◈Tercer Arco | Capítulo 21: El rey te quiere

Tercer Arco: Corona de hierro


Durante la cena Hara'Li le explicó la situación; las familias reales poco a poco se habían hecho pobres y muchas otras habían caído por completo, y las uniones matrimoniales pronto comenzaron a ser fuera del círculo noble. Por ejemplo, Hara'Li, cuyo hijo mayor se casó con una familia que tenía uno de los pocos negocios que todavía estaban a flote.

Entre más explicaba más caótico era todo, pero Kierab trató de entenderlo todo a la perfección. Primero mandó una extensa carta a Lahra, explicando la situación y sus ideas, le pidió que enviara médicos para atender a los enfermos, mientras que Kierab enviaba arquitectos para mejorar la infraestructura del reino y reforzar las murallas, y entre ambos enviarían comida, fuerzas militares y políticos para que se hicieran cargo de todo. Formarían un consejo, mitad Rouseth y mitad Krastos, para hacer el primer Estado Vasallo mixto.
Kierab dijo en su carta que los políticos que enviara él sabrían cómo manejar el asunto de la "toma de poder", y que ellos explicarían más a fondo el proceso de levantar de nuevo el reino de La-min.

Lahra quedó encanta con la carta y dijo que haría todo lo posible para seguir el plan de Kierab, además, escribió algunas sugerencias que a Kierab le parecieron muy bien.

El enviado fue despedido luego de dos días y Kierab se concentró en su labor. Una de las cosas que más le emocionaba era La-min no usaba esclavos. Vería desde cero como un nuevo reino se formaba, sin la ayuda de la esclavitud.

Tomó un libro en blanco bastante grueso y comenzó a escribir sus observaciones, cosas que tendría que tomar en cuenta para poder anular la esclavitud. Y al mismo tiempo también comenzó a preparar el terreno para ello. Comenzó a preparar los "amortiguadores" en la economía del reino, para tener bases sólidos donde trabajar, ya que la economía podría sufrir un bajón por la eliminación de los esclavos. También comenzó a modificar las leyes donde es mencionada la esclavitud, dando pequeños pasos para no hacer cambios tan bruscos.

Habló con la señora Yamil, ministro de Justicia, y ella estuvo de acuerdo. Kierab le platicó un poco sobre su idea de disminuir la esclavitud y de los beneficios que trae.

—Mi rey, usted sabe que la justicia lo es todo para mí, que defiendo la ley y la impongo sin corrupción, creo fielmente en la equidad y no en la igualdad, y sus ideas me parecen justas y benevolentes. Mi opinión sobre la esclavitud siempre fue imparcial, lastimosamente ese es un tema que la mano de la justicia no puede alcanzar. Es irónico.

—Todo el mundo la ve como alguien fría y dura, pero su corazón es bueno debido a sus creencias. Mi padre fue afortunado al conocer a una amiga tan talentosa e inteligente como usted.

—Me halaga demasiado—dijo tomando un sorbo de su té, con las orejas ligeramente coloradas.

—Estoy siendo sincero y hablo con la verdad—respondió sonriendo—Todo lo que se sobre leyes lo aprendí de mi padre y de usted. Me alegra que compartamos las mismas ideas.

—Le deseo los mayores éxitos majestad, tiene todo mi apoyo, junto con el comité de jueces e investigadores. Cualquier cosa que necesites, sólo dígalo.

—Gracias Lady Yamil.

Kierab se sintió aliviado al tener los asuntos legales bajo control. Ahora sólo faltaba controlar y manipular la reacción que tendrá su reino. Debía prepararlos para que tomaran el cambio de bueno manera, pero tenía que ser lento y progresivo.

Primero tendría que dar el ejemplo, y hacer algunos cambios en el palacio. Desde el invierno pasado las ropas de los esclavos habían sido cambiadas aprovechando el cambio de clima, y ahora los esclavos usaban ropas más abrigadas y menos humillantes. El siguiente paso era eliminar las cadenas.

El consejo se opuso, a e excepción de Yamil, pero Kierab se mantuvo firme y declaró la nuevo ley que prohibía el uso de grilletes y cadenas dentro del palacio. La razón: porque a Kierab le molestaba el sonido metálico y lo distraían en sus deberes.

Fue personalmente al patio donde residían los esclavos y se lo entregó al capataz. Los guardián ayudaron en la labor, siempre con la supervisión de Kierab. Los esclavos fueron tratados con respeto y todo se hizo como el rey ordenó. Los esclavos estaban tan felices que sentían que todo era un sueño, otros aún no lo asimilaban y cierto temor hacia sombra en sus corazones, pero Kierab confiaba en que todo quedaría atrás con la ayuda del tiempo.

—Espérame aquí, ahora vuelvo—dijo Kierab.

—De acuerdo—respondió Khalid y lo vio irse. Kierab caminó hacia el capataz y se detuvo a hablar con él.

—Oye, Khalid—llamó alguien a sus espaldas. Khalid se giró y vio a un grupo de cuatro esclavos caminar hacia él. Todos ya sin sus grilletes.

—Hola, tiempo sin verlos—respondió Khalid con una sonrisa apenas visible.

—Bueno, no se puede evitar, eres el esclavo personal del rey. Siempre estás a su lado—dijo uno de ellos, un joven de un metro sesenta, quien tenía una mirada bastante severa, junto con una cicatriz en la mejilla izquierda.

—El rey te trata tan bien... Aún recuerdo un día, cuando los vi caminando en el puente sobre el estanque del jardín principal. Se veía muy feliz mientras hablaba contigo—comentó otro, un joven de baja estatura, de cejas gruesas y cabello rizado.

—¿Es verdad todo lo que dicen sobre el diván matrimonial en la boda de la princesa Khazal? —preguntó otro sin pelos en la lengua. No podía andar por las lianas como los demás. Era delgado y tenía una expresión bastante gentil, con ojos grandes y brillantes.

Los demás lo vieron, desaprobando su imprudencia, pero también le agradecieron por tener una boca tan floja.

Kierab podía ocultar de todos en el palacio su relación con Khalid, menos de los esclavos. Incluso el más mínimo suceso, ellos lo sabían. Cosas que incluso los miembros del consejo podrían desconocer. Khalid sabía esto perfectamente, los chismes eran las pocas veces en que ellos podían desaburrirse y pasar un rato divertido.

—No sé de qué hablas—dijo Khalid aclarando su garganta y evadiendo su mirada.

—Es triste ver cómo finges, no lo hagas—dijo otro. Uno de los más jóvenes, de unos diecinueve años, de ojos claros y una mirada naturalmente amargada, contrario a su tono de voz suave y sereno.

—Sabes muy bien la situación. Los esclavos sabemos muchas cosas—comentó el primero que habló, el de la cicatriz en la mejilla.

—Incluso nos reímos de la reina por no ser visitada por las noches—añadió en vos baja el de ojos grandes y brillantes—Todo el mundo sabe eso, pero lo que nadie sabe es por qué...

—A excepción de nosotros, claro—dijo el de rostro amargado.

—Estoy tan celoso, ¿cómo lograste enamorar al rey? Y pensar que siempre te vi como alguien serio y callado...—dijo el de baja estatura.

—Tu... Que montón de mentiras, nada de lo que dicen es cierto—refutó con una expresión seria.

Todos: ...

—Hace más de un mes los esclavos que limpian la habitación del rey encontraron algo muy interesante en las sábanas de cama. ¿En serio quieres que seamos más específico? —dijo el de mirada amargada.

Khalid bajó la cabeza sin atreverse a mirarlo a los ojos, sintiéndose extremadamente avergonzado.

—Oye, oye, no lo decimos para que te sientas avergonzado—consoló el de la cicatriz—En realidad solo queríamos decirte que estamos muy felices por ti. Y también bastante asombrados.

—Si, se nota que tú también amas mucho al rey—dijo el boca floja.

—Y nos divertimos al pensar en que el rey te prefiere a ti y no a su reina—se burló y el de ojos amargados riéndose.

—También estamos muy felices por el rey. Su majestad ha sido tan bueno con todos nosotros desde el principio, e incluso nos quitó los grilletes—comentó el de ojos brillantes y expresión gentil mientras se miraba las muñecas—Mas la actitud que hemos visto del rey hacia ti, nos damos cuenta que te trata bien. El rey es un hombre de buen corazón, gentil y compasivo.

—...Si, me trata muy bien. De eso no hay duda—comentó Khalid en voz baja.

—Cualquier problema que ocurra en el futuro podemos ayudarte. Te ayudaremos en lo que sea.

—Si, les ayudaremos a mantener oculto su secreto—dijo el de la cicatriz—Todo sea para devolver la bondad del rey y mostrar nuestra sinceridad.

—Gracias—dijo Khalid, con una pequeña sonrisa asomándose por sus labios.

Aún se sentía avergonzado, pero también estaba agradecido con ellos. Con quienes formó una especie de amistad poco después de llegar al palacio.
Los esclavos del palacio eran más amables que los esclavos de afuera, no eran hostiles ni distantes. La vida era menos dura y menos competitiva que allá afuera.

Poco después de eso, y luego de un sin fin de preparativos, Kierab decidió comenzar a eliminar la esclavitud en uno de sus Estados vasallos, los reinos conquistados por él. Comenzó por el más pequeño de todos y no le quitó el ojo de encima. Aunque no estaba presente aún se mantenía tan informado y tenía todo tan bajo control que parecía como si estuviera ahí en persona y conociera todo como la palma de su mano.

En el proceso hubieron inconvenientes, pero con la ayuda de su gente y la de Lahra logró salir poco a poco, sintiendo que todo estaba yendo bastante bien.

Ya había pasado un mes y medio desde que Kierab conoció al enviado de La-min. Cada día trabaja hasta tarde, anda de un lado a otro y pasaba tanto tiempo sentado en su escritorio que le dolían todos los huesos. Extrañaba entrenar con la espada en las tardes y pasar el tiempo con Khalid de forma despreocupada, pero todos estos sacrificios valdrían la pena más adelante.

Khalid estuvo a su lado y le ayudo en lo que pudo, y mientras lo miraba tuvo algunos pensamientos contradictorios; se conmovió al verlo esforzarse tanto y la admiración que le tenía creció aún más, pero no le gustaba verlo cansado todo el tiempo, verlo fruncir el ceño, estresado, mientras leía y escribía sin parar.

El sol se escondía en el horizonte, y Kierab aún trabaja en su escritorio, bajo la luz de las velas. Khalid estaba a un lado, ordenando unos documentos para él, cuando, sin saber cuántas veces lo había hecho, levantó la vista y lo miró.

—Kierab—llamó en voz baja por puro impulso.

Pensó que él no lo había escuchado, pero Kierab, con gran sorpresa, levantó la mirada y lo observó con asombro.
Khalid se sintió aturdido brevemente, pero se repuso enseguida y dijo con un tono suave:

—Debería cenar, si se hace más tarde ya no querrá hacerlo. Estará muy cansado para cuándo termine y se irá a dormir sin comer.

—Tienes razón—contestó totalmente de acuerdo.

—Permítame ayudarle entonces—dijo Khalid y se levantó.

Fue a buscar un esclavo para avisar que el rey quería comer. Poco después la comida llegó, y Khalid le ayudó a servirle. Kierab le agradeció, y Khalid, sin esperar a que él dijera algo, también se sentó y comió con él. Hablaron un poco, y al terminar Kierab se lavó la cara, las manos y los dientes, para seguir con su trabajo.

Siguió así por unas dos horas más, cuando Khalid de pronto se puso de pie, sin que él se diera cuenta. Kierab estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo que ni siquiera notó sus movimiento.

En un instante, Kierab sintió que alguien tocaba su hombro, pero apenas se dio cuenta de esto, cuando Khalid acercó su rostro y lo enterró en su cuello, frotando su nariz en su blanca piel.

—Ya es muy tarde, ¿no cree? Se ve muy cansado, debería ir a dormir—dijo Khalid en voz baja, deslizando su mano por su hombro con un movimiento suave.

Kierab sintió su aliento quemar su cuello, su gran mano, tocando su hombro de manera íntima, sintiendo su calor a través de la ropa. En cuanto sintió el rostro de Khalid en su cuello la mano de Kierab tembló, y haciendo que la palabra que estaba escribiendo se viera un poco torcida.

Estaba cansado, pero ese gesto lo hizo llenarse de una emoción desbordante, sintiendo una pesadez ardiente en el pecho.

"Khalid... ¡Me está seduciendo!"

Es verdad que Khalid ya no tenía tanta vergüenza como al principio, y poco a poco demostraba entusiasmo cuando Kierab le robaba uno que otro beso, pero nunca había hecho el primer movimiento. Esta era la primera vez que tomaba la iniciativa, y era aún más increíble, ya que lo había hecho para seducirlo. Kierab se sintió extasiado al ser seducido por él por primera vez. Y lo que más lo emocionó fue el motivo: lo hacía por su bien.

—Si, tienes razón, debería ir a dormir—respondió bajando la pluma.

—Puedo ayudarle como siempre, así que no se exija demasiado—dijo, apoyando el mentón en su hombro, pegando la mejilla contra la suya.

—De acuerdo—dijo, conteniendo su aliento.

Khalid se alejó y comenzó a ordenar el escritorio de Kierab, sin mirarlo a los ojos y con una actitud tranquila. Kierab aún se sentía aturdido por lo sucedido y también comenzó a ordenar un poco.

Cuando terminaron fueron hasta su habitación y Kierab tomó una ducha antes de dormir, dentro del baño se secó el cabello y se lavó los dientes. Se puso solamente un pantalón holgado y salió, sintiendo el suave aroma del incienso en el aire.

—Déjeme ayudarle con su cabello—dijo Khalid con un rostro alegre.

Kierab dejó que lo peinara, sintiendo esa suave sensación en su cabeza, provocándole más sueño. Ambos estaban sentados a la orilla de la cama, y Khalid, sin querer dejar de peinarlo, se levantó y dijo:

—He terminado.

—Gracias—dijo con los ojos entrecerrados y somnolientos. Bostezó y se tocó el cuello, moviendo su nuca con fatiga.

Khalid dejó a un lado el peine y lo miró. Entrelazó sus manos y preguntó, con un poco de duda en su voz:

—¿Le duele el cuello?

—Un poco—respondió suspirando—Pero es lo normal luego de estar sentado todo el día...

—¿Le gustaría un masaje?

Kierab lo miró y sonrió, curvando la comisura de su labio. Se acostó boca abajo y cerró los ojos.

—Ah, me duele todo el cuerpo—abrió un ojo y dijo, con un tono bajo y ronco—Me encantaría un pequeño masaje.

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