💖Capitulo 5 - Quedare Seco💖
Óscar
¿Qué diablos me está pasando? ¿Desde cuándo discuto con una mujer? Aunque para mí fue más una conversación y muy divertida. Ver ese hermoso y sensual rostro molesto fue lo mejor. Pero pienso que ella es rara. Yo fui todo un caballero y al parecer no le gustó. ¿Por qué no le gustó? ¡Oh, claro! Es que la llamé loca y creo que eso no fue tan caballeroso de mi parte.
Cómo desearía volverla a ver, poder sentir esas magníficas curvas entre mis manos y morder cada centímetro de su piel. Demostrarle qué tan hombre soy y no un niño como me insinuó, hacerla derretir de placer. Fui un idiota. Tenía que pedirle el número, pero no, aquí el inmaduro se pone a pelear con ella. Pero las esperanzas es lo único que no se pierde. Estoy seguro de que la volveré a ver. Si la vi dos veces hoy, sé que la encontraré otra vez y no desperdiciaré ni un minuto para tenerla en mi cama. Bueno, en la del hotel. En mi habitación solo entro yo.
—Señor, ¿no piensa pagar? —la voz de alguien me saca de mis pensamientos. Miro y es el cajero que me mira mal. —¿Desea algo más? —cuestiona con enojo.
—Eso es todo. Gracias. —digo con seriedad. Pago las botellas de alcohol que compré y salgo.
Es un idiota. Si no es porque voy rápido, le diría su par de verdades. Mientras manejo a mi apartamento, porque decidí tomarme el resto del día libre, mi mente divaga a la sensual rubia, algo que provoca que mi miembro se endurezca. En mal momento me vengo a poner duro. Sigo manejando, tratando de pensar en otra cosa y no en el sensual culo de ella o en sus senos que no son grandes, pero para mí son perfectos.
Creo que esos pensamientos no ayudan en nada. Mi miembro ya me molesta en los pantalones, grita por salir de su prisión. Pero aún falta para llegar. Aprieto mi miembro para calmar las palpitaciones, pero no funciona. Mierda, no aguanto. Decido arriesgarme y me estaciono. Desabrocho mi pantalón y libero mi dura verga. Suspiro aliviado al sentirlo fuera.
Lentamente y con los ojos cerrados, empiezo a masturbarme. Me imagino a esa chica devorando mi miembro, lamiéndome, succionándome como toda una diosa, sus ojos azules viéndome con intensidad. Esa carita tan angelical que tiene me la imagino bañada de mi semen, uf, qué delicia, hermosa se vería.
Aumento el ritmo apretando con firmeza y cuando menos lo espero, estallo en un intenso orgasmo, ensuciando todo a mi paso, pero sintiendo un alivio increíble. Aun con los ojos cerrados tratando de regularizar mi respiración, se me dibuja una sonrisa. Dos corridas pensando en una sola mujer, en un mismo día y sin saber ni siquiera su nombre, fue maravilloso.
Abro los ojos dándome cuenta del desastre que hice. Mi corrida fue bastante abundante, se ensució todo el volante. Si sigo así, quedaré seco, pero valió la pena. Cuando limpio todo, sigo mi recorrido con una enorme sonrisa y con la mente llena de imaginaciones perversas y muy morbosas, unas peores que otras. Es algo que no puedo evitar, me encanta el sexo.
Al llegar al apartamento, dejo las bebidas en mi minibar, que ya gritaba ser surtido. No es que me tome todo el alcohol, pero cuando mis amigos vienen, no dura nada. Los cuatro terminamos muy tomados, aunque el que menos toma es Alonzo. Liam y yo nos damos tremenda borrachera y mi primo Brandon no se queda atrás. El caso es que los cuatro somos un desastre cuando estamos juntos.
El estruendoso timbre me despierta de golpe, ¡ups! ¿En qué momento caí rendido? ¡Oh claro!, después de tremenda masturbada quede exhausto. Observo mi zona sur ósea mi entrepierna, y, ¡mierda!, tremenda erección. Odio despertar así, bajarla es un verdadero desafío. Al revisar el reloj, noto que es tarde y tengo una cita imperdible.
Con el timbre insistiendo, me levanto del sofá. ¿Quién toca así? Espío por la mirilla y, ¡sorpresa!, mi linda madre está ahí con cara de pocos amigos. Y me imagino porque esta aquí.
—Sé que estás ahí, y más te vale abrir, Oscar. —grita ella.
Corro a mi habitación, me pongo una bata de baño para ocultar la erección, ¡ojalá desaparezca rápido! Al regresar, le abro con una sonrisa.
—Madre hermosa, qué sorpresa. No te esperaba. —comento mientras me rasco la nuca.
—No, me lo imagino, mi hijo debe estar muy entretenido. —expresa con enojo y entra sin preguntar.
—Madre, estaba durmiendo, me has despertado. ¿Por qué tan enojada, la madre más bella del mundo? —digo, acercándome con una sonrisa y besándole la mejilla. Ella me mira furiosa.
—Eres un descarado, ¿cómo te atreves a contestar una llamada mientras follabas con quien sabe quién? ¡Falta de respeto! —dice enojada, agarrándome de la oreja. —Y lo peor, te atreves a contarme lo que haces. ¡Eso no se le dice a su madre!
—Madre, perdón, no quería, pero llamaste y no tuve opción. Además, a ti te gusta que te conteste rápido, soy un buen chico. Y te prometo que no volverá a pasar. Pero, por favor, suelta mi oreja. —hablo con frustración.
—Cállate, no te eduqué así. Que sea la última vez, ¿entendido? —suelta mi oreja, y solo me queda frotármela hasta que se pase la molestia. —¿Cuándo dejarás de ser tan mujeriego y me darás una nuera y nietos?
—No empieces, madre. Ya lo hemos hablado. No me interesa casarme, mi vida está perfecta así. —digo con una sonrisa, sentándome en el sofá. Ella se sienta a mi lado.
—Claro, que nunca te vas a enamorar y bla, bla, bla. Escúchame, hijo, no puedes pasarte toda la vida de flor en flor, debes asentar cabeza. —me dice con ternura.
—Señora Abigail, creo que ya hemos hablado de eso y sigo firme en mi decisión. —digo seriamente, pero ni bien termino, ella me pega en la nuca. —Madre, ¿por qué me pegas? —me quejo, mirándola molesto.
—No me llames por mi nombre, soy tu madre, tampoco me digas señora, no estoy vieja. —dice enojada, se levanta y me mira furiosa.
—Bueno, deja de tratarme como un niño, soy un adulto.
—Pues, compórtate como tal. Escucha, hijo, lo que te digo es por tu bien. Llevar ese estilo de vida realmente no hace bien, créeme.
Se acerca y me da un beso en la mejilla. Se despide con una sonrisa y no dice más. Me siento en el sofá. Mi madre no entenderá, mi vida es perfecta así, disfrutar de las chicas es una delicia. Pero es la última vez que la llamo por su nombre o señora, no quiero más golpes en mi cabeza, aprendí la lección. Con todos los ánimos, me doy una ducha, y con lo de mi madre, mi erección baja. Tuve suerte.
Listo, salgo hacia mi destino en busca de la recepcionista, cuyo nombre desconozco, pero eso es lo de menos; lo importante es que la pasaremos de maravilla. Recojo a la chica, que parece bastante tímida. La llevo a cenar, y durante toda la cena no dejo de coquetearle e insinuarle que quiero sexo con ella, lo que hace que siempre se sonroje. Aunque no despierta lo mismo que esa rubia, que de solo pensarla me pone duro, es extraño.
Al terminar, ambos vamos animados, pero como parte de mi personalidad de hacerla ver que soy un caballero, la dejo frente a su casa. Cuando le pedí la dirección, se sorprendió, pero no protestó.
—¿Por qué me trajiste a casa? Pensé que, bueno, olvídalo.
—¿Qué pensaste, muñeca? Cuéntame. —digo con una sonrisa coqueta mientras me acerco más a ella. Se sonroja, y yo no dejo de sonreír. Me acerco a su oído. —¿Quieres que te coja, es eso lo que quieres? —ella, con un asentimiento tímido, me confirma que sí. —Pues, ¿qué esperas? Dame una mamada. Esta noche mi verga es tuya. —aseguro con perversión en mi voz.
Ella me mira sorprendida, y por esa cara me imagino que piensa: ¿Quieres que lo haga frente a mi casa? Le sonrío con coquetería mientras me saco mi pene y comienzo a acariciarme. Ella no tarda mucho y se abalanza a mi verga, comenzando a lamerme el glande con algo de torpeza, pero eso no me importa. Sin darme cuenta, ya tiene todo mi pene en su boca. Trato de concentrarme en lo que hace y cierro los ojos; en ese momento, la imagen de la rubia llega a mi mente y mi pene se endurece al instante.
Mierda, pensar en otra mientras me hacen una mamada es una delicia; el morbo aumenta y siento que me correré cuando menos lo espere. Y así sucede. Sé que no pasa mucho tiempo cuando estallo en la boca de la chica, llenándola hasta la garganta, pero ella se lo saca y me masturba con la mano hasta drenarme por completo. Lo digo otra vez, quedaré seco.
Cuando pienso en devolverle el favor y después cogerla en el carro, el maldito teléfono empieza a sonar. Maldigo por lo bajo. Es mi amigo Liam. Por un momento, pienso si contestarle o no, pero por la hora me imagino que algo pasa y por eso llama. Termino dejando a la chica en su casa, pero prometiendo que otro día vamos a coger.
Mientras me dirijo hacia donde está Liam, no dejo de pensar en esa rubia y ¿por qué me llegó ella a la mente? Me detengo en un semáforo algo frustrado, pero Liam me necesita. El tarado está en un bar bebiendo y se ha pasado de copas; ya me imagino por qué, o, mejor dicho, por quién. ¿Cuándo admitirá que se muere por esa rubia? Aunque lo entiendo, él no querría perder la amistad de un amigo, pero eso no es lo peor. Ella tiene novio, y eso es otro obstáculo aún mayor.
Un golpe en la parte de atrás de mi coche me hace salir de mis pensamientos. Pero ¿qué carajo? Me han chocado. Salgo furioso para enfrentar al individuo que ha cometido tremenda idiotez. Cuando la persona no sale, me acerco y toco el cristal. No sale, tarda en abrir, y cuando lo hace, resulta ser una mujer. Trato de contener la risa porque su aspecto me causa gracia, pero a pesar de cómo luce, es imposible no reconocerla.
Vaya, qué pequeño es el mundo. La vuelvo a ver y de qué manera. Por la expresión en su rostro no esperaba que fuera yo, pero actuaré como si no la reconocí. Esto será divertido.
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