💖Capitulo 27 - Contrato💖
Oscar.
A veces cometo el grave error de hablar de más, de decir cosas que no debería decir. ¿Por qué no puedo mantener la boca cerrada? ¿Es tan difícil cumplir con ello? Pero no, siempre yo y mi bocotá, que no sabe mantenerse cerrada.
Estoy frente a Liam, quien no deja de reírse como un demente de mí, después de que le conté lo que pasó ayer con mi madre y Tatiana, cuando nos encontró desnudos en el sofá. Me arrepiento de habérselo dicho. Mejor hubiera ido con Alonzo, él no estaría como este tonto; Alonzo es más serio y da buenos consejos, de esos bastantes motivadores. Como, no te enamores que no vale la pena, mejor quedarse sortero y disfruta de todas las mujeres que se te presente.
Alonzo es un genio.
—¡Creo que me dará algo, llama a emergencias! —vocifera Liam sin dejar de reírse, mientras se agarra el estómago.
Juro que lo mataré. No me importa convertirme en asesino serial, porque a Brandon también lo quiero matar por vivir molestándome, aunque no niego que es gracioso. Aparte del imbécil que maltrató a mi prima, a ese sí lo mato con gusto.
—¿Podrías dejar de reírte? ¿Qué es tan gracioso? ¿Acaso soy un payaso o qué? Mejor me regreso a mi oficina, prefiero almorzar solo. —digo con molestia y mirándolo mal.
—Perdóname, amigo, es que no puedo dejar de reírme. Primero, una chica te deja en un bar con las ganas, donde aparecieron unas señoras y casi te violan, y ahora tu madre te encuentra teniendo sexo con esa misma chica y ya piensa que te vas a casar y tendrás minis Oscarcito. —dice aun riéndose a carcajadas.
—Sí, ríete, ríete. Qué divertido, ¿verdad? Ya basta, deja de reírte. —le digo, cruzando los brazos y fingiendo estar aún más ofendido, aunque una sonrisa se asoma en mis labios.
No voy a negar que me causa gracia todo lo que me ha pasado, pero a la vez es tan abrumador. ¿Cómo se le ocurre a mi madre que tendré minis Oscarcito? Tener bebés no está en los planes de mi vida lujuriosa.
—Amigo, es que tu vida parece una comedia romántica mal escrita. —responde él, finalmente calmándose un poco y secándose las lágrimas por tanto reírse. —Y no puedo evitar reírme. En serio, me preocupas a veces.
—Y eso que no te he contado que la Katloca se apareció en donde vivo y comenzó a pegarme. Volvió a decir lo mismo de que soy suyo. Está demente. —espeto enojado mientras le doy un bocado a mi salmón. Él deja de reírse y me mira serio.
—¿Me estás jodiendo? ¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Cuándo apareció? Se supone que estaba en rehabilitación. ¿Has hablado con sus padres? Tienen que ponerle un alto. —asegura con mucha seriedad, una seriedad que no me gusta.
Me quedo pensando unos segundos, analizando sus palabras. No lo había pensado, ella estaba encerrada, ¿por qué ahora está fuera?
—No, no los he visto, he estado muy ocupado, y la verdad estoy harto. Aunque sus padres me apoyan y saben que ella está mal, no quiero verlos. —aseguro, ahora dando un sorbo a mi agua.
—Aun así, debes verlos y decirles lo que pasó. ¿Lo que no entiendo es cómo la dejaron salir? Está desquiciada y creo que debería estar en la cárcel y no en un lugar de locos. Ten cuidado, amigo, sabes bien de lo que es capaz. —me advierte aun seriamente.
—Lo sé, no me lo recuerdes, trato de no pensar en ella. Investigaré por qué la dejaron salir y haré que la vuelvan a encerrar. Solo imagínate que ocurra lo que pasó esa vez. —digo mientras mi cuerpo se estremece solo de pensarlo.
—Ni lo digas. Esperemos que las cosas no pasen a mayores.
Ambos seguimos comiendo en silencio. Liam no dice nada más, porque sabe que no me gusta hablar ni recordar lo que pasó, pero siempre me apoya en todo. Él es mi mejor amigo y es como un hermano, y no es que Alonzo no lo sea, pero conocí a Liam primero.
Al terminar de comer, en silencio regreso a la empresa con Liam a mi lado.
—Si no quieres volver a tener a otra loca detrás de ti, deja de acostarte con todas. —dice de repente, haciendo que mis pies se detengan y volteo a verlo con cara de ofendido. Él está cruzando los brazos y viéndome con una ceja levantada, diciendo: "tengo razón."
—Idiota, pero si nunca me acosté con la Katloca, ella solita se obsesionó, recuerda que me besó a la fuerza y desde ese día se obsesionó más. Además, no tengo la culpa de ser tan encantador. —respondo con una sonrisa, tratando de tomar las cosas con humor.
—Wow, qué humilde eres. Pero hablo en serio, no quiero volver a verte en un hospital por otra desquiciada. Gracias a Dios la otra está muerta. —habla con mucha más seriedad.
—Eso no pasará, tranquilo. Hoy mismo investigaré por qué la dejaron libre. Y ya verás que haré que la encierren otra vez y se quede con sus amigos los locos. —aseguro sin dejar de sonreír, tratando de que las cosas se tomen con humor.
—Bueno, sabes que cuentas conmigo para lo que sea. Y puedes confiar en mí, como yo confío en ti. —pronuncia mientras me palmea la espalda.
—Claro, tanto confías en mí que no me confiesas que amas a mi prima Karla, pero está bien, no te reclamaré nada. —él abre mucho los ojos ante mis palabras y le sonrío.
—No digas tonterías. Ella tiene novio y ya me voy, tengo muchas cosas que hacer.
Nos despedimos asegurando que nos volveríamos a reunir y contar todo lo que nos pase. No le menciono nada más de mi prima para que no se moleste; no le gusta y no lo admite, pero sé que está enamorado. Lo sé porque cada vez que él la ve sus ojos brillan, y no lo admite por el imbécil del novio que ella tenía, pero ahora que ella ya no está más con ese maldito, tal vez se den una oportunidad.
Liam me promete que no volverá a burlarse de mí, algo que no es creíble, pero le daré el beneficio de la duda. Cuando lo veo alejarse, pienso en detenerlo para decirle que Karla ya no tiene novio, pero él ya va lejos. Bueno, dejaré que sea ella quien se lo diga. Yo creo en el amor y puedo ayudar a que mis amigos estén con quien amen. No me molesta ver a otras personas amándose, pero para mí no va, no me interesa.
Estoy ansioso en mi oficina. Agarro mi celular una y otra vez, pero lo regreso a su sitio. Llevo dos horas en esta situación. Me pican los dedos por enviarle un mensaje a Tatiana o llamarla para decirle que nos veamos.
Anoche me controlé para no llenarla de mensajes morbosos. Solo le envié un mensaje de buenas noches y que ansiaba tener su vagina en mi boca. Un mensaje casual y normal, y su respuesta me puso duro y las ganas por tenerla aumentaron.
«Cuando guste, querido, mi vagina babea por ti, ya ansía tener tu hermoso miembro dentro, saborearte completito. Estoy mojada de solo penarlo. Que descanses hermoso, besitos»
La respuesta me enloqueció. Me imaginé su cuerpo, su voz ronca susurrando esas palabras, y el deseo se encendió como nunca. ¿Qué tiene Tatiana que me vuelve loco? Siento que me atrae más de lo que quiero admitir.
Ese es un mensaje que te obliga a masturbarte como un loco hasta quedarte dormido. Esta mañana solo le envié un mensaje deseándole los buenos días. Estoy esperando que se acerque la hora en que ella salga del trabajo para ir por ella. Sé que estuve con ella ayer, pero quiero más.
Agarro el teléfono, pero decido llamar a los padres de la loca Katty. Tengo que resolver ese asunto de una vez por todas. No sé por qué no lo hice antes cuando se apareció. Claro que lo sé: he estado más pendiente de Tatiana que de otra cosa.
—Oh, querido, cuánto tiempo sin saber de ti. ¿A qué debemos tu llamada? —contesta la señora.
—Escúcheme bien, señora Regalado. Es la última vez que los llamaré. Pero dígame algo: ¿por qué mierda no me avisaron que a la loca de su hija la dejaron libre? ¿Y por qué demonios pasó algo así? —espeto con rabia.
—¡¿Qué?! No, claro que no. Ella está en el centro de rehabilitación. Ella no está en condiciones de salir; su doctor no lo ha autorizado. —me asegura, y puedo notar que se ha puesto nerviosa.
Sus palabras me dejan sorprendido. Si ella no sabe que Katty está suelta, ¿será que se escapó?
—Verifique bien, señora. Seguro se escapó, porque hace unos días su hija se apareció en mi vivienda y comenzó a pegarme. —hablo con rabia mientras intento no pegarle al escritorio. Este se volvería añicos porque es de vidrio.
Ella ahoga un grito de sorpresa y la escucho sollozar.
—Te juro que no sabía nada. Nadie me ha avisado. Y si se escapó, tengo que investigar dónde se esconde. Haremos todo para encontrarla y evitar que ocurra una desgracia otra vez.
—Eso espero. Y no me llame hasta que no esté encerrada. —gruño.
—Claro, de inmediato te avisaré. Y perdona por todo. Tú no mereces nada de esto.
No dejo que diga una palabra más y cierro la llamada. Esa loca tiene que aparecer como sea y ser encerrada. Llamo a un amigo que es detective, se llama Dereck, y le pido que la busque. Él sabe quién es. Me asegura que pondrá a varios hombres a buscarla, que no me preocupe.
Siento tanta rabia que sería capaz de golpear al primero que entre por esa puerta. En ese momento se abre la madera y entra Perla, mi secretaria. No, a ella no le pegaría; no le pego a mujeres, así como una vez lo hizo el que me engendró. Qué bueno que desapareció.
—Señor, permiso. Terminé el contrato que me pidió redactar. —me dice, extendiéndome el documento.
—Gracias. Podrías traerme los contratos de mis clientes. Quiero darles un repaso. —digo mientras agarro el contrato que me trajo y sonrío mientras lo voy leyendo.
Esto ha hecho que mi mal humor desaparezca. Ya quiero verle la cara que pondrá ella cuando lo lea.
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