💖Capitulo 4 - ¡Mierda!, nunca había chocado.💖
Tatiana.
Miro al rubio con ganas de patearle el trasero y sacarlo del planeta tierra, que llegue hasta Marte o Júpiter, o mejor aún, que llegue hasta el sol y se vuelva ceniza. Respiro profundo para controlar mi mal carácter.
—Niño, podrías no llamarme loca, y menos muñeca porque no soy nada tuyo. ¿quién te crees? Además, por si no lo recuerdas, tú chocaste conmigo, mi teléfono pagó las consecuencias y aparte, ni te dignaste en ayudarme. Por eso te tiré la pelota. Así que permiso, tengo prisa, debo irme. —Intento irme, pero no me deja.
—Claro que no te vas a ir, y para que sepas, no soy un niño, bastante hombre soy y te lo puedo demostrar cogiéndote duro contra la pared. Y restregándote mi duro miembro en lo más profundo de tu coño. Ahora quiero que te disculpes. —dice dándome una intensa mirada. Sus ojos recorren todo mi cuerpo y, sin poder evitarlo, me pongo nerviosa.
No puedo ponerme nerviosa con este espécimen. Lo miro mal. Está guapo y todo, pero eso no cambia lo idiota que es. ¿En verdad dijo eso de que me dará duro? Mierda, me quiere dar duro así como me gusta, no seria mala idea. Pero no, en que estoy pensando. Debo dejar mi lado pervertido y verlo ofendida. Para colmo, me dice que me disculpe. ¿Quién se cree?
—No tengo que disculparme con un energúmeno como tú. Eres un tarado. —hablo cruzándome de brazos, mientras lo miro mal. —Y eso de demostrarme que eres hombre no es necesario, me doy cuenta cuando son hombres de verdad, y a ti aún te falta para ser un hombre.
Veo cómo su rostro cambia a uno molesto, mientras que yo le doy una media sonrisa de burla. Pero de repente él sonríe, y su mirada se siente como si penetrara mi alma.
—Y al parecer a ti te falta que te den una buena cogida, ¿será que ese culo no está bien follado? ¿Cuándo fue la última vez que te follaron como se debe? —ahora es él el que se ríe.
Mi cara es de sorpresa ante su comentario tan morboso, pero excitante. Y la verdad, eso en vez de molestarme me gusta, pero no se lo puedo dar a demostrar.
—Tu comentario me entra por un oído y me sale por el culo, así que quítate de mi camino o tus bolas saldrán lastimadas, imbécil.
—Se nota que eres una loca que no tiene educación. —dice con una sonrisa burlona. Lo miro con ganas de matarlo.
—Eres un tarado. —contesto con rabia.
—Y tú eres una tonta. —su sonrisa se agranda más. Y quiero golpearlo.
—¡Estúpido! —exclamo.
—¡Dramática! —vocifera sin dejar de sonreír.
—Idiota, payaso. —digo más enojada.
—Tú eres una niña malcriada, tonta y loca. —ahora su sonrisa es más grande.
—Eres un bruto. —digo más enojada, ¿cómo se atreve a decirme niña malcriada? él no sabe cómo soy.
—Disculpen, podrían salir y hacer su espectáculo fuera de la bodega. —alguien habla interrumpiendo. Volteo para ver quién es y es el cajero que nos mira enojado.
Vuelvo a ver al guapo e idiota frente a mí, que me mira sonriendo como si esto fuera tan divertido. No dejo que diga algo más y salgo.
—¡Adiós, guapa, fue un placer conversar contigo! —me grita mientras suelta una carcajada.
Subo al coche y golpeo el volante imaginando que es al idiota ese al que le pego. Respiro profundo antes de manejar, pero de repente empiezo a reír como loca. Debo admitir que fue divertido esa discusión. Al llegar al apartamento de mi hermana me siento relajada. ¿No sé por qué no estoy molesta? Decido olvidar eso que pasó. Esos dos encuentros fueron coincidencia, y no lo volveré a ver más. Aunque admito que me gustaría verlo. No, claro que no. Mejor me concentro en pasarla bien con mi hermana.
Saco las copias de su llave y abro la puerta. La veo sentada.
—Hermana, yo sabía que ganarías, eres la mejor. —expreso con una gran sonrisa, pero ella me mira mal. Creo que no le gustó que llegara de sorpresa.
—Si vienes otra vez a hablarme de estupideces, te puedes retirar. —me dice molesta. Sabía que algo era. Antes de que me eche, tengo que hablar.
—No, te prometo que no hablaré de eso. Solo vine a que celebremos otra victoria más, traje alcohol. —anuncio levantando la bolsa y sonriéndole, pero veo que ya ella empezó a beber antes. —Veo que la fiesta empezó temprano. —le digo señalándole la botella de vino.
—Sí, me acabo de dar un buen baño. ¿Hay algún problema con eso?
Dios, pero qué agresiva está esta mujer. Pero ya debería dejar esa actitud y más conmigo. Se sienta con calma y se toma un trago.
—No, solo digo, no tienes que ser agresiva conmigo. Podrías quitarte esa máscara y usarla solamente afuera, por favor, porque conmigo no funciona. —le digo seria.
Ella se disculpa. Le digo que sé lo que significa para ella, pero que recuerde que soy su hermana y que estaré con ella. Ella admite que lo sabe y que me lo agradece, que quisiera dejar esa máscara, pero no lo hace porque se siente vulnerable.
Me duele escucharla hablar así, pero no le muestro que me afecta. Ella tiene que ver que su hermana pequeña es fuerte y que la apoya siempre. Le digo que solo tiene que ser ella, la gran hermana, pero que, si se siente cómoda con esa falsa persona, está bien, que es su decisión y no la puedo cambiar.
Pero sí quiero que cambie. No quiero que esté sufriendo. Su dolor es mi dolor. Siempre estuvimos juntas. Yo la apoyo en todo. Ella me va a responder, pero su teléfono suena y yo sigo tomando vino, el cual está muy bueno. Creo que compraré un par de botellas.
La escucho atentamente. Ella intenta reírse, pero se le complica. La persona que le está hablando, mínimo le está dando una muy buena noticia, porque la desgraciada se está riendo. Eso es raro. Ella no ríe mucho. Mi corazón se oprime al recordar todas las veces que lloré junto a ella y las veces que la vi triste. Pero ahora está feliz, y eso me hace feliz.
Ella cierra la llamada con una sonrisa. Le pregunto por qué tanta felicidad. Ella me dice que tiene un nuevo trabajo. Le digo que eso se merece doble celebración mientras levanto la botella y sonrío. Ella asiente y sugiere también música. Me gusta verla tan feliz.
—Te diría hombres también, pero sé que no estarías de acuerdo, por eso bebamos como desquiciadas —vocifero tomándome un largo trago, este vino esta buenísimo. Si, está decidido comprare más botellas.
Ella me dice que recuerde que tengo que trabajar, pero le digo que no se preocupe, que soy una experta bebiendo «aunque miento, porque al otro día estoy muriendo de dolor de cabeza». Además, quiero celebrar con ella este triunfo; por fin, tiene otro trabajo. Donde estamos es un asco, y yo también pienso buscar otro.
Empezamos a beber, hablar de muchas cosas, y me cambio de ropa por algo cómodo que dejo cuando me quedo con ella a dormir. Le cuento lo de Bruno, ella me dice que si no tengo nada serio con él. Le respondo que no, solo es sexo. Ella niega y ríe. Así pasamos la tarde y la noche, preparamos la cena y seguimos bebiendo mientras escuchamos música.
Pasarla con ella ayuda a no pensar en el idiota ese. No le comento nada porque la conozco. Solo me dirá que fui grosera, que yo no soy así y bla, bla, bla. La verdad, no estoy para sermones. Aunque ella tendría razón, yo soy un amor, encantadora. Bueno, soy una buena persona.
—Me voy, la pasé increíble, hermana. Tenemos que salir de fiesta y seguir celebrando. —hablo con una gran sonrisa.
—No creo que sea buena idea que te vayas manejando. ¿Por qué no pides un taxi? —me pide, viéndome preocupada.
—Tranquila, estoy bien. Recuerda que soy una experta bebiendo y puedo manejar bien. —aseguro, dándole un abrazo.
—Está bien, pero manejas con cuidado. Llámame cuando llegues, que no se te olvide o te arrancaré la cabeza. ¿Bien?
—Claro que sí, hermanita adorada. —aseguro, dándole besos en toda la cara. Ella solo puede reír.
Lo digo, me encanta verla sonreír. Subo al coche con una sonrisa y suspiro. Estoy segura de que ella encontrará el amor y dejará de ser como es. Ella se lo merece; ha sufrido mucho. El amor es lindo, aunque para mí en lo personal no me interesa. Ver a otros felices, enamorados, casándose me gusta, pero no me veo en esa posición. Hasta ahora, nunca me he enamorado y seguirá así. Prefiero más estar soltera y coger sin compromiso alguno.
Voy concentrada en la carretera, pero me siento un poco mareada. Ahora que lo pienso, creo que no fue buena idea beber tanto, sobre todo si tengo que regresar manejando. Pero ya qué, tengo que seguir. Decido buscar en mi cartera una toallita desmaquillante para ahorrarme tiempo, llegar a casa, tirarme a la cama, masturbarme hasta quedar satisfecha y dormir como una morsa. Pero al parecer, no es mi día. No me percaté de que el semáforo cambió a rojo, y tuve que frenar de golpe. Pum, le doy por detrás a un carro. Mierda, nunca había chocado.
Mi corazón late frenéticamente. Lo que me faltaba. Espero que el carro esté bien; con lo que nos costó conseguirlo, mi hermana me va a matar.
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