Capítulo 10: Decir lo que siento
El cielo estaba bastante despejado, por lo que Kierab decidió ir a entrenar un rato con la espada.
—¿Sabes cómo usar una? —preguntó Kierab cortando el aire.
—He usado una en el pasado, pero estoy bastante seguro de que lo hago con torpeza—contestó desde su lugar alejado de la arena, parado cerca a las demás armas. Bajo un techo junto a una pequeña mesa de descanso y un mueble de madera y tiras de palma.
—¿Te gustaría aprender? Es bastante aburrido entrenar solo. Prometo que será divertido.
—Estoy seguro de que hay muchas personas ahí afuera que desearían entrenar con usted y están más calificadas que yo.
—Lo sé—dijo sin interés, resoplando una pequeña risa.
Observó su sonrisa y su mirada, que lo observaba con sinceridad, diciendo:
"No quiero a nadie más".
Khalid sabía que diría eso, pero no sé quedó con sólo saberlo, quería escucharlo. Le gustaba cuando el rey decía que quería estar con él, que quería hacer cosas y pasar el tiempo juntos. Se sentía especial y querido, un sentimiento que nunca había experimentado.
Y más aún cuando era el mismísimo rey quien lo trataba así, siendo él sólo un esclavo. Por ello, hace tiempo que no se sentía como un esclavo, y en cambio se había acostumbrado a el trato de Kierab, y cada vez que podía deseaba escuchar su voz, diciendo lo mucho que lo necesitaba, y que quería estar con él.
La mirada que Kierab tenía sobre él en estos momentos hacía estremecer su corazón. Con esos ojos verdes brillantes como esmeraldas, ese rostro tan guapo, digno de un rey tan magnífico como él, y ese cabello rubio y ondulado que caía por sus hombros.
Khalid sentía que no podía dejar de verlo y admirarlo. Se sentía tan afortunado de poder demostrar su afecto y agradecimiento, y no sólo guardarlo en su mente. Por lo que tomó una espada y caminó hacia él, se inclinó ligeramente y sonrió.
—Entonces será un honor que usted me enseñe. Con gran placer acepto sus deseos de entrenar conmigo.
—¿Qué dices? El honor es mío—dijo con ojos serios y una sonrisa.
Se acercó y se paró detrás de él, apoyó su mano en su hombro, y con la otra levantó la espada en sus manos.
—Prometo que no usarás la espada para nada más, que sólo entrenar conmigo—dijo en voz baja.
Khalid entendió el significado de sus palabras, por lo que no pudo evitar sonreír un poco. Pero se distrajo al sentir su voz demasiado cerca de su rostro, y el calor de sus manos sobre su cuerpo. Estaba un poco nervioso, pero no le disgustaba ni quería que se alejara.
—Tus hombros deben estar más relajados y tu espalda debe estar siempre recta. Sujeta la espada así. La fuerza no sólo está en los brazos, también...
Kierab le dio algunas indicaciones básicas mientras corregía su postura. Y cuando estuvo satisfecho se paró delante de él y levantó su espada.
—Bien, muéstrame cómo atacarías. No te contengas.
Khalid asintió y lo atacó, golpeó lo más fuerte que pudo con la espada tratando de hacerlo como Kierab había dicho.
Al ver si ataque movió la espada y bloqueó el golpe, sintiendo el peso y la fuerza de Khalid.
—Tienes brazos fuertes—exclamó Kierab con administración—Vamos, continúa, lo haces bien. Sigue balanceando la espada. Usa más tus pies...
Entre más lo animaba Kierab más se sentía emocionado. Se concentró totalmente en sus palabras y atacó sin cansancio.
La pelea continuó hasta que Khalid se quedó sin aliento, sintiendo el cuerpo pesado. El sudor goteaba de su frente humedeciendo su cabello, haciendo que los mechones se pegaran en su piel, con las puntas tocando sus cejas.
—Tienes talento—dijo Kierab con una sonrisa.
—Me halaga demasiado—contestó, limpiándose el sudor.
—Sólo digo la verdad.
Kierab le quitó la espada de las manos y lo acompañó hasta una mesa, se sentó a su lado y le dio una toalla. Khalid le agradeció y se secó, pero cuando quiso ponerse de pie Kierab lo detuvo.
—Estás cansado, déjame hacerlo—sirvió dos copas de agua y le dio una.
—Gracias.
—Sería grosero dejarte hacerlo—Kierab la bebió de un sólo trago y exhaló con fatiga—Y bien, ¿te gustaría entrenar también mañana? Prometo no hacerte sufrir tanto.
—Eso no suena muy alentador—dijo riendo—Pero sí, me gustaría.
—Bien. Podemos practicar tres veces a la semana si quieres. Todavía hay muchas cosas que debo enseñarte...
Khalid bebió su agua con calma mientras miraba lo animado que se veía su majestad.
Los días siguientes también fueron pesados, pero cambiaron las espadas por unas de madera. Con ellas se sentía más cómodo pelear, además Kierab había encontrado una manera divertida de practicar con ellas.
—Hagamos algo; si logras tocarme con tu espada tendré que hacer lo que tú digas, pero si yo te toco tendrás que cumplir con el castigo que yo diga. ¿Qué te parece?
—Lo hace más interesante—comentó Khalid con una sonrisa.
—Entonces inténtalo. Bajaré un poco la guardia por ti.
Khalid apretó el mango con emoción y corrió hacia él. Golpeó y atacó a Kierab con todo lo que tenía. Kierab se defendió, admirado por su fuerza. Bloqueó y contraatacó con destreza.
Estaba tan concentrado en sus movimientos que ninguno pudo escapar de su vista. Vio a Khalid retroceder, listo para su siguiente ataque, cuando notó que su pie se deslizó en la arena.
Khalid iba a caer de espaldas, por lo que Kierab se asustó y quiso sostenerlo, pero Khalid se detuvo recuperando el equilibrio y tocó su hombro con la espada.
—Lo logré—dijo con una sonrisa deslumbrante—Usted dijo que los trucos sucios son válidos en una pelea.
—Pero no creí que los usaras tan rápido—dijo riendo, disfrutando de su encantadora sonrisa. Bajó su espada y suspiró—Bien, he perdido. Dime ¿qué quieres que haga?
Khalid también bajó su espada y miró el suelo. Dudó unos segundos y dijo en voz baja:
—Quiero ir a la playa.
Kierab lo miró con sorpresa, sintiendo calidez en su pecho. Le sonrió y dijo con una voz suave:
—Iremos en verano. Lo prometo.
Khalid se animó a mirarlo a los ojos, pero sonrió avergonzado.
—Gracias. Estaré esperando ese día con ansias.
—...Yo también—empuñó su espada y dijo, con una ceja levantada—Pero esa derrota no cuenta del todo, pido revancha. Enfócate en la pelea, esta vez no caeré en ningún truco.
—Estoy listo.
En esta ronda Kierab atacó primero, y como era de esperarse, luego de varios intercambios logró tocar la pierna de Khalid.
—Era imposible que yo ganara—dijo Khalid fatigado, dejó caer la espada y apoyó las manos en ambas rodillas.
—Tal vez—dijo con una sonrisa. Aún de pie y con una postura recta y elegante.
—Bien, ¿cuál será mi castigo?
Kierab lo miró, pero no pudo evitar que sus ojos cayeran en el escote de su camisa. El sudor se resbalaba desde su cuello, pasando por su clavícula y perdiéndose de vista al llegar a su pecho. Miró hacia otro lado y dijo:
—El entrenamiento acabo. Es hora de volver, pero no volverás caminando.
Khalid frunció las cejas sin entender. Sabía que Kierab no lo haría ir gateando o algo por él estilo.
"¿Entonces cómo...?"
Kierab se agachó y dijo:
—Sube a mi espalda. Ese es el castigo.
De repente su rostro se sintió más caliente y abrió los ojos como platos.
Ir gateando no sonaba tan mal ahora.
—No te preocupes, iremos por un camino solitario. Nadie te verá.
Khalid aún estaba sin palabras, pero debía aceptar el castigo. Cerró los ojos y exhaló con nerviosismo.
—Está bien, sólo me secaré el sudor.
Kierab lo esperó. Lo vio tomar agua con mucha lentitud y secarse con movimientos muy minuciosos.
Al final no pudo retrasar lo inevitable. Kierab se puso en cuclillas y dijo:
—Entre más rápido lo hagas más rápido terminará.
Khalid por fin se atrevió y lo tomó de los hombros, pero sentía que no podía acercarse más. Por lo que Kierab lo sorprendió con un movimiento rápido y lo subió a su espalda.
—Sostente fuerte.
Su cuerpo se tensó de inmediato, sosteniendo sus hombros con temor mientras mantenía cierta distancia.
Kierab avanzó con paso lento, sosteniendo sus piernas con cuidado e inclinando su propio cuerpo para hacerlo sentir más cómodo.
A pesar de estar en invierno sus cuerpos transmitían un ligero vapor, cosa que Khalid no pudo evitar sentir. La temperatura del rey y el balanceo de su cuerpo eran cosas que notaba con claridad. Pero aún con toda esa vergüenza en su mente disfrutó de ser llevado así.
Nunca en su vida lo habían llevado de esa manera, y menos pudo imaginar que el rey sería el primero en hacerlo.
El viaje se sintió toda una eternidad, pero lo suerte no se cruzaron a nadie en el camino.
Desde ahora, si Kierab hacia otra apuesta, tenía que ganar si o sí.
Aunque si perdía tampoco sería tan malo.
Siguieron entrenando el resto del invierno. Khalid también mejoró en su escritura y ya podía leer con bastante fluidez. Y cuando el verano comenzó nada de eso cambió. Kierab siguió siendo el mismo como siempre, pero acercándose a él poco a poco con discreción...
Era el segundo mes del verano, la noche había caído hace mucho. Kierab había guardado lo que quedaba de trabajo para mañana y fue a tomar una ducha. Cuando estuvo listo para ir a dormir miró hacia el cielo.
Siempre le había gustado el diseño del palacio, dejando una gran vista en cada habitación. Observó la luna y las estrellas, pensando y recordando un sin fin de cosas, tocando el objeto que había en su bolsillo.
Khalid había preparado todo, pero se dio cuenta que Kierab aún estaba ahí de pie, mirando en silencio. Dudó un momento, pero decidió caminar hacia él y quedarse a su lado.
—Es imposible que alguien se canse de ver algo hermoso. Aunque es el mismo cielo de ayer de alguna manera es diferente. Seguramente hay una estrella más o una menos.
—Tampoco la luna es la misma, ayer era más brillante—comentó Khalid.
—Tienes razón—extendió la mano y tocó la hoja de una enredadera que estaba cerca de él—Es extraño, pero la luz de la luna hace que las cosas se vean más hermosas.
Kierab giró la cabeza y lo miró, pero no directamente a los ojos, sino su mejilla, que relucía con encanto bajo la luz plateada. Khalid notó su mirada, no estaba seguro si entendía lo que significaba ese gesto, pero al escuchar las palabras de Kierab él confirmó sus pensamientos.
—Incluso las personas.
—No todas las personas—dijo bajando la cabeza. De pronto se sintió nervioso y su corazón comenzó a latir con más fuerza.
—Tienes razón—tomó su muñeca y miró la piel de su brazo, pero al ver el grillete de oro su expresión se volvió triste—A mis ojos sólo hay una persona que se ve así con la luz de la luna.
Khalid sintió que las acciones de Kierab eran más atrevidas que de costumbre. El tacto de su mano se sentía ardiente, y temía que pudiera sentir los latidos de su corazón si seguía sujetando su muñeca.
—E-Eso que dice...
—Las cosas pueden verse feas para algunos, pero otros las verán como el objeto más precioso que sus manos hayan tocado. ¿Qué cosas crees que mis ojos ven como algo hermoso? —y diciendo esto último lo miró fijamente a los ojos.
Khalid no pudo sostener la mirada tan intensa de su rey, por lo que bajó la vista y la fijó en la mano de Kierab, que aún tocaba su piel.
Kierab no se detuvo ahí, debía seguir presionando un poco más. Así que levantó su otra mano y con su pulgar acarició su rostro, sintiendo lo tibio que estaba.
Esta escena era demasiado ambigua para Khalid, quién no estaba seguro si entendía lo que Kierab trataba de decir.
—Khalid—dijo en voz baja, haciendo estremecer su corazón—Ya no puedo guardar más mis pensamientos. Desde hace mucho tiempo mi corazón fue cautivado por ti. En toda mi vida, tú eres el único a quien he amado. Jamás había sentido tal amor por otra persona... Khalid, te amo desde lo más profundo de mi ser.
La respiración de Khalid se volvió pesada, sintiendo que su aliento temblaba con cada latido. Hubo un profundo silencio, Khalid, aún con la miraba baja, dijo con voz suave:
—Usted...es mi amo.
Kierab quitó la mano que tocaba su rostro y también bajó la mirada, el brillo de sus ojos se fue apagando, pero no soltó la mano de Khalid.
Esa frase tenía dos significados para Kierab: Él era el rey, y Khalid era un esclavo, dos personas que no puedes amarse libremente. Y el otro era aún más triste, lo que hizo que doliera su corazón. Él era su amo, y podía hacer con él lo que quisiera.
Quizás Khalid no estabas al tanto del segundo significado, pero aun así fue doloroso de escuchar.
Kierab sacó el objeto de su bolsillo. Una llave pequeña y dorada.
—Si una espada atraviesa mi corazón mi vida acabará en ese momento. Nada ni nadie puede hacer algo para cambiarlo...—dijo, quitando el grillete del brazo que sostenía.
—Majestad—exclamó en voz baja, pero no sé atrevió a moverse.
—Sólo soy un hombre de carne y hueso, uno que siente dolor y amor. Antes de ser rey soy un ser humano, igual que tú.
Sin importar cuántas cosas hagas por mí, cuántas veces te pares detrás de mí y agaches la cabeza, no te veo como esclavo...—se arrodilló y comenzó a quitar los de sus tobillos.
Khalid nunca pensó verlo arrodillado frente a él, un gesto que sólo un esclavo hacía. No estaba seguro de cómo sentirse ante todo esto, pero su cuerpo se volvió tan débil que apenas podía resistirlo.
—Por favor, no me mires como tu amo—dijo, con un tono suplicante y una mirada llena de tristeza. Quitando el último grillete de sus pies.
Khalid no pudo soportarlo más y se arrodilló frente a él, sin saber que hacer exactamente.
—Mi querido Khalid—musitó en voz baja. Levantó sus manos y quitó el de su cuello—Te atesoro más que cualquier cosa en este mundo, te amo tanto que jamás haría algo para lastimarte. Jamás te obligaría a hacer algo que no quisieras.
Alejó sus manos, pero no apartó su mirada.
—Si tú no me amas... entonces no hay nada que pueda hacer. Lo único que quiero es verte feliz, y juro que algún día serás libre, sin importar tu respuesta.
—Y-Yo...—sus palabras temblaban tanto que no podía hablar con claridad.
—Si algún día llegas a amarme y me ves como un simple hombre, por favor, dímelo. Te esperaré cinco...veinte años si es necesario, pero ten en cuenta, que siempre voy a quererte.
—Majestad—musitó Khalid sin saber que más decir. Sintiendo que sus ojos se humedecían sin remedio.
La mirada de Kierab se veía mil veces más hermosa esa noche, como si todas las estrellas del cielo vivieran dentro de esas dos hermosas esmeraldas.
—Piénsalo, por favor—fue lo último que dijo.
Guardó los grilletes que había tirado al piso y fue hasta su cama, sin antes apagar la última vela que quedaba encendida.
Khalid se quedó ahí unos minutos más, pensando en todas las palabras que le había dicho. Levantó su mano, que sin el oro se veía completamente desnuda y miró su piel bajo la luz nocturna.
"El rey... está enamorado de mí"
Sin importar cuántas veces lo dijera en su mente, no parecía ser real.
¿Cómo alguien tan hermoso y majestuoso puede amar a alguien así, cuya piel brillaba como obsidiana?
Una piedra tosca, sin belleza y sin mucho valor...
Y así acabo el segundo año de su reinado.
Fin del Primer Arco: Corona de sangre
Corona de sangre: Kierab, al heredar el trono, tuvo que usar una corona, manchada con la sangre de su padre.ç
El autor quiere saber:
¿Qué tal te pareció este primer Arco?
¿Cómo eres en el amor?
¿Atrevido y directo como Kierab?
¿o te paniqueas y no sabes qué decir, como Khalid?
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