Capítulo 31: Estoy aquí

Todos los días estaba muy ocupado, pero todo su esfuerzo valió la pena. La esperanza de ver a Khalid lo motivaba cada día, y cuando por fin terminó sus deberes en La-min no podía esperar para regresar a Krastos.

Era finales del primer mes, mucho antes del tiempo estimado.

Rápidamente arregló las cosas y partió, con el pretexto de que Krastos no podía permanecer por más tiempo sin un rey.
Montando a caballo sólo se llevó consigo a Hirbaz de regreso.

El clima era desventajoso, pero se apresuró y rápidamente llegó a Krastos. Sin embargo, no entró por la puerta principal, sino por una entrada oculta, ya que se había ido sin que nadie lo supiera.
Cabalgó un poco más hasta el castillo, pero su corazón no cabía en su pecho y quería salir a buscar a su amado. Estaba muy emocionado de poder ver a Khalid después de tanto tiempo.

—Se ve muy feliz, majestad—comentó Hirbaz, mientras ambos entraban de escondidas al palacio.

—Si, bueno... Quiero ver a alguien—dijo sin vergüenza.

—Oh, entiendo—"Supongo que le gusta mucho la concubina Ra'Shira"

—¿No quieres ver a alguien, ahora que estás devuelta? —preguntó con curiosidad, se sentía de buen humor.

—No realmente.

Hirbaz no tenía familia, después de todo era un huérfano. Y no importaba qué, no podía encontrar a ninguna mujer de su agrado. La reina de Rouseth llamó mucho su atención, pero ella era totalmente inalcanzable para él.

—El poder y la fuerza son importantes, pero si no tienes a alguien a tu lado se siente un poco triste y solitario. Espero que algún día encuentres a alguien, y si está en mis manos yo te ayudaré.

—Gracias, majestad. Nunca esperé escuchar estas palabras de usted.

—Es verdad—respondió, riendo de buena gana.

Ambos iban caminando por un amplio pasillo, cuando de repente se cruzaron con un esclavo.

—Majestad—exclamó, arrodillándose frente a él.

—¿Qué sucede? —dijo Kierab. De pronto tuvo un mal presentimiento. Algo no estaba bien, sus manos temblaban y su voz se oía quebradiza.

—Por favor, ayúdelo. Khalid está siendo torturado por la reina en los calabozos. Quisimos detenerla, pero fue inútil.

Los sentidos de Kierab se detuvieron, y de pronto un fuego ardiente vino desde lo más profundo. Todo su cuerpo ardió de ira y gritó:

—¡Esa mujer, ¿cómo se atreve?!—apretó los puños y le dijo a Hirbaz—¡Ve a buscar a Ra'Shira y llévala a mi habitación de inmediato!

Hirbaz obedeció sin demora. Jamás había visto a Kierab tan enojado, y con sólo verlo a los ojos todo su cuerpo no pudo evitar temblar.

Sin esperar más Kierab corrió hacía el calabozo, maldiciendo una y otra vez en su corazón. Enojado y preocupado, tan intensamente que sentía un fuerte dolor en el pecho junto con un ardor en los ojos.

[...]

—Majestad, no creo que esto sea...—dijo uno de los guardias, al verla levantando el látigo. El guardia aún estaba preocupado y no sabía cómo detenerla sin faltarle el respeto.

—Cállate y no te metas—dijo furiosa. Miró a Khalid y murmuró—No importa lo mucho que el rey lo aprecie, al final es sólo un esclavo...

Los guardias retrocedieron, pero si veían que la reina se excedía definitivamente la detendrían de inmediato.

—Hago lo que yo quiero y todos deben escucharme—y levantó el látigo—Responde de una maldita vez mi pregunta, maldito esclavo. ¡Te lo ordeno-!

Su última palabra apenas fue pronunciada, cuando la pesada puerta de hierro se abrió de golpe. Fa'ya se asustó ante el ruido repentino y se giró, sólo para ver al hombre parado bajo el marco.

Kierab vio a Fa'ya con el brazo levantado, lista para dejar caer el primer azote. Kierab estaba tan furioso que se sintió mareado, le dolió el pecho, arrugó las cejas y apretó los dientes, conteniendo las ganas de matarla. La sangre de Fa'ya se enfrió al instante y su cuerpo se petrificó ante su mirada.

Kierab no gastó palabras; dio tres pasos rápidos hacia ella y le atestó una bofetada tan grande, que la arrojó al piso y la dejó mareada, sin poder reaccionar. Quiso seguir descargando su ira, pero en cuanto vio a Khalid supo que no era lo más importante en ese momento.

—Dame las llaves—ordenó a uno de los guardias. Luego vio la figura de Fa'ya en el suelo y añadió con frialdad—Y llévensela de aquí. Enciérrenla en una celda.

Los guardias estaban conmocionados al ver su reacción. Kierab tomó la llave y se apresuró hacia Khalid, desesperado. Los guardias no tardaron en obedecer y salir de la celda, dejándolos solos.

—Khalid—llamó en voz baja, quitando los grilletes.

Khalid apenas podía abrir los ojos, pero en cuanto vio el rostro de Kierab se sintió feliz y más relajado.

—Está aquí—dijo, con una voz apenas audible y volvió a cerrar los ojos.

—Si, estoy aquí—respondió con un nudo en la garganta.

Al tocar su cuerpo tembloroso supo que estaba hirviendo en fiebre, su respiración era un tanto pesada y se veía bastante agotado. Kierab se alarmó aún más, pero mantuvo la calma. Lo cubrió con su capa, lo levantó con cuidado y lo llevó en brazos.

En el camino Khalid volvió a abrir los ojos, mirándolo. La ropa de Kierab estaba polvorienta y un poco húmeda debido a la nieve, su rostro también estaba un poco sucio y su cabello era un desastre por el viento. Olía a sudor mezclado con el distintivo y único aroma propio de él, junto con un ligero olor a tierra. Sentir este olor familiar que tanto adoraba y el calor de su cuerpo hizo que se tranquilizara del todo, y sin darse cuenta se quedó dormido en sus brazos.

El mismo esclavo que informó a Kierab de la situación estaba ayudando a Hirbaz. Él lo llevó a la habitación donde Ra'Shira estaba siendo encerrada y le contó un poco sobre la situación.

Podía entender porque fue encerrada; la reina estaba celosa y se estaba desquitando con ella, pero aún no podía entender porque Kierab la quería en su habitación con tanta urgencia.

Hirbaz consiguió la llave de la habitación y de las cadenas. Llegó ante la puerta y la abrió rápido, pero en cuanto entró una inesperada escena lo recibió.

Hirbaz sólo había visto a la concubina un par de veces, pero justo ahora su figura lo dejó sin palabras.

Ra'Shira, con una expresión feroz y cansada estaba parada sobre la cama, jalando de la cadena que la ataba al poste de la cama (con techo). Justo cuando Hirbaz entró ella dio un último tirón, tan fuerte que por fin pudo arrancar el poste.
La madera que se usó para hacer la cama era de las más finas y pesadas, sumando a eso el excelente trabajo del carpintero. El poste estaba tan fijo en su sitio que Shira tardó todo este tiempo en arrancar el poste.

La gran pieza cayó al suelo haciendo un fuerte ruido, Shira se alegró, pero en ese mismo segundo se giró para ver a la persona que entraba. Estaba tan concentrada en jalar la cadena que no notó que alguien quería entrar a la habitación.

Su ropa cubría lo adecuado, pero también dejó al descubierto bastante piel. Las líneas delgadas de sus músculos en brazos y piernas, junto con su mirada fría y su tez ligeramente húmeda de sudor... Hirbaz sintió que esa imagen desprendía dos palabras: determinación y poder. Su corazón se paró por un segundo, se sintió inmediatamente embelesado.

—Mi señora, he venido a ayudarla—dijo Hirbaz rápidamente, aunque no estaba seguro de como referirse a ella—El rey solicita su presencia.

Ra'Shira se sintió aliviada y temerosa al mismo tiempo. Sabía que Kierab estaría enojado, y temía del estado de Khalid.

—Ah, es un alivio—dijo, cayendo de rodillas sobre la cama.

Había estado jalando esa cadena durante tanto tiempo, sin mucha comida ni agua, había gastado gran parte de sus energías. Y el alivio de saber que Kierab había regresado hizo que le fallaran las piernas y los brazos.

—Permítame—dijo Hirbaz y se acercó a ella, quitando la cadena de su muñeca.

Notó que se veía pálida y que su muñeca estaba dañada por el grillete. Hirbaz no tenía mucho tacto y no sabía cómo usar palabras galantes, así que simplemente actuó.

—La llevaré—usó sus grandes brazos para levantarla y cargarla. Era bastante ligera y su piel era un poco fría.

—O-Oh, gracias—dijo, mirando hacia arriba.

El cuerpo de Hirbaz era bastante duro y grande, sintiendo a través de la ropa su fuerte temperatura y la forma de sus pectorales. Olía un poco a sudor y a tierra, pero no le importó, seguramente ella olía igual. Pero lo que más la dejó desconcertada fue que su propio corazón comenzó a latir más rápida, e incluso se llegó a sentir un poco tímida en sus brazos. Nada propio de ella.

Hirbaz avanzó con paso firme, sintiendo la esbelta y fuerte figura de la bella dama. Las únicas dos mujeres que habían captado su atención en toda su vida (Lahra y Ra'Shira) estaban fuera de su alcance, pero aun así no intentaría hacer nada. Sin importar qué respetaba a las personas con pareja. Sólo le bastaba tocarla, aunque sea una vez.

[...]

Cuando Ra'Shira entró a la habitación vio a Khalid, acostado en la cama del rey; sus ojos estaban cerrados mientras Kierab ponía un trapo húmedo en su frente.

—Ra'Shira, cúralo ¡Rápido! —exclamó impaciente junto con una expresión grave.

—De inmediato Majestad.

Kierab no tenía tiempo de hacer preguntas a Shira ni nada de eso, lo que más le importaba ahora era que Khalid estuviera bien.

—No se preocupe majestad, la vida de Khalid no corre peligroso, dentro de unos días estará bien—dijo rápidamente.

Confiaba en las habilidades médicas del reino Rouseth, por ello no había llamado al médico del palacio. Además, no quería involucrar gente ajena. Shira era la adecuada para cuidarlo.

Shira mojó la punta de varias agujas en pequeños frascos, luego pinchó algunas partes del cuerpo y le dio de beber dos infusiones de hierbas medicinales, e hizo todo esto lentamente. Kierab le ayudó a colocar trapos húmedos por su cuerpo para bajar la fiebre. Estuvieron así por dos horas, cuando notaron que ya era bastante tarde. Ya había pasado la hora de la cena.

—Aunque no está fuera de peligro será mejor mantenerlo inconsciente durante unos días, así su recuperación será más rápida. El descanso es lo mejor ahora.

El rostro de Shira estaba bastante tranquilo y su tono era suave, pero por dentro...

"¡Esa maldita hija de puta lo dejó tener fiebre por varios días, un poco tarde y hubiera muerto! El veneno debilitó su cuerpo por lo que enfermó con más facilidad y gravedad. Su vida se acortó unos seis u ocho años quizás... Por ahora no es bueno que Kierab lo sepa."

—Gracias—dijo aliviado.

Miró lo cansada y sucia que se veía. No había necesidad de preguntar, era claro que Fa'ya también la había atormentado.

—También deberías descansar. Puedes volver a tu habitación.

—Digo lo mismo majestad, debe estar cansado de su viaje.

—Un poco—miró a Khalid, quién estaba completamente cubierto por la sábana. Acarició su rostro y dijo—Aun así, no quiero dejarlo. Me quedaré toda la noche.

Shira asintió, le dio instrucciones sobre el cuidado de Khalid y él la acompañó hasta la puerta. Quería buscar a algún esclavo para que la ayudara a llegar a su habitación y la cuidara un poco, pero al salir al pasillo vio a Hirbaz no muy lejos, de pie, mirando hacia adelante fijamente.

—Hirbaz.

—Mi rey—dijo, haciendo una reverencia.

Estaba preocupado por Shira y la esperó, aunque sabía que era poco posible que volviera a salir. Era inapropiado, pero no pudo evitarlo. Temía que Kierab preguntara sobre su extraño comportamiento, pero no hizo eso, y en cambio dijo:

—Gracias por traer a Ra'Shira. Ella tiene conocimiento sobre la medicina de Rouseth y me ayudó a atender a mi esclavo.

—¿Él se encuentra bien? —preguntó al saber lo mucho que Kierab quería a este esclavo suyo.

—Si, pero necesita reposo—viendo sus acciones tuvo claro sus pensamientos, así que tuvo una idea y dijo, un tanto impaciente—Debido al viaje y por tu gran ayuda planeo darte unos días libres, úsalos como quieras, pero antes ¿podrías llevar a Ra'Shira a su habitación? Ella también necesita descansar.

—Lo haré con gusto, majestad—respondió de inmediato.

—Y de paso dile a Rodius que se ocupe de mis obligaciones hasta mañana por la tarde. Debido a la ausencia de Fa'ya puede ser un poco pesado, agradécele de mi parte—dijo, estando aún más de mal humor al recordar a Fa'ya.

—Cómo diga majestad.

Kierab no esperó más y volvió a la habitación.

Ahora que no había nadie se desmoronó por completo. Se arrodilló en el suelo, junto a la cama, sintiendo que caía cada vez más profundo. Sus ojos desprendían tanta tristeza e ira que se humedecieron, le faltaba el aire y de pronto comenzó a sollozar en silencio.

—Perdón—dijo en voz baja, apretando la manta, sin atreverse a tocarlo.

En ese momento habían tanto sentimientos surgiendo que no sabía cómo expresarlos. Pero lo que tenía claro en esos momentos era la venganza y el arrepentimiento.

Si hubiera sabido que esto iba a pasar lo habría llegado con él a La-min. Había fallado en cuidarlo, había dejado que lo lastimaran.

Apretó las sábanas con tanta fuerza que sus manos casi goteaban sangre, palideciendo. Y el resto de la noche pasó así, hundido en sus pensamientos, tratando de organizar en su mente lo que diría y haría a continuación.

Aunque quisiera quedarse junto a él hasta que se recuperara, Kierab no podía. Tenía obligaciones que cumplir. Por lo que, a la mañana siguiente, volvió a ejercer su papel como rey, dejando a regaña dientes a Shira como encargada de Khalid.

Estos últimos días había estado tan ocupado que apenas podía ver a Khalid por las noches y quedarse junto a él las pocas horas que dormía.

Por otro lado, Shira hizo un gran trabajo en cuidarlo. Su cuerpo se fue recuperando a gran velocidad, dando igual importancia a las pequeñas heridas físicas, en especial sus uñas.
Por suerte Kierab no las había notado, o si no se volvería aún más loco.

Shira notó su comportamiento un tanto desordenado. Con expresiones que lo hacían ver triste, para luego verse enojado, afligido o ansioso.
Quién sabía lo que pasaba por su mente.

Pasaron seis días desde el incidente; la mañana era fría pero hermosa, el cielo era blanco, pero brillaba de una forma alegre, junto con el viento y el silencio.

—¿Shira?

Dejó de hacer lo que estaba haciendo y se acercó a la cama al escuchar la voz ronca de Khalid.

—Me alegra que estés vivo. Has estado dormido durante seis días, ¿cómo te sientes?

—Estoy bien, no siento nada malo, sólo tengo un poco de hambre. —dijo lentamente, haciendo pausas—Siento el cuerpo un poco entumecido.

—Es un alivio—dijo con un suspiro. Kierab había estado cada vez más nervioso estos últimos dos días.

—¿Y tú? La reina te hizo algo ¿No es así?

"Él...es tan lindo. Incluso se preocupa por mí en esta situación."

—No me dejaba dormir y apenas me daba comida y agua, pero no te preocupes, estoy bien. No se atrevió a dañarme físicamente.

—Me alegra escucharlo—dijo, con una sonrisa débil, pero su expresión cayó rápidamente y se preocupó—¿Dónde está el rey?

—Él quiso quedarse a tu lado, pero desde que volvió a estado muy ocupado. Justo ahora está en una reunión con el consejo. ¿Quieres que lo llame?

—...No, aún no. Ahora... necesito pensar.

—Está bien, te dejaré solo. Llámame si necesitas algo.

—Mm.

Khalid se levantó. Comió algo y tomó un largo baño. Su cuerpo se sentía un poco lento, pero no sentía dolor en absoluto. Lo que estaba molestándolo ahora era su mente. Le dolía un poco la cabeza mientras pensaba en Kierab y qué hacer cuando lo viera de nuevo. Tenía tantos pensamientos revueltos que comenzó a sentirse ansioso.

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