectura.

—No, no lo estoy —declaró sin vergüenza—. Es muy fácil adivinar el final, así que no quiero leerlo.

Osamu, el más pequeño de los hermanos, se mantenía impasible observando a cada uno cuando hablaba. A Yukichi muchas veces le inquietaba lo inexpresivo y taciturno que podía llegar a ser para alguien tan pequeño, pero Ougai lo desestimaba alegando que solo era un niño callado en medio del ambiente escandaloso que provocaban Akiko y Ranpo.

—¡Bien! No lo hagas —Akiko espetó con molestia genuina ahora—. Vámonos, Osamu. Nosotros leeremos afuera.

Tomó la mano del más pequeño y prácticamente lo arrastró hacia afuera, aunque Osamu simplemente dejó que lo llevaran.

—Adiós, papá —agitó una manito en el aire, despidiéndose del adulto, quién sonrió y le imitó el gesto mientras les pedía que no se ensuciaran mucho.

Cuando estaba por reanudar su actividad, notó a Ranpo contemplando las invitaciones ya terminadas y leyéndolas con cuidado.

—¿Vas a invitar a tantos niños?

—Así es. —Volvió a sumergir la pluma en el tintero—. Su papá quiere que cada uno tenga un grupo para relacionarse. Habrá niños y niñas de varias edades.

Fue evidente el disgusto que provocó en Ranpo la noticia. Socializar no era su fuerte, y siempre parecía aterrarle las interacciones con otros niños de su edad, pues siempre resultaba siendo "el rarito" de cualquier grupo al que se le incorporara. Además de que el niño no tenía ningún tipo de tacto o decoro al decir cualquier cosa, lo que usualmente acababa en incordias tanto con los hijos como con los padres.

Akiko era la más expresiva y extrovertida de los tres. A pesar de ser dos años menor, generalmente era ella quién estaba adelante en las conversaciones e incluía a su hermano de alguna forma para que le permitieran jugar también. Yukichi tenía fervientes esperanzas de que fuera ella la encargada de ayudar a sus hermanos a convivir con más niños durante la fiesta.

—Si llega a ser demasiado para ti, podrías ayudarme con los más pequeños. También invitaré a un par de niños de tres y cuatro años para que Osamu jugara con ellos.

Esta vez la sonrisa de Ranpo resplandeció de alegría. La oferta de "una tarea importante" donde podría alejarse de todos los niños y adultos a los que alegaba no comprender, lo alentaba a participar. Yukichi había sido informado previamente por Ougai sobre la renuencia de Ranpo a incluirse en la fiesta. Aparentemente, Ranpo se quejó con su papá omega sobre no querer estar en ninguno de los dos lados (Si no estaba con los niños, debía estar con los adultos y viceversa, o al menos esa fue su lógica) y le pidió de forma muy insistente ausentarse de casa ese día. Para Ougai fue un rotundo no, pues el objetivo de la fiesta era que se presentaran con más familias y niños que, en un futuro, posiblemente podrían incluso ser candidatos a matrimonios.

Yukichi no pensaba de forma tan pragmática y él sí quiso interponer la comodidad de su hijo por encima del objetivo de la fiesta.

—¡Sí, papá, yo ayudaré con los bebés! Los vigilaré y cuidaré.

—Muy bien —concedió con cierto tono animado, aun en su tarea de seguir escribiendo invitaciones—. Pero, también debes tratar de jugar con tu hermana y los demás niños, ¿está bien?

—Está bien.

Era un trato justo.

El día de la fiesta Arthur dejó de lado a la institutriz que se hacía cargo de Chuuya y a cualquier sirviente que hubiera querido intervenir. Él mismo se hizo cargo de toda la preparación de inicio a fin de Chuuya; desde su cabello hasta sus zapatos. Toda la vestimenta de fina tela y especialmente confeccionado para su participación de ese día: pantalones negros, sostenidos por tirantes que recorrían sus hombros sobre la camisa de vestir de pulcro blanco, adornada con una pajarita que ya había estresado a Chuuya apenas cinco minutos posteriores a su estreno, y casi terminaba hecha jirones. Su cabello ya era lo suficientemente largo como para atarlo en una coletita con un lazo de vivaz azul que armonizaba con sus ojos.

Era perfecto. Simplemente todo lo mejor que podían costearse para su primer y único hijo.

La residencia de los anfitriones era esplendorosa. Grande, sofisticada, salpicada de colores llamativos provenientes de la cuidada jardinería que abarcaba casi todo el patio delantero. Tanto Arthur como Paul supieron discernir el nivel influencia que esa familia debía tener, y se emocionaron aún más porque su niño se relacionara con los niños que vivían allí.

Antes de entrar ya podía oírse la suave, pero animosa música proveniente del Interior junto a voces distantes. Apenas se asomaron en el lugar y la puerta ya había sido abierta para ellos por dos sirvientes que esperaron solemnemente a la par a que entraran. No tardó mucho en aparecer quién supieron adivinar era el anfitrión, el alfa del hogar.

—Buen día, señor Fukuzawa. Agradecemos su amable invitación. Estamos realmente encantados de estar aquí. —Paul estrechó su mano con el alfa al tiempo que se inclinaban en una reverencia—. Permítame presentarle a mi esposo omega, Arthur. Y él es mi único hijo, Chuuya.

El omega se inclinó en una reverencia, y esa fue la señal para que el pequeño se forzara a abandonar el escondite tras su papá y tratara de enderezarse frente a la dura mirada del señor Fukuzawa.

—Bu... Buen día, señor Fukuzawa —empezó algo tartamudeante, pero consiguió mantenerse—. Mi nombre es Chuuya. Es un placer conocerlo.

Fue demasiado notorio lo encantado que resultó Yukichi con tal nivel cortesía usualmente impropia para un niño tan pequeño.

Arthur río jactándose del impacto que su niño siempre causaba.

—Su casa es verdaderamente preciosa, señor Fukuzawa. Su omega ha hecho un trabajo estupendo.

—Le comentaré sobre el halago a su trabajo, y déjeme agradecerle en su lugar. —Fukuzawa se inclinó—. Y, por favor discúlpenlo por no estar presente en este momento. Él está indispuesto ahora.

Eso era algo indecoroso. Arthur y Paul chismearían entre sí sobre eso después.

Mientras ambos adultos respondían que seguramente debió ser una causa de fuerza mayor el motivo de su ausencia y que no requería disculpas, cuando uno de los sirvientes volvió con dos niños. Uno de ellos tenía una mueca de hastío que ni siquiera se molestaba en disimular.

—Permítanme presentarles a mis hijos —Yukichi empezó y volteó hacia los niños, anunciándoles que la siguiente parte le tocaba a ellos pues ya eran lo suficientemente grandes para presentarse solos—. Niños, ellos son los Verlaine. Él es el señor Paul, y él es su esposo omega, el señor Arthur. Y su pequeño hijo Chuuya.

—¡Buen día! —la niña exclamó con efusividad—. Mi nombre es Akiko. Por favor, siéntanse cómodos aquí y esperamos que disfruten la fiesta.

Tan grácil como bonita, se inclinó en una reverencia sin dejar de sonreír a sus invitados. Arthur y Paul respondieron al saludo con el mismo carisma que ella les contagió. Obviamente, Yukichi se mostró complacido por su actitud.

—Buen día —el niño le secundó, aunque con dejes más serenos y casi atropellados—. Mi nombre es Ranpo. Mucho gusto en conocerlos, por favor sean bienvenidos.

Más alicaído y más forzado, pero a fin de cuentas cortés. Nuevamente volvieron a responder con un respectivo agradecimiento. Esta vez Yukichi pareció aliviado y trataba de sonreírle de forma alentadora al pequeño.

—Tengo otro hijo más pequeño, pero suele ser tan escurridizo...

Volteó hacia sus niños mayores, y de pronto Osamu estaba asomando su cabeza detrás de Akiko. Esa súbita aparición casi descompone a Yukichi, pero mantuvo la compostura ágilmente y se aclaró la garganta antes de hablar.

—Él es Osamu, el más pequeño por ahora.

Ese niño fue incapaz de salir a saludar mínimamente, o siquiera enderezarse frente a sus invitados. Paul se jactó de esa diferencia de habilidades entre ese niño y su propio hijo.

Quizá únicamente Ranpo fue el que notó la curiosidad con la que los dos más pequeños se miraban y no desaprovechó la oportunidad para empujar a su hermano fuera de su escondite y exhibirlo frente a los nuevos invitados. Claramente Osamu se cohibió por tanta atención repentina, y Yukichi tuvo que intervenir antes de que el pequeño saliera corriendo, disimuladamente despejando la entrada para que sus invitados ingresaran a la sala donde se desarrollaba la fiesta.

Y así Ranpo consiguió su brecha perfecta para escabullirse silenciosamente hacia el establo y permanecer allí el resto de la fiesta. Estaba dispuesto a aguantar todos los regaños que esto conllevaría.

Una pequeña orquesta estuvo tocando música animada para los niños, quienes se divertían entre ellos con juguetes que Akiko había traído furtivamente de su habitación (y la de Ranpo) y teniendo un par de recesos dónde los sirvientes les ofrecían galletas y ponche de frutas.

Hubo una función de marionetas que, aunque fue para todos, fue un espectáculo más dirigido a los más pequeños que eran Chuuya, Osamu, y otra pequeñita de tres años que habían recibido poco después. Chuuya definitivamente se maravilló con la obra y participó al máximo, sonsacándole varias sonrisas a sus padres que contemplaban desde el área destinada exclusivamente para el descanso de los padres mientras aún podían vigilar a sus hijos.

La niña, Yuan, aunque más calmada también disfrutó la función y lo demostró. Sin embargo, para Osamu ni siquiera los vitores de su hermana mayor hechos con el afán de contagiarlo, sirvieron para subir un poco su ánimo. La participación de Akiko fue clave para que los niños más grandes también gustaran de la función, pues sacaba comentarios ocurrentes y reía con efusividad, siempre tratando de incluir a su hermanito; pero a leguas el niño denotaba no estar cómodo entre tantas personas nuevas.

Ni siquiera Yukichi pudo hacer nada porque tuvo que excusarse para empezar a buscar a Ranpo.

Consiguió traerlo, aunque notoriamente de mal humor y forzado a convivir en la fiesta, a pesar de que su padre lo había traído con la excusa de "cuidar de los pequeños durante el descanso", porque esa era una tarea que Ranpo gozaba más que convivir con otros niños de su edad.

Mientras los menores comían sus bocadillos, los adultos sacaron a colación el tema imprescindible que siempre se llevaba a cabo en cualquier reunión de padres.

—¿Qué opciones tienen sobre las futuras castas de sus pequeños?

—Aunque yo no sepa fundamentar mis conjeturas, mi esposo era médico y siempre fue muy certero pronosticando castas —Yukichi opinó—. Desde que Ranpo tenía dos años daba por seguro que será un omega, así que tuvimos otro hijo. Tiene muchas expectativas en que nuestra pequeña Akiko sea una fuerte alfa, y yo también. Es el mismo caso para Osamu, Ougai da mucho crédito principalmente a él; es un pequeño mimado.

—Nosotros tampoco sabemos dilucidar con exactitud la futura casta de Chuuya —secundó Paul—. Pero, opiniones ajenas alegan que será un omega.

—¿Osamu y Chuuya no tienen la misma edad? Podría nacer algo agradable de allí —Arthur comentó con evidente deje sugerente que Yukichi supo captar.

—Estoy seguro de que se llevarán muy bien durante la fiesta.

Y allí estaba la confirmación. Aunque la conversación no siguió esa dirección, Arthur sabía que iría por buen camino si lograba mantener una verdadera buena relación entre los niños, una que profetizara una union más profunda en el futuro. La familia Fukuzawa denotaba a leguas su riqueza y sería extremadamente beneficioso para su hijo comprometerse con un futuro alfa acaudalado.

La clave era mantener las relaciones en esa perfecta armonía con la que llevaban hasta ahora.

Yuan no hacía otra cosa más que abrazarse a las muñecas que Akiko le compartía y contemplar con fascinación el juego de té de madera que un grupo de niños usaba para replicar cómicamente el área de adultos.

Chuuya creía que ella no era divertida. Ni tampoco el niño callado que apilaba bloques aislado de los demás; pero al final ésto se veía más interesante. Lo observó por un par de minutos, sentado frente a él y Osamu no se turbó por la nueva presencia, ni siquiera se molestó en alzar la cabeza para mirarlo. Siguió enfocado en la hilera de bloques (del mismo color) que armaba y desarmaba a su antojo.

—¿Puedo jugar?

Osamu finalmente lo miró solo un segundo y reanudó su actividad.

—Sip.

Chuuya sonrió y tomó bloques de la pila que Osamu no usaba para ensimismarse en su propia construcción. De vez en cuando se fijaba en la manera en la que el otro niño jugaba de manera tan extraña, ordenando los bloques por color y forma, apilándolos de manera muy ordenada y armónica. Chuuya empezó a comparar el estable muro hecho a bases de bloques azules, con su inestable torre de cuadrados y rectángulos desproporcionados que amenazaban con derrumbarse, pero era de varios colores.

El suyo por supuesto era el mejor.

—¿Eres un omega?

Chuuya se emocionó un poco cuando Osamu mostró interés en hablar con él.

—¿Qué es eso?

—Significa que vas a tener bebés.

Era un concepto replicado que oyó a Ougai decirle a su hermano mayor una vez. Ese día ahora es muy prominente en sus memorias, pues hubo una discusión algo fuerte entre sus papás porque a papá Yukichi no le gustaba que Ougai hablara sobre eso de esa manera específica.

Aunque poco sirvió la disputa porque apenas horas después Ougai obtuvo tiempo a solas con Osamu con la excusa de dar un paseo por el campo, y le conversó varios temas, incluyendo principalmente el rol de los alfas, betas y omegas.

"—Los omegas tienen el deber de tener bebés para su alfa, ¿entiendes? Para que puedan formar una familia. Por eso debes asegurarte de elegir un buen omega en el futuro, porque él o ella llevará a tus hijos."

Era un tema demasiado complicado para la tierna mente de un niño, pero Ougai siempre buscó insertar sus ideas de cualquier forma posible.

"—¿Entonces soy un alfa?"

"—Tienes que serlo. —Sonó más como una orden—. Tu hermano será un omega, así que necesitamos que tú y Akiko sean la imagen del futuro de nuestra familia."

"—¿Por qué él es un omega?"

"—Oh, eso es más fácil de lo que se aparenta. Él es un niño lindo, ¿no es así? Es pequeño y no habla mucho con otros niños; usualmente son las características de los omegas."

Ougai había tomado una de sus mejillas en sus manos y la había apretado con suavidad. Si ese apretón se potenció al punto de provocarle dolor un par de segundos, Osamu no dijo nada.

"—Tú vas a ser un alfa, ¿me oíste? Vas a ser el futuro de nuestra familia."

A pesar de su edad, el niño fue capaz de reconocer el deje de advertencia en la voz de su progenitor.

—No voy a tener bebés. —Chuuya arrugó la nariz con disgusto—. No quiero.

—Mi papá dice que debes hacerlo —alegó olvidando sus bloques y dedicando su completa atención al niño pelirrojo—. Porque eres un omega.

—No soy un omega —insistió denotando como su molestia crecía.

—Sí lo eres. Eres pequeñito y... —Osamu intentó buscar la palabra que se adecuara, sin tener que usar "lindo", como había dicho su papá—, mmmh ¡suave, sí!

A Chuuya ni siquiera le importó el adjetivo final, él ya se había enfurecido desde el momento en que ese niño se atrevió a llamarlo "pequeñito". Ya tenía suficiente con su papá Paul y todos los adultos que lo llamaban así mientras le apretaban las mejillas y le manoseaban el cabello.

—¡No me llames así! —Se puso de pie para denotar cuan en serio hablaba.

—¿Por qué no? Lo eres. —Él también se puso de pie para igualarlo—. Eres pequeñito y suave porque eres un omega, y te casarás de blanco y tendrás bebés para tu alfa y estarás siempre en casa.

Ni toda la cordialidad y los modales que Chuuya había aprendido a su corta edad bastaron para aplacar su arrasadora ira propia de un niñito de cuatro años. Por un minuto olvidó que era un invitado y que debía ser respetuoso con sus anfitriones, y se abalanzó sobre Osamu tumbando todos los bloques en medio; resultando en una dolorosa caída para ambos sobre ellos.

—¡No vuelvas a decir eso! —Chuuya exigió agarrando las solapas de la camisa del otro, arruinando la prenda.

—¡Pero, es la verdad, pe-que-ñi-to! —Osamu se defendía empujando la cara del pelirrojo con sus manos y moviendo sus piernas con vehemencia para tumbarlo a un lado.

Logró quitarse a Chuuya de encima, y antes de permitirle moverse de nuevo, prácticamente se arrojó hacia él para atrapar entre sus manos el cabello pelirrojo que había conseguido seguir atado en el lazo. Chuuya intentó liberarse, pero cualquier movimiento solo le generaba dolor y aunque intentó patear a Osamu, éste tenía sus dedos muy aferrados a su cabello.

—¡Ay, ay! ¡Papá, papá! —finalmente lloriqueó por ayuda.

Akiko, que estaba más cerca, actuó más rápido obligando a su hermano a soltar al niño de un manotazo.

—¡Oye, eso no se hace!

Se escuchó el resoplido de Ranpo, que quería reprimir una risa.

Para cuando Arthur llegó, Chuuya ya se había soltado a llorar, y Akiko entró en pánico porque sabía quién había sido el responsable del pleito.

—¿Qué pasó, Chuuya? ¿Por qué lloras? —Por mucho que Arthur intentara disimular su enojo, era imposible—. ¡¿Por qué nadie estaba atento a ellos?!

Y, aunque se suponía que también debía haber sirvientes a disposición para la vigilancia de los niños, la acusación recayó en la niña más cercana.

—¡Ranpo, tú debías estar aquí! —Fue su única salida.

—¡¿Yo?! ¡Papá dijo que debía incluirme en las actividades también y eso hacía!

Paul no quiso armar un escándalo, pero con Arthur ya tenían suficiente para acallar a todos con sus exigencias sobre obtener una explicación de por qué su hijo lloraba a lagrima viva y se veía como si hubiera estado rodando en el suelo por media hora. Yukichi intentó calmar el asunto ofreciéndole compensaciones, pero nada era suficiente.

Aunque Chuuya no quería hablar y prefería estar escondido en el cuello de su papá, Akiko tuvo que confesar lo que había visto para poder llegar a una solución más rápido.

—No armemos escándalos innecesarios. Son sólo peleas de niños —Paul decidió intervenir—. Mientras su hijo se disculpe con el nuestro, estará todo bien.

Arthur quiso objetar, pero tuvo que conformarse.

—Por supuesto. Permítame expresarles mis más sinceras disculpas a mí también —Yukichi respondió con una reverencia. Detrás de ellos, Ranpo y Akiko en la misma posición—. Osamu, pídele disculpas a...

Pero el niño ya no estaba.

Por supuesto que el humor de Ougai era pésimo ese día. Hasta hace unas horas, Ranpo había seguido insistiendo con ausentarse de casa en lo que transcurría la fiesta, y él no tenía la misma paciencia de Yukichi. Sumado a que el ruido de abajo lograba traspasar las paredes hasta su habitación y todo el escándalo de la música y las agudas risas llegaba hasta él. Estaba cansado.

A pesar de ya haber pasado por tres embarazos antes, nunca terminaría de acostumbrarse a la enorme carga que era caminar con ese peso, y cada año parecía volverse más complicado con más niños a los cuales prestarle atención.

—¡Papá!

Y por supuesto nunca acababa.

En la nueva casa, Ougai había demandado tener un salón para él sólo además de su habitación compartida con su alfa. Era una habitación exclusiva para él, con nada más que muebles y libreros. Se suponía que todos en casa tenían claro que cuando se encerraba allí nadie debía molestarlo, ni siquiera sus hijos. Yukichi tenía el deber de controlarlos, y parecía ser adecuado debido al enorme apego de Ranpo y Akiko por él, pero Osamu aún era tan pequeño como para seguir necesitando el aroma de su papá omega, y seguía buscándolo para cualquier nimiedad.

—¡Papá!

Y ahí estaba llamando a su puerta.

—¿Qué pasa, niño? —preguntó desde adentro, con notoria voz cansada.

—Ábreme.

—Sabes que no puedes estar aquí. Regresa con papá, anda.

Entonces lo escuchó gimotear e inevitablemente se ablandó. Apenas abrió la puerta, el niño se aferró a la tela de su pantalón, pegado a uno de sus muslos para evitar el enorme estómago de embarazo que se interponía.

—Ya te he dicho que no debes llorar —le advirtió con severidad presionando su mano contra los rizos castaños.

—No estoy llorando —replicó, aunque con voz algo lastimera.

—Regresa a la fiesta, eres uno de los anfitriones y tienes que estar allá —Ougai comenzaba a exasperarse—. ¿Dónde está papá?

Osamu no quería hablar, ni mucho menos despegarse de su ropa. Definitivamente se arrepintió de abrirle la puerta.

Por fortuna, Ranpo apareció, y era muy seguro que estaría buscando a su hermano.

—¡Ah, aquí estás! Papá te está buscando. Está molesto, no debiste irte.

Ougai alzó una ceja por las declaraciones que escuchó—. ¿Pasó algo allá?

—Le jaló el cabello a uno de los niños —respondió amortiguando una risita—. Así que papá quiere que se disculpe.

El adulto tarareó comprendiendo y de un tirón en el brazo separó al niño de su cuerpo.

—¡No, no quiero! —reprochó haciendo movimientos fuertes para resistirse.

—Silencio, Osamu. Tú ocasionaste esto, así que tú lo resuelves —Ougai decretó, encerrando ambas mejillas del niño entre sus manos y apretandolas ligeramente—. Los buenos alfas son responsables.

La mueca de hastío de Ranpo no pasó desapercibida para ninguno, pero Ougai eligió ignorarla para evitar estrés innecesario. Volvió a su habitación exclusiva dejando fuera a ambos niños.

—No quiero —volvió a dictaminar el más pequeño, cruzándose de brazos y plantándose firme en dónde estaba de pie.

—Apúrate, o harás que nos regañen a todos —insistió sin lucir molesto. El ánimo de sus padres era algo que realmente no repercutía mucho en él. Papá Yukichi nunca se enojada de verdad o nunca duraba demasiado, y no era tan apegado a Ougai como se suponía debía serlo.

Osamu estuvo a punto de soltar otra réplica, pero Ranpo lo tomó por sorpresa agachándose y tomando sus muslos para cargarlo contra su hombro y llevarlo a la fuerza; aunque no podría llamarse así por lo dócil que el niño se volvió en brazos de su hermano mayor, hundiendo su cara en su cuello e inhalando el aroma que desprendía.

Hasta que quisieron obligarlo a desprenderse, y supo que había vuelto con ese niño odioso.

—¡NO, NO QUIERO! —empezó a patalear salvajemente, en una rabieta que él jamás había hecho antes, ni siquiera cuando era más joven.

No cabía más vergüenza en Yukichi.

Los hipidos de Chuuya eran audibles por debajo del escándalo que Osamu estaba montando, al igual que las risas distantes de los demás niños invitados que llegaban desde la sala. Para menor incomodidad, se trasladaron a otra habitación, fuera de las miradas juzgadoras de los demás padres.

—Basta —El adulto dictaminó sosteniendo al más pequeño de los hombros para forzarlo a estar de pie frente a Chuuya y sus padres.

No estaba tan acostumbrado a ser estricto con su hijo menor, porque por lo general era tan callado y quieto que fácilmente su presencia pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo; y le resultaba difícil incluso hablarle fuerte. Su carita deformada en un puchero en lugar de su semblante estoico habitual, lo doblegaban.

—¡Él me empujó primero, papá! —acusó, ocasionando nueva ira en Chuuya.

—¡Porque tú me estabas molestando!

—¡No dije mentiras!

Chuuya fue atraído por Arthur a su propio cuerpo para evitar que el pleito se alargara. Le susurró palabras confortantes con el fin de menguar su cólera, pero el pequeño siguió llorando con ira.

Yukichi volvió a tomar a su hijo de los hombros para obligarlo a enderezarse frente a sus invitados, tomando su mentón para dirigirlo hacia el frente teniendo cuidado de no aplicar demasiada fuerza—. Discúlpate, Osamu. Fuerte y claro.

El riguroso tono de voz hizo poner nerviosos incluso a los hermanos mayores parados detrás en silencio.

—No quiero —se atrevió a volver a repetir—. No hice nada.

La paciencia disipándose cada vez más raudo era muy notable en la expresión de Paul.

—Osamu, basta. No te hemos criado así —El adulto murmuró en su oído con los dientes apretados, ni siquiera sabiendo como mirar a sus invitados por tal falta de respeto de su hijo—. Discúlpate con Chuuya. No quiero repetirlo más.

Los labios del niño se curvaron en un puchero, y sus ojos brillaron antes de fulminar al otro niño con la mirada—. Lo siento...

—¿Qué sientes? Hazlo apropiadamente —Yukichi solo repitió lo que la expresión de Arthur decía sin siquiera pronunciar algo.

La presión terminó siendo demasiado para el niño (o quizá solo halló la manera más rápida de librarse de ese castigo) y rompió a llorar, sincronizado con Chuuya; empezando con gimoteos suaves que escalaron a un escandaloso llanto. El propio Fukuzawa se desconcertó, pues Osamu casi nunca lloraba y mucho menos en esa magnitud.

Se decepcionó de sí mismo al sentir el impulso de abrazarlo y pedirle perdón por todo. Era un fracaso cuando se trataba de severidad.

—Déjelo así —Paul intervino en medio de un suspiro exasperado que no pasó desapercibido para nadie—. Con eso basta, pero nos tendremos que retirar. Supongo que sabrá entendernos, ¿no es así?

Arthur se puso de pie aun sosteniendo a Chuuya en brazos, sin dejar de mirar despectivamente a Osamu; tampoco se molestaba en ocultarlo, consideraba que tenía razones suficientes que lo justificaban.

—Sí, por supuesto. —Yukichi tuvo que dejar que sus hijos mayores se encargaran del menor en lo que terminaba de atender a los invitados, antes que Ougai percibiera su angustia y llegara molesto; ese sería otro escándalo y la fiesta ni siquiera terminaba—. No tengo palabras para expresar mi vergüenza. Espero en un futuro poder compensarles este disgusto adecuadamente. Estoy a su disposición para cualquier cosa que necesiten. Gracias por aceptar nuestra invitación.

—No se preocupe. Son solo niños. —Aunque el tono de Paul realmente no profería la indiferencia que quería aparentar.

Arthur y Paul se retiraron de su residencia sin perder más tiempo, y Yukichi pudo volver a respirar correctamente. Los demás niños seguían en la sala de juego junto a sus padres, mientras sus hijos aún estaban en la habitación separada, consolando al menor. Encontró a Akiko agachada frente a él y sonriéndole mientras le hablaba de algo que debía considerar divertido, y Ranpo a su lado observaba curioso sin saber hacer más que dar palmadas robóticas en la espalda del más pequeño, cuyo llanto ya se había reducido a sollozos.

—Akiko, Ranpo, vuelvan con los demás niños. Osamu está castigado y permanecerá en su habitación hasta la cena, sin dulces.

Lo más probable era que de todas formas sus hermanos terminaran haciéndole llegar dulces de alguna u otra forma, pero fingiría demencia. Era una hazaña para ambos no dejar que el propio Ranpo no devorara todo antes de que llegara a su destino.

Cuando el menor se encontró sólo junto a su padre amenazó con volver a llorar a través de un puchero, pero el adulto lo frenó cargándolo contra su hombro.

—Te has portado muy mal hoy. Supongo que sabes cuales son las consecuencias.

Aunque la frase en ese momento no fue más que un protocolo vacío. Osamu se pegó al cuello de su padre, justo sobre su glándula de olor y dejó que sus sollozos se redujeran a hipidos esporádicos.

Yukichi tuvo que llevarlo rápido a su habitación antes de terminar doblegado por los pucheros y el suave aroma a leche que el niño en sus brazos desprendía.

El tarareo de Arthur acoplado al vaivén del carruaje en movimiento fue suficiente para adormecer a Chuuya durante el viaje de regreso a casa. Ahora suspiraba entre sueños sobre el pecho de su papá.

—No puedo creer que fuiste capaz de dejar pasar por alto tal falta de respeto —Arthur espetó teniendo cuidado en no alzar demasiado la voz—. No me importa si fue otro niño. Agredieron a tu hijo, Paul.

—Querido, entre mis planes no estaban esperar toda la tarde a que ese niño se disculpe a fuerza y no por sinceridad. —El alfa trataba de mantener su neutro tono de voz, pero su enojo aún era notable—. Quizá tú sí, pero en ese caso te hubieras quedado allí solamente tú y yo me iría con el niño a casa.

Arthur no pudo evitar gruñirle, olvidando tener cuidado por su pequeño en sus brazos.

—¿Qué más podías esperar de un muchachito consentido? Desde el principio viste como era —Paul continuaba con indiferencia—. Además de que tiene pésimos ejemplos a seguir. El omega nunca se asomó ni siquiera a saludar a sus invitados. Que atención tan terrible.

—Con todo respeto, esposo —empezó obligándose a mantener la compostura—. Me importa en lo más mínimo eso. Ese pequeño mounstro hirió a mi hijo, a nuestro hijo, y a ti parece que ni siquiera te importa.

—Por supuesto, Arthur. Mañana a primera hora mandaré a la policía militar a arrestarlo. Tendrás que enseñarle a Chuuya a testificar.

Arthur estuvo dispuesto a seguir con la disputa aún con mucha más potencia, pero Chuuya en sus brazos claramente percibió la hostilidad del ambiente aún dormido y se agitó entre gimoteos.

—Oh, cielos. Desde luego, papá está gruñendo mucho y mostrando los dientes como un perro, ¿no es así? —Paul usó ese tono aniñado condescendiente mientras quitaba a Chuuya del regazo de Arthur para dejarlo descansar junto a su hombro—. Tranquilo. Ya no volveremos a ver a ese niño jamás.

Arthur entendió que debía calmarse para no afectar a su hijo, y dejó que Paul se encargara de Chuuya el resto del viaje.

Si bien esta no es una edad suficiente para asistir a bailes, algunos padres celebraban fiestas infantiles para sus hijos.

▻Se hace mención del embarazo de Ougai, y su ausencia en la fiesta se debe a eso. En esta época los gestantes solían ser bastante sutiles con el tema del embarazo, especialmente con extraños. Incluso lo ocultaban a quienes no eran familiares. Así que Ougai por privacidad eligió no estar presente, para no ir con su barrigota de embarazo paseándose delante de sus invitados.

▻También se menciona que Ougai es doctor. Aquí no hay pegas para las profesiones :p Los omegas están a una escala menor que los alfas, sí, pero aún con acceso a educación. Y, éste we con el poder suficiente llegó a ser doctor. Fin de la historia.

Creo que eso es todo. Igual, si tienen dudas pueden preguntarme :>

¡Gracias por leer! ❤

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