Capítulo 40: La vida es tan corta

—Cuando volví fui coronada reina oficialmente, tardé cuatro meses en poner todo más o menos en orden. Pero ni siquiera me dejaron tomar un respiro cuando el consejo me informó sobre mi matrimonio; un sin fin de peticiones de matrimonio estaban inundando mi palacio. Por suerte aclaré que sólo me gustan los hombres, sino, imagínense la cantidad de personas fuera de mi palacio. Desde entonces una vez al menos veo a cientos de candidatos. Ah~ he visto a tantos hombres que por un instante creí que todas las mujeres sobre la tierra habían desaparecido... ¿Quién soy? ¿dónde estoy?

Kierab masticaba su deliciosa comida mientras oía las quejas de la reina y Khalid ponía comida en su plato usando palillos.

—Mm, ser un monarca es difícil.

—¡Si! No puedes estar soltero porque ya quieren que te cases. Apenas pude acostarme por primera vez con Med'sha cuando estaba poniendo todo en orden, pero desde que se enteró de las peticiones de matrimonio apenas me mira y no quiere hablar conmigo—suspiró, con angustia reprimida, sollozando—¡Esto es sólo una formalidad! La única persona con la que me casaré será con él. 

—¿Se los has dicho?

—¡Si, innumerables veces!—bajó la cabeza, abatida, frotándose las cejas—Pero los reyes y reinas de nuestro reino siempre han tenido más de un amante, piensa que es algo inevitable. ¡Cómo si no me conociera! Piensa que caeré ante la tradición y la tentación con todos esos hombres que llegan ante mi, guapos y fornidos, aunque también hay algunos muy lindos, como ese músico que tocó el Guqin de una manera tan dulce, y cuando me sonrió con timidez, con ese rostro tan llenito y redondo. Esos hoyuelos tan tiernos en esas mejillas tan blancas... ¡Ah, qué estoy diciendo! Me gusta Med, delgado e inteligente. Si, así me gustan, ¡flacuchos y eruditos! 

Levantó la mirada y notó que Kierab la mirada, atento y en silencio mientras comía con gran gusto. Lahra de pronto se sintió avergonzada y se sonrojó.

—¿Qué manera es esta de tratar a mis invitados? Acaban de venir y lo único que hago es quejarme de mis estúpidos problemas sin importancia. De verdad lo lamento mucho.

—Está bien, es bueno desahogarse de vez en cuando—contestó Kierab con una sonrisa amable.

—Si... La verdad me siento un poco mejor. Sólo tengo dos personas con las que puedo hablar de mis problemas: Med y Shira. El problema es con Med y Shira no está aquí. Ella vino temprano por la mañana, pero está ocupada—y dió un largo suspiro.

—Oh, ya vino a verte. Lamento haberla retenido por tanto tiempo. 

—Está bien, al menos podía escribirle cartas no oficiales de vez en cuando. Supongo que es lo más cercano que tengo de una amiga. Por cierto, en sus últimas cartas me comentó todos los asuntos que han sucedido en tu reino estos últimos tres meses. Ha pasado tanto en tan poco tiempo.

—Si, una cosa tras otra—suspiró Kierab con una sonrisa de autocrítica y bebió de su vino.

—Si quieres mañana podemos hablar, por ahora descansa. Has tenido tiempo difíciles y el viaje debió ser cansado. Pueden quedarse en el palacio o salir a pasear. Por el dinero no se preocupen, pidan lo que quieran. 

—Gracias. Sería agradable descansar un poco.

Lahra sonrió y vio a Khalid, mucho más fornido, serio y relajado que cuando lo vio por última vez.

—Cuanto tiempo a pasado ¿Diez, once meses desde que nos vimos por última vez? Pero Khalid se ve muy bien. ¿El entrenamiento con Shira ha estado bien?

—Si, es una excelente maestra. He aprendido tanto con ella que no sé cómo pagárselo. Estoy muy agradecido con ella y con usted por esta oportunidad—respondió Khalid con mucha cortesía.

—No es nada. Después de todo somos aliados. Tus habilidades nos servirán tanto para la guerra con el gran reino Ra'ilkha como en los conflictos internos de tu reino. Además, independientemente de eso, es importante saber luchar. Nunca de sabe qué sucederá.

—Si, tiene mucha razón...

Khalid sonrió y acarició el borde de su taza. Se sentía satisfecho de saber que le era útil a Kierab, que podía ser su espada y su escudo en una situación de peligro. Esa sensación de ser alguien fuerte lo hacía sentirse en las nubes.

—Shira me contó que eres un excelente aprendiz. Cuéntame un poco de tu tiempo con ella.

—Bueno, ella es bastante dura y estricta, pero también es muy amable—dijo un poco tímido al hablar de ella. La admiraba mucho.

—Si—dijo riendo—Así es ella. Dura consigo misma pero amable... —bajó la miraba y su sonrisa se atenuó un poco —Espero que estar con ustedes la haya ayudado a ser más relajada y disfrutar más de esta vida que es tan hermosa y corta...

[...]

—Majestad, he llegado—dijo Shira, entrando silenciosamente a la habitación de Lahra.

—Vaya, vienes temprano—dijo Lahra, feliz de verla—Son las ocho de la mañana, tenemos un momento para hablar antes de...ver a los candidatos.

Si estado de ánimo se deterioró un poco.

Shira le hizo un resumen del último mes que había pasado dentro de Krastos debido a que no le envío una carta, después de todo pronto iba a volver. También le habló del viaje, y la llegada a la posada. 

—Todo salió bien al final, su majestad. No hubo ningún inconveniente.

Pero no estaba tranquila. Lamentaba haberse demorado y de no haber llegado de inmediato al palacio luego de salir de la posada. Deliberadamente hizo su viaje un poco más lento para hablar un poco más con Hirbaz y mostrarle el reino. 

—Majestad, yo...lamento haber venido tarde. Hubiera venido mucho antes, pero...traje a alguien al palacio—dijo, agachando la cabeza.

—¿A alguien?

—Si, traje al coronel Hirbaz conmigo. El rey y Khalid están dando un paseo, vendrán para la hora del almuerzo.

—Trajiste al coronel...—Lahra se sentó y sonrió—¿Por qué?

Shira se arrodilló inclinando la cabeza.

—Ellos parecían querer estar a solas, así que pensé en traer al coronel directo al palacio para ahorrarnos algún inconveniente.

—Mm, ya veo. ¿Te llevas bien con él? Aunque es franco y un poco tosco es buena persona.

Shira se quedó callada. Le sudaban las manos y apretaba los dientes. 

"¿Qué debo responder? ¿Qué respuesta quiere oír?"

Lahra notó claramente que estaba tensa. Suspiró y se acercó a ella, sentándose en el suelo justo frente a ella.

—Eres mi mejor guerrera. Tienes tantas habilidades y talentos mi querida Shira, mi mano derecha en las sombras... Confío tanto en ti que te envié a Krastos para ayudar al rey y ganar su buena voluntad, para mostrarle nuestra sinceridad y que estamos dispuestos a ser sus aliados más sinceros. 

Shira se sintió nerviosa, tanto que no quería hacer ningún ruido. Su respiración, o sólo el hecho de tragar saliva le era incómodo.

—Para lograr serlo te has entrenado tan duro, te he tratado tan duro...

—Es como debe ser, mi reina—se atrevió a responder en voz baja.

—En aquel entonces sufrí la perdida de la persona que más admiraba y quería, mi hermano mayor... Estaba cegada por el odio y la carga de ser la futura reina... Fui más estricta de lo debido y siento que he trastornado tu mente.

—Armas perfecta y fieles es lo que necesitaba en esos momentos cuando lucho contra su padre y por el trono, para asegurar su vida aún después, mientras era aceptada como reina. Es lo que necesita justo ahora. Estoy más que feliz y honrada de serle útil-

—¡¿Es que no lo entiendes?!—exclamó Lahra, sujetando a Shira de las mejillas para poder verla a los ojos—No eres un arma, eres una persona, un ser vivo que tiene sentimientos y anhelos, deseos y sueños. ¡Ahora me doy cuenta! Aún con todas nuestras obligaciones debemos buscar la felicidad. Ser mi seguidora y guerrera es duro, pero también debes disfrutar de la vida. Shira, la vida es tan corta... Morir con una vida así sólo te traerá arrepentimientos....

Shira guardó silencio, viendo con toda claridad la expresión de angustia de su reina.

Siempre vio a Lahra como algo perfecto, etéreo y digo, su salvadora. Juró servirle el resto de su vida en agradecimiento y no hacer nada más. Vivir por ella y solo para ella.

Pero ahora la imagen que tenía de Lahra parecía cambiar con poco. Ya no era la reina inquebrantable, dura y fría que recordaba, en sus ojos ahora venía otras emociones a parte del odio, la venganza y la ambición. Había tristeza, la cual estaba cansada de ocultar, amor, preocupación, felicidad... 

Los últimos años Lahra había comenzado a cambiar, pero Shira decidió no ver ese cambio.

—Med me salvó de esa vida tan triste y solitaria. Mi reino me hizo ver lo felices que pueden ser las personas. Shira, está bien que me sirvas, pero también haz cosas que te gustan que no tengan que ver conmigo. Si tu razón de vivir solo soy yo busca algo más, busca a alguien más. Entre más razones tengas por las que vivir menos aceptarás la muerte prematura y tu vida se arraigará por más tiempo en este mundo. Por favor, escúchame, no como tú reina, sino como una amiga.

Shira se mordió el labio inferior y bajó la mirada. Se sintió conmovida y dijo en voz baja:

—Se supone que debo servirle con todo mi ser...

—Si, se supone—dijo Lahra, con una sonrisa.

—Yo, tenía miedo de que usted no quisiera que yo...

—Quiero que disfrutes de tu vida, ¿de acuerdo?—soltó su rostro de se acomodó en el suelo—Sólo mira a ese aprendiz tuyo; se opuso a lo que "se supone que debo ser" y quiso disfrutar de la vida, aún cuando todo el mundo se opondrá a ello. Aprende un poco de él.

—Si—dijo, con una sonrisa—Tiene razón, él enserio lucha por disfrutar de la vida.

Lahra se levantó y se sentó en una silla. Sirvió un poco de té y dijo:

—Vamos, toma asiento. Deja de estar arrodillada así.

Shira se levantó con cuidado y se acercó lentamente. Se sentó y tomó un sorbo.

—Así que te gusta el coronel. Mm, nada mal. Es bastante guapo y fuerte, amable y sincero. Si quieres estar con él es muy adecuado para ti. Todo saldrá bien.

A Shira aún le avergonzaba que alguien dijera sus sentimientos ocultos en voz alta. Y más porque era la reina.

—Si tienes algo que contarme hazlo luego, ve con él y diviértete—sacó una bolsa de dinero y dijo—Quédate en el palacio, sal con él a caminar o ve donde quieras. Te doy el día libre.

—Y-Yo no puedo aceptar eso mi reina...

Lahra la miró tranquilamente en silencio, sin apartar sus ojos de ella. Shira se sintió incómodo y solo pudo tomar el dinero en silencio.

—Ve y conquístalo. Eres hermosa y sensual, sabes pelear y eres elocuente e inteligente. Es imposible que no caiga enamorado de ti.

Shira asintió y bebió un poco más de té.

—Bien. Mientras, yo tengo que prepararme. Deséame suerte.

Le sonrió por última vez y salió de la habitación.

Shira se quedó ahí, mirando la taza blanca en sus manos. Pensó en sí mismo y en lo que quería hacer a continuación. 

"Si mi reina está bien con esto entonces todo está bien."

Dejó la taza y salió por la puerta, buscando la habitación donde había dejado a Hirbaz.

[...]

El camino hacia el palacio fue bastante rápido pero tranquilo para Hirbaz, Shira le mencionaba los lugares populares de su reino si pasaban cerca de ellos, hablaban un poco de las tiendas y los puestos de ventas, de lo animado y pintoresco que era Rouseth.

Hirbaz disfrutó del viaje, pero cuando llegaron al palacio Shira lo dejó en una habitación para invitados y le dijo que esperara.

«No sé cuánto tiempo vaya a tardar, pero prometo volver cuánto antes. Sólo debo hablar con la reina.»

Llevaba poco más de veinte minutos, no se sentía aburrido ni desesperado, simplemente disfruto de la vista por la ventana. Aunque Hirbaz era impaciente e impulsivo había un pequeño factor que lo hace más paciente de lo normal.

Shira.

Saber que la estaba esperando lo ponía de buen humor.

"La estoy esperando, pero ¿qué se supone que hagamos después? Mi rey y Khalid aún no han venido. ¿Será que nos quedaremos aquí a esperarlos?"

Justo cuando eso cruzó por su mente Shira entró por la puerta y la cerró suavemente.

—Lamento la demora, espero que te hayas sentido cómodo aquí.

—Oh, está bien, no me molesta esperar. 

Shira se sentó junto a Hirbaz, quién estaba en un sofá largo frente a la ventana. El reino se veía pequeño desde lo alto. Se escucha el ruido de las personas a lo lejos, traído por la ligera brisa.

—Hirbaz, hay algo que quiero decirte.

—Claro, ¿qué es?—se sentó derecho, prestando toda su atención al verla tan seria y tranquila.

Shira se sentía nerviosa. Hubo un par de segundos de silencio, sin poder hablar, pero respiró profundo un par de veces y logró decir:

—Al principio hemos interactuado tan poco, pero desde que me ayudaste a salir de esa habitación, donde Fa'ya me había encerrado, he tenido un buen concepto de ti. Y con este viaje me he dado cuenta que eres una persona muy agradable a mis ojos. Me gustas mucho y quería saber si sientes lo mismo.

 Hirbaz la miró asombrado, sin esperar esas palabras de Shira. Desde que la vio Hirbaz se sintió atraído por ella, pero no podía codiciar a la concubina de su rey. Luego supo la verdad, y entre más se cerca a ella, más sabía que lo que sentía no era sólo atracción física.

—Si no sientes lo mismo dímelo, no te quedes callado sólo por no lastimar mis sentimientos, o si quieres tiempo para pensar tu respuesta...

—No—dijo Hirbaz. La miró fijamente y dijo con total seriedad—Me gustas desde la primera vez que te vi, y luego de conocerte me di cuenta que no era un sentimiento pasajero. En verdad me gustas mucho Shira.

Shira se sintió más relajada y sonrió con alivio.

—Es un alivio que sientas lo mismo.

Hirbaz se sintió tocado por la fresca sonrisa de Shira. Su rostro trigueña era hermosa, y su cabello suelto se movía con el frágil viento. 

Shira notó su mirada y supo que sus sentimientos eran verdad e intensos. Su corazón se sintió cálido al sentirse amada por alguien.

—¿Puedo darte un beso?—preguntó Shira en voz baja.

—Si...—contestó Hirbaz, ocultando la emoción por su entusiasmo.

Shira puso una mano en el marco de la ventana y levantó un poco el cuerpo para alcanzarlo. Pegó sus labios a los suyos, sintiendo el calor de su cuerpo. Hirbaz levantó la mano y tomó su suave mejilla, abriendo los labios para recibirla.

No era el primer beso de Shira, pero si el primero en sentirlo con el corazón. Era una sensación indestructible que se debía disfrutar con los ojos cerrados. Se sintió tan emocionada que intensificó el beso con un poco de torpeza y mordió suavemente uno de sus labios. Acercó su cuerpo al suyo y acomodó una rodilla al lado de su cadera, mientras abrazaba su cuello. 

Hirbaz sintió el calor subiendo por su cuerpo, pero antes de que Shira siguiera se separó del beso y dijo:

—Shira, hay algo que debo decir.  

—¿Si?

—Según mis creencias la fidelidad es muy importante. Amar y estar con alguien ata tu corazón a la otra persona, ata tu alma y tu espíritu. Sólo podemos tener un compañero de vida, y...si te casas con esa persona es hasta tu último aliento. 

Shira supo un poco del pueblo natal de Hirbaz luego de su investigar para Kierab. Así que esta información no era nueva para ella.

—He conocido a tantos hombres en mi vida, pero ninguno me cautivó en absoluto, hasta que te conocí. Decidí resolver cualquier obstáculo que podría interponerse entre nosotros. Hirbaz, conozco las creencias de tu pueblo, y las respeto. Estoy dispuesta y deseosa de ser esa persona especial para ti, si tú así lo deseas. Seré fiel a tu corazón y la única persona que estará en el mío.

Shira le dió un pequeño beso y dijo, aún cerca de sus labios.

—Quiero saber cuál es tu concepto de amar a alguien, prometo que lo seguiré. Lo haré como tú quieras.

Hirbaz se sintió más tranquilo al saber que ella estaba de acuerdo. Quería seguir las costumbres de su pueblo porque creía en ellas profundamente, y era lo único que le quedaba de el.

—No podemos tener sexo hasta que estemos seguros que nuestros sentimientos son verdaderos...—dijo Hirbaz, acariciando su labio suave y húmedo.

Shira no se sintió molesta o impaciente, después de todo...

—Está bien, después de todo el sexo no es lo único que pueden hacer las personas que se gustan. También podemos simplemente...tocar un poco...

Su mano se deslizó dentro de su ropa, tocando el pecho de Hirbaz. 

No era la primera vez que era atacado así por una mujer, pero antes no sentía ningún interés por ellas. Porque no las quería. Pero en cambio, el toque de Shira lo emocionó a tal grado que quería simplemente romper su voto e intimar con ella.

Hirbaz se quitó la camisa, dejando al descubierto su pecho y abdomen. Sujetó la mano de Shira, firmemente sobre su pecho y la empujó con suavidad hacia atrás, quedando acostada sobre el sofá.

—Toca lo que quieras entonces, yo también haré lo mismo. Está bien si sólo usamos nuestras manos por ahora.

Shira no podía negar el fuerte deseo de tocar a Hirbaz, le resultaba tan atractivo y sexy que quería tocarlo por completo. Hirbaz abrió su camisa y con ambas manos tocó la suavidad de sus pechos, acercándose a ella para continuar con el beso.

Se sentía tan feliz de haber elegido amar a Hirbaz, y con la reina, por darle la oportunidad de ser feliz.

Deslizó sus manos por su abdomen, sintiendo la dureza de sus músculos. Sujetó su cinturón y lo aflojó.

"Definitivamente disfrutaré todo lo que quiera en esta vida, sin arrepentimientos...."

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