💖Capitulo 20 - Cruel💖

Oscar.

«Tu cosita ni cosquillas me hizo»

Sus palabras resuenan en mi mente una y otra vez, llenándome de rabia. ¿Ella se atrevió a llamar "cosita" a mi miembro y dijo que no le hizo nada? Es una vil mentirosa, sé que disfrutó tenerme dentro de su maravillosa vagina. Claro que lo disfrutó, todavía puedo escuchar sus gemidos y gritos resonando en mis oídos. Carajo, solo de pensarlo empiezo a ponerme duro.

No niego que el sexo que tuvimos fue una maravilla. Ella es toda una amazona en la cama, una diosa. Pero fue solo eso: sexo. Por eso no comprendo mi actitud estúpida cuando la escuché llamar guapo a mi antiguo profesor. Me comporté como un patán, lo que no es propio de mí. Siempre me mantengo controlado, pero esta vez me comporté como alguien celoso y eso no me gusta.

Y no es agradable que te digan en la cara que otro hombre es guapo, especialmente después de tener sexo. Me dio tanta rabia que lo único que se me ocurrió fue echarla de mala manera. Fue una reacción muy inmadura, ella no merecía que la tratara así. Es única, y ambos obtuvimos lo que queríamos, le debo una disculpa. No puedo creer que Oscar vaya a disculparse, esto es el fin del mundo.

Pero ¿por qué todavía tengo ganas de tenerla entre mis brazos, de disfrutar de su hermosa y ardiente anatomía? ¿No fue suficiente poseerla durante horas? Hace poco la hice mía, y aún quiero más de ella. Cuando ella vaya a buscar su coche, que no está porque lo llevé al mecánico, me disculparé y la haré mía por última vez. Sí, eso haré, y luego me olvidaré de ella.

—Señor, el jefe desea verlo. Quiere que vaya de inmediato a su oficina —la voz de mi secretaria me saca de mis pensamientos. La miro y ella me mira seriamente.

—Bien, avísale que estoy ocupado. No, mejor dile que tuve que salir. —respondo mientras recojo unos documentos y me levanto de mi silla para comenzar a caminar.

—Señor, él sabe que todavía está aquí y me dijo que no aceptaba un no por respuesta. Que deje de evitarlo, que se comporte como un hombre y no como un niño mimado. Esas fueron sus palabras.

Lo que dice mi secretaria me hace detenerme en seco. Mi rostro se pone serio, mis manos se vuelven puños y la rabia comienza a fluir desde mi interior. ¿Cómo se atreve mi primo a llamarme mimado? Mi madre nunca me consintió. Las cosas las conseguía yo solo, desde que ese hombre al que llaman padre nos abandonó. Sí, recibí mucho amor de mi madre, pero nunca fui mimado. Mi primo es un tonto, le partiría la cara, pero hoy no es el día para rompérsela.

Giro para mirar a mi secretaria, quien me observa asustada. Seguro está sorprendida por mi actitud, ya que no suelo comportarme así, pero realmente no tengo ganas de ver a mi primo y escuchar sus sermones.

—Perla, no sé si te lavaste los oídos esta mañana, pero te pago para que obedezcas mis malditas órdenes. Si quieres seguir trabajando para mí, dile a mi querido primo que me fui y que no regresaré en todo el día. ¿Entendido? —digo con rabia, apretando más mis puños.

Ella me observa sorprendida por mi actitud. Sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas y veo una que corre por su mejilla, pero ella se la limpia rápidamente y agacha la cabeza. Me siento como el peor de los hombres, maldita sea, no puedo desquitar mi mal humor con ella. Respiro profundo y me acerco a ella, tomándola por los hombros. Ella levanta la cabeza y me mira con tristeza.

—Perla, discúlpame, no quise hablarte de esa manera. Sabes que no suelo ser así, pero hoy estoy en otro lugar mental. Te prometo que no volverá a pasar, espero que puedas perdonarme. Y por favor, no llores —le digo con mis ojos clavados en los suyos.

Odio ver a las mujeres llorar; he visto a mi madre llorar muchas veces, y por más que intentaba consolarla, nunca lograba calmarla. Siempre ha sufrido por no tener a un hombre que la haga feliz, solo ha encontrado imbéciles que la engañan, el primero de ellos siendo el que me engendró. Maldito.

—Está bien, no te preocupes. Estoy bien, solo ando algo sensible, estoy en mis días —explica mientras se limpia las lágrimas y me sonríe.

Asiento ante su respuesta y me alejo de ella, pero noto que se acerca a mí, así que vuelvo a alejarme y ella se acerca de nuevo. ¿Qué le pasa a mi secretaria hoy?

—Entiendo, bueno, tengo que irme —digo alejándome de nuevo. Pero ella sigue acercándose. Empiezo a molestarme.

—Espera, quiero darte algo —dice con una media sonrisa.

La observo con confusión y, antes de que pueda decir algo, ella se lanza hacia mí con la intención de besarme, pero mis reflejos son más rápidos y la aparto de inmediato. Ya he pasado por esto cuando alguna intenta besarme y las esquivo al segundo.

—¿Qué te pasa? ¿Estabas pensando en besarme? —le pregunto molesto mientras la sujeto de los brazos. Ella me mira asustada y baja la cabeza, sabiendo que ha cometido un gran error. Suspiro antes de hablar. —Perla, dejaré pasar esto, pero retírate y que no se repita —le digo con calma.

—Pero estoy enamorada de ti y quiero ser tuya —murmura.

Si ella me hubiera hecho esa proposición semanas atrás, no la habría rechazado; sin pensarlo dos veces, habría profanado cada uno de sus agujeros. Pero ahora la verdad es que no quiero. No sé si es porque cometió el error de decirme que está enamorada de mí o porque ya no me siento atraído por ella. Es guapa y tiene un bonito cuerpo, pero eso es lo único que veo ahora. Antes pensaba en acostarme con ella, no lo niego, pero ya no, y eso es lo que me preocupa.

—No, Perla, no digas esa tontería. Yo no soy un hombre que se enamora, soy un hombre libre que solo usa a las mujeres para saciar sus deseos. No soy conveniente para ti, yo me acuesto con las mujeres y las desecho, las trato como putas que no valen nada. ¿Acaso eso es lo que quieres? ¿Quieres que te trate como una mujer fácil? Si eso es lo que deseas, lo haré, pero no esperes nada más de mí, no habrá sentimientos ni cariño, solo sexo, y si no entiendes esa parte, no tendré piedad en deshacerme de ti —le explico con seriedad y calma.

Sus ojos me miran con dolor, sé que me he pasado, y ella me odiará, pero es mejor así. Aclaremos todo de una vez para que se le pase ese sentimiento. Tampoco es que trato a las mujeres de esa manera, pero es mejor que ella crea eso. No me interesa involucrarme sentimentalmente con nadie, por eso solo tengo encuentros casuales.

—Búscate a otro hombre que te quiera de verdad, que te ame. Yo no tengo ese tipo de sentimientos, te mereces a alguien mejor —le aseguro con mi semblante aún serio.

El rostro de Perla refleja el dolor que le han causado mis palabras, y me siento como un maldito al haber tenido que decírselo de esa manera, quizás me escuche muy cruel. Sin embargo, debía ser honesto para no darle falsas esperanzas. Ella trata de decir algo, pero no puede pronunciar palabra. Justo cuando voy a agregar algo, sale corriendo de mi oficina.

Suspiro con frustración y paso mi mano por mi rostro, sintiéndome abrumado. Ella es una buena chica que merece a alguien mejor que yo, que solo busca sexo sin interés en enamorarse.

Camino a mi baño privado, lavo mi rostro y me miro en el espejo. Me doy cuenta de que tengo una sonrisa de idiota, y los momentos exquisitos junto a Tatiana llegan a mi mente. Sus labios son carnosos y besarlos es una delicia. ¿Por qué la besé? Había prometido que nunca más volvería a besar, pero no me pude contener, y eso no es bueno. Maldita sea, es difícil dejar de pensar en ella; llevo toda la mañana con su imagen en mi mente, no salí ni almorzar, hasta tuve que masturbarme.

No puedo dejar de pensar cuando estaba en la cocina con mi camisa puesta, lucía tan perfecta y sensual. Me molestó verla tan cómoda, paseándose por la cocina como si fuera suya. En segundos me recriminé haberla dejado dormir conmigo, algo que nunca permito, pero algo nubló mi juicio. Quizás mi deseo por ella era tan intenso que me llevó a cometer ese error.

Sé que tuve una actitud terrible con ella, y su rostro ante mis preguntas ofensivas me lo confirmó. Pero cuando la vi sonriendo, todo se esfumó, y mi deseo se activó de nuevo. Quería seguir haciéndola mía, a pesar de estar agotado y adolorido, no pode resistirme.

Poseerla en el baño fue diferente a las otras veces en la sala o en mi habitación. No sé cómo explicarlo, solo sé que la quiero otra vez para mí. Estoy decidido a ir a mi apartamento y esperarla, seguro de que después de más horas disfrutando de su hermoso cuerpo, mis deseos por ella se disiparán.

Cuando estoy a punto de salir del baño, la voz de mi primo interrumpe mis pensamientos y me detiene en seco. ¿Qué hace aquí? No quiero verlo. Necesito esconderme, pero miro a mi alrededor y no hay muchos lugares para hacerlo.

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