Encanto Y Magia
Día 6. Cueva
El agua zumbaba a su alrededor, la luz cada vez era más tenue conforme descendían en la inmensidad del océano. Afrodita observaba atentamente a Saga, quien aún no había recuperado completamente la conciencia. Con delicadeza, Afrodita colocó una burbuja mágica alrededor de su cabeza, asegurándose de que tuviera suficiente oxígeno para respirar mientras seguían descendiendo en las profundidades. Mientras bajaban, Afrodita se preguntaba quién era aquella sirena y qué pretendía al controlar a Saga de esa forma.
Desafortunadamente, no había alcanzado a vislumbrarla, aunque algo en su energía le había parecido familiar, no podía estar seguro, todo había sucedido muy rápido y su principal preocupación había sido Saga y su extraño actuar. Miró hacia la superficie, rogando por regresar lo más pronto posible, aunque confiaba plenamente en él, no quería demorarse demasiado, tampoco quería exponer a quiénes quería proteger.
Nadó con más determinación, pero con calma, Saga seguía semiinconsciente y quería darle el tiempo a recuperarse, antes de llevarlo al lugar donde obtendría ayuda. Mientras avanzaban, Afrodita mantenía sus sentidos alerta, atento a cualquier indicio de peligro o presencia extraña en el agua. Su mente bullía de preguntas sobre lo que habían experimentado y sobre lo que aún tenían por delante.
Saga se encontraba en un estado de confusión y desorientación. Mientras lentamente volvía a la conciencia, las imágenes borrosas y fragmentadas de lo que acababa de ocurrir se agolpaban en su mente. Sentía la presión del agua a su alrededor y el suave murmullo de las corrientes marinas. Intentó enfocar su mirada y ubicarse en el entorno, pero la cabeza le daba vueltas y le costaba mantenerse consciente.
Finalmente, después de unos momentos de tensa espera, los ojos de Saga comenzaron a abrirse lentamente, permitiendo que Afrodita sintiera una pequeña ola de alivio. Detuvo su nado para permitirle recuperarse. Saga lo miró con una mezcla de gratitud y desconcierto, preguntándose qué había pasado y por qué se encontraban en esa situación. Su mente estaba llena de preguntas sin respuestas, pero por el momento, solo podía aferrarse a la certeza de que estaba a salvo junto a Afrodita.
Saga parpadeó desorientado, tratando de entender dónde se encontraba y cómo había llegado allí, enfocando su vista en Afrodita. Gradualmente, la claridad volvió a su mirada e intentó soltarse, pero Afrodita se lo impidió sujetándolo de forma firme, dándole apoyo para que se adaptara a estar en el mar. Saga lo miró en un estado de confusión palpable. Afrodita sonrió con alivio y le habló con voz suave y tranquilizadora.
—Tranquilo, Saga. Estás a salvo. Estoy aquí contigo. Respira, la burbuja te lo permitirá —como un suave susurro, su voz llegó a su mente.
Saga dio un largo suspiro y asintió débilmente, siguiendo las indicaciones de Afrodita de forma pausada. Poco a poco, sus fuerzas comenzaron a regresar y su mente se despejó ligeramente, aunque aún la sentía brumosa. Miró a su alrededor, maravillado por la belleza y la serenidad del mundo submarino que lo rodeaba. Parecía como si la magia cobrara vida cada vez que se encontraba con su hermoso pececito.
—Gracias, Afrodita —dijo Saga con gratitud—. No sé qué hubiera hecho sin ti.
Afrodita le dedicó una mirada cálida y respondió:
—Siempre estaré aquí para ayudarte, Saga. Ahora, descansemos un poco más antes de continuar nuestro viaje.
Saga logró recuperarse por completo, gracias al cuidado y la compañía de Afrodita. Con renovada energía, logró nadar por sí mismo. Afrodita sonrió con satisfacción al ver a Saga recuperarse por completo.
—Me alegra verte recuperado, Saga —dijo Afrodita con una sonrisa—. ¿Cómo te sientes?
Saga respiró profundamente el aire marino y sonrió, sintiéndose revitalizado y lleno de determinación.
—Me siento mucho mejor, gracias a ti, Afrodita —respondió Saga con sinceridad—. Gracias por cuidar de mí.
—Siempre estaré para cuidarte —respondió tendiendo su mano para que Saga la tomara.
Saga no lo pensó dos veces y sujetó la mano de aquella hermosa criatura qué había inundado sus sueños y adueñado de su corazón; todavía no sabía cómo ni por qué, pero ya no pensaba martirizarse por ello y solo se dejaría llevar por lo que sentía sonrió con cariño y comprensión permitiendo que Afrodita lo guiara por aquel inmenso mar.
Afrodita y Saga flotaban juntos en las profundidades del océano, disfrutando de la tranquilidad y la paz del entorno submarino. La burbuja rodeaba a Saga pulsaba suavemente, asegurando que recibiera el oxígeno necesario para su completa recuperación. El suave brillo de la luz refractada danzaba a su alrededor, proyectando un resplandor etéreo que resaltaba la serena belleza de su santuario submarino. Mientras flotaban, compartían una profunda conexión, encontrando fuerza y paz en el abrazo del océano y en la presencia del otro.
Saga estaba asombrado por la conexión que sentía con Afrodita. Nunca había experimentado una sensación tan profunda de calma y protección. Sin embargo, en el fondo de su mente, una sombra de duda persistía. ¿Cómo había llegado ahí? Lo último que recordaba es haber estado al lado de Venus en el barco, preparándose para comenzar su exploración ¿se habrá quedado dormido? La presencia de Afrodita indicaba qué sí, pero no entendía en qué momento había ocurrido. Afrodita giró su rostro y le sonrió cálidamente, logrando qué olvidara sus preocupaciones.
La oscuridad del mar era disipada por la cola luminosa de Afrodita. Él se dejó guiar, no sabía a ciencia cierta a dónde iban, pero tampoco pensaba preguntar, confiaba en él y sentir su mano cálida sobre la suya le transmitía paz. El silencio bajo el agua solo era roto por el suave ondular de las corrientes y el ocasional murmullo de criaturas marinas. Cuando miraba hacia Afrodita, sus ojos brillaban con determinación y misterio que le hacía imposible apartar la mirada de él, era hermoso y esa arcana aura que lo rodeaba, no podía dejar de pensar en que se había enamorado.
Nunca había sentido aquel sentimiento, pero por los relatos qué había escuchado de parte de Venus a los niños, no podía equivocarse. La sensación de felicidad que le invadía cada vez que la veía era inexplicable. Cada mirada, cada palabra compartida, parecía alimentar un fuego dentro de él que crecía con cada instante. Era como si el mundo se iluminara en su presencia, y cada día se encontraba más fascinado por su sonrisa, sus gestos y la forma en que iluminaba su vida con su mera presencia. En su corazón, sabía que había encontrado algo especial.
Nadaron durante lo que parecieron horas, Afrodita lo guiaba a través de campos de coral multicolor y junto a cardúmenes de peces que danzaban a su alrededor, como si los estuvieran acompañando en su travesía, de vez en cuando giraba su vista hacia Saga y le sonreía cálidamente cuando sus ojos se encontraban. A lo lejos, vislumbraron la entrada de una cueva, su boca oscura y profunda parecía absorber toda la luz que la rodeaba. Se giró a verlo
—Estamos cerca. No temas —le dijo con esa suavidad qué golpeaba su mente. Saga solo atinó a asentir.
Con un ligero apretón de manos, lo guio hacia la entrada de una cueva. La temperatura del agua cambió, volviéndose más cálida a medida que avanzaban, y el entorno se tornó más extraño y maravilloso. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de piedras brillantes que emitían un resplandor suave, iluminando su camino. Parecía como si las estrellas del cielo hubieran descendido al mar, creando una atmósfera casi mágica. Saga ya no se sentía extraño en aquellas circunstancias; por el contrario, veía todo con interés, deseando en el fondo de su alma que todo fuera real.
Adentrarse en la cueva fue como cruzar el umbral a otro mundo. Pasaron por cámaras amplias y túneles estrechos, cada uno más fascinante que el anterior. En una de las salas, encontraron un lago subterráneo cuyas aguas brillaban con una luz plateada. A medida que se adentraban más, la cueva se expandía en una vasta caverna subacuática. En el centro, había un lago cristalino rodeado de antiguas esculturas y runas grabadas en la roca. Afrodita lo llevó hasta el borde del lago y se detuvo, indicándole que se sentara.
La luz tenue de las piedras brillantes que cubrían las paredes de la cueva creaba un juego de sombras y reflejos, dando la impresión de estar inmerso en un mundo etéreo y misterioso. Cada rincón de la caverna emanaba una sensación de antigüedad y magia, como si estuvieran explorando un santuario olvidado por el tiempo.
El lago subterráneo, con sus aguas plateadas resplandecientes, parecía un espejo que reflejaba la belleza y el misterio del universo submarino. Las esculturas y las runas grabadas en la roca añadían un aire de misticismo, como si guardaran secretos ancestrales esperando ser descifrados.
El silencio en la caverna era casi palpable, solo interrumpido por el suave murmullo del agua y el eco distante del leve chapoteo de la cola de Afrodita golpeando el agua. Saga se sentía transportado a un lugar fuera del tiempo y del espacio, donde las fronteras entre la realidad y la fantasía se desvanecían, y todo parecía posible.
—Este es un lugar sagrado —dijo finalmente, su voz resonando en el aire como una melodía—. Aquí, las almas se encuentran y los destinos se revelan.
Saga lo miró, esperando entender el propósito de su viaje. Afrodita le dedicó una amplia sonrisa y tomó sus manos entre las suya enlazando sus dedos. Con su mirada recorrió la cueva antes de volver a posar sus ojos en Saga.
—Es especial, aquí —dijo él—, los sueños y las realidades se juntan, revelando los deseos del corazón. El tiempo y el espacio pierden su significado. Podemos ser nosotros mismos sin miedo. Solo déjate envolver.
Besó sus manos con auténtica devoción y luego cerró sus ojos y comenzó a emitir un canto suave en un idioma que Saga no comprendía, pero lo hacía sentir extraño, apretó las manos entre las suyas y miró a Afrodita con una mezcla entre curiosidad, temor y confianza.
—Afrodita, ¿qué estás haciendo? —preguntó sin apartar su vista al ver como su cabello antes celeste se tornaba de un tono rubio tan brillante qué parecía oro líquido.
—Voy a liberarte del encanto de la sirena —respondió Afrodita con voz firme—. Esta cueva tiene el poder de romper hechizos y revelar la verdadera esencia de las almas.
—¿Encanto? —preguntó confundido. Regularmente sus sueños eran extraños, pero esto era demasiado.
—Sé qué no lo entiendes, pero por eso te pido que confíes en mí —lo miró expectante y Saga decidió relajarse.
—Está bien —asintió levemente con su corazón lleno de expectación.
—Entonces —se posó frente a él —qué se revele aquello qué se oculta.
Las palabras de Afrodita resonaron en la cueva, y una luz intensa rodeó a Saga. Sintió como si una fuerza invisible tirara de él, como si algo que se aferraba a su mente fuera arrancado. La sensación era dolorosa pero liberadora. Saga se sintió más ligero cuando la luz se desvaneció, como si una carga enorme se levantara de sus hombros.
—Gracias, Afrodita —dijo sintiéndose confundido y a la vez con la mente despejada. Era bastante extraño.
—No tienes nada que agradecer, Saga. Ahora, descansemos un poco más antes de continuar nuestro viaje.
El sonido del agua al romper suavemente contra la orilla acompañaba el silencio que compartían, creando una sinfonía tranquila y envolvente. La atmósfera estaba cargada de un sentimiento profundo, una mezcla de serenidad y expectación. Afrodita tomó su mano con una delicadeza infinita, sus dedos entrelazándose de manera natural, como si estuvieran hechos el uno para el otro.
—Hay tanto que quiero decirte, pero las palabras parecen insuficientes —murmuró Afrodita, sus ojos reflejando el brillo del lago.
Saga asintió, apretando suavemente su mano. Sentía su corazón latir en armonía con el de su acompañante marino, como si sus almas estuvieran sincronizadas en una danza eterna. El ambiente romántico se intensificó cuando una suave brisa comenzó a mecer los cabellos de Afrodita, trayendo consigo el aroma de flores desconocidas que parecían florecer en la oscuridad.
—No necesitas decir nada más —respondió Saga con una sonrisa—. Este momento es perfecto tal como es.
Afrodita se acercó un poco más, sus labios a solo un suspiro de distancia, y en ese instante, el mundo exterior desapareció por completo. Solo existían ellos dos, envueltos en la magia de la cueva, rodeados por la belleza antigua de las esculturas y runas que parecían observarlos con benevolencia. Bajo el resplandor plateado del lago, compartieron un beso suave y lleno de promesas, uniendo sus destinos en un solo latido. La conexión entre ellos se profundizó, y en ese santuario subterráneo, encontraron no solo la revelación de sus corazones, sino también la certeza de un amor eterno.
El tiempo pasó de manera extraña en la cueva. Podrían haber sido minutos, horas o incluso días; Saga no lo sabía. Todo lo que importaba era el momento presente, la compañía de Afrodita y el extraño y maravilloso lugar en el que se encontraban. Pero eventualmente, una sensación de inquietud comenzó a asentarse en él. Notó que la luz de las piedras brillantes comenzaba a desvanecerse lentamente, y un aire de melancolía impregnaba el ambiente.
El agua comenzó a agitarse frenéticamente, como si estuviera hirviendo con una energía sobrenatural. De repente, la turbulencia cesó abruptamente, dejando tras de sí un espejo líquido. En su superficie, no se reflejaba la cueva, sino un pasaje marino completamente distinto. Helechos danzaban en la corriente, creando un paisaje submarino de una belleza inquietante. Sin embargo, a medida que la mirada se adentraba en ese reflejo, se revelaba un cambio sutil pero ominoso. En lo profundo de las aguas, oculto entre la frondosidad de los helechos, se vislumbraba la entrada a un laberinto oscuro y retorcido.
Afrodita y Saga observaron aquella imagen con la duda sembrada en su mente sobre qué era aquello, observando con más detenimiento, pudieron ver una figura oscura qué se agitaba y retorcía como queriendo liberarse de las ataduras qué lo mantenían anclado en aquel extraño lugar. A su lado, se podía apreciar la figura de un tritón manteniéndose firme, como si custodiara a aquel prisionero.
Los dos apartaron la mirada de aquella imagen, intentando descifrar su significado, sin embargo, ninguno pudo dar una respuesta. Saga quería decir algo, pero el agua del lago volvió a bullir con violencia para calmarse después dejando solamente su pulida superficie. Dejándolos con una extraña sensación en sus pechos. Las paredes de la cueva comenzaron a temblar sacándolos a ambos de sus pensamientos. Afrodita tomó la mano de Saga.
—Debemos irnos —dijo Afrodita finalmente, con su voz teñida de tristeza—. Este lugar no es eterno, y nuestra presencia aquí perturba el equilibrio.
Saga asintió, sin querer romper la magia del momento, pero entendiendo la necesidad de partir. Se levantaron juntos y, con un último vistazo al lago plateado, comenzaron a regresar por el mismo camino por el que habían venido. A medida que salían de la cueva, la oscuridad del mar los envolvió nuevamente, y el resplandor de la cola de Afrodita se convirtió en su única guía. La travesía de regreso fue silenciosa. Saga sentía la necesidad de decir algo, pero no sabía qué. Llegaron a la salida de la cueva y, cuando la atravesaron, volvió a estar en la superficie. Miró confundido en todas direcciones, preguntándose cómo se había quedado dormido allí.
Miró al buque en el que viajaban inmóvil en la superficie del agua, como si algo lo mantuviera suspendido en el tiempo más allá de su campo de visión pudo distinguir a Venus en la misma posición qué el barco, miró a su alrededor y las olas no seguían su camino, sino que también estaban detenidas. Su mirada se amplió con sorpresa llevando su mano al pecho con la intención de llamar a Géminis, pero antes de que pudiera hacer algo todo volvió a la normalidad
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