Capítulo 11
Las paredes blancas y frías de la sala parecían empequeñecer a Taehyung, intensificando el nudo en su estómago. Pero no era el dolor punzante en su tobillo lo que lo tenía atrapado en esa tensión silenciosa. Era la discusión con su padre esa misma mañana, justo antes de la audición, la que pesaba sobre él como una losa, oprimiéndole el pecho y llenando de sombras su mente.
Era sábado, y Taehyung lo sabía. El peso de su mochila había despertado de inmediato las sospechas de su padre; en un día así, no había razón alguna para que la llevara consigo. Intentó pasar desapercibido, deslizarse por el pasillo con rapidez, pero la profunda voz de su padre retumbó detrás de él, deteniéndolo en seco.
—¿A dónde vas con esa mochila? —preguntó su padre, su voz grave resonando en el pasillo.
Taehyung se giró, intentando mantener la calma mientras sostenía la mochila contra su costado, como si eso pudiera ocultarla.
—Solo... tengo algunas cosas que hacer —respondió, evitando su mirada.
Su padre frunció el ceño, cruzando los brazos con expresión dura.
—¿"Cosas"? Hoy es sábado. No tienes nada que hacer fuera de esta casa, y lo sabes.
Sin darle oportunidad de decir nada más, su padre avanzó hacia él, la furia en su mirada tan palpable como el golpe que estaba por venir. De un tirón, le arrancó la mochila del hombro y, con manos tensas, desabrochó el cierre. Sacó las mallas de ballet, dobladas con esmero, y las arrojó al suelo con desdén.
—¿De nuevo con esta estupidez? —gruñó, su voz cargada de frustración—. ¡Tus notas en la universidad van de mal en peor, y no haces más que pensar en esa tontería de ballet! ¿Cuántas veces te tengo que decir que el ballet no es para ti? ¡Es una completa pérdida de tiempo!
El nudo en la garganta de Taehyung estaba allí, pero esta vez lo empujó hacia abajo. No iba a permitir que su padre apagase su fuego otra vez.
—No me interesa la universidad, padre. No es lo que me hace feliz —respondió Taehyung, tratando de mantener la voz firme aunque sentía el peso de la presión creciendo dentro de él—. Lo que realmente quiero es bailar ballet. He dedicado mi vida entera a esto, he trabajado demasiado para llegar hasta esta audición, y no voy a dejarlo todo solo porque tú no eres capaz de verlo como lo veo yo.
Su padre soltó una risa amarga, fría como el acero.
—¿No quieres ir a la universidad? —se burló su padre, cada palabra bañada en desprecio—. Perfecto, pero si no haces eso, tu único valor como omega será encontrar un alfa y darle cachorros. Eso es lo que te garantizará un futuro, no estas payasadas de bailar.
La sangre de Taehyung hervía bajo la piel, su corazón golpeando con rabia.
—¡No voy a cumplir con tus expectativas anticuadas! —replicó, sus ojos brillando con desafío.
Taehyung respiraba con dificultad, sus manos temblorosas se cerraban en puños a los lados de su cuerpo, pero su visión comenzaba a empañarse. Las lágrimas que había contenido hasta ahora amenazaban con romper el dique, nublando su vista, haciéndole sentir más pequeño y vulnerable de lo que quería permitir.
—He llegado al límite —dijo su padre, su tono gélido, lleno de una resolución inquebrantable—. No voy a permitir que sigas con esta estupidez. Se acabó, Taehyung. No irás a esa audición. Este circo se terminó para ti.
Antes de que pudiera siquiera procesar las palabras de su padre, el mundo de Taehyung comenzó a desmoronarse a su alrededor. Las manos ásperas de su padre se aferraron a su brazo con brutalidad, el dolor irradiando desde el lugar donde lo sujetaba. Lo arrastró por el pasillo, su cuerpo flotando impotente, cada paso haciéndole sentir más pequeño y más indefenso, como un prisionero en su propia casa.
—¡Por favor, padre! —suplicó Taehyung, su voz quebrándose con cada palabra mientras intentaba resistir el tirón—. ¡No lo hagas! La audición es hoy, es mi única oportunidad... ¡Déjame ir!
Las lágrimas, que había luchado por contener, comenzaron a caer sin control, deslizándose por sus mejillas. Su pecho se comprimía dolorosamente, cada palabra pronunciada con desesperación.
—¡Haré lo que quieras después, lo prometo! —gimió, tratando de soltarse—. ¡Pero necesito hacer esto! Es todo lo que he soñado.
Su padre no le escuchaba, o peor, no le importaba. El agarre se volvió más fuerte, casi cruel, mientras lo empujaba hacia su habitación sin siquiera mirarlo a los ojos.
—¡Por favor, no me hagas esto! —gritó Taehyung, sus pies tropezando mientras intentaba frenarlo—. ¡Te lo ruego!
Pero el único sonido que rompió el aire fue el portazo ensordecedor que resonó al cerrarse la puerta detrás de él. Su padre no le dio ni una mirada antes de girar la llave, sellando su destino.
—¡Papá, por favor, no lo hagas! —insistió Taehyung desde el otro lado de la puerta, golpeando con los puños hasta que sus nudillos dolieron—. ¡No puedes quitarme esto! ¡Es todo lo que tengo!
Pero el eco de la cerradura, el sonido frío del metal girando, parecía tragar sus súplicas, ahogando sus palabras en el silencio de aquella casa que se volvía aún más sofocante. Poco a poco, el peso de la desesperación se apoderó de él, y cayó de rodillas frente a la puerta, mientras sollozos silenciosos escapaban de su pecho, rompiéndolo por dentro.
Pero no podía rendirse. Sin perder tiempo, se dirigió al fondo de su armario, buscando con rapidez las prendas que necesitaba para la audición: unas mallas negras, una camiseta ajustada y sus zapatillas de ballet. Se cambió con urgencia, sintiendo cómo las mallas se ajustaban a su cuerpo mientras sus manos temblaban por los nervios. Cada prenda que se ponía era un paso más hacia su destino, hacia la audición que significaba todo para él.
De repente, miró la hora. El reloj le mostró que estaba casi fuera de tiempo. El pánico lo invadió un instante, pero rápidamente lo apartó. No podía detenerse ahora.
Miró alrededor de su habitación, buscando desesperadamente una salida, y sus ojos se detuvieron en la ventana. Era su única opción, su única vía de escape.
Abrió el marco de la ventana y miró hacia afuera. Justo al lado, un viejo árbol se alzaba, sus ramas retorcidas y gastadas, pero lo suficientemente cerca del segundo piso para ofrecerle una salida. Con el corazón latiendo con fuerza, se aferró a la rama más baja y comenzó a bajar, las manos temblorosas mientras descendía con cuidado. Sin embargo, apenas había avanzado unos metros cuando, con un crujido alarmante, la rama se partió bajo su peso.
En un instante, perdió el control y cayó al suelo con fuerza, el impacto enviando un dolor punzante a través de su tobillo. Soltó un gemido, llevándose una mano al pie herido mientras la respiración se le cortaba.
Apretando los dientes, apoyó su peso en la pierna sana y se obligó a levantarse. Cada paso era una agonía, pero sabía que no podía detenerse.
—¿Te sientes un poco mejor? —preguntó Jungkook, su voz suave rompiendo el silencio que rodeaba al omega.
Taehyung levantó la vista, encontrándose con la mirada cálida de Jungkook. La preocupación en sus ojos le hizo sentir un ligero alivio, como si el peso de su angustia comenzara a levantarse, aunque solo un poco.
—Sí —respondió Taehyung, intentando forzar una sonrisa que no llegó a sus labios.
Jungkook se acercó más, entrelazando sus dedos con los de Taehyung. Empezó a acariciar sus nudillos, notando el daño visible que había sufrido.
—Tae, ¿qué pasó? —preguntó, la preocupación reflejada en sus ojos oscuros.
—Nada. Seguro me lastimé en la caída que tuve en la audición—respondió Taehyung, intentando restarle importancia mientras apartaba la mirada.
Jungkook frunció el ceño, no dispuesto a aceptar la respuesta superficial. Pero el sonido de la puerta abriéndose interrumpió la tensión en el aire. El doctor entró, revisando el historial en su tablet antes de mirar a ambos con una expresión profesional pero comprensiva.
—Taehyung, ¿verdad? —dijo con una sonrisa cordial, aunque profesional—. Vamos a ver ese tobillo.
Jungkook, siempre a su lado, le explicó al doctor todo lo sucedido con Taehyung mientras este descansaba en la camilla. Sus palabras eran claras, pero cada una llevaba consigo una carga de preocupación. No podía ocultar la tensión en su voz al describir la caída durante la audición.
El doctor, con calma y precisión, se inclinó para evaluar el tobillo del omega. Sus manos eran cuidadosas, palpando suavemente la zona inflamada, prestando atención a cada movimiento y la reacción de Taehyung.
—¿Sientes dolor aquí? —preguntó el doctor, presionando suavemente un punto en el tobillo de Taehyung.
Taehyung apretó los dientes y asintió, sin querer mostrar el verdadero dolor que sentía. Jungkook, a su lado, observaba todo con el ceño fruncido, su preocupación palpable en cada respiración entrecortada que soltaba.
—No parece haber fracturas —dijo el doctor, levantándose tras la evaluación—. Es un esguince de ligamentos, lo cual es doloroso, pero no tan grave como podría haber sido. Necesitarás reposo absoluto, hielo y compresión para reducir la inflamación.
Jungkook asintió, su mirada fija en el tobillo de Taehyung, como si con solo observarlo pudiera aliviar el dolor.
—¿Cuánto tiempo tomará su recuperación? —preguntó Jungkook, incapaz de ocultar la urgencia en su tono.
—Dependerá de cómo responda al tratamiento —respondió el doctor, mirando a Jungkook y luego a Taehyung—. Pero no te preocupes. Si sigues las indicaciones, deberías estar de pie en una o dos semanas.
—Doctor, me dedico al ballet... —dijo Taehyung, su voz quebrándose ligeramente mientras el miedo y la esperanza luchaban en su interior—. ¿Podré seguir bailando?
—Con el tratamiento adecuado y siguiendo las indicaciones, no veo por qué no podrías volver a bailar —dijo el doctor, en un tono profesional pero reconfortante—. Necesitarás tiempo y paciencia, pero con rehabilitación podrás recuperar tu nivel.
Taehyung respiró hondo, tratando de calmarse.
—No te preocupes —murmuró Jungkook en tono reconfortante—. Todo estará bien. Tienes tiempo de sobra para recuperarte antes de que salgan los resultados de la audición.
Taehyung entrelazó sus dedos con los de Jungkook, aferrándose a esa fuerza que solo él podía darle.
—Gracias... —susurró, su voz apenas audible pero cargada de gratitud.
Cuando terminaron en la consulta, Jungkook lo levantó nuevamente en brazos, llevándolo de regreso a la sala de espera.
—Jungkook, bájame. Puedo intentar caminar —protestó Taehyung, entre resignado y un poco avergonzado.
Pero Jungkook solo le dedicó una mirada tranquila, negando con suavidad, decidido a no soltarlo.
—Debes guardar reposo absoluto, y me encargaré de que lo hagas —respondió Jungkook, firme.
Taehyung lo observó en silencio; en los ojos de Jungkook brillaba una determinación tan cálida y genuina que, por un momento, el dolor en su tobillo pareció desvanecerse. La seguridad de estar bajo su protección lo envolvía, llenándolo de una mezcla de gratitud y vulnerabilidad.
—Iré a pagar la cuenta —dijo Jungkook, levantándose con suavidad—. Quédate aquí y no te muevas.
—Jungkook, yo puedo pagarla —intentó protestar Taehyung, el orgullo asomando en su voz.
Jungkook le lanzó una mirada seria, suave pero firme, dejando claro que no aceptaría discusiones.
—No soy un niño, Jungkook. Puedo hacerme cargo de mis cosas —murmuró Taehyung, bajando la mirada hacia su tobillo vendado, como si eso reforzara su punto.
Jungkook soltó una risa suave, una que hizo que el corazón de Taehyung diera un vuelco. Se inclinó hacia él, acercándose hasta que sus rostros quedaron peligrosamente cerca.
—Lo sé —susurró, su aliento cálido rozando los labios de Taehyung—. Pero me gusta cuidar de ti... solo hoy, déjame hacerlo.
Esa última frase, cargada de una ternura abrumadora, hizo que el pecho de Taehyung se apretara. Incapaz de sostener el contacto visual, bajó la mirada, sintiendo la intensidad de los sentimientos que Jungkook despertaba en él.
—Está bien... —murmuró finalmente, su voz apenas un susurro—. Pero no te acostumbres.
Jungkook sonrió y, en un impulso, le dio un rápido beso antes de dirigirse al mostrador para pagar. El calor de aquel gesto se quedó en los labios de Taehyung, quien, aún sorprendido, lo siguió con la mirada, incapaz de borrar la sonrisa de su rostro.
Jungkook sabía que Taehyung se sentiría afectado por la situación, así que, como debía guardar reposo, decidió que lo mejor sería llevarlo a su departamento y pasar la tarde allí para mejorar su ánimo.
Mientras conducía, pensó en cómo hacerlo más llevadero para él. Poco después, el auto se detuvo frente a una pastelería.
—¿Por qué te detienes? —preguntó Taehyung, levantando una ceja, algo confundido.
—Tengo una sorpresa para ti —respondió Jungkook con una sonrisa, antes de salir del auto y dirigirse hacia la tienda.
Cuando Jungkook entró en la pastelería, el aroma dulce y tentador lo envolvió de inmediato. Sus ojos recorrieron rápidamente los estantes, admirando la variedad de productos que se ofrecían. Se acercó al mostrador, donde la dependienta lo saludó con una sonrisa.
—Buenas tardes —saludó Jungkook mientras se acomodaba frente al mostrador, todavía observando las opciones con interés.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó la dependienta, esperando su pedido.
Jungkook, con una sonrisa en el rostro, comenzó a señalar mientras su mirada se detenía en cada dulce.
—Quiero una de esas tartas, por favor. Y también esas galletas, las de chocolate —dijo, mientras señalaba con entusiasmo.
La dependienta comenzó a preparar los productos, y Jungkook, sin dejar de mirar las vitrinas, añadió:
—Ah, y no pueden faltar los pastelitos de crema. Y esas trufas de frambuesa que están ahí, por favor.
Con cada nuevo pedido, la caja se iba llenando, mientras Jungkook parecía satisfecho con la variedad que había elegido.
Mientras Jungkook seguía observando las opciones, sus ojos se detuvieron en una caja de fresas bañadas en chocolate. Algo sobre ellas le pareció especialmente tentador, y una extraña ternura lo invadió al pensar que esas fresas, con su dulce y suave cobertura, representaban perfectamente la mezcla de sus feromonas con las de Taehyung.
—Y también esa caja de fresas bañadas en chocolate —dijo, señalando la caja con una sonrisa nostálgica—. ¿Podrías ponerla en una bolsa aparte, por favor?
Con las bolsas en mano, Jungkook salió de la tienda y caminó hacia el auto, donde Taehyung lo esperaba pacientemente. Colocó la bolsa grande con los pasteles y dulces en los asientos traseros, pero mantuvo consigo la caja de fresas bañadas en chocolate.
Al abrir la puerta y sentarse al volante, Taehyung notó la sonrisa en el rostro de Jungkook, una sonrisa que no podía ocultar, y arqueó una ceja, curioso.
—¿Qué llevas ahí? —preguntó, mirando la caja que Jungkook sostenía cerca de él.
Jungkook, sin perder su expresión tranquila, simplemente giró la caja hacia Taehyung con un pequeño gesto, como si ya supiera que su respuesta sería todo lo que necesitaba para confirmar la sorpresa.
—Unas fresas... —dijo con tono juguetón—. Son para ti.
Taehyung miró la caja, su expresión de sorpresa y curiosidad creciendo. Abrió la tapa con cuidado, revelando las fresas bañadas en chocolate, brillando a la luz del sol que se filtraba por el parabrisas.
—¿Esto es para mí? —preguntó Taehyung, una sonrisa involuntaria curvando sus labios mientras miraba la caja.
—Sí —respondió, su voz suave, casi confidencial—. Pensé que te alegraría.
—Me estás malcriando —murmuró Taehyung, pero la gratitud en su tono lo delataba.
Taehyung tomó una fresa, observándola antes de llevarla a sus labios. Algo en la forma en que brillaba, con el chocolate cubriéndola perfectamente, hizo que un pensamiento cruzara por su mente.
El instante en que dio el primer bocado, algo en él lo hizo detenerse un segundo, notando el contraste entre las fresas y el chocolate, pero también algo más. Algo que se sentía familiar, profundo. Las fresas bañadas en chocolate, tan dulces y con ese toque de suavidad, le recordaron la mezcla perfecta de sus feromonas con las de Jungkook: dulces, intensas, inconfundibles.
—Esto... —murmuró Taehyung, sin saber bien cómo explicarlo—. Es como si fuera la mezcla de los dos... —su voz se desvaneció un poco mientras bajaba la mirada hacia la caja.
—Lo pensé, sí —respondió Jungkook, esbozando una ligera sonrisa. Sin decir más, arrancó el auto y comenzó a conducir. —Es solo una pequeña parte de la sorpresa —añadió, mientras echaba un vistazo rápido a Taehyung con una mirada llena de complicidad.
Taehyung se recostó en el asiento, sintiendo una calidez reconfortante al estar allí con él. No todo estaba bien, pero por un momento, el simple gesto de Jungkook lo hacía sentir como si, tal vez, todo podría ser un poco más llevadero.
Cuando el ascensor se cerró con un suave "ding", sumiéndolos en un silencio acogedor mientras ascendían. Taehyung, con su tobillo lesionado, descansaba cómodamente en los brazos de Jungkook, quien lo sostenía con firmeza mientras Taehyung, torpemente, sujetaba las cajas de pasteles. A pesar de la incomodidad, una sonrisa juguetona se asomó a sus labios, aliviando un poco la tensión del momento.
—¿Estás seguro de que no es demasiado peso para ti? —preguntó Taehyung, mirando al alfa con una mezcla de broma y ternura, tratando de quitarle seriedad a la situación.
Jungkook miró a Taehyung y sonrió suavemente, ajustándolo aún más cerca de su pecho, como si no pesara nada.
—Eres tan ligero como un pastel —dijo con voz baja, su tono cálido.
—Cargar estos pasteles no es fácil —respondió Taehyung, bromeando para ocultar la emoción—. Si uno se aplasta, la culpa será tuya.
Jungkook rió suavemente, su pecho vibrando contra el omega.
Cuando el ascensor se detuvo, Jungkook salió con naturalidad, el pasillo tranquilo y bañado en la luz suave de la tarde.
Al cruzar el umbral del departamento, Taehyung quedó sorprendido por el ambiente moderno y elegante que lo rodeaba. Las paredes en tonos neutros, los muebles de líneas simples y la suave iluminación creaban una atmósfera cálida y sofisticada, mucho más de lo que había esperado.
—¿Vives aquí? —murmuró, mirando cada detalle con asombro.
Jungkook dejó las cajas de pasteles sobre la encimera de la cocina y, sin decir palabra, lo condujo hacia la habitación.
—Necesitas descansar —dijo suavemente al abrir la puerta del dormitorio. La luz filtrada a través de las cortinas bañaba la habitación en una serenidad palpable.
—Jungkook, realmente puedo caminar... —protestó Taehyung, pero su voz no tenía fuerza. Algo en la forma en que Jungkook lo cuidaba lo hacía sentirse vulnerable, sin poder evitarlo.
—Tú eliges —dijo con una sonrisa ligera, entregándole el control remoto antes de levantarse.
Taehyung lo siguió con la mirada mientras Jungkook se alejaba, dirigiéndose hacia la cocina. Observó cómo sacaba los pasteles de las cajas con una concentración que no pasaba desapercibida, como si cada movimiento estuviera pensado para que todo fuera perfecto. Taehyung sonrió, sintiendo que ese gesto de cuidado, por simple que fuera, le alegraba más de lo que esperaba.
Mientras Jungkook se movía entre la cocina y la sala, Taehyung desvió su atención al televisor. Decidió elegir una película romántica, algo ligero, con un toque de ternura. Algo que les permitiera relajarse y compartir un momento tranquilo.
—Voy a poner una película romántica —dijo Taehyung, con una sonrisa juguetona, buscando la opción que más les gustara.
Jungkook regresó al cuarto con la bandeja llena de pasteles. Al verla, Taehyung levantó la mirada de la pantalla, sorprendido por la gran variedad de dulces que Jungkook había traído.
—¿Todo esto... es para nosotros? —preguntó Taehyung, incrédulo, mientras observaba los diferentes tipos de pasteles, tartas y pequeños bocados que cubrían la bandeja. Desde las tartas de frutas hasta los suaves pastelitos de crema, había de todo.
Jungkook sonrió, dejando la bandeja sobre la cama con una sonrisa orgullosa.
—Pensé que te gustaría tener opciones —respondió con un tono juguetón, mirando a Taehyung con una expresión traviesa mientras se acomodaba a su lado.
El omega no pudo evitar reírse, el gesto tan genuino de Jungkook lo hacía sentir cálido por dentro. Con cuidado, tomó un pequeño pastel de chocolate y lo acercó a sus labios, saboreando el primer bocado con un suspiro de satisfacción.
—Esto es demasiado —dijo, casi en broma, pero el brillo en sus ojos mostraba lo contrario. Le gustaba que Jungkook hubiera pensado en todo, en detalles tan pequeños pero significativos.
—No te quejes —respondió Jungkook, sonriendo mientras tomaba una tarta de fresa—. Si te va a hacer sentir mejor, no importa lo que cueste.
Jungkook se acomodó a su lado, ambos compartiendo dulces y risas mientras la película seguía. Taehyung se recostó en su hombro, disfrutando del silencio y la cercanía. No necesitaban palabras; el momento juntos era suficiente.
—Este es el mejor plan —murmuró Taehyung, y Jungkook, con una sonrisa suave, le dio un pequeño beso en la cabeza, un gesto de ternura que solo aumentó la calidez de la habitación.
La noche caía suavemente, envolviendo el departamento en una calma acogedora. Taehyung, recostado en el sofá, observaba la ventana, perdido en sus pensamientos. Aunque su tobillo mejoraba, no tenía ninguna prisa por irse. Se sentía demasiado cómodo, demasiado cuidado, para querer dejar ese lugar.
Desde la cocina, Jungkook lo observaba en silencio mientras lavaba los platos que habían usado. El sonido del agua y el leve golpeteo de los utensilios chocando contra el fregadero eran los únicos ruidos que llenaban el espacio. Al ver la expresión pensativa de Taehyung, no pudo evitar sonreír.
—¿Te irás? —preguntó Jungkook en tono juguetón, acercándose al sofá mientras terminaba de secarse las manos con un trapo.
Taehyung lo miró de reojo, una pequeña sonrisa curvando sus labios.
—No quiero molestar... —murmuró, aunque la verdad era que no quería irse, no aún.
Jungkook se inclinó hacia él, dejando un suave beso en su mejilla, luego en la comisura de los labios y otro en la frente, cada uno más cercano que el anterior.
—Quédate conmigo —susurró, acercándose aún más, rozando sus labios con los de Taehyung en un gesto tierno y suave.
Taehyung cerró los ojos, dejando que la calidez de esos besos disipara cualquier duda.
—Está bien... —susurró, su voz suave, como si ser abrazado por Jungkook fuera la cosa más natural del mundo.
Jungkook sonrió, feliz de verlo rendido, y lo abrazó con fuerza, depositando un último beso lleno de ternura en su frente.
—Sabía que te quedabas —dijo con una sonrisa traviesa, dejando escapar una risa baja.
—No juegues sucio, Jungkook —respondió Taehyung, su tono divertido pero sin queja alguna, disfrutando de la calidez de los brazos de su alfa. Estar ahí, con él, era justo lo que quería.
...
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