💖Capitulo 22 - Exclusivos💖
Oscar.
El tiempo parece detenerse mientras nos seguimos besando con la misma intensidad. De repente nos separamos, jadeando por el aire, nuestras frentes se tocan. Aprovecho para empezar a desabrocharle los pantalones. Estoy ansioso, loco por estar dentro de ella.
—Creo que no podemos continuar. Detente, Oscar, por favor —dice, su voz entrecortada mientras intenta alejarse, aunque no hace mucho esfuerzo.
—¿Por qué no? Ambos nos deseamos, no lo niegues —digo, volviendo a besarla mientras introduzco mi mano en sus pantalones, llegando a su vagina. La acaricio lentamente, ella se estremece ante mi toque y puedo sentir lo húmeda que está. —Tu cuerpo te delata, hermosa. Estás tan húmeda.
—Bien, que sea la última vez —susurra mientras cierra los ojos y tira la cabeza hacia atrás, disfrutando de mis caricias.
—Claro que no, no creo que esta sea la última vez. Te propongo que seamos exclusivos. Amigos con derechos —propongo, pensando en que no podré quedarme tranquilo si la vuelvo a ver y no pueda tocarla. Mis palabras hacen que abra sus ojos y me mire sorprendida.
—¿A exclusivos te refieres a que no estaremos con otros, solo seremos nosotros dos? —asiento con una sonrisa.
Se aleja de mí y se sienta en el sofá. La observo expectante, esperando que acepte. Por varios segundos se queda pensativa, mirando a otro lado. Finalmente, me vuelve a mirar, mordiéndose el labio inferior. Se levanta y se acerca a mí con una media sonrisa. Sus manos comienzan a acariciar mi pecho, luego descienden hasta detenerse en mi miembro, que lo agarra con firmeza, iniciando a masturbarme lentamente. Es tan descarada, va directo a lo que quiere y eso me encanta de ella.
—Está bien, podemos ser exclusivos. No volveré a acostarme con nadie más, y tú tampoco. Pero si no cumples, todo se acabará en ese momento. Además, nada de enamorarse; esto será solo sexo, puro sexo. No me interesa el romance.
Sonrió extasiado con su respuesta.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo, pensamos igual. Entonces, ¿por qué no inauguramos nuestro nuevo título?
Ella no responde y me sonríe con malicia, se aleja de mí y sin esperarlo sale corriendo del apartamento, dejándome paralizado por varios segundos. Al darme cuenta de lo que acaba de pasar, salgo detrás de ella, pero detengo mis pasos cuando recuerdo que estoy desnudo. La veo parada frente al ascensor, me saca el dedo del medio y me sonríe.
Con rapidez regreso al apartamento y mientras me pongo la ropa llamo al de seguridad dándole orden de que no deje salir a la rubia, le invento que me ha robado "que se llevó a mi perro", él obedece y cierra. No puedo evitar reírme con lo que dije, pero no la dejaré ir, esta me la va a pagar.
El ascensor parece ir muy lento y estoy desesperado, debo evitar que se vaya. ¿Cómo se atreve a dejarme así? Al llegar a la planta baja puedo escuchar los gritos de Tatiana.
—¡Suéltenme!, ¿qué les pasa?, déjenme ir. ¡Son unos desalmados! —exclama ella tratando de soltarse.
La veo forcejear con los de seguridad y yo disfruto viéndola. Eso es por dejarme desnudo y duro. Con una sonrisa, me acerco a ellos.
—No puede marcharse hasta que aparezca el perro del señor —le dice el guardia, tratando de mantener la compostura.
Ella mira confundida a los hombres, mientras niega con la cabeza.
—Se volvieron locos, un perro, no sé de qué me están hablando —espeta con rabia la sensual rubia.
—No lo niegue, señorita, el señor nos ha llamado avisándonos que usted se robó a su perro, así que le pedimos amablemente que lo regrese.
—Deberías hacerles caso a los señores y devolverme a mi perrito —hablo acercándome a ellos. Ella me mira furiosa y yo no puedo contener la risa, suelto una gran carcajada.
—¡Idiota! ¿¡Me has metido en problemas por un perro que no existe!? —exclama ella, mientras forcejea tratando de liberarse.
—Podría ser un perro invisible, ¿quién sabe? —le respondo, encogiéndome de hombros. —Suéltenla, yo resolveré el problema —les digo a los de seguridad.
Ellos obedecen, la sueltan, les hago señas para que se marchen. Ella se me acerca furiosa y sin esperarlo, mi rostro recibe una bofetada. Sí que se volvió loca, la miró con rabia.
—¿Cómo te atreves a pegarme? Que sea la última vez que haces algo así —gruño mientras le agarro de ambos brazos.
—¿Qué me harás si lo vuelvo a hacer? ¿Me vas a pegar? ¡Idiota! Y olvida eso de exclusividad, eso no pasará, no volveré a tener sexo contigo —espeta rabiosa intentando soltarse de mi agarre.
La miro furioso. —Escúchame muy bien, nunca le pegaría a una mujer y ya veremos si lo que dices no se hará —no la dejo que hable y me apodero de su boca.
Pero antes de que pueda profundizar en el beso, ella me empuja con todas sus fuerzas y tropiezo hacia atrás, chocando con un auto, por suerte no caí al suelo y pude estabilizarme.
—No vuelvas a besarme o lo lamentarás, querido —ni bien termina de pronunciar esas palabras, sale corriendo.
Tardo unos segundos en reaccionar, pero sin pensarlo dos veces voy detrás de ella. La condenada corre rápido. —¡Loca del inframundo, détente! —vocifero sin dejar de correr.
Mis intentos por atraparla son inútiles; ella es rápida y ágil, como una gacela. Le gritó que se detenga, pero no hace caso, solo escucho su risa tipo bruja. No comprendo cómo llegué a esta situación, pero ella no puede rechazarme y odio admitir que la quiero para mí.
Ambos seguimos corriendo entre los coches del estacionamiento como si estuviéramos en una maratón, esquivando autos. Cada vez que intento acercarme a ella, se aleja aún más, como un escurridizo gato que juega con su presa. Me volverá loco, pero que ella no crea que se saldrá con la suya, la atraparé y la volveré a hacer mía.
Ya cansado y frustrado por no poder alcanzarla, decido cambiar de estrategia. Detengo mis pasos y sonrío con malicia, viéndola correr.
—¡Ay, ay, ay, mi tobillo! —grito de repente, agarrándome el tobillo y rodando en el suelo con un gesto de dolor. La exageración de mi caída merece un premio por mi maravillosa actuación. Espero que funcione y se acerque a socorrerme.
Ella se detiene de inmediato y corre hacia mí con un rostro de preocupación.
—¡Ay, por todos los cielos! ¿Qué te pasó? —exclama ella, arrodillándose a mi lado, claramente preocupada.
—Creo que me he torcido el tobillo... —me quejo, tratando de mantener una cara de sufrimiento, aunque por dentro estoy loco por reírme.
—¿Estás bien? Déjame ver... —dice ella con preocupación, dirigiéndose para examinar mi tobillo.
Por un momento me siento mal por mentir de esa manera, pero todo es válido cuando te dejan con las ganas. Mientras está distraída con mi pie, aprovecho para agarrarle la mano e incorporándome de un salto, la abrazo con fuerza.
—¡Sorpresa! —le digo con una sonrisa triunfante.
—¡Oye tonto, me engañaste! —exclama ella sorprendida por mi repentino movimiento.
—Lo lamento, hermosa, pero no me diste opciones. —respondo con una gran sonrisa.
—No puedo creer que jugaras con algo así, eres un idiota. Suéltame. —espeta con rabia tratando de soltarse, pero esta vez la retengo con más fuerza a mi cuerpo.
—Ya deja de resistirte. ¿Dime por qué saliste corriendo? ¿A qué le temes? —mis preguntas hacen que ella deje de forcejear y me mire con seriedad.
—Yo no le temo a nada, querido, y hui porque me pareció divertido, debiste verte mientras corrías desnudo. —responde con una sonrisa burlona.
—Eres malvada, lo hiciste a propósito, aunque eso no importa, ahora podemos subir y terminar lo que empezamos. —digo con una sonrisa pícara, mientras mi mano viaja a su trasero. Ella también se ríe, puedo sentir cómo se relaja entre mis brazos.
—Oscarcito, no puedo negar que la atracción que existe entre nosotros es muy notoria, y pensándolo bien, no creo que sea buena idea eso de ser exclusivos. Quizás no puedas estar con una sola mujer. No me considero una santa, he estado con varios hombres, pero creo que no deberíamos. —explica con calma. Su mano se posa en mi pecho y me acaricia lentamente, todo sin dejar de sonreír.
—Dime algo ¿Estás casada? ¿Tienes novio? ¿Estás enamorada? —ella niega con la cabeza ante mis preguntas. —¿Entonces? ¿Cuál es el problema? Yo soy un hombre libre. Yo creo que tú eres como yo, ambos buscamos complacernos sexualmente y no veo mal que eso pase.
Ella se queda mirándome seriamente sin decir nada más. Al parecer, analiza mis palabras. Pero lo que no comprendo es por qué yo, un hombre que puede buscar a la mujer que se me venga en gana, le está rogando a esta mujer. Me desconozco.
—Tienes razón, querido, no veo mal que ambos nos desahoguemos juntos. Siéndote honesta, eres muy guapo y sensual, tampoco lo haces tan mal, eres muy bueno, en especial con tu boca. —dice con una sonrisa coqueta.
—Me halagas, tú también eres muy buena, eres magnífica. —digo sin pensar, ella sonríe mordiéndose el labio.
—Pero no quiero que vuelvas a tratarme como si fuera una puta, porque no lo soy. La más mínima insinuación se termina todo, ¿entendido? —exige con seriedad.
—Me disculpo nuevamente, hermosa, eso no volverá a pasar. Te lo prometo. —expreso con una sonrisa, acariciándole su maravilloso trasero. Ella jadea ante mis caricias y sonríe.
—Todo olvidado. Y bueno, ¿qué tal si subimos y concluimos con lo que iniciamos? —habla de forma coqueta mientras se acerca a mi rostro. —Quiero tenerte entre mis piernas y devorarte completito. —ronronea rozando sus labios con los míos.
Sus palabras son tan excitantes que la voz no me sale y mi única respuesta es mi boca estrellándose contra la suya, y nos besamos con pasión desenfrenada. Ya me volví adicto a sus besos y eso ha sido un error garrafal. No debería disfrutar tanto besarla, pero no puedo controlarme, con cada beso quiero más y siento como mi miembro se va endureciendo, no, me he vuelto muy débil, no puedo permitir que eso pase a mayores.
Quizás me arrepienta por lo que haré, pero debo controlarme, ser más fuerte. Con delicadeza la aparto de mí interrumpiendo el apasionado beso. Nuestra respiración ya está agitada. Al mirarnos puedo ver ese deseo en ella, y yo seré un imbécil por no aprovecharla, pero todo es por el bien de mi persona.
—Muñeca, tendrás que irte, había olvidado que mi familia vendrá a visitarme y llegará en cualquier momento. Tu coche estará listo mañana. —explico con calma, tratando de que no se dé cuenta de que miento.
Ella me observa con confusión, los gestos que hace en su rostro son muy obvios, es de; ¿Me estás jodiendo? ¿Me dejarás con las ganas? No quiero dejarla ir, pero las cosas se me están saliendo de control.
—Claro... Tú... Este... bueno, también tengo que irme, pasaré luego a buscar mi coche. —dice alejándose de mí, me da una media sonrisa, y empieza a caminar.
La veo alejarse y desearía correr para detenerla, llevarla a mi apartamento y empotrarla en cada rincón de este, pero no, es mejor así. Mañana será otro día en el que espero mostrarme menos ansioso que hoy.
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