💖Capitulo 11 - ¿Por qué tan rápido, muñeco?💖

Óscar

Pero ¿qué demonios? ¿Ella se ha ido y me ha dejado con tremenda erección? No, esto no puede estar pasándome, no lo puedo creer, es inaceptable. Se volvió totalmente loca. ¿Cómo una mujer fue capaz de hacerme esto? A mí, que soy irresistible, un encanto. Le di un orgasmo maravilloso que le dejó las piernas temblando y ¿así me paga? Qué rabia. Si que está loca. Bien loca.

El grito de alguien me saca de mis pensamientos. Al mirar, hay tres mujeres mayores viéndome con sorpresa. Me quedo pasmado sin saber qué hacer. Esto es algo que nunca me había pasado.

—¡Eres un pervertido! —grita una de ellas sin dejar de verme. Es pelinegra, alta y delgada.

—Si no te cubres, llamaré a seguridad. —dice la otra alterada. También tiene el pelo negro, pero es bajita, rellenita y se nota que es la más mayor.

—Oigan, pero déjenlo, no ven que tremendo pene tiene. Papito, si estás muy necesitado, nosotras podemos ayudarte. —dice la rubia viéndome con perversión.

Trago grueso y las miro con horror y vergüenza a la vez. La vergüenza no sé el motivo. Porque hasta ahora no me había afectado que mujeres vieran mi pene, pero esto es diferente. Son mujeres que podrían ser mi madre, incluso mi abuela. Sin pensarlo, guardo mi miembro que aún lo mantenía fuera, agarrándolo con fuerza.

Sí, esto es vergonzoso.

—Señoras, pido disculpas por lo que acaban de presenciar. Pero me tengo que retirar. Mi esposa me está esperando. Permiso. —miento e intento caminar, pero veo que se acercan las tres y detengo mis pasos.

—No pidas disculpas. Lo que hacías es algo normal. Masturbarse es una delicia. —dice la bajita riéndose con malicia.

—Tampoco tenías que guardártelo. Mira que te hubiéramos dado una buena mamada. Muñeco. —me dice la señora rubia, al parecer es la más pervertida de las tres. Las miro con horror. No me puedo imaginar que esa mujer me haga una mamada. Me da repulsión de solo pensarlo.

—Rose, pero deja tu perversión. Además, no ves que el pobre está asustado. ¿Acaso le tienes miedo a tres mujeres mayores? —dice la alta sonriéndome.

—Cállate, recuerda que vinimos en busca de colágeno puro y este muñeco es el indicado. No viste ese gordo pene. Ni mi exesposo tenía tremenda manguera. —afirma la rubia sin dejar de sonreír.

—En eso tienes razón. Ni mi difunto esposo la tenía tan grande. —responde la gordita.

—Sí que es grande. Creo que no nos cabría en la boca. —dice la alta sonriendo.

Estoy paralizado sin saber qué decir o hacer. Las miro sorprendido ante su descaro. ¿Cómo pueden tres mujeres mayores ser tan pervertidas? Esto es tan extraño e incómodo.

Camino hacia la puerta, pero ellas me aprisionan y me rodean contra la pared. Esto es horrible. Si hubieran sido tres mujeres jóvenes, me las cogería a las tres sin darles tregua. Pero verlas es como ver a mi madre y abuela.

—Señoras, me disculparán, pero tengo que irme.

—¿Por qué tan rápido, muñeco? Si la estamos pasando bien. —dice la rubia empezando a tocarme. Me siento abusado.

—Son muy graciosas señoras. Mi madre es igual de chistosa que ustedes. Podrían alejarse, tengo que salir y no deseo ser grosero con las damas. —digo sonriéndoles, tratando de que no se note la incomodidad.

—Al parecer nos tienes miedo. Muñeco. —dice la alta tocándome los hombros.

—Me siento halagado con todo lo que han dicho, pero tengo que irme.

No les doy chance a decir algo más e intento salir corriendo, pero ellas me agarran de la camisa. Intento zafarme, pero entre las tres me tienen sujeto.

—Señoras, esperen. Esto es un atropello. Cálmense. —hablo tratando de que entren en razón, además no quiero ser grosero.

—No papito, nos has calentado con tu gran pene, de aquí no te vas. —habla la rubia con una risa.

Esto no puede estar pasándome. ¿Por qué no viene nadie? Estoy en un bar y a ninguna otra mujer se le ocurre llegar para evitar este atropello. Tengo que ser más astuto. Decido calmarme y verlas con una sonrisa.

—Mis bellas damas, está bien, aquí se hará lo que pidan. Pero contrólense, me gusta llevar las cosas con calma, no me gusta ser rudo.

Las veo reírse con malicia y yo necesito salir de aquí. Intento mantener mi compostura mientras ellas continúan con sus insinuaciones y tocamientos. Están locas.

—¡Oh, muñeco, nos gusta que seas cooperativo! —exclama la rubia, continuando con sus caricias. Las otras dos mujeres no se quedan atrás y también empiezan a tocar diferentes partes de mi cuerpo.

—¿Por qué no nos muestras más de ese gran pene tuyo? —pregunta la bajita con una sonrisa traviesa.

—Señoras, por favor, no creo que sea apropiado... —intento protestar, pero me interrumpen con risas y cuando intentan tocar mi miembro.

—No seas tímido, muñeco. Aquí estamos para disfrutar. —dice la alta, mientras me acorrala aún más contra la pared.

Estoy comenzando a sentirme muy incómodo y desesperado por escapar de esta situación. Intento zafarme una vez más, pero la rubia me sujeta con firmeza.

—¡Ni se te ocurra escapar, muñeco! Estamos divirtiéndonos contigo. —exclama con una risa pícara.

—Mis queridas damas, aprecio su entusiasmo, pero de verdad debo irme. Mi esposa está esperándome y no quiero hacerla esperar mucho tiempo. —sigo mintiendo con que tengo esposa, a ver si así deciden dejarme ir.

—Oh, no te preocupes, guapo. Podemos ayudarte a calmar esa erección antes de que vayas con tu esposa. Será nuestro pequeño secreto. —comenta la rubia con una mirada sugerente.

—¡Sí, sí! Podemos hacerlo muy divertido. —añade la bajita, riendo.

Las tres mujeres continúan con sus propuestas perversa, mientras yo trato de mantenerme serio y educado. Mi mente trabaja a toda velocidad pensando en una estrategia para liberarme de esta situación.

—Señoras, de verdad les agradezco la oferta, pero no creo que sea apropiado. Además, mi esposa es una mujer muy especial, y no puedo faltarle el respeto de esa manera. —digo, intentando apelar a su supuesta comprensión.

—Oh, eres un buen chico, pero eso no nos detendrá. Podemos ser discretas. —asegura la alta con una sonrisa maliciosa.

En un intento desesperado, intento deslizarme entre ellas y abrirme paso hacia la salida. Sin embargo, son rápidas y me atrapan nuevamente.

—¡Muñeco, no tan rápido! La diversión acaba de comenzar. —dice la rubia, mientras las otras dos ríen.

—Señoras, comprendo que quieran divertirse, pero ¿han considerado la posibilidad de organizar un bingo en lugar de... esto? —sugiero, tratando de desviar la atención hacia algo más inocente.

La idea de un bingo parece desconcertarlas por un momento, y entre risas, intercambian miradas confusas. Aprovechando la distracción, intento una vez más deslizarme entre ellas, pero la rubia me sujeta del brazo.

—¡Oh, no tan rápido, muñeco! El bingo puede esperar. Aún no hemos terminado contigo. —afirma con determinación.

Justo cuando la situación parece estar llegando a su punto más comprometido, se escucha un ruido proveniente de la puerta. Nos giramos sorprendidos. Entra una mujer joven, con cara de asombro al ver la escena. Al ver mi expresión de desesperación, se da cuenta de que algo está fuera de lugar.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Madre, tía, abuela, que rayos están haciendo? —pregunta la recién llegada, con un tono firme.

Las tres mujeres mayores intentan explicar la situación, entre risas y gestos sugestivos. La joven me mira apenada.

—Por Dios, no se para que las traje a este lugar. Ya fue suficiente. Creo que ya han molestado demasiado. —dice la joven molesta.

Aprovecho la distracción para liberarme, doy unos pasos hacia atrás y salgo corriendo de ese baño. El sonido abrumador de la música me envuelve mientras me dirijo directo a la salida. Corro sin detenerme hasta llegar a mi carro, donde me tomo un momento para reflexionar sobre la surrealista situación que acabo de vivir. Aunque no esperaba que mi noche tomara ese giro, al menos ahora tengo una historia divertida que contar.

Sin embargo, decido guardar esta experiencia para mí mismo. Es demasiado vergonzoso compartirlo con otros. Y, sobre todo tener que decir que todo esto sucedió por culpa de una rubia loca que me dejó con tremenda erección. Ósea que una mujer se resistió a mis encantos, y conociendo a mis amigos se burlarían y no puedo permitir eso. Me rio sin poder evitarlo, la verdad fue divertido, aterrador porque pensé que me violarían tres ancianas, pero no niego que fue de verdad muy divertido.

Con las llaves en la mano, me propongo irme. Pero no puedo evitar pensar en ella. La idea de volver a verla empieza a tomar forma en mi mente. Pienso cómo hacerle pagar por todo esto. Aunque, al analizar la situación, me doy cuenta de que también fui un estúpido. La calentura y las ganas que me provocó ella me llevaron a ese escenario. Debí haberme controlado, pero las ganas de cogerla duro fueron más fuertes.

Si antes ya estaba en mis masturbaciones y mientras cogía con otra. Con esto que hice estará en mis putos sueños húmedos. Mierda la loca esa sabe deliciosa. Y me quede con ganas de saborearla mucho más.

"Tatiana, prepárate, porque cuando te vuelva a ver, no te salvarás de mí. Vas a caer rendida a mi verga. Te cogeré tan duro que rogaras que me detenga, pagaras haberme dejado duro", murmuro para mis adentros mientras arranco el motor del carro. Con una sonrisa traviesa, me alejo del bar.


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