Capítulo 5 Amenaza al honor
Trece días habían pasado. Vahid y Elaheh no habían vuelto a hablar del tema de su pasado cuando se habían encontrado en dos ocasiones a solas en la biblioteca. Elaheh creía que esos encuentros eran por casualidad, la verdad era que habían sido planeados por Vahid, pero jamás se lo admitiría a ella.
—Elaheh, he escuchado que te está yendo muy bien en el palacio interior— mientras su espalda era tallada y sus manos limpiadas con detenimiento, Pari hablaba con ella para que no se sintiera incomoda con la situación. Las otras 30 concubinas con sus sirvientas también estaban en el baño arreglándose.
—Pues me va bien, supongo que me he adaptado bastante. Creí que se me daría peor honestamente— hablar era incómodo con tantas personas prestándole atención. A esas alturas todas ya habrían reparado en sus cicatrices de no ser porque Pari había hecho que Elaheh estuviera en una esquina de la bañera y de cara a las concubinas.
—No les tengas miedo, yo te ayudaré en lo que pueda. No quieres que las vean ¿cierto?— Elaheh la escuchaba claramente, pero solo las otras dos sirvientas podían hacerlo también, la demás estaban demasiado lejos— entonces confía en nosotras. Nos encargaremos de todo, tu solo plántales cara.— Elaheh vio como las dos jóvenes que la bañaban sonreían en complicidad mientras la miraban.
—¿Cómo se llaman?— les preguntó.
—Yo soy Asha señorita y ella es Kira— respondió la que le tallaba la espalda. Las chicas se parecían, lo más probable es que fueran familia.
—¿Qué edades tienen?— quería saber todo lo que pudiera. Eran las únicas mujeres del palacio que le hablaban de forma normal y no la miraban como si pudieran prenderla en fuego.
—Yo tengo 18 y mi hermana tiene 16. El príncipe nos dio trabajo hace cuatro años cuando nuestra familia murió en una aldea a las fronteras del oeste. Además también nos permitió estudiar con las institutrices del palacio. Podíamos habernos ido, pero la verdad es que estamos muy agradecidas y nos sentimos bien con servirle.— contestó Asha.
—Sí…—dijo pensativa Elaheh— es alguien con quien uno se puede sentir cómodo.
Elaheh no lo notó debido a que su mente en ese momento divagaba, pero tanto las hermanas como Pari se miraron en complicidad, como si hubiesen notado algo que ella misma no veía.
Durante el resto del proceso las muchachas y Pari hicieron todo lo que debían mientras hablaban con Elaheh y la cubrían de las miradas malintencionadas de las demás concubinas. Al final de la mañana Elaheh había hecho tres buenas amigas.
—¿Qué es eso?— dijo Elaheh cuando vio el sari de color violeta y amarillo con las joyas con piedras macrocristalinas del mismo color.
—Es una petición especial— le susurro Kira en el oído.
—El cuarto príncipe viene hoy a palacio. Llegará para el almuerzo y el príncipe nos ha pedido que las arreglemos a todas de forma hermosa— explicó Asha.
—Sin embargo— intervino Pari acercándose a su oído y susurrando bien bajito— esta fue una petición que nos hizo a nosotras para usted.
Elaheh no podía decir nada más sin levantar las sospechas de las demás concubinas y lo que menos quería era más atención por parte de ellas. Se dejó vestir si protestar ni alegar nada. Las joyas sí se las dejó poner, pero no tan en silencio.
—Dime Pari, por favor, que estas piedras son falsas
—Nos advirtieron de que podía preguntar eso y aunque nos fue pedido el decir que sí para que usted no se molestara— inicio Pari.
—El príncipe Irad trabaja las minas, la tierra y comercia con piedras preciosas del este y oeste con otros países. Hace su propia fortuna y le aporta ingresos al país. Sería imposible hacer pasar una joya falsa por verdadera con él, por eso el príncipe dijo que te pedía de favor no protestar y escucharlo.— habló Asha.
Elaheh sabía que el príncipe Irad no era de fiar, entendía la petición de Vahid. No protestó más.
—Por cierto Elaheh— dijo Pari— el cabello te ha crecido mucho en este último mes.—Elaheh no había prestado atención pero era cierto, ya le llegaba por debajo de los hombros.
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Irad estaba reunido con Vahid hablando de temas de estado cuando llegaron los sirvientes anunciando la hora del almuerzo. Ambos príncipes se desplazaron hacia el jardín trasero donde las concubinas los esperaban alegremente hablando entre ellas, riendo de forma dulce y delicada. Incluso Elaheh estaba conversando amenamente con Leila, Kamira, Sahara y Shala.
Obviamente todo era una farsa, pero Elaheh había hablado con ellas sobre los peligros a los que se exponía Vahid ante la mirada del cuarto príncipe. Por algún motivo habían decidido creer en ella y la estaban ayudando a montar semejante espectáculo, que iba tan bien que hasta Vahid se quedó momentáneamente impresionado.
Todo estuvo claro para él cuando miró fijamente a Elaheh y esta le devolvió la mirada. Si su rostro parecía angelicalmente sonriente, sus ojos estaban en llamas, parecían capaces de desatar el infierno.
—Bueno hermano, pero que bellas concubinas. Entiendo por qué Kamram las raptó, es difícil abstenerse ante tanta belleza—las chicas que sí habían participado del acto se tensaron al lado de Elaheh, pero una mirada de esta bastó para que siguieran la mentira como si nada.
—Preferiría que te abstuvieras de más cosas además de raptarlas. Por ejemplo, de hacer alusión al tema— dijo Vahid— no quiero perturbarlas con conversaciones indeseables.
—Pero claro hermano, no pretendía ofender— Irad dirigió la mirada hacia Elaheh— me alegra verte de nuevo Elaheh— ante la familiaridad con la que se refería a ella Vahid se tensó perceptiblemente y Elaheh, aunque no lo demostró, temió por un momento.
Las concubinas podían pensar que todo había sido una trampa de ella para ganarse favores. Vahid lo pensó igual porque miró a las concubinas y articuló sin hablar: CONFIEN. Eso relajó el ambiente que empezaba a calentarse.
—Un placer verlo de nuevo, príncipe Irad—dijo Elaheh poniéndose en pie— ¿Cómo va la obra?—sabía que la pregunta estaba fuera de lugar para una concubina, pero después del interés demostrado aquel día, sería raro que ella no preguntase en ese momento.
—Todo va viento en popa— respondió entusiasta este— la verdad es que esperaba verla por allá de nuevo preguntando a Jacob por cosas de la obra, pero me parece que mi hermano no lo permitió.
—La verdad— respondió rápidamente Elaheh antes de que Vahid dijera alguna tontería—yo he estado ocupada estos últimos días. Las chicas y yo estamos preparando un regalo para nuestro esposo y no he dispuesto de mucho tiempo—la forma en que había hecho énfasis en la palabra esposo había irritado a Irad y hacía sentir satisfecho a Vahid.
—Me alegro entonces que se lleve tan bien con las demás pese a las diferencias de sus orígenes— las demás concubinas pudieron percibir el daño que el príncipe Irad quería hacerle a su adorado príncipe Vahid. Decidieron que ningún tipo de disputa estúpida permitiría que ellas no apoyasen al príncipe, mucho menos cuando Elaheh lo estaba defendiendo, no solo apoyando.
—Príncipe Irad— intervino Kamira abrazando a Elaheh por la espalda y rodeando su cuello en un acto cariñoso, muy similar a lo que haría una hermana mayor para proteger a su hermanita pequeña— con todo el respeto, nuestros orígenes son lo de menos. Todas estamos unidas por algo más importante. El amor hacia nuestro esposo, el príncipe Vahid.
Elaheh pudo controlar a tiempo su expresión para que la acción de Kamira no pareciera extraña de ver. Apretó afectuosamente el brazo de esta en un gesto de apoyo y las demás concubinas se pusieron de pie y lentamente se acercaron. Parecían una gran muralla impenetrable, sin agujeros por los que hacer una brecha. Vistas de esa manera eran intimidantes. Vahid no podía sentirse de otra forma que no fuera orgulloso.
Comieron en silencio. Irad no tenía deseos de hablar con nadie, ni siquiera de estar allí. Pero después de haber comprobado el lazo tan fuerte que unía a su hermano con Elaheh al tirarla del borde del pozo hacia adentro, que por poco se libró de que lo cogieran, había encontrado su debilidad.
Luego del almuerzo nada ameno las concubinas se fueron dispersando por los diferentes lugares del castillo mientras Vahid despedía a su hermano.
—Espero que hayas disfrutado tu estadía hermano.
—Mi adorado hermano mayor— Irad volvía a colocarse la máscara de felicidad— ha sido maravilloso. Ahora me tengo que retirar. El trabajo aguarda y si no termino rápido y regreso a mi palacio mis concubinas se van a preocupar.
—Escuché que ya llegaste a 23 concubinas. Te felicito— dijo Vahid jugando al inocente.
—Pues sí— aguantaba Irad la rabia al contestar—pero ya estoy trabajando para obtener la número 24. Quiero ser como tú con ellas hermano. Me siento inspirado al verte llevarte tan bien con tus 30 concubinas— había algo en las palabras de Irad que dispararon todas las alarmas de Vahid.
—31 hermano mío, tengo 31 concubinas.—rectificó, pero por la expresión en la cara de su hermano tenía la sensación de que este no se había equivocado.
—Bueno, ya nos veremos de nuevo. Hermano Vahid.
—Hasta pronto, hermano Irad.
Vahid dejó ir a Irad desde el jardín en adelante, tenía que preocuparse de ir a reunir a las concubinas y ponerlas en alerta. Irad tramaba algo. Además también tenía que felicitarlas. Sin darse cuenta al ser llevado por las prisas, pasó de largo dejando a Irad dentro del castillo, escondido entre los arbustos. Este tenía su propia reunión especial.
Desde el inicio había prestado especial atención a donde estaba Elaheh, es por eso que sabía que camino había tomado esta cuando todas las concubinas se marcharon. Siguió la ruta pensada y efectivamente la encontró en el jardín interior, parada al lado del estanque.
—Cualquiera pensaría que en un desierto como Jaldra no existirían jardines así en los palacios— inicio hablando ella. Lo había sentido venir, lo había sabido incluso antes, desde el almuerzo. Cuando él la miró sabía que la seguiría, por eso se lo puso fácil. De esa manera no serían interrumpidos.— ¿No concuerda usted conmigo, príncipe Irad?
—Tiene toda la razón Elaheh, mas mire que bien florecen las flores perfumando todo a su alcance— contestó este aproximándose hasta detenerse al lado de ella.
—Ahora dígame… ¿Qué desea de mí?— Elaheh se giró para mirar al príncipe Irad de frente. No tenía miedo, desde que estaba con Vahid ya no lo sentía tanto como antes.
—Quiero que vengas conmigo a mi palacio y formes parte de mi harem— Irad no se anduvo con rodeos, ya había notado que con ella no funcionaban.
—¿Por qué habría yo de hacer eso?— rebatió inalterable Elaheh.
—Porque de no hacerlo rumores pueden correr por las calles hasta llegar a oídos del rey. Rumores sobre ti y mi hermano, sobre un futuro bebé— Irad sonreía abiertamente como si tuviera el mundo en sus manos. Elaheh sabía que estaba próximo a tener al menos el mundo de ella en sus manos.
—¿Por qué alguien creería eso? Y de hacerlo es fácil desmentir la llegada de un bebé— intentó hacer caer la expresión de suficiencia de Irad, no funcionó.
—La llegada de un bebé inminente puede que sí, pero para desmentir lo otro no será tan fácil. A fin de cuentas el rey puede pensar que un bebé sí llegará en cualquier momento debido a que mi hermano y tú estáis intimando— la maldad que causaba le daba placer, no había dudas.
—Pero eso no es verdad— dijo Elaheh con las fuerzas que le quedaban. Cada argumento nuevo de Irad era como un puñal directo a ella.
—Pero para demostrar que no es verdad un requisito indispensable sería que fueses pura—Elaheh tembló. Él tenía razón, ella no lo había visto pero había algo más que la separaba de las concubinas del príncipe Vahid. Algo más grande— y tú querida, no lo eres. ¿verdad?
Era una pregunta pero solo para burlarse de ella. El temor que su rostro dejaba ver satisfacía los obscuros deseos de Irad de hacerle daño a las personas importantes de su hermano. Ante su mutismo, Irad continuó hiriente.
—Te imaginas si al rey llega la noticia de que su hijo está yaciendo con una antigua esclava. Podrás formar parte de su harem pero solo sí él tiene una esposa legal es que puedes tocarlo. Recuerdas las reglas. Solo los hijos de la esposa legal heredan, pero no está bien visto que los primeros hijos de un miembro de la realeza sean con una concubina noble, mucho menos con una simple esclava.
Cada palabra la hundía más en la desesperación. Sabía que el príncipe Irad era capaz de hacerlo sin problemas.
—Eres un monstruo—dijo finalmente Elaheh.
—Sí, lo soy.
—¿Cómo pretendes sacarme de aquí? El príncipe no me dejará ir tan fácil— Elaheh se rindió a su destino.
—Dejé unas notas en tu habitación que le dará indicios a las otras concubinas de que estás trabajando conmigo y que te fugaste. Ellas pensarán que mi hermano lo sabe y no quiere hablar de ello. Después de todo él les está hablando mal de mí en este mismo momento. Eso nos comprará el tiempo suficiente para llevarte hasta mi palacio. Iremos en los camellos que nos esperan, montados en un palanquín. Mi hermano creerá que te fuiste porque me prefieres y yo tendré una ventaja por encima. Todo perfecto.
El cielo se cerró en la mente de Elaheh, buscaba como salir de aquel embrollo mas no encontró salida. Tenía que ayudar a Vahid. No había de otra.
—Te estás tardando en sacarme de aquí entonces.
*****
Y bueeeeeno...¿qué tal el cuarto príncipe? Y la decisión de Elaheh?
Yo sinceramente me emocionó mucho con este libro...escribirlo me encantó de sobremanera...
Ah subiré otro cap ahora mismo porque este es muy cortito en comparación verdad?
Nah bueno lo hago porque estoy de humor😅
Kisseeessss
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