Amor.



La residencia de Gojo fue finalmente iluminada con un rayo de sol cuando Yuuji entro por la puerta. Ambos estaban en la sala principal, Gojo no tardo ni un segundo en preguntarle al chico si quería venir a pasar la noche con él, esa noche y muchas otras más. Por su parte Yuuji sentía la necesidad de quedarse junto a su alfa, después de tanto tiempo sin verlo.


— Aún no puedo creer que te hayas hecho pasar por un estudiante de mi universidad... digo, lo del admirador secreto... me lo creí por completo. — Comento Yuuji apenado mientras se sentaba en el sofá.

— Fue lo único que se me ocurrió en mi momento de desesperación. — Respondió con una ligera mueca.

— Y lo que me contaste sobre tu relación con Suguru... nunca pensé que hubieras pasado por algo tan horrible.

— Pero eso ya quedo en el pasado, ahora quiero ser una mejor persona para ti y para nuestro hijo. — Se recostó sobre el sofá colocando su cabeza sobre las piernas dobladas del chico.

— A pesar de todo... no puedo dejar de confiar ciegamente en ti, Satoru, espero no estarme equivocando. — Suspiro, acariciando aquellos cabellos albinos.

— Créeme cuando te digo que preferiría la muerte a verte con alguien más... quiero estar contigo toda mi vida.

— Eres muy lindo. — Con suavidad sujeto las mejillas del alfa dándole un corto beso sobre los labios.

— Mi corazón late muy fuerte cada vez que haces eso, ¿sabes cuanto te necesito ahora?

— ¿Me necesitas? — Pregunto sonrojado y con una sonrisa traviesa.

— Te necesito cerca de mí. — Se levanto del sofá, cargando repentinamente a Yuuji entre sus brazos como a una princesa. — Quiero sentir lo mucho que me amas.

— Es-espera... — Se sorprendió al ser sujetado de esa manera, movió sus piernas al aire con torpeza, enredando rápidamente sus brazos alrededor del cuello del albino. — ¡Me voy a caer...! — acerco su rostro al cuello del alfa. — ¿piensas que te amo...?

— No voy a dejarte caer, pesas menos que un costal de plumas, a pesar de estar esperando un hijo mío. — Le susurro con travesura.

— Basta, haces que me avergüence, Satoru... eres muy malo. — Replico sonriendo con juego. — Tus feromonas... huelen muy bien. — Dijo en voz baja, mientras pegaba su mejilla al pecho del alfa, amaba tanto ese fuerte olor a menta.

— Puedo hacer que tu cuerpo quede bañado en ellas.


Gojo entro a su habitación aun cargando al omega entre sus brazos. Una vez que ambos estaban desnudos sobre las sábanas blancas de la cama, Yuuji tomo el control colocándose encima de su alfa, con ambas piernas abiertas sobre la cadera de él. Movía sus glúteos de un lado a otro, restregándolos en aquella enorme y dura erección.

Sujeto con una de sus manos aquel falo, dirigiéndolo hacia su entrada, de un suave movimiento lo ingreso por completo, gimiendo de placer al sentirse tan lleno por dentro. Sacudió sus caderas de atrás hacia delante lentamente, aferrando sus manos al pecho del alfa, rasguñándolo con dulzura.

Estuvo extrañando por tanto tiempo estar con él de esa forma tan intima, un encuentro en el pasado no le basto, quería más de Gojo.

Y en ese momento todo era tan diferente a la primera vez que tuvieron sexo, no solo era un encuentro impulsado por el deseo, sino también por el amor.

Pasaron a estar sentados, Yuuji estaba de frente a Satoru, sentado encima de él, con sus piernas abrazando la cintura del albino, en la posición del loto.


— Eres maravilloso. — Satoru le susurro al oído, para después besarle el cuello, mientras sus manos acariciaban tanto la espalda como los muslos de su omega.

— Te amo, Satoru... yo te amo. — Confeso en tono de voz meloso, pero a la vez apenado.

— Yuuji... también te amo... he aprendido a reconocerlo, y sufrido por no darme cuenta a tiempo... ¿Podemos empezar de nuevo?

— Podemos...


Las dulces feromonas que Yuuji emanaba de su piel por toda la habitación, eran exclusivamente para el deleite de su alfa, Satoru, eran las primeras feromonas que salían de su cuerpo después de tanto tiempo, únicamente para su hombre.

Aquel olor profundo a vainilla hacia buena mezcla con la cantidad enorme de feromonas que liberaba la piel de Gojo, ese olor a menta que enloquecía exquisitamente al omega.

Los labios de Satoru se posaron una vez más sobre la tersa piel del chico, abriéndolos en un lento movimiento, paso su lengua, abriendo paso a lo que seguía, clavo el filo de sus dientes, cerrándolos en una apasionada mordida.

Justo cuando Yuuji estaba por alcanzar el orgasmo pudo sentir el cosquilleante dolor en su cuello, algo que sin duda alguna duplico su placer.


— Eres mío...

— Lo soy... soy tuyo...


Quería tomar aire, su corazón estaba ya muy acelerado después del clímax, sofocado y empapado de sudor, el omega mantenía su respiración agitada, arqueo la espalda cuando sintió como su alfa estaba terminando dentro de él, eyaculando tanto, que el esperma empezaba a derramarse por fuera de sus glúteos.

Amanecieron juntos una vez más en una cama amplia, después de compartir una noche tan apasionada, dormían plácidamente con sus cuerpos envueltos en solamente las finas sábanas blancas.

La mejor noche para Gojo, la cual hubiera desea que fuera interminable.

A comparación de sus tantos amantes anteriores, con Yuuji no quería salir corriendo por la puerta, con él quería permanecer toda la eternidad, aunque fuera solo para compartir el mismo aire.

Satoru se despertó primero, contemplando a su omega, aun durmiendo como un ángel llegado del cielo. Acaricio la mejilla del chico con el reverso de su mano, sonriéndole con cariño, para luego levantarse de la cama, y caminar rumbo al baño.

Cuando Yuuji abrió los ojos, pudo despertar con el delicioso aroma de panqueques recién hechos, su estómago moría de hambre, toda la acción de la noche anterior consumió sus energías, el bebé adentro de su vientre se movía inquieto.

Vestido con la ropa de Gojo, apareció el omega, viendo desde la entrada de la cocina a su alfa, quien cocinaba panqueques en una sartén.


— ¿Estás haciendo el desayuno?

— Oh, ¿Ya te levantaste? — Le sonrió, su corazón se llenaba de ternura al verlo usando su ropa, el chico se veía tan adorable. — Si, estoy cocinando para ti, o, mejor dicho, para ustedes dos.

— Si... — Sonrojado sonrió también acariciando su barriga. — Nuestro hijo tiene hambre.


Yuuji se sentó en una de las sillas que estaban en frente de la mesa, fijando su vista en la montaña de panqueques calientes que estaba enfrente suyo, no dudo en empezar a comer, bebiendo también del vaso lleno de leche que tenía a su lado.


— ¿Tu no vas a comer, Satoru? — Pregunto una vez que observo a Gojo enfrente suyo, solamente sentado en la otra silla, sin comer nada.

— Prefiero verte comer, te ves tan lindo cuando lo haces.


Hizo sonrojar al omega, pero él no se quedaría así, quería que su alfa también comiera algo, así que coloco un pedazo de panqueque en su tenedor y lo dirigió a la boca del albino.


— Come un poco.

— Bueno, solo porque me lo ofreces así. — Sonrió para luego abrir sus labios, dándole un bocado a la comida.

— ¿Quieres más? — Soltó una pequeña risa, cuando por su mente paso como un pensamiento fugaz pero aterrador. — ¡Choso! ¡Mi hermano no sabe que estoy aquí!


Yuuji se levantó rápidamente de la silla, dirigiéndose a la habitación donde anteriormente durmió, observando su celular sobre el suelo junto a sus prendas de ropa. Recogió su celular mirando con pánico 50 llamas perdidas de Choso, así como varios mensajes preguntando donde estaba.


— No puede ser, mi hermano debe estar buscándome por todas partes. — Se lamento llevándose una mano sobre la cabeza, peinando sus cabellos hacia atrás. — Y yo estoy aquí, contigo, Satoru.

— Él debería saber que estas aquí... aquí conmigo, ¿Por qué no le avisaste?

— No es tan fácil... no quiero que se enoje por haber vuelto contigo, no tengo el valor para decirle eso. — Se cubrió la cara con ambas manos.

— Entonces yo se lo dire.

— Pero el...

— Hablaré por ti, nadie puede hacer que nos separemos.

— El solo quiere lo mejor para mi...

— ¡Lo mejor para ti soy yo! — Golpeo su pecho con la palma de su mano. — Y se lo haré saber por el resto de su vida, porque... te amo... nos amamos,

— ...Nunca te apartes de mi lado. — Se abalanzo sobre el alfa, abrazándolo. — ...Eres mi mundo entero... — Estaba sentimental, así que sus ojos se llenaron con pequeñas lágrimas, recordando aquella vez que Gojo termino con él por celular.

— Y tú eres el mío, Yuuji. — Contesto, abrazándolo con el mismo cariño, una de sus manos acariciaba la espalda de el omega, tranquilizándolo con su voz. Quería ser fuerte, pero recordar aquel momento donde hizo sufrir al chico, le remordía en lo más profundo de su ser.



...



Gojo estaciono su automóvil enfrente de la residencia donde vivía Yuuji con su hermano, pero antes de entrar a verlo, decidieron ir caminando hacia una pastelería que no estaba muy lejos de ahí, querían comprar un pastel de disculpas. Sin embargo, cuando querían pagar, Gojo recordó que había dejado su cartera dentro del automóvil, así que se devolvió por ella, dejando a Yuuji en la pastelería.


— ¡¿Qué has hecho con mi hermano?! — Choso enojado se dio cuenta de la presencia de Gojo afuera de su residencia. — ¡¿Lo tienes secuestrado, maldito infeliz?!

— ¡¿Qué?! ¡Yo no...! — No pudo articular otra palabra cuando sintió un fuerte golpe sobre su rostro.

— ¡Dime, ¿Dónde está Yuuji?! ¡Habla ahora! — Sujeto a Gojo de su camiseta, sacudiéndolo con violencia.

— ¡Suéltame, loco! — Trataba de apartarse, pero estaba aturdido por el golpe.

— ¡Hermano, déjalo! — Grito Yuuji desde la distancia, asustado por lo que estaba presenciando. Corrió rápidamente hacia ellos.

— ¡Pero este imbécil...! — El pelinegro estaba confundido, pero se apartó del albino.

— No puede ser. — Gojo se limpió la nariz con su antebrazo, dándose cuenta de que su nariz sangraba mucho. — ¡Me rompiste la nariz! — Enfurecido miro a Choso

— Es-es... mu-mucha sangre-e. — El omega se acercó al alfa, queriéndolo ayudar de alguna forma, pero entro en pánico y termino desmayándose en el suelo.

— ¡Yuuji! — Gritaron Gojo y Choso al unisonó. 

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