⭓ 011. ▎ capítulo once.
Reino Unido, Londres.
Casa de los Kim.
10/09/2014
02:30 a.m.
El susurro del viento y las lágrimas que descendían del anubarrado cielo golpeaban con ferocidad contra el cristal de mi habitación, los relámpagos iluminaban levemente la penumbra de la estancia en distintos colores, haciéndome estremecer debajo de las cobijas. Era una noche oscura y melancólica, tan aferrada a corromper la serenidad de las intimas familias que compartían un rato de tranquilidad y paz; riendo y conversando sobre todo y nada.
Y yo me preguntaba por qué no podía sentirme igual de seguro bajo la armonía y delicadeza de mis padres, ¿Por qué debía esconderme entre las mantas de mi helada cama para intentar ocultarme de la oscura mirada que insistente me observaba desde las aberturas del armario? ¿Por qué no estaba mi madre rodeándome con sus cálidos brazos mientras me susurra al oído que todo estaría bien? Que no había ningún ser maligno intentando llevarme con él hasta algún oscuro abismo de agonía y tristeza, o como profesaban los versículos de la santa biblia que mi abuela solía leer cada sábado después de una misa; el infierno donde las almas pecadoras eran torturadas.
Pero, ¿Yo merecía algo así, teniendo tan solo quince años? Recordaba perfectamente las palabras del clérigo cuando mi madre me obligaba asistir como buen cristiano a la iglesia.
''Jesús perdona nuestros pecados si nos arrepentimos de corazón.''
¿Qué pecados podría haber cometido yo a esta edad? ¿dejar las verduras servidas en el plato? ¿fingir estar enfermo para no asistir a la escuela? Era ridículo. Pero más ridículo era tener que aceptar a una divinidad que hasta el momento, jamás se había preocupado por ayudarme cuando esas presencias malvadas y desconocidas me perturbaban tanto dormido, como despierto.
Mordí mi labio inferior con fuerza, impidiéndome llorar. Mi madre siempre me repetía que debía ser fuerte y que todas esas sombras que me rodeaban eran únicamente producto de mi imaginación y, oh, cuan agradecido había estado con ella por permitirse engañarme por un largo periodo de tiempo, incluso de aquella manera había sido lo suficientemente valiente para poder dormir sin preocuparme por la pesada atención sobre mis hombros.
Sin embargo, ¿Ahora cómo podía no preocuparme? Escuchaba las distorsionadas voces que transmitía algún programa de entretenimiento que Victoria seguramente veía. Sun dormía plácidamente dentro de su cuna, ¿Y mi madre? Ella estaba trabajando y, realmente deseaba que regresara pronto porque no sabía por cuánto tiempo podría resistir no salir huyendo como un cobarde.
Apreté la almohada contra mí, haciéndome un ovillo dentro de las cobijas cuando los graznidos de lo que parecían ser cuervos, atravesaron mis oídos y sus afilados picos empezaron a golpear la ventana ferozmente, creando grietas sobre el vidrio.
─ No hay nada ahí, sólo es parte de mi imaginación.
Y, a pesar de que era consciente de mi descarada calumnia, destapé mi rostro sutilmente, permitiéndome observar la estancia que ya no podía reconocer como mía. No me sentía seguro, tampoco encontraba la manera de liberar este terrible sentimiento de angustia y pavor, ¿No se suponía que el hogar debía ser reconocido como un lugar sagrado y fraternal? Porque siendo completamente sincero, no estaba ni siquiera un uno por ciento de sentirme de esa manera.
Miré hacia al armario, topándome con esos enormes ojos opacos y sin brillo que se encontraron con los míos por una larga fracción de segundos. Sentí los vellos de mi cuerpo erizarse y las terribles ganas de salir corriendo me invadieron tan pronto como un nudo incomodo se asentó en mi pecho, ascendiendo hasta mi garganta y permaneciendo ahí. Mis dientes castañeteaban y el calor subió hasta mis mejillas cuando las lágrimas brotaron de mis ojos.
Me escabullí de las sábanas rápidamente, liberando mi delgado cuerpo y limpiando mi rostro para huir sin que la acuosidad de mi llanto me dificultara caminar con tropezones. Y cuando escuché el chirrido de la puerta del armario siendo abierta, mi anatomía se congeló impidiéndome el paso. Un jadeo alto abandonó mis labios cuando el indiscreto caminar sobre la madera se dio a relucir, no giré mi rostro, sabía con qué me encontraría y no estaba preparado para verlo de nuevo. No quería hacerlo.
Sin embargo, entre más tiempo pasaba, más helado sentía a mi alrededor. Mi cuerpo se encogió, y cuando estuve a punto de reaccionar y tomar la perilla para salir de la habitación, la áspera pinza se cerró en mi hombro con dolorosa presión. Grité a Victoria, implorando porque me escuchara y no se hubiese quedado dormida en el sofá, pero ella nunca llegó. Y quise reír porque después de todo, mis reproches por tener una niñera siempre habían tenido cierta veracidad con respecto a sus ineficaces cuidados.
─ No eres real, tú no estás aquí. ─ dije, una y otra vez. Y a pesar de que sentía como jalaba de mí para enfrentarme cara a cara, cerré mis ojos con tanta fuerza que sentí mis parpados doler ─ No eres real, no estás aquí...
─ Hijo, abre los ojos, ¿Es que no extrañas a papá? ─ Gemí, inhalando con fuerza cuando las voces distorsionadas y masculinas llegaron a mis oídos. Negué reiteradas veces, sacando fuerzas de mi enojo repentino para sujetar la garra que cubría la carne sensible y lastimada de mi hombro, y la empujé con tanta furia, aún sin abrir mis ojos. Pero cuando sentí un cosquilleo sobre mis pies desnudos, miré al suelo e intenté retroceder horrorizado cuando distinguí a la manada de cucarachas que se dirigía en mi dirección, intentando alcanzar mi anatomía para subir.
─ ¡Tú no eres mi padre, déjame tranquilo! ─ grité, desgarrando mi garganta y escuchando a Sun llorar desde la habitación de enfrente como si pudiese percibir el miedo e impotencia que empezaba a consumirme. La lluvia ahora caía más fuerte, y los truenos retumbaban tan alto, ahogando mis gritos y convirtiéndolos en un murmullo.
Tú no eres mi padre, él no era mi padre.
Mi padre estaba muerto, él...
Sentí mi cuerpo ser elevado, mis pies ya no tocaban el suelo y ahora pataleaban al aire intentando que la criatura disfrazada de mis más grandes temores me soltara. Se aferró a mi cuello, apretando sobre el; dejándome sin aliento mientras éste reía exageradamente frente a mí y el nauseabundo hedor a carne muerta intoxicaba mis sentidos.
─ T-tú no eres mi padre. ─ repetí como pude, olvidando el miedo que me provocaba y encerrándolo bajo llave tan profundo en mi mente. El oxígeno empezó a escasear en mi organismo, mis pulmones luchaban por obtener aire de cualquier manera, y aunque intenté inhalar por la boca tanto como pude; su gancho no permitía que este atravesara mi garganta ─ Ya no te tengo miedo.
Noté como sus ojos se oscurecían más aún sino lo veía posible, mirándome con tanta rabia y mostrándome sus afilados colmillos cuando abrió el hocico. Percibí una infinidad de aleteos y zumbidos, posteriormente, grandes cantidades de moscas brotaron desde su boca, estas se esparcieron por toda la estancia; revoloteando.
Me dejó caer como un peso muerto contra el suelo y todo el inmobiliario de mi habitación flotó en el aire cuando éste soltó un furioso gruñido, los vidrios reventaron y cayeron con tanta fuerza en diferentes direcciones; permitiendo a la tormenta y los chillones cuervos, involucrarse humedeciendo el piso y mojando mi cuerpo. Yo me convertí en un ovillo sobre el suelo mientras intentaba recuperar el aire, obligándome a llenar mis fosas con el oxígeno perdido. Tosí, jadeé y me removí, poniéndome de pie para correr hasta la puerta y salir de una vez por todas.
Cubrí mis oídos con vigor cuando aquel soltó un grito alto, feroz y envuelto en ira.
Éste ya no me seguía, o eso quería pensar porque ni siquiera me detuve a observar cuando empujé hacia afuera la madera y casi tropecé al adentrarme en el oscuro pasillo. Sun aún lloraba y me preguntaba por qué carajos no se había encargado Victoria si era su única tarea, y habría ido directamente hacia mi hermana de no ser porque se me ocurrió la genial idea de ir primero por la niñera y que ella me ayudase de alguna manera.
Sin embargo, cuando corrí hacia la escalera, la figura de mi padre apareció en el último escalón. No lo recordaba, mi madre no había hablado mucho sobre él desde que murió, sólo tenía la viva imagen de su rostro gracias a la única fotografía que había en la biblioteca de la casa. Aquella que miraba todo el tiempo para reconfortarme por la perdida de lo que mis amigos y compañeros gozaban en su gran mayoría, un padre.
Mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más, pero no me detuve, siendo consciente de que él no era mi padre. Tampoco parte de mi imaginación, era esa estúpida imagen representada de él para recordarme que efectivamente existía un cielo y un infierno. Y si no quería aceptar un dios, tendría que atenerme a vivir bajo las garras y los ojos de Satan.
─ ¿Todavía crees que soy parte de tu imaginación, Taetae? ─ inquirió, percibí la sonrisa en su rostro, y como la oscuridad se reflejaba tan resplandeciente en sus ojos ahora vivos en llamas y placer.
Así que corrí.
─ Padre nuestro... ─ oré, corriendo tan rápido cuando éste extendió sus brazos al aire y el mundo de voces invitándome a abrazarlo llegaron a mí ─ Que estás en los cielos... he aquí la cruz del Señor. Huid, potestades enemigas... ─ y no me importó cuando empujé con tanta fuerza el cuerpo que ahora me parecía exageradamente liviano y este rodó escaleras abajo hasta caer en la planta de abajo ─ ha vencido el león de Judá, descendiente de David...
─ ¡Aleluya! ─ concluyó su voz, susurrándome a un costado con insípida ironía. Los cortos cabellos de mi nuca revolotearon ligeramente y el silencio sepulcral invadió la casa de un momento a otro.
Respiré agitado, sujetándome del barandal para no caer porque de pronto me sentía asfixiado y sin fuerza para absolutamente nada. Mis piernas temblaban como gelatinas y me permití sentarme sobre el suelo.
Miré el cuerpo tendido sobre el piso y mi boca se comprimió en una mueca cuando la luz se encendió y el charco de sangre se hizo evidente contra la loseta de mármol blanco, ¿Por qué sangraba?
Escuché a Sun llorar una vez más, alarmándome porque algo le hubiese podido pasar. Me levanté con recuperada fuerza y troté hasta su habitación, sujetándola en mis brazos para cargarla. Tan pronto como la tomé, empecé a darles pequeñas palmadas en su espalda y siseé, susurrándole que se tranquilizara porque ya estaba ahí con ella y no permitiría que nada ni nadie le hiciera daño.
La saqué de ahí, yendo de nuevo hasta las escaleras cuando escuché la puerta del auto de mi madre ser cerrada y los tacones retumbar contra el cemento en rápidas zancadas. Y cuando estuve a punto de llegar al primer escalón, su grito me perturbó los sentidos y bajé, mis piernas empezaron a fallar cuantos más escalones descendía y el rostro teñido de miedo que se adheria a las facciones hermosas de mi madre, se encontró con el mío.
Entonces dirigí mi vista hacia el producto de su reacción, mis ojos se abrieron consternados cuando el cuerpo desplomado de Victoria me recibió. Miré a mi madre, repitiendo una y otra vez que había sido un accidente, ella se acercó a mí con cuidado de no tocar la escena y me arrebató a Sun de los brazos cuando empezó a llorar al sentir la angustia de mi madre.
─ TaeHyung, ¿Q-qué hiciste...?
─ No, yo... ─ intenté hablar ─ había algo aquí, tenía la apariencia de papá, yo lo vi, él... ─ miré a mi alrededor, desconcertado ─ él estaba aquí. ─ concluí en un murmullo.
─ ¿De nuevo con eso? ─ preguntó ella, mirándome con los ojos impregnados de lágrimas ─ ¿Es que no has aprendido nada?
─ ¡Te lo juro! ─ grité, suplicante. Mi madre retrocedió, negando ─ Mira mi cuello, él casi me ahorca.
─ ¡Carajo, deja de mentir!
No estaba seguro del momento en que la mano de mi madre se alzó en el aire y azotó con vigor sobre mi mejilla. Mi rostro se abalanzó hacia un costado y el ardor ascendió rápidamente, asentándose sobre la zona afectada. La miré de reojo, mordiendo mi labio inferior para intentar ahogar el lamento de dolor y tristeza porque me daba cuenta de que ella no hacia un mínimo intento por comprenderme y colocarse en mi lugar, ella no sabía por lo que estaba pasando.
─ No estoy mintiendo, sólo intenta... ─ abrí mis ojos cuando el recuerdo de los sucesos anteriores cayeron como cascadas sobre mi memoria. Me acerqué a ella, jalando levemente de la manga de su abrigo para que ella me mirara ─ Por favor, sígueme para que lo veas tú misma. ─ le pedí, observando sus ojos castaños parpadear un par de veces.
Una pequeña mueca se dibujó en mis labios cuando ella viró los ojos en dirección a la segunda planta, indicándome silenciosamente que estaba dispuesta a acompañarme. Ojeé a mi alrededor sutilmente, asintiendo mientras subía en rápidas zancadas por las enormes escaleras. Una vez entré al pasillo, y me aseguré de que ella venía detrás mío, con pasos firmes me dirigí hasta mi habitación; deteniéndome delante de la misma.
No recordaba el momento en que había cerrado la puerta, sin embargo, inhalando fuertes bocanadas de aire; tiré de la perilla y cerré mis ojos, dando un paso hacia la estancia. Ella me sujetó del hombro, tirando de mí para que retrocediera y le diese paso a ella. No abrí mis ojos, permanecí quieto sobre la entrada, esperando a que mi madre se permitiese observar la situación y que de una vez por todas me creyera.
Pero, cuando ninguna respuesta, llamada o grito, pareció venir de su parte. Abrí mis ojos, encontrándome con ella parada a un lado de mi cama, me observaba desde ahí con sus facciones inexpresivas y oscuras. Las lágrimas aún escurrían sordamente por su pómulos, Sun dormía plácidamente sobre sus brazos sin emitir ruido alguno. Y cuando sentí que algo no iba bien, busqué con mis dedos el interruptor; examinando a mi alrededor. Mi mirada se cruzó con la suya, percibí un objeto siendo apresado por sus dedos con furia.
─ No sé qué pasó, yo...
Mi madre no esperó a que yo terminara de hablar, se dirigió hasta mí y me empujó con su cadera para que saliera del camino, soltando lo que llevaba en su mano; y dejándolo desplomarse sobre el suelo. Me tambaleé un poco, sosteniéndome del enorme escritorio para no caer, miré por un momento la pequeña caja del CD que, en enormes letras bañadas de sangre, remarcaba "La noche del demonio" como una excelente propaganda de la cinematografía. Segundos más tarde la seguí hasta la habitación de mi hermana, donde la dejó recostada sobre su cuna.
Buscó algo en su abrigo y, posteriormente, sacó su celular. Lo alteró por un par de minutos y seguidamente lo llevó hasta su oído, caminando hasta mí.
─ Ve a tu habitación ahora mismo, no quiero que salgas de ahí. ─ me ordenó a regañadientes, asentí lentamente, con la mirada gacha ─ ¡Kang! Soy la señora Kim, sí, la esposa de Kim JungMin. También es un gusto hablar con usted de nuevo, sí, estamos bien... ¿TaeHyung? Por eso es que le hablaba... ─ la miré desde el marco de la puerta mientras ella se perdía en el pasillo, descendiendo escaleras abajo. Intrigado la seguí, escondiéndome a un costado ─ ¿Podría ayudarme con una emergencia? ¡No! Preferiría hablarlo en persona, ¿Puede venir ahora? Sí, está bien, muchas gracias.
Alejó el mando de su oreja, mirándolo con recelo antes de meterlo en su abrigo una vez más. Observó el cuerpo de Victoria sobre el suelo, la anatomía de mi madre se encogió en un espasmo y, posteriormente, soltó un lamento.
Mordí mis labios, recargándome contra el frío paramento. Mis hombros se desplomaron hacia abajo cuando miré de reojo la puerta de mi habitación, aquella que había sido testigo de lo que había pasado. O lo que jamás sucedió, no quedaba rastro alguno de lo que presencié y sufrí minutos atrás, inclusive la lluvia cesó.
Y con ello, mi mundo cambió.
Narrador externo.
TaeHyung se enderezó sobre la cama, respirando agitadamente. Perlas de sudor escurrían por su frente y, los rebeldes cabellos que en cascadas se desplomaban cubriendo sus ojos, se encontraban ligeramente húmedos y pegados a la piel lechosa. Deslizó la palma de su mano por las facciones de su rostro crispado y levemente consternado, ¿Por qué habían vuelto las pesadillas? No. ¿Por qué había recordado aquello cuando se suponía que habría quedado sellado en el pasado?
Claro.
Min YoonGi.
Su rostro se deformó raudamente, preguntándose cómo era posible que ese hombre tuviera acceso, o siquiera, el descaro de ir investigándolo como si fuese un trabajo de clase.
Entonces abrió sus ojos cuando el recuerdo del primer día lo envolvió ásperamente. Se vio a sí mismo confrontando al azabache contra las duras paredes del pasillo, empujando su cuerpo y preparándose para estrellar sus nudillos contra la piel pálida de su indiferente rostro, aquel que le devolvía unos ojos desafiantes, burlones e impregnados de lujuria que, hasta el momento no lograba comprender. Y que, por más que intentaba fingir conmoción y falta de interés, sabía que en cada oportunidad que YoonGi tenía, lo miraba como si fuese la única cosa interesante en el mundo, un laberinto que intentaba descifrar con tan solo mirar y mirar.
─ ¿Me investigaste acaso? ─ había cuestionado él, aferrándose a mantener el cuerpo del mayor contra la firme capa de cemento que cubría el corredor.
─ No fue necesario. ─ fue su respuesta, tomándolo de la muñeca y ofreciéndose dócil a TaeHyung para que éste lo golpeara.
En ese momento no había tenido la oportunidad de procesar los comportamientos y palabras que el azabache tan insolentemente le profesaba, y ahora, seguía sin lograr entender el trasfondo de aquella declaración.
Corrió los mechones de su desaliñado cabello rubio, echándolos hacia atrás con renovada frustración. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Permitir que YoonGi lo manejara y manipulara a su antojo? ¿JungKook lo sabría? Resopló, incrédulo, ¿Qué importaba si JungKook lo sabía? Ambos sujetos estaban igual de desequilibrados, y en todo caso, ellos estaban liados.
TaeHyung zarandeó su rostro repetidas veces, intentando disipar su mente.
─ ¡Caminen rápido! ─ gritó uno de los guardias, golpeando la puerta de su celda con el tolete de defensa, provocando que saltara asustado sobre la cama ─ Y tú, levántate de ahí y ve al patio ahora mismo, holganzan.
Demandó al rubio, dirigiéndole una mirada impregnada de desprecio antes de volver su atención a la ola de reclusos que en filas cruzaban delante de su celda con la mirada gacha; siguiéndoles el paso por un costado. TaeHyung se levantó desconcertado, aún escuchando lejanamente las ordenes del hombre. Ojeó sutilmente hacia la litera de abajo, encontrándose con una cama vacía y pulcramente amoldada al incomodo colchón.
─ Kim, ¿Vienes? ─ el aludido giró sobre sus talones tan pronto como la voz de Hyun inundó su audición, asintiendo se ajustó el uniforme y salió detrás de él.
TaeHyung jadeó, abrazándose a sí mismo cuando el viento fresco aporreó duramente contra su anatomía. Reprochándose internamente por no haberse molestado en colocarse la camisa a mangas que, a pesar de no ser la más abrigadora, cumplía escasamente su función como una cazadora.
Sintió un empujón en su espalda, provocando que chocara contra el hombre delante suyo. Apretó sus puños y giró, dispuesto a confrontar al agresor con su peor cara. Sin embargo, cuando la sonrisa burlona de JungKook lo recibió, las palabras se atoraron en su boca; provocando que en lugar de insultos y maldiciones, una tos errática y descompuesta llamara la atención de quienes los rodeaban. El mayor rio, palmeando ligeramente la espalda del rubio para que éste se tranquilizara. TaeHyung impulsó su cuerpo hacia adelante, creando una mueca de desagrado que no sabía si era hacia él mismo, o para el pelinegro; pues no le parecía justamente agradable su reacción al encontrarse con JungKook.
─ Ten más cuidado. ─ gruñó TaeHyung, dirigiendo su mirada hacia el frente, fingiendo prestar atención al último modulo que se formaba al extremo derecho de su hilera.
─ ¿No te dije que te quería antes del almuerzo frente a mi celda? ─ murmuró el pelinegro, acercándose peligrosamente a su espalda como tan costumbre se le estaba haciendo. Decidió ignorar la placentera calidez que le brindaba el cuerpo ajeno, aminorando levemente frío que se asentaba en sus huesos.
─ También me dijiste ''mañana.'' ─ respondió el menor, moviéndose ligeramente hacia atrás con disimulo.
Sólo necesitaba un poco más de calor, estaba seguro de que en cualquier momento terminaría por morir de una hipotermia si no obtenía como fuese, alguna fuente portadora de ella. Cualquier mente racional y con un poco de consciencia, haría lo mismo en su posición.
No es que necesitara precisamente el de JungKook, lo haría con cualquiera.
─ ¿Ajá? ─ instó JungKook, impulsándolo a continuar.
─ Pasaba de la media noche, por lo que ya era otro día. ─ encogiéndose de hombros, argumentó ─ Así que mañana estaré ahí.
El pelinegro gruñó, dando un paso hacia adelante para responder. Sin embargo, cuando éste abrió sus labios, la voz de NamJoon hablando por los altavoces, llamó tanto su atención, como la de los demás.
─ Hoy, pasada de la media noche, Woo Ji-Ho del módulo Y-19, ha sido asesinado. ─ tan pronto como vociferó, dos guardias atravesaron las puertas con un cuerpo, sosteniéndolo de pies y manos. Éste estaba cubierto por una enorme sábana, impregnada de plasma seco. TaeHyung apretó sus labios ─ No perderemos el tiempo en ir preguntando quién ha sido, sabemos de sobra que son unos jodidos cobardes y no alzarán la mano. Por ello los sacamos de su celda, ahora mismo se está haciendo una revisión en cada uno de los módulos, encontraremos el arma con la que se ha cometido el asesinato. ─ aseguró ─ Si alguno sabe algo con respecto a Woo, no dude en acercarse. Ahora rompan filas, vayan a los comedores, no pueden entrar a sus celdas hasta nuevo aviso.
TaeHyung miró hacia un costado, percibiendo atención sobre él. Ojeó con disimulo, intentando encontrar al portador de aquella pesada mirada que insistente lo observaba; encontrándose con los ojos negros de YoonGi. Le sostuvo la mirada por un par minutos, éste lo estaba desafiando a que diera un paso adelante y decidiera hablar, estaba de más decirlo. El rubio tragó saliva, retrocediendo sutilmente.
Gimió sorprendido cuando JungKook terminó de corromper la escasa distancia que había entre ellos, tomando la pequeña cintura del rubio y estrechándolo contra su cuerpo. El menor se removió para intentar alejarse del mayor, sin embargo, lo único que obtuvo como resultado fue que éste lo apretara aún más.
── ¿Qué mierda crees que estás haciendo? Suéltam...
─ Sígueme.
TaeHyung titubeó, observando receloso la celda a la que el pelinegro lo invitaba. Sin embargo, cuando lo miró y éste le devolvió un rostro póker, mordiendo su labio inferior entre nervioso y desconfiado, entró.
─ NamJoon dijo que no podíamos entrar a las celd...
─ Siéntate. ─ le ordenó JungKook, ingresando después de él.
─ ¿Para qué me trajiste aquí? ─ cuestionó, ojeando simultáneamente la celda que parecía dos veces más grande que la que él compartía con Hyun, frunció su entrecejo cuando visualizó la única cama que había ─ ¿No tienes compañero? ─ volvió a preguntar, desconcertado.
JungKook no respondió, se limitó a cerrar la puerta y observarlo desde la misma. Éste parecía estudiarlo, examinando su cuerpo de arriba hacia abajo una y otra vez, sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y sus cabellos cepillados hacia atrás. Uno que otro mechón rebelde caía como manta fina sobre su frente.
─ ¿Terminaste de observarme?
─ Siéntate. ─ insistió. El rubio lo miró ceñudo, pero a pesar de ello, se dejó caer sobre el colchón ─ Necesito que hagas algo por mí.
TaeHyung abrió los ojos exageradamente y sus mejillas se volvieron de un carmín intenso cuando JungKook caminó hasta él, retirándose la camisa sin siquiera molestarse en evadir su mirada. Tragó saliva pesadamente, gateando de espaldas para alejarse de los ojos felinos y brillosos que con deseo lo escrutaban.
─ Oh, mierda.
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