💖Capitulo 28 -Dejarte Seco💖
Oscar.
—Disculpe, jefe, eso es un contrato poco inusual y algo machista, ¿no cree? —Las palabras de Perla mi secretaria me saca de mis pensamientos morbosos junto a Tatiana.
La observo con enojo. Ha interrumpido mis ideas lujuriosas, y no sé qué hace aún aquí. Le pedí algo y se ha quedado viéndome.
—No hagas preguntas que no te voy a responder. Ahora, retírate y tráeme lo que te pedí, por favor. —Hablo con calma, tratando de no hablarle mal. Ella solo asiente y se va.
Vuelvo mi vista al contrato que Tatiana tiene que firmar. Me pasé toda la noche escribiéndolo a mano. En algunos puntos quizás exagero, pero no lo veo mal. Me parece divertido. Gracias a ella que me dio la idea de crear el contrato.
Tengo que hacer que lo firme, porque la verdad no toleraré verla con otro imbécil. Cuando la vi abrazada de ese idiota cuando la recogí del trabajo, me dio mucha rabia y unos celos que dan ganas de arrancar cabezas. Algo que no debería sentir, pero no puedo evitarlo.
Ambos decidimos ser exclusivos y ella debe cumplir. Yo, hasta el momento, no he tenido ganas de estar con ninguna otra mujer. La quiero a ella, solo a ella. Con el contrato en mano, decido dejar el trabajo e ir a buscarla.
Mientras manejo y estoy a pocos minutos de su trabajo, ya no puedo contenerme y decido llamarla. Al segundo tono atiende.
—Hola, muñeco. ¿A qué le debemos tu llamada? ¿Acaso estás ansioso como yo por volver a sentirnos? —Su voz sensual me estremece y sonrío como un idiota.
—No te imaginas cuánto, hermosa. Dime, ¿ya terminaste? Tengo algo que debes leer y firmar. —Digo sin dejar de sonreír. Ella hace silencio y me imagino que debe estar pensando a qué me refiero.
—¿No me digas que ese algo es un contrato? No me jodas, ¿de verdad hiciste un contrato? —La escucho reírse.
—Sí, eso mismo. Recuerda que me perteneces y el contrato lo deja claro. Entonces, ¿paso por ti?
—Lo lamento, querido. Cuando salga tengo que prepararme. No nos podremos ver. Mi hermana tendrá una cena con la familia del amor de su vida y me han invitado. Y no sé a qué hora se termine. —Habla y puedo notar que no está muy gustosa por ir a esa cena.
—Entiendo, pero puedes avisarme cuando se termine y paso por ti. —Hablo mientras me estaciono frente a su trabajo.
—¿Estás seguro? ¿Y si termina a las doce de la noche, igual te aviso?
—Claro que sí, hermosa. Estaré esperándote. —Aseguro mientras me bajo del carro y comienzo a caminar.
—Me parece perfecto. Muero por sentirte entre mis piernas. —Susurra.
—Mejor no digas nada, que ando ansioso desde anoche con tu mensaje, pero prepárate que no te dejaré descansar.
—Oh, estamos iguales, bebé. Estoy más que preparada para eso y me muero por leer ese dichoso contrato. Espero que no me obligues a hacer cositas raras. —dice entre risas. —Hermoso, te tengo que dejar. Estoy terminando aquí para luego irme. Besitos.
Ella cierra la llamada antes de que pueda decirle que estoy fuera. Espero unos minutos en el carro, para darle tiempo a que termine. Cuando siento que es suficiente, salgo con una estúpida sonrisa, camino hasta adentrarme al enorme edificio. Sé que debería regresarme, no mostrar demasiado interés, pero lamentablemente es algo que no puedo evitar. Aunque no vaya a hacerla mía cuando ella salga, con verla y robarle un beso me conformo.
Esto es increíble. Yo, que semanas atrás no dejaba que ninguna mujer me besara, ahora ando buscando besar, y no a cualquiera; solo a ella. Y ya no me importa si las cosas se están saliendo de control. Me dedicaré a disfrutar de esa hermosa rubia que me roba el sueño.
—Buenas tardes, bienvenido. ¿En qué podemos servirle? —Habla la recepcionista dándome una sonrisa coqueta. Me mira con una intensidad que hasta asusta.
—Buenas tardes, busco a la abogada Tatiana. Me gustaría saber cuál es su piso. —Respondo dándole una sonrisa incómoda.
—Lo lamento, tendrás que decirme el apellido. Es que hay unas cinco Tatiana en el edificio y sin apellido no sabré a quién busca.
Joder, había olvidado que no sé su apellido. ¿Cómo no se me ha ocurrido preguntarle? Sí que ando en las nubes.
—Bueno, ella es una rubia sexy, ardiente y recién inició a trabajar aquí. —Ella me mira raro por la descripción que he dado. —Disculpa, es que no sé su apellido.
Rueda los ojos, me imagino que fastidiada por mi comentario, comienza a teclear algo en la computadora. De repente, empieza a sonreír. Al parecer, la encontró. Me mira sin dejar de sonreír, se levanta de su silla, me hace señas para que me acerque y eso hago.
—Haremos algo. Te diré en qué piso está esa mujer que buscas a cambio de que aceptes pasar una deliciosa noche conmigo. Guapo. —Susurra.
Su proposición me deja sorprendido. Esto no lo esperaba. La miro con horror, y ella solo me sonríe. No voy a negar que antes no lo hubiera pensado, porque la chica es guapa, aunque se ve más mayor que yo. Pero eso no me hubiera importado hace unas semanas atrás. Lo que no comprendo es ¿por qué no encuentro interesante su proposición? Incluso siento pena por ella y debería darle vergüenza estar proponiendo esas cosas a un hombre.
¿Tatiana, qué me has hecho? Eres la única culpable de esto.
—Vaya, ¿podrías ser menos descarada? No me interesa salir contigo, así que dime dónde está el piso o llamaré a Morgan y le diré lo que me has pedido. —Espeto enojado. Ella abre mucho los ojos, sorprendida. Va a hablar, pero una voz la interrumpe.
—Oscar, ¿qué haces aquí? —La voz de la rubia que estoy buscando me hace girarme y verla con una sonrisa. En cambio, ella me mira confundida. Y veo que a su lado está el mismo tipo de ayer.
Con una sonrisa me acerco a ella, rodeo su cintura con mis brazos y la pego a mí. olvidándome en donde estoy. Ella no hace nada para evitarlo.
—Estaba cerca, y pasé a traerte el contrato. Espero que no te molestes. —Digo mientras le robo un beso.
—Tranquilo, no me molesta, al contrario, me encanto verte, solo me sorprendí, no esperaba que vinieras. —responde con una sonrisa coqueta, me besa, y al separarnos, su rostro cambia a uno serio. —Dime algo, ¿acaso estás coqueteando con la recepcionista? —su voz sale molesta.
—¿Qué? No, para nada, ella fue la que se me ofreció. ¿Puedes creerlo? Soy tan encantador que nadie se resiste a mí. —explico sin dejar de sonreír. Ella me mira más molesta. Me gusta molestarla con eso de que soy irresistible.
—Querido, te recuerdo que somos exclusivos y me perteneces. Pero si quieres que todo se acabe, ve y acuéstate con esa estúpida arrastrada. —su voz sale cargada de ira e intenta soltarse de mi agarre.
¿Acaso estará celosa? No puedo evitar sonreír. Verla de esa manera me emociona y no comprendo por qué. Ella sigue forcejeando para liberarse, pero yo la aprieto más a mi cuerpo, aspirando su delicioso aroma. Huele exquisita.
—Tranquila, fiera. No iré a tener sexo con otra. A ti es a la única que quiero empotrar en la pared. Hacer que te corras hasta el cansancio y que termines gritando que me detenga, quedando sin poder caminar. —le contesto con una sonrisa.
Ella intenta reprimir una sonrisa, pero se le dificulta y suelta una carcajada. Yo también río; no puedo evitarlo, su risa es encantadora. Cuando deja de reírse, acerca su rostro mas al mio.
—Eres demasiado presumido, Oscar Addams, pero no niego que quiero que me empotres en cada rincón de tu apartamento. Ya tu amigo le hace falta a mi amiga. —susurra a mi oído.
Me estremezco ante sus palabras, pero una de esas palabras hace que mi semblante cambie a uno serio. Ella me ha llamado por mi apellido y no tiene sentido, porque nunca se lo di.
—¿Qué pasa? ¿por qué pones esa cara? ¿Acaso no quieres que lo hagamos en tu apartamento? No tengo problema si no quieres; puede ser en el mío o en un hotel, o en el carro. Aunque creo que es incómodo, nunca lo he hecho en un carro y menos en un deportivo. Estaría interesante. —habla sin dejar de sonreírme, me guiña un ojo y se muerde el labio.
—No, no es eso. Es que has mencionado mi apellido, y nunca te lo di. Tampoco sé el tuyo, y eso es lo que no entiendo. ¿Podrías explicarme cómo lo sabes? —digo soltando su cintura.
Por varios segundos me mira confundida. Luego abre mucho los ojos con sorpresa, al parecer se dio cuenta de que ha metido la pata en algo. Abre la boca varias veces para decir algo y al final no dice nada. La miro impaciente, necesito entender. Suelta un bufido y un largo suspiro. Se aleja más de mí y extiende su mano.
—Tatiana Palmer, un placer. —dice dejando la mano extendida.
La miro más confundido, aunque su apellido me es muy familiar. Empiezo a hacer memoria de quién tiene ese apellido hasta que mi cerebro se ilumina, captando a quién más le pertenece.
—Espera, ¿eres hermana de Gabriela, la mujer de mi primo? —pregunto incrédulo. Ella asiente con una gran sonrisa. —¿Por qué no me lo dijiste? Entonces tú eras esa chica fea, desarreglada y difícil de ver que estaba en el apartamento de Gaby el día que salió conmigo. —ella vuelve a asentir con la cabeza. —¿Y mi primo sabe que tú y yo tenemos esto?
—No, ni mi hermana lo sabe, pero luego te explico. Tengo que irme, cenaré con tus tíos esta noche. Nos vemos luego, hermoso. Guárdame lo que me pertenece, que quiero dejarte seco. —habla rápidamente, me da un efusivo beso en los labios, me quita el sobre y sale casi corriendo.
Me quedo parado observando por donde ella se ha ido. No puedo creerlo, ¿por qué justo tenía que ser hermana de la mujer de mi primo? Solo espero que él no se entere; sé que no me dejaría tranquilo. Hablaré con Tatiana y ambos llegaremos a un acuerdo de que nadie debe saber que ella es familia de Gabriela. Es mejor disfrutar en secreto.
Sonrío como un tonto al recordar sus palabras de que me dejará seco. Ya estoy deseando que llegue la noche.
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