💖Capitulo 30 - Diablita💖
Tatiana.
La cena transcurre entre risas y conversaciones sin sentido. Mi hermana, Gaby, está radiante y Brandon no puede quitarle los ojos de encima. Es obvio que está completamente enamorado de ella. No puedo evitar sonreír al verlos juntos; hacen una linda pareja. Me alegra que Gaby haya aceptado por fin ser su novia.
Brandon llegó cantando horriblemente, pero lo que importa es el detalle, ¿no es así? No puedo evitar reírme cuando pienso en eso. Lo que me tiene un poco preocupada es Karla, ella está a mi lado, pero come con unos ánimos increíbles, que te daría hasta depresión.
Estoy loca por preguntarle por el idiota ese, pero no me atrevo, eso evidenciaría mi relación con Oscar.
—Y tú, querida, ¿no tienes novio? Te puedo conseguir uno. —las palabras de la señora Amelia me hacen abrir los ojos más de lo normal y no puedo evitar reírme.
—¡Madre, por favor! —exclama Karla.
—¿Qué tiene? Tengo un sobrino disponible y está guapo. Oscar es un encanto, te va a encantar. —asegura con una gran sonrisa. Ella tiene razón, está guapísimo. —Tú eres una mujer bella, que me imagino que debes de tener algunos pretendientes. —ella me mira fijamente sin dejar esa sonrisa.
—No, señora, no tengo novio, aún no estoy en esos planes. Me gusta tener sexo libre. —contesto sonriéndole.
Veo a mi hermana que me fulmina con la mirada, yo solo me encojo de hombros y le sonrío. Ella me conoce y sabe cómo llevo mi vida, no le gusta del todo, pero qué puedo hacer.
—Te entiendo, yo era así, pero fue porque me traicionaron. No quería tener nada serio con nadie, solo era sexo, pero conocí a este hombre maravilloso que puso mi mundo de cabeza y lo amo con locura. —continúa Amelia mientras mira a su esposo Sebastián con una sonrisa.
De repente se levanta de su silla y se acerca a él, sentándose en su regazo y le planta tremendo beso en la boca. Sonrío viendo la escena, ambos hacen una hermosa pareja, y necesito saber su historia, ya luego les preguntaré.
Mientras seguimos cenando, yo le voy contando algunas de mis anécdotas a Karla que la han hecho reír, cuando pensaba en decirle algo que me pasó con Oscar, de repente Brandon se levanta de la silla, agarra a mi hermana y se la lleva casi corriendo. Yo me quedo sin entender qué rayos pasó.
Al ver que ambos entraron a la habitación, me da a entender que harán cositas sucias, y esas son razones fuertes para dejarnos solas, yo haría lo mismo.
—Gracias por la maravillosa cena, ha sido un placer para mí cenar con ustedes. —les digo con una sonrisa deteniendo mis pasos junto a mi carro.
—¿Y por qué no te quedas? Podemos seguir hablando. —me pide Karla sonriendo. Está más animada desde que empezamos a hablar.
—Sí, deberías quedarte. Puedo llamar a mi sobrino y presentarlos. No sé por qué, pero siento que ambos se verían lindos juntos. Solo imagínense unos minis bebes de ustedes dos. —Amelia suspira como una enamorada, mira a su esposo y este le sonríe asintiendo con la cabeza.
Los observo con horror, están locos. ¿Minis míos y de Oscar? No, por mi cabeza aún no pasa tener bebés. Aún estoy joven y quiero disfrutar mi vida al máximo. Quizás cuando tenga unos ochenta años piense en tener bebés, aunque para entonces seré una anciana amante de los gatos. No me gustan los felinos, pero quizás así sea mi futuro.
—De nuevo gracias, pero debo irme, tengo una cita. Ya luego me pueden invitar. —contesto sin dejar de sonreír.
—Bueno, si tienes una cita no podemos hacer nada, vete y disfruta. Ya tendrás tiempo de conocer a mi sobrino. —dice Sebastián mientras sostiene a su esposa de manera posesiva.
Él le susurra algo y ella lo mira con emoción. Sin decir nada más, ambos caminan de regreso a la casa susurrándose cosas, dejándome con Karla. Creo que esos dos también harán cositas sucias.
—Tus padres sí se aman. Son una hermosa pareja. —le comento a Karla.
—Sí, los admiro a ambos. Espero tener algo así algún día. —responde con la mirada fija por donde se han ido sus padres. Su rostro está triste, y siento tanta rabia al recordar que ese maldito la golpeó.
¿Por qué mierda aguanta eso de ese maldito? Ella es hermosa, puede tener a todos los hombres que le venga en gana.
—Puedes tenerlo, claro, si no continúas con el imbécil ese. ¿O prefieres pasarte una maldita vida aguantando golpes de ese maldito? —espeto con rabia, viéndola a los ojos. Ella me mira asombrada ante mis palabras. Mierda, metí la pata. —Tengo que irme, fue un placer, olvida lo que dije.
No espero a que me conteste, me subo al carro, prendo y arranco tan rápido como puedo. Qué estúpida, ¿por qué no me quedé callada? Ella se lo va a reclamar a Oscar y él se va a molestar conmigo. Tonta, tonta, tonta.
En todo el trayecto al apartamento de Oscar me la pasé recriminándome la estupidez que le dije a Karla. Estoy en el estacionamiento dentro del carro pensando si subir o no. No he recibido llamada de él, quizás ella no lo ha llamado.
Tomo valor, tengo que enfrentar lo que venga. Aunque no entiendo por qué me preocupo tanto de que él se vaya a molestar conmigo. Él no es mi novio ni nada, solo somos amigos. Aunque creo que es porque perdería un buen partido, Oscar es increíble en la cama y no se puede dejar ir.
Antes de salir del carro me quito el pantalón y la blusa, quedándome en un conjunto de braguita y sujetador transparente de color rojo, que da el efecto de no tener nada y resalta mis pezones que comienzan a endurecerse solo de imaginar todo lo que haremos. También tengo un liguero que sujeta las medias tipo malla.
Termino de colocarme los demás detalles para completar el disfraz de diabla sensual. Me coloco una diadema con pequeños cuernos, unas alas de encaje, ajusto la cola a las bragas, los zapatos de tacón alto. Acomodo mi cabello y retoco mi maquillaje, poniéndome un labial rojo pasión. Encima de todo eso, me pongo una gabardina roja igual, no saldré enseñando mi cuerpecito. En conclusión, todo mi estilo es rojo.
Agarro las botellas de vino y la bolsa que contiene algo que le compré a Oscar para que lo use, y por poco se me olvida el pequeño tridente. Nunca me había sentido tan sensual como ahora y eso me emociona. Dejo todo lo demás y salgo. Camino con pasos decididos, espero que nada arruine esto.
Al salir del ascensor, me quedo unos segundos mirando la puerta de su apartamento. Me gusta que él sea el único en este piso. Sin pensarlo mucho, toco el timbre. Quito el tirante de la gabardina, dejando todo mi cuerpo a la vista. La bolsa la dejo en el suelo. No pasa mucho cuando las puertas se abren y aparece el rubio que ya deseaba ver.
Su rostro refleja sorpresa, imagino que no me esperaba tan temprano. Sus hermosos ojos recorren toda mi anatomía. Cuando nuestra mirada se conecta, todo en mí se estremece por la manera en que me mira. Su mirada hace que me humedezca.
—Llegó tu diablita, guapo. —hablo mientras me quito la gabardina. —Dime, ¿te gusta esta sensual diablita, que vino para llevarte al infierno del placer? —expongo dando una vuelta sobre mis talones de manera sensual.
Me detengo dándole la espalda, meneo mi trasero junto a la cola, lo hago lentamente. Duro unos segundo haciendo eso. Cuando nos vemos otra vez, él está como hipnotizado, y eso me encanta. Nos quedamos mirándonos durante un largo rato sin decir nada, solo sonriendo, hasta que una voz nos saca del trance en el que estamos.
—Oscar, hijo, ¿quién es?
Me quedo congelada en el sitio, mi mente en blanco mientras miro más allá de Oscar y veo a su madre. Sus ojos se abren como platos al verme. Se acerca rápidamente y sus ojos recorren mi cuerpo, y recuerdo que estoy desnuda, y esa señora me está mirando.
—¡MADRE! —exclama Oscar, reaccionando y acercándose a mí para cubrirme. No lo pienso y agarro la gabardina para ponérmela tan rápido como puedo. Él me sostiene de la cintura, pegándome a su cuerpo.
Mierda. Siento que mi cara está al rojo vivo, probablemente combina perfectamente con mi atuendo de diablita sensual. Intento sonreír y mantener la compostura, pero siento que mis rodillas están a punto de fallar por los nervios y la vergüenza. Si no fuera porque él me sostiene, estaría en el suelo. ¿Qué hace ella aquí? Esto es tan vergonzoso, y lo peor es que parece que va a creer que soy su novia.
—Eso es un disfraz de... ¿acaso es Halloween y aún no me he enterado? Aunque ese disfraz es demasiado sensual para salir a la calle. Literal, estás desnuda. —dice mirándome con seriedad, hasta que su expresión cambia a una de haber comprendido la situación. —Oh, perdón, estás así para mi hijo. Qué tonta. Yo... este... estás muy bella y sensual. —gesticula con obvia vergüenza.
—Madre, deja de hablar. Termina lo que hacías y por favor vete. —le pide Oscar sin soltarme.
—Qué malo eres, hijo. ¿Por qué no me dijiste que mi nuera iba a venir? Y ahora comprendo tu afán de que me vaya. —expresa ella entre risas.
¿Habré escuchado mal? Me ha llamado nuera. Esta mujer está loca.
—Hola, señora, gusto en verla. —digo, tratando de disimular la incomodidad por la situación.
Con una sonrisa y un guiño, la señora se va, dejándonos solos. Miro a Oscar y él me devuelve la mirada con una media sonrisa.
—¿Por qué no me dijiste que tu madre estaba aquí? Mira la vergüenza que he pasado. Debiste detenerme cuando empecé a quitarme la gabardina. —digo tratando de no reírme, aunque la situación me resulta divertida.
Oscar se pasa una mano por el cabello, mirándome con diversión.
—Lo siento, en serio. No esperaba que llegaras tan pronto y mucho menos con ese atuendo tan... impactante. Ese es el problema de mi madre, suele aparecer sin avisar. Es su forma de mantenerme bajo control, supongo.
Me muerdo el labio para contener la risa. La situación es tan surrealista que no puedo evitar soltar una carcajada.
—Además, todo pasó muy rápido. Hermosa, no todos los días se me aparece una diablita tan sensual en mi puerta con la intención de llevarme al infierno del placer, y de paso dejarme seco, aparte que me deja embobado y poniéndome duro al instante. Eres una diosa andante, que le encanta torturar y que estás para comerte completita.
No me deja responder y se apodera de mi boca. Ese beso me deja noqueada y por varios segundos me olvido de lo que acaba de pasar. Ambos nos besamos con mucha pasion. Un beso que me vuelve loca, provocando que cada parte de mí se encienda. De repente, deja de besarme y lo miro confundida. Nuestra respiración está bastante agitada.
—Vamos, entremos. Haré que mi madre se vaya rápido, necesito verte modelar ese atuendo y devorar cada parte de tu cuerpo. —rápidamente me toma del brazo y me empuja hacia adentro del apartamento.
Me río por la situación. Y presiento que la noche será larga.
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