💖Capitulo 16 - ¡Oh por Dios! me vas a matar💖

Óscar.

No puedo creer que tengo entre mis brazos a la rubia que he querido profanar desde que la vi. Lo que sí no puedo creer es que la tenga en mi departamento. ¿Por qué la traje aquí? ¿No comprendo? A todas siempre las llevo a un hotel, nunca las traigo aquí, pero algo dentro de mí me dijo que a esta hermosura tenía que traerla. Cuando subí al carro, el primer lugar que llegó a mi mente fue mi hogar y aquí estamos.

Y lo que aún no puedo creer es que la besé. ¿Cómo pude caer tan fácil? Llevo años sin dar un beso, una decisión tomada para no mezclar los sentimientos y por algunas malas experiencias que tuve, pero aparece esta rubia tan sensual, hermosa, tentadora y provocadora, que me hace caer, ¿por qué? Aun no entiendo por qué hice esa estupidez.

El sonido de su voz me hace salir del trance. Me percato de que ella me mira con una sonrisa maliciosa. Y no puedo evitar volver a ver su cuerpo, es tan sensual, un monumento de mujer. Y reconozco que besa de maravilla, su boca es deliciosa y me quedé con ganas de más. Quiero volverla a besar. Y no debería de tener estos deseos. Por eso no quería besar a nadie.

—¿Qué pasa? ¿Acaso te quedarás viéndome y no harás nada? ¿A qué vinimos aquí? Pensé que me ibas a cogerme. Me calientas para nada. —Me habla con una sonrisa.

No puedo evitar sonreír. Dios, que directa es esta mujer, me encanta, me fascina, no lo niego. Ella va directo al punto, a lo que quiere. No como otras que aparentan una cosa y actúan que son santas.

—Bueno, al parecer no harás nada, yo me voy, tal vez otro pueda quitarme la calentura. —Escuchar que se va me hace reaccionar.

No dejo que dé un paso más y la sostengo de la cintura de modo posesivo, pegándola a mi cuerpo y rozando mi miembro para que vea lo duro que estoy por su culpa. Mis ojos no dejan de ver sus labios, que son sensuales, y sigo pensando y deseando besarla.

—¿A dónde crees que vas? Muñeca, de aquí no te vas hasta no hacerte mía. —Susurro en su oído.

No la dejo reaccionar y me apodero de su boca. El beso es tan intenso y apasionado que provoca que mi miembro se endurezca más de lo que ya está. Sus besos son exquisitos y adictivos. No debí besarla, un grave error que cometí, ahora creo que voy a querer de sus besos en todo momento.

Mis manos cobran vida propia, recorro todo su hermoso cuerpo con ansias, desesperación, como si mi vida dependiera de ello, todo sin dejar de besarla. Vuelvo a agarrar su redondo culo y lo aprieto con firmeza, provocando que ella gima durante el beso, me encanta ese sonido.

Después de un largo beso nos separamos, respirando con dificultad. Mi lado salvaje sale a flote y sin pensarlo le arranco la blusa, los botones salen expulsados por toda la sala. Ella me mira sorprendida ante lo que acabo de hacer, hasta yo estoy asombrado. Ella va a hablar, pero no la dejo y la beso con la misma intensidad y pasión que lo había hecho anteriormente, ella corresponde sin protestar. Durante el beso le desabrocho su sostén, dejando al aire sus hermosas tetas. Sin ser tan brusco, la tiro al gran sofá, haciendo que grite por la sorpresa.

Mis ojos se deleitan ante esas magníficas tetas, son hermosas, ni muy grandes ni tampoco pequeñas, me encantan. Y sin perder el tiempo, me apodero de sus hermosos pezones, que ya están duros como roca. Mientras succiono su pezón derecho, mi mano pellizca su otro pezón. Sus gemidos me tienen descontrolado, hasta gimiendo es sensual. Estoy ansioso, loco por hundirme en su interior, desde que la vi es lo que más deseo, aparte de que ya ha pasado una maldita semana y no he tenido sexo.

No sé en qué momento me quité la ropa y la tengo a ella completamente desnuda, mientras devoro su húmeda vagina. Sus gritos son música para mis oídos, sus fluidos son una delicia y ver su cuerpo descontrolado ante lo que le hago me vuelve loco. Mientras tengo mi boca en su vagina, mis manos están masajeando sus tetas y pellizcando sus pezones. Ella se retuerce de una manera tan sensual. Mientras acelero mi lamida y succiones en su clítoris. Sé que está a punto de correrse, su cuerpo tenso la delata, pero de repente ella me aparta y la miro confundido.

—Espera, aún no quiero correrme, quisiera darte placer, te lo debo. —me aclara con voz agitada, y poniendo cara lujuriosa.

Tardo unos segundos en reaccionar a que se refiere, y sin darme chance a nada, ella me hace sentarme en el sofá y caigo en cuenta de lo que va a hacer al verla arrodillarse y recoger su hermosa cabellera rubia.

—Espero que te guste, no soy buena haciendo esto, casi no lo práctico, pero ojalá y puedas perdonarme el haberte dejado duro en el bar.

Cuando pienso en responderle, en ese momento ella sostiene mi miembro con ambas manos y da una lamida a mi glande, algo que hace estremecer todo mi cuerpo. Mierda, la falta de sexo me tiene sensible, hasta siento que me voy a correr.

—Tranquilo, apenas estoy empezando. —escucho que me habla. Abro los ojos, que no sé en qué momento los cerré, pero al mirarla, ella me mira muy sonriente mientras comienza a lamer todo mi tronco provocando que se me escapé un gemido.

Maldita sea, que sonría mientras hace eso no es bueno. Se ve tan ardiente y sensual, que hará que me corra rápido, pero debo resistir, no soy ningún precoz. Tiro la cabeza hacia atrás, mientras cierro los ojos, disfrutando de sus lamidas. Según ella no sabe, pero lo hace de maravilla, dudo que no sepa.

Vuelvo abrir los ojos, necesito verla. Al hacerlo, ella empieza a introducirse mi miembro, veo que se le dificulta un poco, pero no se detiene, sonrío como un maldito pervertido, que tremenda mujer. De a poco se lo empieza a introducir. Cuando tiene a mi amigo a la mitad, lo deja un rato en esa posición, sus ojos azules me miran con intensidad.

—No m-me mi-mires así, p-por favor. —mi voz sale entrecortada.

La condenada no me hace caso y comienza con un entra y saca, sin dejar de verme con esa sonrisa. Lo hace lentamente y se siente tan delicioso, aunque algo inexperta, al parecer dijo la verdad. Cierro los ojos otra vez, no puedo verla, si sigo viéndola me voy a correr.

—Mírame, quiero que me mires. —su voz autoritaria me hace tensar todo mi cuerpo, abro los ojos cuando siento que se detiene. —Si no me miras, no continuo, quiero que veas cómo lo hago.

¿Qué es esto? Se supone que soy yo el que debe mandar y no ella, y ¿por qué demonios le hago caso? pero está bien, por esta vez la dejaré. Ella continua, y yo aprovecho llevando mis manos a su cabeza, acariciándola, y sosteniéndosela, empezando a llevar un ritmo más rápido, pero sin ser brusco, ella no protesta y deja que lo haga.

Retiro mis manos y la dejo continuar sola. Me quedo embobado viéndola, es tan hermosa, y cada vez lo hace mucho mejor. Al parecer, está disfrutando lo que hace, porque se come mi miembro como si fuera una rica chupeta. Jadeo sin poder evitarlo, muevo mi cadera al compás de su boca. De repente, siento cómo succiona mis bolas, al mismo tiempo que me masturba con rapidez y firmeza. En ese momento, creo que me voy a correr, no aguanto más.

—Hermosa, ya no aguanto, me corro. —le advierto cuando siento todo mi cuerpo tensarse, mi respiración volverse errática. Ella acelera la masturbación y en el momento en que toda mi cremosidad empieza a ser expulsada, ella se introduce mi miembro en la boca, comenzando con una mamada intensa y fascinante. —¡Oh mierda! —exclamo en un gruñido.

Dejo caer mi espalda en el sofá, cerrando los ojos, esperando a que mi respiración vuelva a la normalidad. Fue una mamada increíble, eso no lo voy a negar nunca.

—¡Oh! vaya, aún sigues duro. —su voz me hace verla, y veo que juega con mi miembro dándole besos. Le doy una sonrisa maliciosa. Aun sigo duro y no creo que baje hasta no hacerla completamente mía.

—¿Y cómo no estarlo? Llevo una puta semana sin sexo y todo por tu culpa. —hablo sin pensar, sus ojos se abren como platos. —Ven, quiero verte cabalgarme. —le ordeno antes de que diga algo.

Ella sonríe ante mi petición. Yo me recuesto en el sofá. Ella, con mucha sensualidad, se levanta y se empieza acomodar entre mis piernas. Dejo que ella solita lo haga, me siento demasiado emocionado y un poco cansado después de tremenda corrida. Su rostro hace muecas divertidas cuando comienza a penetrarse, lo hace despacio, y no puedo evitar reírme.

—No te rías, no es divertido. Estás grande. —admite viéndome enojada.

No le respondo, solo sonrío. Mis manos acarician todo su cuerpo, sus pechos, pellizco sus pezones, para que se relaje. De repente, veo cómo su cuerpo cae de un golpe en mi entrepierna. Esta loca, ¿por qué hizo eso?

—¡Oh! demonios. —gruñe poniendo cara de dolor, cayendo a mi pecho.

—Con cuidado, hermosa, tampoco quiero que te lastimes, quiero que disfrutes tanto como yo. Hazlo lento. —le pido en un susurro en su oído.

Ella me mira con una sonrisa y se muerde el labio. Ambos nos quedamos viendo fijamente, y no puedo dejar de pensar que ella es hermosa. Sin poder aguantarme, me apodero de su boca. Sin dejar de besarnos, ella comienza a mover su cadera de manera lenta y torturante, hasta adaptarse, no pasa mucho cuando aumenta el ritmo a uno frenético, volviéndome loco.

Ambos nos devoramos como si no hubiera un mañana. Al faltarnos el aire, ella se aleja de mí y comienza a cabalgarme. Pasa un largo rato con esos movimientos, mientras ella gime con fuerza y aprieta sus senos, mirándome con lujuria. Sus gemidos me ponen más duro y me descontrolan. Ya cansado de esa posición, decido tomar el control.

Sin salir de ella, la acomodo quedando yo arriba, agarro sus piernas y las coloco en mis hombros, la empiezo a bombear duramente, adentrándome en lo más profundo de su húmeda vagina, que está tan apretada. Mierda, me encanta.

—¡Oh por Dios! me vas a matar, pero me gusta, ¡no te detengas! —exclama con una sonrisa.

Yo no sonrío y la miro con malicia. Cansado de esta posición, me detengo. Ella me mira confundida. Sin dejarla hablar, la levanto del sofá y la llevo hasta una de las paredes, pegándola en ella. Me pego a su espalda, le abro las piernas y comienzo a rozar mi miembro desde sus labios hasta su agujerito, repitiendo ese proceso varias veces, mientras le beso el cuello y le muerdo la oreja. Ambos jadeamos. Ya sin poder aguantarme, me introduzco en ella de una estocada.

—¡Oh mierda! —grita cuando siente mi intromisión en su apretada y húmeda vagina.

Se siente tan perfecto estar dentro de ella, es como si mi miembro nació para ella. Agarro su mentón y traigo su cara hacia la mía, haciendo que su espalda se arquee y su culo quede más levantado, mientras mi hombría entra más en ella. La beso con desesperación, sin dejar las embestidas.

—Hermosa, me cobraré lo del bar y vas a ver qué tanto puede hacerte este gay.


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