Capítulo 15 En el Norte
Malik: el rey
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Los tres días siguientes transcurrieron en calma relativa. Las concubinas seguían despreciando a Elaheh, pero ahora tenían a alguien más poderoso a quien odiar. La princesa parecía no darle importancia a nadie que no fuera ella o el príncipe, no trataba con desprecio, pero si con indiferencia. Por su parte la relación entre Rashid y Asha parecía dar frutos, se les veían juntos varias veces además de que ambos parecían estar de mejor humor.
—Pareciera que una abeja le hubiese picado y le hubiese inyectado amor rosado cabalgando en unicornios arcoíris— le había dicho un día Vahid a Elaheh.
Parí, Kira y Deniz se encargaban de que nadie notase las furtivas noches de la pareja más importante de aquel palacio, quienes no dejaban pie al descanso hasta que sus cuerpos no estuviesen totalmente saciados. La noche les era corta para ambos y los días exageradamente largos. A veces no se aguantaban y si se tropezaban en algún pasillo sin nadie alrededor se apresuraban a apretarse uno contra el otro por el corto rato que tuvieran, varias veces Rashid había tenido que interrumpirlos.
—Necesito que empieces a pensar con la cabeza Vahid, porque pareces un niño que esconde una mascota de sus padres— le había reprendido Rashid.
Habían sido tres días agotadores y divertidos, los más emocionantes en el buen sentido que habían tenido. El palacio parecía haber cobrado vida, pero todo tiene que terminar en algún momento. Ahora se encontraban camino al norte del reino, a la corte del rey.
Cada una de las concubinas tenían su propio palanquín en el que transportarse, con espacio suficiente como para ir con su dama de compañía. Sin embargo a la vista de todos, pero sin que nadie lo supiera más allá de los involucrados, Elaheh ocupaba el asiento al lado del príncipe.
Rashid los había ayudado a hacer el cambio, Deniz había dejado atrás a su dama de compañía para traer a una de las hermanas y que pudieran hacer bien la treta sin que nadie notase nada. Vahid estaba nervioso y Elaheh lo sentía, pero esperaba pacientemente a que él estuviese dispuesto a hablar.
—Tengo que contarte algo— finalmente estaba dispuesto a conversar. Elaheh lo miró expectante, en silencio, supuso que decir algo podía hacerlo perder la convicción— hay algo que no te he contado— esa simple frase servía para hacerla temblar, más contuvo su propio ser y respiró lo más normal posible para no alarmarlo— ese día cuando caíste del precipicio, cuando yo llegué hasta donde estabas tu cuerpo ya estaba fuera del coche. Alguien te había sacado y revisado para saber si estabas viva o muerta. Yo llegué después y luego con todo…no te lo conté porque no deseaba preocuparte, pero ahora esa persona estará en la corte. Tiene negocios con Jaldra y por tanto mi padre lo invitó a su ceremonia— Vahid cada vez le daba más vueltas, una idea se abría paso en la mente de Elaheh.
—¿Quién? Dímelo ya— no era una petición, era una orden.
—Alfred— la simple mención de su nombre era capaz de desatar el infierno en sus vida.
Elaheh tembló, su cuerpo quedó desprovisto de color y el aire se negaba a llegar a sus pulmones. Vahid la aprisionó en sus brazos y la meció con cuidado susurrándole que todo estaría bien. No dejaba de apretarla haciéndola sentir segura con su fuerza. Las horas pasaron y ambos permanecieron abrazados por un largo tiempo.
—Vahid— era más un susurro que un llamado, pero era la primera palabra que decía.
—¿Sí?— dijo él imitando su tono.
—Quiero volver a mi palanquín— esta vez fue Vahid quien tembló.
—¿Qué? ¿Por qué?— no comprendía, sabía que lo había hecho mal, pero no pensaba que era para tanto— sé que me equivoqué, pero yo solo no quería que te atormentaras por eso. Pasaste por tanto, estuviste tanto tiempo fuera de mi alcance que no…— Elaheh lo calló poniendo sus dedos suavemente sobre sus labios. La tensión desapareció del cuerpo de Vahid.
—Escucha— Elaheh tomó aire lo mejor que podía, los nervios seguían dominándola— entiendo porque lo hiciste y me hubiera gustado que me lo contarás, pero lo que importa ahora es lo que viene. No podrás estar al lado mío constantemente en la corte y yo no puedo permitir que me vean débil en ningún momento, mucho menos él. Quiero que me vea fuerte.
Vahid no tenía valor ni para detenerla ni para decirle lo que Alfred había dicho ese día. Ella no había preguntado, probablemente no quisiera saber, tal vez sí quería, pero no quería que él lo supiera. Una oleada de celos irracionales se apoderó de él.
—Dijo que no te recordaba— Elaheh vio la sombra de la amargura cubrir el rostro de Vahid— que sabía quién habías sido porque yo se lo había insinuado, cosa que en verdad hice— las palabras de Vahid estaban destinadas a romper las esperanzas de Elaheh de que algo que ella hiciera tuviese un efecto en Alfred, pero no fue así.
—Te mintió— era una afirmación directa y lacónica, como si no existiese otra opción en el planeta.
—¿Qué?— preguntó este dejando atrás sus oscuros pensamientos.
—Te mintió— repitió exactamente igual Elaheh— es imposible que no me recuerde, a nosotras tres es imposible que nos olvidé.
—¿Por eso que me contaste de la función que desempeñaban para él?— preguntó atónito Vahid— no te engañes Elaheh, perfectamente pue…
—No es por eso— le interrumpió— ¿sabes que mi nombre de nacimiento no es Elaheh?— Vahid miraba anonadado a Elaheh— nací bajo el nombre de Benazir. Si lo meditas un poco me sienta bien, incomparable, ¿no lo crees?— Vahid no podía articular palabra solo la miraba sin más— no nos llamaban por nuestros nombres en aquel lugar. No te conté esto la otra vez porque no lo consideraba parte importante de la historia, pero ahora que lo sabes todo…mi nombre me lo puso Setareh, dijo que siempre desde que me vio cuando bebé le parecí digna de portar aquel nombre.
Elaheh recordaba con claridad ese detalle. Setareh llamándola por el nombre de Benazir en el orfanato o en su llegada a los dominios de Alfred.
— En poder de Alfred él opinó diferente. Yo era capaz de muchas cosas, no me dedicaba solo a traducir sus negociaciones sino que le daba opiniones. Nunca erré en mi camino para su beneficio. Seducía a aquellos reacios a entablar relaciones con él y siempre encontraba la forma de salir beneficiado. Dijo que parecía una diosa capaz de controlar todo lo que desase hasta que fuese a mi gusto y comando.
El recuerdo de estar delante de Alfred y este mirándola con escrutinio, pero no con maldad se coló en su mente.
— Elaheh, me parece que te asienta.
Esas habían sido sus palabras y realmente era uno de los pocos recuerdos buenos que Elaheh tenía.
— Me llamó Elaheh y ese se convirtió en mi nombre, llegó un punto en el que hasta yo olvidé cual había sido el anterior. Cuando estuve fuera hubo ciudades donde me presenté como Benazir, pero me sonaba extraño, como si estuviese intentando volver a ser alguien que no era, por eso desistí de la idea. Puedo no quererlo si así me place, pero mi nombre es Elaheh. Por eso Vahid, él te mintió. Supongo se habrá dado cuenta de algo de nuestra relación y decidió provocarte. Le gustaba hacer eso mucho.
Elaheh calló esperando la reacción de Vahid, no le gustaba el silencio que ocupaba el lugar. Entonces una risa desentendida surgió, Elaheh miró a Vahid como si se hubiese vuelto loco.
—No, no estoy loco— contestó este interpretando la expresión de Elaheh— simplemente estoy de cierta forma alegre de que sepas quién eres, de que él me haya estado molestando y si te recuerde, porque te juro que ese día había pensado matarlo solo por decir que no sabía quién eras— Vahid respiró profundo— de verte fuerte y decidida ante la tormenta que se avecina. Eso es todo— Vahid volvía a mirarla con amor, como siempre— te tienes que preparar tu sola para esto, lo entiendo— Elaheh le sonrió mientras él colocaba dulcemente su mano en su rostro, sintiendo su calor— Rashid— dijo medianamente alto. A los segundos un toque en la ventana sonaba, Vahid la abrió.
—Mi señor— dijo Rashid desde su camello.
—Es hora de que Elaheh regrese a donde se supone debe estar y desea permanecer allí sola— Rashid no preguntó por qué las órdenes habían cambiado, sería una indiscreción de cualquier manera.
—Sí, mi señor— eso fue todo lo que dijo, Vahid volvió a cerrar la ventana.
Sin dejar de mirarse el uno al otro en ningún momento, eran conscientes del movimiento irregular de los camellos. En breve Rashid volvía a tocar la ventana para anunciar que todo estaba listo. Sin detenerse por nada Vahid abrió la puerta y Elaheh observó que paralelo a ellos estaban dos camellos con el palanquín de ella, que también tenía la puerta abierta sostenida por Rashid.
Elaheh respiró hondo y de un salto dejó atrás a Vahid y cayó dentro del palanquín a gatas, pero al menos estaba dentro. Rashid cerró la puerta, pero la ventana estaba todavía abierta, al mirar a través vio a Vahid que también había cerrado su puerta y la miraba por la ventana. Los camellos empezaron de desemparejarse, pronto Vahid quedó muy por delante de ella y a la vista de Elaheh solo quedaron los guardias y la arena abrazada por el sol.
Cerró la ventana.
Oscuridad.
El viaje había sido largo y tedioso, durante su duración Vahid no había tenido descanso, temía el momento en que Elaheh tuviera que enfrentarse al ser sin alma que era el rey Alfred. Cada segundo más cerca del norte era un paso más a la mayor tortura que Elaheh creía posible, pero ya no era así.
Había revivido durante toda la noche y gran parte del día su vida, cada recuerdo que poseía. A veces ordenados y otras al azar, buscando aquellos más lejanos, los más significativos, las mayores marcas, los roces más leves. La oscuridad dejó de aterrarla tanto, mientras más se sumía en ella más lograba dominarla, cuando sintió los toques en la ventana del palanquín supo lo que anunciaban.
—Hemos llegado— declaró una voz desde afuera, a Elaheh no le era familiar.
Respiró hondo, unos metros más y estaría dentro del muro que encierra al palacio interior del Norte, la corte real del Rey Kudret del país del desierto de Jaldra. El caminar de los camellos paró finalmente, era hora de salir.
“Muéstrale al sol la oscuridad que traes y en lugar de que se repelen has que sean amigos.”
El pensamiento vino solo, era más un recuerdo, alguien alguna vez le había dicho eso. No recordaba quién, pero ninguna frase era más acertada. Valor para sí misma fue lo que halló dentro de ella. Salió. Todos ya estaban allí, Pari y las hermanas rápidamente fueron a reunirse con ella.
—Hola— Pari fue la única en hablar, había algo en la expresión de Elaheh normal y serena como siempre, pero que desprendía una emoción distinta.
—Hola— Elaheh miraba todo, pero poco quedaba grabado en su mente de lo que a su alrededor estaba.
—El príncipe está hablando con un representante de la corte, aparentemente somos los segundos en llegar. El segundo príncipe Jahan ya está aquí desde esta mañana— le contó Pari— por ahora seremos llevados a nuestras habitaciones donde tomarán un baño. Por lo que sé hay dentro de las habitaciones un cuarto de baño de tamaño moderado para dos personas solamente— explicó Pari.
—Se dice que el rey no ha usado los baños comunes desde que la primera esposa legal falleció— susurró Kira por lo bajo por lo que recibió un golpe en la cabeza de parte de Asha.
—Cierra la boca, vas a meternos en problemas— la reprendió esta.
Prontamente los hicieron caminar por pasillos largos y muertos, como los llamó Pari en un susurro que solo Elaheh llegó a distinguir. Todo era soberbio, pero perdía la hermosura debido a lo falto de vida que estaba. En el segundo piso del palacio interior de la corte habían dos escaleras que llevaban a diferentes edificaciones y de allí seguían subiendo los pisos.
La habitación de Vahid estaba en el pasillo de los dormitorios reales, en el último piso donde había habitaciones. En cambio las concubinas fueron llevadas a través de escaleras hacía la edificación continua, en el tercer piso era donde se alojarían. Cada una de las plantas estaba reservada acorde a cada príncipe y se permitía 50 habitaciones, que ellas supieran eran las más numerosas de todas y aun así no llenarían aquel lugar.
Para disgusto de Arzu, las habitaciones no se disponían acorde a la posición de cada una ya que todas eran concubinas, sino que eran por orden de llegada desde las últimas del pasillo hasta las primeras.
Cuando finalmente entraron a las habitaciones Elaheh se desnudó rápidamente y se adentró en una bañera de agua fría, el calor de la hora era insoportable y ella carecía de paciencia para esperar el agua caliente.
Sumergiendo todo su cuerpo, dejando de respirar y permitiendo al agua taponear sus oídos, aislándose. Elaheh intentaba conectar con una parte de ella que había pensado no dejaría que tomase el control nunca más, pero las dos eran ella, esconder una parte de su personalidad no hacía que desapareciera y ahora, a horas de encontrar a su peor pesadilla, necesitaba de esa ella. La fuerte, la poderosa, la seductora, la capaz, la diosa.
Las horas pasaron como agua se escapa de dentro de una canasta para todos en el palacio. Entre arreglos, horas de sueño para reponerse y pensares, algunos importantes y otros vacíos. Cada ser dentro de aquellos muros pálidos sentía el correr del tiempo. Antes de lo previsto todas las concubinas eran llamadas por sus damas y sirvientas para la comida en el comedor principal.
—Pari— la llamó entre susurros Elaheh a medida que hacían su camino hacia el comedor junto con las demás concubinas, damas de compañía y sirvientas— ¿Quiénes estarán en el comedor esta noche?
—Pues— calló un momento esperando a que pasaran por su lado Aya y Ara con sus sirvientas— por lo que sé estarán el rey, el primer y segundo príncipe, el príncipe Vahid y el rey de Lithuam con una parte de su corte, todos con sus concubinas— la explicación había calmado los pensamientos de Elaheh, pero también había despertado ciertas dudas.
¿Por qué el rey de Lithuam decidiría mandar a su hermana al palacio interior del sur si iba a venir de todas formas?
La pregunta se formuló sola, pero Elaheh carecía de fuerzas para responderla. Además que Arzu ocupara un segundo de sus pensamientos lo consideraba un desperdicio. Los guardias de la puerta del comedor anunciaron su llegada, todas entraron en orden y con una gracia imperial.
Caminaron hacia una esquina dispuesta para ellas en la habitación donde permanecerían de pie hasta que llegase el último invitado, el rey de Lithuam, entonces harían reverencia ante todos los miembros de la realeza presentes.
Desde esa posición Elaheh miró primero a las concubinas, solía fijarse mucho en ellas en otros tiempos. Acorde a como estuvieran las concubinas podías aprender mucho del amo. Las del primer príncipe estaban tal cual esperaba, algunas se hallaban asustadas, obviamente no habían pasado mucho tiempo en aquella vida, probablemente fuesen una adquisición reciente, otras reflejaban amargura o indiferencia, los brillos de sus vidas no eran visibles.
En cambio las del segundo príncipe eran algo curioso para Elaheh, sus rostros se veían cansados y desanimados, pero aun así hacían hasta lo imposible por verse pétreas. Parecían muñecas talladas en oro, ya que todas vestían exactamente lo mismo.
Sin embargo quienes la impactaron de verdad fueron las del rey, imponentes, despampanantemente bellas aunque se notaba que no eran jóvenes, la que más joven podía ser tenía por lo menos 35 años. Daban de impresión de ser una muralla defensora entre el mundo y su amo. Exactamente lo que eran ellas para Vahid, solo que jugaban con otras armas que no eran la intimidación por una gran presencia.
Comparándolas Elaheh llegó a la conclusión de que Vahid había aprendido una parte de su respeto por las mujeres debido a su padre. Elaheh se miró a sí misma, ella había entrado en el juego ostentoso de poder. Su guerra con Alfred también consistía en defender a Vahid aun cuando era más por defenderse ella, por eso no se había negado cuando Pari insistió en que usara un sari azul monastral con bordados de hilos de plata y joyas de lapislázuli.
Sus ojos fueron a parar a donde los miembros de la familia real. El príncipe Kamran, tan ataviado como siempre, miró al príncipe Jahan. Nunca lo había visto, parecía bastante afable pero obviamente era una fachada. Ningún hombre verdaderamente amable tendría concubinas similares a esculturas de piedra.
Ese aspecto tenía que ser ensayado con precisión, aun así Elaheh prefirió no juzgarlo totalmente. Observó las similitudes entre Vahid y Jahan, el mismo color de cabello, tono de piel, la forma de la nariz, sin embargo sus expresiones eran diferentes y sus ojos eran carmelitas.
Elaheh se sobresaltó, se había pasado mucho tiempo mirándolo y él había sentido el peso de su mirada, apartó rápidamente la vista antes de que el segundo príncipe se viese interesado en cuestionarla. Esperó unos momentos, volvió a mirar de soslayo, el príncipe ya no le prestaba atención.
Buscó a la figura más resaltante de la habitación, el Rey Kudret, ciertamente el nombre le iba como la seda. Su aura detonaba poder por donde lo mirases, era una imagen intimidante y al mismo tiempo inspiradora de respeto. Su rostro tenía una expresión seria y responsable, sin embargo Elaheh notaba la carga que llevaba y la tristeza en el fondo de esa máscara tan perfectamente montada.
Los años hacían mella en él y Elaheh no dudaba en afirmar para sí que estaba bastante enfermo. La imagen la entristeció, buscó desesperada y para calmarse a la única persona de todas las presentes a quien deseaba ver realmente. Se percató entonces que él la miraba a ella, seguramente la miró todo el tiempo, sabía que ella examinaría a todos los que pudiera.
Una media sonrisa afloró en el rostro de Vahid, con la pícara mirada que ella tanto amaba, al inicio no fue capaz de decir qué podía haber causado esa reacción hasta que lo miró cuidadosamente. Vestían del mismo color, las únicas dos personas vestidas de azul, ambos con bordados de hilos de plata y las joyas eran de la misma piedra preciosa. Elaheh no pudo evitar una sonrisa que tuvo que deformar y contener a duras penas y sin mucho éxito.
—Del país de Lithuam, el rey Malik— anunció uno de los guardias.
Detrás de ese anuncio entró un hombre muy alto que pese a los finos y elegantes ropajes se podía ver que debajo guardaba una figura de guerrero, de cabellos largos hasta sus caderas y de un rubio tan intenso que parecía oro.
Vestía una túnica verde esmeralda abierta adelante, con adornos en oro y un collar de oro alrededor de su cuello. Debajo las ropas eran igualmente verde esmeraldas, pero los bordados eran en verdes más oscuros y claros. Su rostro era hermoso, parecía una figura etérea de lo fino de sus rasgos, tan delicado y a la vez tan rudo. Su masculinidad era palpable, pero no por ello podías hallarlo menos angelical.
—Alteza— dijo refiriéndose al rey Kudret y Elaheh percibió el tono firme, pero melodioso de su voz— majestades— miró hacia los príncipes con una ligera inclinación de cabeza.
—Rey Malik— habló el rey— Tome asiento al lado del tercer príncipe Vahid, por favor— con una sonrisa de aprobación el rey Malik se desplazó hacia donde se hallaba Vahid.
Entonces en la sala entraron todas sus concubinas, eran 35 en total según la cuenta de Elaheh y fue allí que se dio cuenta que de los invitados ese era el más poderoso. El rey Kudret había sentado al rey Malik y a Vahid cerca por eso, poseían casi el mismo poder aun cuando uno era rey y otro príncipe.
Elaheh se vio a sí misma sorprendida al notar que las concubinas del rey Malik iban muy parecidas a ellas. Diferentes unas de otras, se veían relajadas y de cierta forma incluso felices. Vestían cómodamente a su gusto e incluso en sus sonrisas percibía como estaban allí apoyando a su rey y no era forzado.
Las concubinas fueron convocadas, primero fueron las del rey Malik ya que al estar en un país extranjero era por norma de cortesía un deber que fueran las primeras, luego las del rey Kudret. La línea tenía que seguir de la persona de mayor poder a la de menor daba igual las edades, por eso después les siguieron ellas.
El rostro del príncipe Kamran adoptó una expresión de haber comido un limón amargo, el príncipe Jahan por otro lado parecía indiferente a todo, Vahid las miraba con orgullo y el rey Malik se limitaba a observar con una mirada tan penetrante que Elaheh sintió digna de un rey y ante ese pensar su cuerpo se erizó al sentir su dorada mirada en ella. El proceso siguió sin más nada interesante.
La cena se desarrolló tal cual se esperaba, los hombres hablaron de economía, política, negocios, gubernatura y las mujeres callaron y mostraron lo mejor de sus modales. Dos horas compartiendo pareció ser suficiente para todos los presentes, despidiéndose hasta al día siguiente todos fueron dejando la habitación seguido por sus concubinas.
Entró a su habitación seguida de Pari, quien le alcanzó el camisón de dormir para luego ir a preparar la cama. Elaheh se cambió de ropa en el silencio que Pari le daba, no se quejó, era exacto lo que necesitaba. Silencio.
—Buenas noches Elaheh— dijo Parí cuando terminó sus quehaceres.
—Buenas noches— deseó Elaheh con toda la dulzura de la que era capaz, al salir la señora de la habitación dejó que su mente divagara con lo observado aquella noche.
El día por venir sería largo y tomentoso, se torturaría con sus recuerdos por eso simplemente se dejó caer en el sueño y sin entender por qué, su sueño estaba coloreado en el color oro del sol.
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Uy y ahora este rubio de dónde salió?
🤔🤫😋
Ya hemos llegado al palacio del Norte...se acerca la fiesta/reunión y el encuentro con Alfred. A partir d este momento las cosas empiezan a descolocarse un poco así que aguantense mis pelusas no sea que se caigan en una curva.
Besitoooos. 🥰😘
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