Capítulo 24: Regalo de bodas

El agua refrescaba la piel colorada de Kierab, y hacía que su cuerpo cansado se relajara, dejándose caer sobre el pecho de Khalid, dentro de la tina.

—Lo siento—dijo Khalid en voz baja, recordando la forma tan desvergonzada en que se comportó.

—Es bueno que esté en forma, de lo contrario no hubiera soportado tantas veces—dijo, apoyando la cabeza en su hombro para mirarlo y con una sonrisa añadió—Yo dije que podías hacerlo las veces que quisieras. No tienes porque disculparte. Me gusta que te sientas cómodo y seguro conmigo y que dejes de menospreciarte. Sabes lo mucho que te amo.

"Aunque debo admitir que me siento destrozado ahí abajo"

Khalid lo abrazó, cerrando los ojos mientras suspiraba.

—Aun así...a veces dudo, y no sé si las cosas que hago estarán bien. No sé si las cosas que haga van a gustarle.

—Si algo no me gusta te lo diré de inmediato, así que no te preocupes demasiado, pero dudo que algo que hagas me disguste. Haz lo que quieras hacer o dímelo si tienes dudas, estoy seguro que también me va a gustar.

Kierab se levantó y abrazó su cuello, mirándolo muy cerca. Sonrió y dijo:

—Amo todo lo que quieras hacer conmigo.

—... Está bien—respondió, tratando de ocultar su emoción.

Kierab sonrió aún más al sentiste satisfecho y salió de la tina.

—Entonces andando. Apuesto a que hay muchas que quieres hacer...

Luego de eso comieron y salieron a caminar a la playa, hablando de las cosas que les gustaban y disgustaban, para evitar cualquier mal entendido. Hablaron un poco de literatura y leyes, temas que a Khalid le interesan mucho, para sorpresa y encanto de Kierab.

Khalid sentía que entre más estaba a su lado, más lo amaba. Amaba lo inteligente y fuerte que era, la seguridad con la que hablaba y su amplio conocimiento lo dejaban embelesado. Y sólo lo hacía pensar en querer ser como él, ser digno de alguien tan maravilloso como su rey. Ser mejor en todos los aspectos...

Y así pasaron los días; comían, dormían, paseaban, hablaban, jugaban en la playa, se bañaban en el mar y se ponían románticos, y sin saberlo, ya habían pasado cinco días.

—No quiero volver—se quejó Kierab, mientras lo abrazaba, acostado en un sofá de mimbre.

—Yo tampoco—dijo en voz baja, sonriendo con cariño.

—Estar aquí, lejos de todo, es como estar en un pequeño paraíso. Podemos estar cómodos y hacer lo que sea sin pensar en los demás...

—Estando así...siento que lo conozco más que antes. Siento que lo amo más...

—Me alegra escucharlo—dijo, enterrando el rostro en su pecho mientras sonreía—Me alegra ser correspondido con sinceridad.

—¿Cómo podría no ser correspondido?

Dijo, con los ojos entrecerrados, pensando en lo afortunado que era. Hace tiempo que ha olvidado lo que se siente el hambre, el dolor, la soledad... Ahora sólo conoce la paz y la felicidad...

Al día siguiente ambos tuvieron que partir de regreso al palacio. Kierab se sentía más relajado y descansado, listo para hacer las cosas que tenía pendiente. Pero cuando llegó al palacio lo recibió Rodius con una carta en mano.

—Es de la reina Lahra—dijo, entregando la carta.

Kierab la tomó y le agradeció, pero no la abrió de inmediato. Primero se cambió de ropa a una más cómoda y fue a los jardines reales, pidió que nadie lo molestara, se sentó junto a Khalid y comenzó a leer la carta.

Año 1467, octavo mes. Verano.

Honorable rey de Krastos, lo saludo y le escribo por un asunto que ha estado rondando por mi cabeza.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se casó con su reina? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se casó conmigo?

Me temo que las personas no quedan tranquilas cuando un rey es así se indiferente hacia una mujer. Dígame, ¿qué es un guerrero si este se reúsa a usar su espada?

Un rey como usted debe querer usar su espada, y por ese motivo déjeme darle un regalo de bodas atrasado. Algo con lo que pueda decir: ¡Hoy usé mi espada!

Para que no tenga que preocuparse por cosas innecesarias, por favor, acepte este obsequio. Sé que le gustará.

Con cariño, Reina Lahra Khazal.

Kierab se rio entre dientes y se tocó las cejas con los dedos.

—Supongo que tiene razón. Es raro que no quiera hacerlo con la reina, o con cualquier otra mujer—musitó entre dientes.

—¿Sucede algo malo? —preguntó al verlo tan pensativo.

—No es nada malo—dijo, con una ligera sonrisa—De hecho, es todo lo contrario. Lahra va a regalarme algo muy útil.

La noticia de que Lahra enviaría un obsequio se hizo sonar rápidamente por todo el palacio. Y sin esperar demasiado, el día llegó. Kierab estaba sentado sobre su trono, esperando pacientemente, con un rostro calmado, con Rodius, Fa'ya y Khalid a su lado.

Un sirviente del palacio Rouseth entró al salón del trono, con una pequeña carta en la mano.

—Presentando al rey de Krastos, el humilde obsequio de su reina, Lahra Khazal; con sus más hermosos deseos, ella ofrece lo mejor para su rey, un presente que fue escogido personalmente por su mano y buen gusto, esperando que el rey también así lo vea.

Kierab sonrió inevitablemente al escuchar la carta, pensando en lo mucho que quería hacer notar el "amor entre ellos".

"Definitivamente no le agrada Fa'ya"

Pensó, mirándola de reojo. Notando la furia oculta en sus ojos.

—Traigan el obsequio.

Las inmensas puertas se abrieron, dejando entrar una enorme caja de madera blanca y bronce, con hermosos patrones tallados en ella. Seda de color arena rojiza y perlas, demasiado hermosa para sólo llevar el verdadero regalo dentro.

Todos los presentes la miraron con curiosidad, preguntándose qué habría dentro. Fa'ya gruñó desdeñosa en silencio y lo mío de menos.

Los sirvientes la dejaron frente al trono, y luego de una reverencia, abrieron el lado de enfrente, como si fuera una puerta.

Enseguida salió un pie desnudo, seguido de una pierna, ligeramente vestida con una seda muy fina de color verde. La piel era de un exquisito tono trigueño claro, uniforme y suave, y su largo cabello negro ondulado. Su rostro, oculto con una tela traslúcida, dejaba ver con claridad sus carnosos labios rojos y el hermoso contorno de sus mejillas. Su mirada era suave, con unos ojos afilados y sensuales, brillantes, de un color café azulado.

Su pecho estaba cubierto con una tela no tan delgada, revelando su abdomen y hombros. Sus curvas eran seductoras, pero no tan voluptuosas, alta y esbelta.

Definitivamente una mujer bella que cualquiera desearía con desesperación.

—Mis más cordiales saludos, mi rey. El nombre de esta concubina es Ra'Shira. Es un honor poder servirle, y espero con todo mi corazón poder satisfacer cualquier deseo que tenga. Soy toda suya desde el día de hoy. Haga lo que quiera conmigo—se arrodilló y lo miró con cautela. Su suave voz flotó por el salón, el cual estaba inmerso en una profunda contemplación y asombro.

"¿La reina Khazal...le regaló una concubina?"

Pero lo más desconcertante era que esta concubina les recordaba, de alguna manera, a la reina. Tal vez por su piel trigueña o su mirada astuta, pero definitivamente tenían algún tipo de parecido.

—Oh—dijo Kierab, mirándola con una ceja levantada—Es justo como dice, ella tiene un buen gusto—y añadió una efímera sonrisa.

Todo el salón guardó silencio, reflexionando sus palabras.

"Entonces esos son los gustos del rey"

Y, por consiguiente, miraron en secreto a Fa'ya, quién era totalmente lo contrario en apariencia.

Fa'ya apretó sus puños y contuvo su aliento.

"¿Una concubina? Eso es de tan mal gusto. Vulgar y asqueroso. Es impensable que...una esposa regale una concubina a su esposo. ¿Qué pretende?"

—Me alegra ser de su agrado—respondió Ra'Shira con una deslumbrante sonrisa, cautivando a los espectadores.

—Por supuesto—dijo Kierab, poniéndose de pie. Caminó hacia ella, bajando cuatro escalones, y se paró frente a ella.

—Mi rey—dijo, pegando su frente al suelo.

—Ponte de pie—ordenó.

Ra'Shira se levantó con cuidado y lo miró con ojos sumisos.

—Supongo que también debo enviar un regalo igual de valioso y hermoso—dijo Kierab con una sonrisa. Miró a las personas dentro del salón y exclamó—Por favor, denle una cálida bienvenida. Espero que la traten con educación y respeto, y que hagan del palacio un lugar cómodo para ella.

—Por supuesto mi rey—respondieron algunos.

Otros saludaron con pequeñas reverencias y le sonrieron amistosamente. Pero Fa'ya sólo tenía ojos despreciables para ella. El pensar en ella junto al rey en una cama, le ponía los pelos de punta.

"Maldita aprovechada"

Todos se acercaron y la saludaron adecuadamente. Luego, con la ayuda de Rodius, escogieron una habitación para ella. Kierab, junto con Rodius, Fa'ya y Khalid, le mostraron el palacio. Y cuando esto llegó a su fin Kierab despidió a todos, menos a Khalid y Ra'Shira.

—Me gustaría hablar contigo un momento—dijo Kierab.

—Sería un placer—respondió Ra'Shira con una sonrisa tímida.

Fa'ya alcanzó a escuchar eso mientras se iba, y no pudo evitar pensar:

"¿Hablar?"

Estaba segura que harían algo más que "hablar", pero no tuvo más opción que irse; derrotada y furiosa.

Kierab guío el camino hasta su propia habitación. Cerró la puerta y se sentó en una mesa, dejando a Khalid y Ra'Shira de pie.

—Tomen asiento—dijo Kierab, con una expresión serena.

—Así estoy bien—respondió Ra'Shira, con un rostro totalmente serio.

—Como quieras—dijo Kierab. Espero a que Khalid se sentara a su lado, y entonces habló—Bueno, empecemos a establecer las circunstancias. ¿O te sientes cansada?

—Para nada—contestó con firmeza.

Luego de esa carta, Lahra mandó otra en secreto, explicando el asunto.

Enviaré a una mujer que está bajo mi mando. Es hermosa y talentosa, a pesar de tener sólo veintitrés años. Te será de gran ayuda. Úsala como quieras. Ella también servirá de puente entre nosotros, si quieres decirme algo en secreto, sólo díselo a ella.

—Lahra me contó que eres muy buena recogiendo información y vigilando, hábil con cualquier arma y muy buena fingiendo.

—Así es.

—Ella confía mucho en ti, así que yo también lo haré—se levantó, buscó unos papeles, se los dio y volvió a sentarse—Quiero que me ayudes en algo; quiero que averigües quien mató a mi padre y quién trata de conspirar contra mí.

Ra'Shira levantó la ceja, sorprendida por su sinceridad.

—Supongo que Lahra te comentó algo sobre esto.

—Mencionó que necesitaría mi ayuda para atrapar a algunos traidores, pero no pensé que su padre estaría involucrado de esta manera.

Ra'Shira hojeó los papeles con la información recolectada hasta ahora y meditó la situación.

[...]

—Haré lo que usted me diga, majestad.

—Sé que lo harás bien—dijo Lahra, agotando la copa de vino en su mano, mientras miraba a Ra'Shira, arrodillada en la oscuridad—Él ya sabe quién eres y lo útil que le serás. No te andes por las ramas y sé directa, él es muy inteligente, no te será difícil trabajar con Kierab.

—Si—levantó el rostro y la miró.

Lahra logró ver un poco de duda que Ra'Shira trataba de esconder en sus ojos. Frunció las cejas y dijo:

—¿Qué ocurre? ¿acaso tienes alguna duda?

—Jamás dudaría de usted, mi reina—se apresuró a decir, pegando la frente al suelo.

—¿Entonces qué es? Habla.

—Sólo pensaba... ¿qué hago si Kierab me ve como una verdadera concubina?

Lahra se quedó en blanco, para luego reírse. Exhaló, le ordenó levantar el rostro y relajó su expresión, respondiendo su duda:

—Parte de tu misión es fingir que te acuestas con él, ¿sabes por qué? —hizo una pausa, pero no esperó respuesta—Él no desea a su reina, nunca lo ha hecho. Ni siquiera se han acostado, ni una vez.

—Eso es imposible—dijo entre dientes.

—Quiebra es alguien severo y justo, y aunque es contradictorio e irónico, le es fiel a la persona que ama, siéndole infiel a su esposa—sonrió y dejó la copa sobre la mesa, sin quitarle el ojo—Ni Fa'ya, yo, tú o cualquier otra mujer, le llegamos a los talones a esa persona. En el corazón de Kierab esa persona es la única. De hecho, somos todo lo contrario a esa persona. Cuando la veas lo entenderás.

Y rio al decir eso último, dejando a Ra'Shira con más preguntas que respuestas.

[...]

—Eres libre de hacer lo que quieras, pasearte por cualquier rincón del palacio. Si tienes alguna duda o petición no dudes en decirlo.

—Como diga—respondió, haciendo una pequeña reverencia.

—Y sobre ser mi concubina...—se tocó los labios y sonrió con una expresión satisfecha—Sería bueno fingir que nos acostamos al menos dos veces a la semana. Si eso cambia o tengo alguna petición adicional te lo haré saber.

—Entendido—dijo, con una ligera curiosidad en su interior.

—Finge que sucedió esta noche. Has parecer que nunca saliste de aquí y que regresaste a tu habitación pasada la media noche.

Ra'Shira se inclinó en despedida y dijo:

—Si eso es todo, me retiro.

—Ten una linda noche.

Ra'Shira le dio un último vistazo y salió por la ventana. No miró atrás y comenzó a andar en silencio sobre los techos de piedra. Había trabajo que hacer...

Khalid miró a Kierab de reojo, sintiendo que sus orejas se tornaban calientes. Kierab notó su mirada y le sonrió. Se inclinó hacia él y dijo:

—Ya no tendremos que tener tanto cuidado de no dejar marcas.

Khalid tragó saliva y miró sus labios, luego bajó hasta su cuello y vio el alto de su camisa, cubriendo parte de su cuello hasta su manzana.

Kierab desabrochó su camisa con una sonrisa, revelando ligeras marcas rojas que parecían estar desapareciendo. Se quitó la bata exterior y dijo en voz baja:

—Que bueno que no tendré que seguirlas ocultando.

[...]

A la mañana siguiente todos miraban a Ra'Shira con curiosidad. Caminaba lentamente, y en su piel se podían observar pequeñas marcas rojas, y una en su cuello, semejante a una mordida.

"Se ve muy real"

Pensó Kierab al verla, satisfecho con sus habilidades.

Las personas estaban asombradas y rápidamente miraron a Kierab. Quién iba vestido con una camisa holgada, dejando el escote abierto hasta su abdomen. Su blanco pecho también tenía algunas marcas, pero al ser su piel más delicada y clara estas se veían con más intensidad.

Mientras, Khalid caminaba a su lado, viendo con vergüenza como Kierab exhibía con orgullo la evidencia de sus actos nocturnos, sabiendo que él era el verdadero responsable.

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