Dejarte Ir

—Tres costillas rotas, dos puntos en la ceja, la nariz y el labio roto. ¿quiere que prosiga? —le cuestionó el médico a Obito, quien lucia todo menos contento con sus comentarios. —lo que le acaba de suceder es algo muy delicado Uchiha-sama.

Le recetaron algunos antibióticos y unos calmantes para el dolor.

— ¿es alérgico a algún medicamento?

—No, no lo es —respondió Rin

El médico le indicó otras cosas más, pero Obito estaba inmerso en sus pensamientos. Aún podía ver a Hinata yéndose de aquella habitación, lejos de él y le dolía el pecho al recordarlo. Saberse culpable de lo que le había pasado, era muy difícil. Hinata había estado no solo al borde de un abuso, También había rosado la muerte.

Que ella se quedará a su lado, implicaba mantenerla en constante zozobra, ahora que lo pensaba, durante su vida desordenada se había ganado demasiados enemigos. Hidan era uno, de los tantos que se ganó en el bajo mundo, también tenía otros más peligrosos. Sus enemigos empresariales. Si se atrevían a tocarla, lo más probable, es que se termine convirtiendo en la peor versión de él. Debía de hacer algo, debía de protegerla. Aunque aquello implicará hacer lo que más dolía, alejarse de ella.

Kamisama no podría ser más tan injusto con él, al parecer estaba destinado amar y no ser amado, pero este caso era diferente. Él la amaba con su vida y estaba seguro del amor de su parte, pero ¿Era suficiente?

El médico y sus indicaciones siguieron en segundo plano, Rin también estaba allí y parecía hablarle, pero su voz se perdía en un eco constante.

¿Qué haría ahora? No quería dejarla, pero tampoco podía estar con ella.

—Creo que debería suspender mi viaje —añadió Rin con suavidad.

Obito trato de sonreírle. Al parecer el médico ya se había ido.

—Cuidaré de ti antes que me vaya.

—Sería mucho pedirte que te quedes, pero no creo que sea una buena idea.

Rin negó con cierto halo de nostalgia. Obito estaba tan distraído y ya no podía fingir, que ella ya no era importante en su vida. Él era tan gentil, hasta en los peores momentos se comportaba como un caballero, a pesar de todo lo que le hizo y le seguía haciendo. Rin posó una de sus manos en la suya y él no se inmutó ante su contacto, quiso llorar pero no pudo. Aquella mirada que Obito le dedicó a Hinata, había sido clave para ella, aunque estaba muy afectada por terminar de esa forma tan intempestiva con él , ver cómo esos dos se miraban fue lo suficiente para dejarlo ir. Obito amaba a esa chica y ella al parecer también, ella solo había llegado a su vida para complicarla.

—Shisui está abajo. Dentro de unos momentos subirá para irnos a tu casa.

Obito asintió, deseaba solo llegar y dormir, estaba tan cansado y necesitaba un poco de paz. Después de la adrenalina sufrida por el secuestro de ella su cuerpo había resentido el estrés de golpe.

—¿Está todo bien? —le cuestionó Rin.

—Si.

Su respuesta escueta era evidente que no todo estaba bien por la mente de Obito. Rin por primera vez experimentó la empatía, deseaba poder ayudar de forma genuina a Obito, sin que él, se sintiera asfixiado por su presencia. Estaba segura que si se fuera, le haría muy bien, pero no quería dejarlo y menos en ese estado.

(…)

La mañana siguiente abrió bastante nublado, aún estaban en Otoño y la neblina cubría gran parte de la cuidad. Era miércoles, Hinata aún no tenía muchos ánimos de ir a su trabajo, así que, le había pedido a Kakashi poder trabajar desde casa, quien aceptó por motivos obvios.

Habían pasado ya tres días desde el incidente, Ino ahora se encontraba terminando de ser el desayuno para su amiga, quien había estado pegada en la computadora desde anoche. Al parecer, se había ensimismado en su trabajo para olvidar tales sucesos.

—El desayuno está listo, Hinata.

Ella sonrió, terminó de teclear para luego dirigirse a la mesa ratona junto a su sofá.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó Ino.

—Bastante mejor —sonrió.

Hinata trataba de disimular su estado anímico, la verdad era que no estaba bien. En las noches, solía tener pesadillas sobre lo ocurrido. Sus manos, en su piel y casi ser violada por ese imberbe, era muy difícil de olvidar. El rostro de Obito suplicante a qué no la tocaran y lo dispuesto que estaba por hacer para ayudarla. Estaban vivos en su memoria aún.

Ino podía casi leer a Hinata, sabía que no estaba muy bien, pero tampoco quería presionarla. Ya bastante había atravesado con tales sucesos.

—¿En qué trabajas, Hina?

—Estamos preparando la fiesta de cumpleaños de kakashi-san.

—¿su cumpleaños?

—Si, será dentro de una semana. Según ten-ten el año pasado Kakashi quiso irse a la Vegas, pero este año por insistencia de su padre, se celebrará en la mansión de sus padres, en una provincia al sur. Será algo íntimo, bastante sencillo, pero de acuerdo a su status.

—Eso suena fantástico ¿Irás?

—supongo que si. Soy la encargada en organizarla, pero para serte sincera desearía no hacerll. No estoy lista para sociabilizar aún, después de…

—Lo sé —la interrumpió y sostuvo una de sus manos. Lo último que quería era que Hinata volviera a recordar lo que pasó. —No hace falta explicación alguna.

Hinata sonrió. El desayuno en la mesa olía delicioso, pero no tenía muchas ganas de comer. Sabía que debería de esforzarse por superar lo que le pasó, pero era tan difícil y aún seguía fresco en su mente. Siempre se decía.

No te paso nada, no te paso nada.

Aún así, esas palabras no eran suficientes. Por otro lado, también estaba Obito,  le pasó muchas cosas y quería hablar con él, pero seguro estaría con Rin.

—¿Estás pensando en él? ¿No es así?

Ino la conocía tan bien.

—No sé de que me hablas.

—¿Lo has llamado? —Hinata negó. —¿Por qué no lo has hecho? Al menos deberías agradecerle.

—No puedo. Él está con ella.

—Hinata.

—Ino. Yo… quiero decirle tantas cosas a Obito, pero sinceramente no reúno el valor de hablarlo. Me contó muchas cosas de su pasado. Ha sufrido mucho y todo lo que pasó. No sé que hacer. Las cosas no cambian, ya no seguimos juntos y…

—Y que con eso —la interrumpió.— que no sea impedimento para que sepas de su estado de salud. Créeme, no se va ha ver mal, ya que solo estás consultando como está por sus heridas, eso es todo.

—Pero… Rin…

—¡Al diablo con esa mujercita! Escucha Hinata. Yo más que nadie sé, cómo has sufrido por él, te entiendo en todos los sentidos. También sé que has querido verlo desde lo que pasó, pero tienes miedo.

—No sé si es buena idea ir a verlo. Quizá piensen que me quiero aprovechar de la situación.

Ino quiso agregar más cosas, pero la puerta sonó. Hinata se apresuró a ir a abrirla, cuando lo hizo se encontró a un hombre algo mayor, vestido de traje.

—Buenos días —Hinata también saludó. —¿Se encuentra Hyuga-san?

Hinata se sorprendió ante su pregunta, como sabía su nombre.

—Soy yo. Hyuga Hinata. ¿en qué puedo ayudarlo? Desea pa…

—No es necesario, seré breve —el hombre de gris esculco en su gabardina y luego le extendió una fina tarjeta  y una nota.

“Hanazawa Ryu. Psicólogo”

—Uchiha-sama me contactó hace unos días. Lamento presentarme hasta ahora, solicitó mis servicios para usted.

—¿Para mí?

—Para usted. En la nota lo explica, en la tarjeta se encuentra mi número personal. Puede comunicarse en cualquier momento para empezar las sesiones.

Hinata estaba tan sorprendida ¿Un psicólogo? Era consiente de que llevaría terapia, pero aún no estaba lista para hablar. Además eran muy costosos.

—con respecto a mis honorarios, ya están saldados. Si no tiene tiempo, puedo venir a su casa y empezar cuando quiera.

—entiendo, muchas gracias.

—Que tenga buen día.

Hinata cerró la puerta despacio, miró a Ino, quién también estaba sorprendida. Se apresuró a abrir la nota, pudo reconocer la caligrafía, era la de Obito.

“Tienes que empezar a sanar tu corazón desde que todo comenzó. Lo siento tanto por lo que pasó, más aún, sobre aquella noche de la cual no recuerdo.

Obito”

Ella se tapó los ojos, quería llorar. Al parecer, Obito hablaba sobre aquella noche, que aún seguía en su mente.

—Es muy considerado de su parte ¿No lo crees?

—mucho —respondió conmovida.

No pensó en aquel detalle de su parte, al parecer el Uchiha pensaba en todo.

—Creo que debes de agradecerle ¿No lo crees?

Hinata sonrió y asintió, aún era temprano, así que, suponía que tendría tiempo de vestirse de forma apropiada e ir a verlo. ¿estaría en su casa o en el trabajo? Ir a verlo a su casa era algo tan inapropiado, más aún, después de la relación que tuvieron. Iría a buscarlo a su trabajo, y rogaría a Kamisama que estuviera allí. Rin no importaba, iría verlo a él, no a ella.

(…)

Sus manos le temblaban bastante, se acomodó el cabello. No era su primera vez en las empresas Uchiha, pero ahora todo era diferente. El poco valor que había reunido se le estaba acabando, pero debía agradecerle por todo lo que hizo por ella.

Las puertas del ascensor se abrieron, Hinata respiro hondo y sus pasos se volvieron firmes, pudo sentir el escrutinio de ciertos empleados sobre ella. Las miradas y murmullos delante suyo la intimidaron, pero debía de recomponerse. Ella estaba allí por Obito, no por ellos.

—¡Hinata! —suspiró profundo. Era Shisui, al menos no estaría sola.

—buenos días, Shisui-san.

—Supongo que vienes a ver a Obito.

Hinata se sonrojo y apartó su mirada. Muchos evitaron ver y Shisui pudo notar el ambiente incómodo de la sala.

—Por favor pasa a mi oficina, me gustaría hablar contigo primero —ella asintió despacio.

Shisui le dio espacio para que se sintiera cómoda. Hinata pudo suspirar tranquila, esperaba no verse demasiado arreglada para la ocasión, pero Ino había insistido en no ir vestida de sastre y optar una vestimenta más casual.

—¿Cómo estás? —le pregunto Shisui, mientras tomaba asiento delante suyo.

—Supongo que estaré bien.

Había dolor en sus palabras, Shisui lo notaba a pesar de no conocerla muy bien.

—permíteme contarte que atraparon a todos los que participaron en tu secuestro.

Ella abrió enormemente los ojos ante su revelación. Shisui ansiaba que su noticia al menos le trajera paz.

—¿A todos?

—Si, a todos.

Shisui sonrió muy en el fondo. Había contribuido a la captura de muchos de ellos. No solo había movido sus influencias, también había participado en la captura del propio Hidan, rompiéndole prácticamente todos los huesos del cuerpo. Shisui no lo mostraba, pero poseía unas habilidades físicas sobrehumanas, tanto como las de Obito.

—No te preocupes por tú seguridad. Ellos permanecerán por mucho tiempo bajo la justicia.

—eso espero —era un gran alivio escucharlo.

Hubo un breve silencio entre ambos, Hinata lucia bastante nerviosa, seguro no quería preguntar abiertamente sobre Obito por vergüenza quizá.

—He venido a…

—Obito se ha ido —ella mostró mucha sorpresa ante sus palabras. —supongo que necesitaba algunos días para él , después de lo que pasó.

—¿A dónde se fue? —preguntó sin pensarlo. —¿estará recuperado? La última vez estaba bastante lastimado.

Shisui la miró algo confundido. No podía ocultar su preocupación, era evidente.

—¿No debería preocuparme? —se burló de su misma. —Seguro estará bien cuidado. Seguro que Rin-san estará con él.

Su rostro cambio completamente. No solo estaba avergonzada, también profundamente triste. Habían muchas cosas que los separaban, y que quizá por la situación actual, permanezca así.

—Obito término su relación con Rin —Hinata no pudo ocultar su sorpresa. —No es propio hablar sobre la vida sentimental de otros, pero creo que deberías saberlo. No funcionó, supongo que esa etapa con ella terminó por cerrarse. A donde se fue, a una provincia al sur. Supongo que quiere visitar a sus abuelos. Hace mucho que no va para allá.

—entiendo —dijo con tristeza.

El dolor en su mirada llegó a su mente, óbito había hablado de su familia con tanto dolor, como si fuera a romperse. Era difícil de creer que un hombre tan intimidante podría ser frágil con las personas que ama. La idea de su culminación con Rin, paso a segundo plano. Ella no importaba, solo pensaba en la salud de él.

—Shisui-san ¿Cómo ha estado de salud? Después del hospital, yo bueno… no pude…

—Sobrevivirá —se apresuró por decir. —un par de costillas rotas, unos puntos en la ceja entre otras cosas, pero estará bien.

«¿costillas rotas? ¿puntos?», pensó.

¿tanto daño le habían hecho? Hinata apretó sus manos en su pecho, el solo hecho de saber al punto que fue lastimado, hizo que sus ganas de llorar aumentaran. Quizá debió ir antes a verlo y agradecerle lo que había hecho, pero no lo hizo. Algo dentro suyo le impedía hacerlo, había mucho dolor aún .

—Mientras tú estés bien —la voz de Shisui fue suave. No quería alterarla aún más, Hinata estaba al borde del llanto, seguro por Obito. —Mi primo estará bien. No es deber mío decírtelo, pero no ha sido fácil para mi aceptar todo lo que siente por ti.

—Yo…

—No tienes porque hacer alguna cosa, Hinata. Obtio se equivocó, se siguió equivocando después. Al parecer ya toco fondo, estoy seguro que buscara su paz y por supuesto la tuya. Así sea, sobre su bienestar.

—tampoco ha sido fácil para mi. A pesar de ha pasado casi un dos, siento que fue ayer que entraba a este edificio y trabajaba para él.

—A veces solo debemos saber cuando soltar, Hinata.

El tiempo compartido con shisui en su oficina, fue un poco extenso . No solo hablaron de Obito, también del psicólogo que fue a verla. Que para su sorpresa, era el mejor especialista del país y que en algún momento había tratado a Obito. Una persona común, tendría que esperar meses para agendar una sesión con él, pero óbito siendo la persona que era. No le fue difícil arreglar un terapia para ella. Obito haría cualquier cosa por la mujer que ama.

Cuando Hinata salió de la oficina, no pudo evitar mirar a su escritorio vacío. Los recuerdos llegaron ella, pudo verse sentada ordenando papeles o digitando en la computadora, se vio entrando a la oficina junto, que ahora estaba vacía. Tantos años, tanto tiempo. Después de un dolor grande, viene un profundo olvido. Había estado tan enamorada de óbito, fueron cinco trabajando con él y dos como algo más que su asistente. Había tanto de ellos en ese piso, incluso para su vergüenza habían hecho el amor, en el escritorio donde trabajaba. Ahora todo había cambiado, ella estaba laborando en otro lado y bueno él, ya no pertenecía a su vida. Con melancolía apartó su mirada y continuo su camino.

(…)

La prefectura de Shizuoka no había cambiado mucho desde la última vez que estuvo allí, aproximadamente más de veinte años. Su clima templado y su cielo azul, era una de las tantas hermosuras del lugar, más aún, las cercanas al monte Fuji. Al parecer todo se mantenía igual, no pudo sentirse ataviado por todo lo que estaba a su alrededor. La casa vieja y destartalada de sus abuelos lo llamaba, casi como si fuera una triste música. No había nada de ellos allí, más que esa casa.

Obito tomó la única maleta que había llevado y bajo de su auto, abrió la vieja reja que crujió por lo oxidada que estaba.

«Tobi, mi querido Tobi. Llegaste» tuvo que mantenerse en pie.

Sus lágrimas salieron por si solas, incluso un hombre tan fuerte como él, pudo sucumbir ante la voz rasposa y avejentada de su abuela. Casi la podía visualizar en el pórtico, arrugada como una ciruela pasa, con el rostro gentil y una brillante sonrisa. Su abuela, su querida abuelita. La cual había sido mas madre que su propia.

Después del fallecimiento de sus abuelos, óbito mando a enrejar su casa y se dispuso a mantenerla así. Aunque estaba muy deteriorada, había invertido mucho en mantenerla habitable, sin hacerle demasiadas reparaciones. Había tanto de él en ese lugar. Todo parecía haberse detenido en el tiempo, sonrió al ver una fotografía de sus abuelos junto a él, cuando era un bebé. Ahora que lo notaba, se parecía mucho a su abuelito. Quizá cuando envejezca, se convertiría en una versión de él.

Óbito llegó a su antigua habitación, sacó las enormes telas que cubrían los muebles por el polvo. El paso del tiempo se había hecho notorio en la casa, le tomó cerca de medio día para sacar gran parte del polvo y hacerla habitable. No sabía cuanto tiempo se quedaría allí, pero estaba seguro como máximo una semana, pero ahora que estaba en silencio, deseaba quedarse toda una vida. Amaba el silencio de la casa, a pesar de lo solitaria que estaba, la amaba, más que a nada. Como hombre precavido, había comprado muchas cosas en una tienda cercana, muchos no lo reconocía, así que, paso desapercibido. Las alacenas vacías de años, ahora estaban llenas. Había un viejo televisor en medio de la sala y agradecía que al menos tenia señal para su celular.

No quería pensar en nada, ni en nadie. Solo quería estar solo y con sus recuerdos, abrió una botella de vino y la bebió de pico, ansiaba poder dormir y al menos verlos. A sus abuelos, a los que podría llamar padres.

¿Estarían orgullosos en lo que se convirtió? No lo sabía, pero al menos les hubiera dado un mejor estilo de vida del que llevaron.

Todo era tan diferente en las calles, incluso habían dejado de ser tan inseguras como antes.

—Muchas cosas han cambiado —dijo mientras el sueño lo invadía producto del alcohol.

La botella rodo por el piso cuando la soltó, en medio de la sala yacía un óbito dormido.

(…)

Habían pasado cerca de siete días, su rutina había empezado saliendo a correr por las mañanas. Las calles eran bastantes tranquilas, al parecer el crimen había disminuido considerablemente. Eso era bueno. Sentir el aire en su rostro era reconfortante, hace mucho que no se ejercitaba y ahora le daba paz a su alma. Sin embargo, ahora se dirigiría hacia un lugar donde no se había atrevido a ir.

Por el camino compro dos palitos de incienso, los encendió y los colocó al lado de dos tumbas. Luego se dedicó a quitar alguna hojas secas de árboles cercanos. Sus nombres al fin se vislumbraron, eran sus abuelos. Con un nudo en la garganta, extendió una profunda oración hacia las dos personas que lo habían criado.

«abuelo… abuela…», pensó.

El viento otoñal sopló, moviendo árboles y las hojas. Su corazón se acongojo, quizá debió ir antes y tantas cosas más, que pasaron por su cabeza en ese momento.

Su infancia en el campo, las largas jornadas cuando iban a cortar bambú, las veces que cenaron juntos y los tantos sueños que le dijo.

—¿están orgullosos de mi? Abuela, abuelo.  Volveré muy pronto.

Obito dispuesto a irse, decidió voltear atrás, sus ojos se abrieron enormemente cuando visualizo las siluetas de sus abuelos abrazados. Así como las vio, así desaparecieron, sumiéndolo quizá, en un profunda tristeza. Habían pasado tantos años sumido en su trabajo y su obsesión por Rin, que quizá había descuidado aquella parte que amaba y que lo quiso, mucho antes de volverse el hombre exitoso qué era.

Sus abuelos lo habían estado esperando, eso era seguro. Quizá ya había encontrado la luz.

—lo siento —se disculpó al chocar con un hombre, al salir del cementerio.

—Uchiha Obito. Ha pasado tanto tiempo.

«es voz», pensó.

La expresión en su rostro denotó, lo muy feliz que estaba al ver al hombre delante suyo, quien le sonreía complacido.

—Haz crecido mucho.

Sakumo Hatake, uno de los hombres que más admiraba y respetaba estaba delante suyo. El paso de los años le habían pasado factura, aunque aquel cabello peli plateado, propio de los Hatakes era un buen camuflaje para el paso de los años y los hacia lucir espectacular.

—Hace muchos años que no te veía por aquí.

—llegué hace unos días.

Obito omitió preguntar la razón de encontrarse allí. Era evidente, que aquellas flores que portaba, eran para la difunda madre de kakashi, que lamentablemente murió a fechas cercanas de su cumpleaños.

—las almas de tus abuelos estarán en paz con tu regreso muchacho —sakumo se adelantó y le dio un apretón en el hombro.

Solo fue un pequeño gesto, pero lo suficiente para recordar que cuando era niño, su abuelo hacia lo mismo.

—Sakumo-san yo…

—¿qué te parece si vamos a comer algo?

—¿comer? Yo…

—No aceptaré un no, por respuesta.

—pero…

—No puedes desairar a un viejo como yo, muchacho. No tardaré mucho.

Obito suspiro profundamente, no podía hacerle algún tipo de desplante a ese hombre, que a pesar de sus múltiples defectos, siempre lo trató como un miembro de la vida de kakashi. Sería un día muy largo.

(…)

Obito insistió en invitar el sake y lo demás, pero Sakumo desistió. Así que, en lugar de llevarlo algún bar de poca monta, lo invito a su enorme casa de campo, donde fue el propio Sakumo quién cocinó y después de una amena comida, sacaron una enorme botella de sake.

El uchiha había perdido la noción del tiempo, ya era casi su incontable botella y todo le daba vuelta. Lo peor, que en cada recuerdo suyo. No solo estaba sus abuelos, también estaba Hinata.

—entonces eso fue lo que paso.

Después de unos tragos, Obito le contó absolutamente todo a Sakumo, quizá como una forma de liberarse y que su carga se aligerara. También le contó de que se sentía culpable de haber rotó su amistad con kakashi y lo mucho que amaba a Hinata, y la forma tan imbécil en que la perdió.

—es difícil cuando amas a una persona, con la cual no puedes hacerla feliz, porque ya la dañaste y no lo quieres seguir haciéndolo.

—realmente lo crees así —le cuestionó—. Estoy seguro que sentiste el mismo vacío cuando Rin te dejó ¿no es así?

Obito sonrió, definitivamente era un perdedor.

—No…  esta vez es diferente. Rin no sentía nada por mí en ese entonces. En cambio, Hinata, ella me… me amaba —se corrigió.

A esas alturas, ya no sabía de los sentimientos de ella. Habían pasado muchas cosas y en su mayoría muy malas. Lo de su secuestro, solo por estar vinculado con él, había sido suficiente.

—estará mejor sin mi.

Sakumo podía ver la tristeza plasmada en Obito, incluso volteó un poco su rostro, por sus incontenibles ganas de llorar. Hace mucho que no lo veía así de vulnerable.

—mañana celebraremos el cumpleaños de kakashi. Será en mi finca a las afueras de la prefectura.

—dudo mucho que desee que un mal amigo como yo, estuviera presente en una fecha especial.

Sakumo negó.

—irás —ordeno—. Ustedes han sido amigos desde hace mucho. Una amistad como la suya no puede acabarse por algo como eso. Además, también estará tu viejo amigo Gai.

—¿Gai?

Aquel muchacho de gruesas cejas, qué más de una vez le dio una buenas palizas.

—pero…

—Te espero —se puso de pie—. Antes de irte, no olvides limpiar.

Obito suspiró, no podía ni mantenerse en pie y ahora lo mandaban a limpiar, pero era lo mínimo que debería de hacer.

(…)

—lamento mucho que regreses a Londres, hija.

—me gusta la vida allí, mamá. Tú y mi papá deberían considerar la oferta de mudarse allá conmigo.

—somos viejos, hija. Además, amamos la vida aquí, en Japón. Aquí nacimos y moriremos en estas tierras.

Rin negó y volvió a abrazar a su madre. Después de la dura separación de Obito, había tomado la decisión de volver a retomar su vida en Londres. Si bien amaba a sus padres, ansiaba tener un momento para ella. Quizá olvidar a Obito y porque no, encontrar el amor, pero por ahora solo quería estar lejos de Japón.

—Hija —la llamó su papá—. Quizá no haya funcionado con Obito, pero, encontrarás a alguien que realmente te amé con todos tus defectos y virtudes.

Quizá había sido su culpa por consentirla tanto, por presionarla a ser perfecta y siempre amable, creando la personalidad que tenía.

—Nunca es tarde para empezar de nuevo.

—gracias, papá.

Rin sonrió, era muy afortunada, tenía unos padres que la amaban y eran lo suficientemente juiciosos para no siempre apoyar en sus decisiones. Ambos le habían advertido de su futuro fracaso y ella no los escuchó, bueno esta había sido la separación definitiva.

—me quedaré un par de días en Tokio y luego partiré a Londres. Volveré más seguido a Japón.

—Sabes que siempre estaremos para ti, hija.

(…)

Eran casi las seis de la tarde, según habían avisado, el tren iba a tener un ligero retraso.

—Mejor hubiera ido en avión.

No lo hizo, porque en cierta forma quería disfrutas de los paisajes de la prefectura. Japón es un país muy bello, Londres también lo era, pero su país natal le traía más paz interior.

—¿Rin?

—kakashi.

El joven Hatake la saludaba con una sonrisa en el rostro, al parecer habían coincido en la estación.

—Es raro verte por aquí —dijo ella.

Al parecer se quedaría unos días por las enormes maletas que traía.

—Tengo un evento importante.

—¿evento? Supongo que tienes prisa.

Kakashi negó. En años de su juventud, siempre Rin era la primera en recordar su cumpleaños, y regalarle alguna cosa. Al parecer, ahora ya no lo hacía, lo había superado eso era evidente. Sin embargo, a pesar de su semblante alegre, había tristeza en sus ojos. No hacía falta intuir que su relación había terminado y lo más probable era que volvería a Londres.

—Hoy es mi cumpleaños y mi padre insistió en celebrarlo.

—¿tu cumpleaños? —dijo sorprendida—. No lo sabía, feliz cumpleaños.

Rin se acercó y le dio un tierno abrazo. Ella cerró los ojos y pudo aspirar su aroma, definitivamente ya no sentía lo de antes. Kakashi era un buen amigo, todo se resumía a eso.

¿Por qué no lo vio antes? Quizá ella y Obito aún estarían juntos y casados. No, nada de eso importaba.

—¿Te gustaría ir?

—¿yo?

—Si. Eres amiga mía después de todo —resaltó.

Ella pareció meditarlo un poco.

—No sé si sería apropiado. Hinata-san estará presente y bueno yo…

—Ella es una buena mujer, Rin. Estoy seguro que lo último que siente por ti, es odio.

El tren retrasado arribaba, la mirada de Rin cambio y después de mucho tiempo, no sabía que hacer.

(…)

—Todo ha quedado perfecto, Hinata-han —resaltó Ten-Ten.

Hinata asintió, todo había quedado en su lugar. Habían contratado un servicio de decoración y catering. Había sido algo difícil encontrar uno, que pudiera prestar el servicio en esas fechas e ir hasta el campo. Los tonos blancos de las telas daban un ambiente espacioso y minimalista, las luminarias necesarias conjuntamente con algunas flores. La mesa de quesos y exquisitos manjares era algo delicioso a la vista.

—Si, por favor. Póngalo a ese lado.

La lista de invitados se resumía a los dedos de las manos. Era una fiesta a la cual kakashi tildaba de innecesaria.

En la entrada de la fiesta, un taxi se había detenido, trayendo al dueño del cumpleaños y a una impredecible invitada.

—Gracias por haberme traído —dijo Rin.

—como te dije: eres mi invitada.

Kakashi era muy amable, al tratar de hacerla sentir mejor, porque estaba segura, que quizá vio un halo de tristeza en ella.

—Kakashi yo…

—¿Rin?

Una conocida voz la interrumpió y kakashi no pudo ocultar su incomodidad al ver a su ex mejor amigo, junto con su padre.

—obito ¿Que haces aquí?

Kakashi y Obito se vieron a los ojos, el Uchiha evadió su mirada y quiso irse, pero dos golpes a su espalda lo obligaron a quedarse.

—Es mi invitado —agregó Sakumo—. Ha pasado tiempo, Rin-chan.

—Hatake-san, es un placer —saludó con sumo respeto.

—Kakashi. Yo…

—Obito —lo interrumpió.

Hizo notar lo muy incómodo que estaba al verlo. Si bien, no lo odiaba. Las heridas que ambos se habían hecho estaban frescas. Sin embargo, había algo diferente en la mirada del Uchiha. Ya no irradiaba la energía de antes, es más, quizá estaba un poco más triste que Rin.

¿Qué hacía en la prefectura? ¿Y su padre?

Hinata estaba presente y lo último que quería es que ella se sintiera incómoda, quizá debió pensarlo también al invitar a Rin.

—Creo que tenemos que hablar.

Sakumo tomó del brazo a su hijo y dejó a ambos invitados en la entrada. Rin evadió su triste mirada y obito observó con detenimiento su pequeña maleta.

—No sabía que te ibas —agregó él.

—Hace mucho que no vas a tu casa. Me iré en unos días.

—¿viniste a ver a tus padres?

—Si.

—Quizá deberías reconsiderar quedarte con ellos, Rin.

Ella lo vio directamente a los ojos, sorprendida por sus palabras.

—Tus padres están con vida, disfrútalos mientras tanto. No seas como yo, que por mi trabajo y otros asuntos, olvidé lo más importante para mi. Mis abuelos. El dinero no importa, si no tienes con quién disfrutarlo.

Obito le hablaba con tanta amabilidad, como si muy en el fondo estuviera preocupado por ella. Una lejana sensación invadió su pecho, así era antes, cuando kakashi, obito y ella hacían equipo y siempre la protegían de todo.

Obito era una buena persona, igual que kakashi, quizá la única mala persona del grupo siempre fue ella.

—Bienvenidos a…

La cálida bienvenida qué iba a dar Hinata a los invitados se trabó en su garganta. No podía creer lo que estaba delante suyo. Era obito, al quién había estado buscando por días y Rin, ella estaba con él y muy juntos. Un empleado le había avisado que Kakashi había llegado y que unos invitados estaban en la entrada. Consideró que lo más apropiado era recibirlos, ya que ella debía distribuirlos según sus mesas. Grande y triste fue su sorpresa, al ver de quienes se trataban. Su mirada fue de uno a otro.

Obito se fijó en ella y la sorpresa en su rostro no se pudo ocultar. Rin incómoda, al ver a los dos enamorados, saludó de forma escueta y se marchó a un lado. Hinata sentía que su corazón le dolía, encontraba al hombre que amaba con aquella mujer. Su mente se nubló, sabía que debía comportarse, pero no podía evitar sentirse celosa. Todos estos días extrañándolo y preocupada por él, para que lo encuentre con ella.

—permiso —se excusó.

No quería estar cerca de él. No ahora. Sin embargo, cuando estuvo dispuesta a irse, sintió un leve tirón de su brazo. A pesar de saber que no podía estar con ella, obito tuvo la necesidad de dar una explicación. Desde hace mucho no se sentía así, como un adolescente.

—Yo…  Hinata, escucha yo no vine con Rin, me la acabo de encontrar a…

—No tiene ninguna necesidad de dar algún tipo de explicación —se zafo y ni siquiera lo miró—. Todos estos días… yo…  estaba tan preocupada y luego… al parecer estas muy bien.

—Hinata, escucha. Creo que tengo una explicación para esto. No es lo que parece.

—No te creo —sentenció.

Obito no insistió más, su decepción realmente era muy grande. Las palabras de Hinata le dolían, pero, al menos ella estaba bien. Ya había escuchado de Shisui qué todos habían sido arrestados, y saber aquello le daba tranquilidad.

No pudo sentirse un poco ilusionado al ver ese ápice de celos en ella, pero al escucharla decir que no le creía, era suficiente para dejarla ir.

Sin confianza, no hay amor. Cuando un amor es dañado, difícilmente se pueda reparar.

—No soy nadie para retenerte, Hinata —su voz fue suave y no dejo de ver su espalda.

Hoy Hinata estaba muy bella, pero el panorama cambió cuando se encontró más adelante con kakashi, esta no dudo en sonreír.

—Ha llegado el momento, en que te deje ir.

La celebración fue bastante amena, se colocó música suave y el buffet fue delicioso. Aparecieron viejos amigos de kakashi, quienes fueron el centro de atención de la fiesta. Gai, se llamaba uno de ellos. Un famoso y muy cotizado personal tranier qué predicaba un estilo muy particular, que a sus casi cuarenta años, se veía más joven que kakashi y obito.

Más apartado de la fiesta se encontraba Rin, observando las fotos de kakashi cuando era niño, encontró una vieja foto de ellos tres. Cuando pasó uno de sus dedos sobre el portafotos, viejos recuerdos vinieron a ella. Muy nostálgicos para su corazón.

«¡Rin-chan, que bueno es verte aquí!», recordó.

«¡kakashi, kakashi!»

Siempre que Obito aparecía, ella prefería ir tras kakashi. A sus ojos era tan genial y perfecto, y Obito solo era un buen amigo. Se recordó amable y sonriente.

¿En que momento cambió tanto?

A veces el amor de pareja suele terminar, pero una amistad es para toda la vida.

—realmente lo siento.

No supo en que momento empezó a llorar, pero necesitaba hacerlo. Su culpa iba en aumento, solo volvió a Japón para volver a equivocarse. Un toque en su brazo la sobresaltó, sus ojos se abrieron enormemente, cuando vio de quien se trataba. Era Hinata, quien le extendía un pañuelo.

—Lo siento —se disculpó.

La peliazul negó y le dedicó una triste sonrisa. Había ido por una flores, pero se encontró con una apartada Rin, que acariciaba una foto que ella ya había visto antes, sutilmente pasaba sus yemas sobre el rostro de un infante obito.

Habían terminado, y lo había olvidado.

—¿Por qué eres amable conmigo? —le preguntó Rin, antes que Hinata se vaya—. Sabes perfectamente que yo…

—esto no tiene nada que ver con Obito. Yo… sé como siente, además… solo es un pañuelo.

Rin pudo ver fehacientemente porque Obito se había enamorado de aquella joven, la cual, poseía muchas cualidades que carecía. Hinata era tan amable, lo suficiente para no esperar nada a cambio. Muy diferente a ella.

Había perdido, definitivamente no podía ganar contra aquella bonita personalidad de la joven. Al principio, ingenuamente pensó que obito se había fijado en ella, por su apariencia joven y deslumbrante belleza, pero no. Obito se había enamorado de su alma, lo suficiente para olvidarla. Incluso cuando estaba en Londres, obito pensaba en ella.

Definitivamente había sido una tonta, quizá se lo merecía, perder. Por apostar todo por un completo desconocido, por amar a un espejismo del pasado y no ver la cruda realidad.

Obito había cambiado.

(…)

—bueno, quiero dirigirme ahora a mi viejo amigo kakashi —hablo Gai.

Su padre empezó dedicándole unas sensibles palabras y lo muy orgullosos que estaba de él, y luego paso el gesto a su imperativo amigo.

—¡Nuestra juventud no ha terminado, kakashi! Que el peso de los años no te detenga y has que arda lo mejor de ti, viejo amigo.

Su voz impetuosa, combinado con su tono gracioso, hicieron reír a todos los invitados. Así fueron rotando, inclusive Hinata le dedicó sus palabras de respeto y admiración. Kakashi solo pudo disfrutarla la situación, esperaba que después, sus palabras vengan cargadas de otros tipos de sentimientos. Finalmente, había llegado el momento de hablar de Obito.

Ambos se quedaron viendo por un largo rato, ya no había nada de la amistad que alguna vez los unió.

—No…

—kakashi —lo interrumpió para su sorpresa.

Obito estaba inseguro lo que iba a decir, pero había llegado el momento, para empiece a arreglar sus malas decisiones. La mirada de Hinata tembló, viendo en ambos que se extrañaban y mucho.

—Nos conocemos desde hace mucho tiempo, lo suficiente para decir que el perdedor de tu amigo, triunfó y se convirtió en el hombre más poderoso de la nación —se río —. Cuando éramos niños siempre me esforcé para ser como tú y no me avergüenza decirlo. Sin embargo…

El ambiente se torno pesado, incluso kakashi no entendía el extraño comportamiento de Obito, parecía otro. Obito tuvo que aclarar su garganta para continuar.

—A pesar de todo lo que hice, y lo que muchos puedan decir muchos desconocidos. Sigues siendo mejor que yo… kakashi…  tú haz sido mi único amigo.

Por un breve instante, pareciera que ambos estuvieran solos en esa habitación.

—últimamente me he comportado como todo, menos como un buen amigo. A pesar de los matices de mi vida, siempre estuviste allí, para mi… como mi mejor amigo, como un hermano. Siempre me permitiste tener el privilegio de no solo ser tu amigo, también de pertenecer a tu casa.

Obito tuvo la necesidad de tragar profundamente, le dolía mucho el pecho y todos lo pudieron notar, enmudeciéndolos.

—Porque…  kakashi Hatake nunca abandonaría a un amigo, incluso en las peores adversidades. Tú nunca cambiaste, siempre mantuviste ese encanto particular tuyo y la bondad que siempre te caracterizó. Por eso… personas como tú, están rodeadas de los que los amaban y tienen múltiples motivos para sonreír.

«En cambio, personas como yo, estamos condenados a estar solos», pensó tristemente.

 El discurso de Obito, lejos de considerarse uno por un cumpleaños, era una implícita disculpa.

¿Era cierto? ¿Obito se estaba disculpando?

—sin embargo, sigues siendo un idiota para los negocios —terminó por decir, arrebatándoles carcajadas a los presentes.

Aun así, Hinata no se rio, tampoco lo hizo Rin, ya que ellos conocían el trasfondo de todo.

—Creo que se me hace tarde —dijo Obito, mientras miraba su costoso reloj—. Me tengo que ir.

Obito se puso de pie y kakashi lo imito y cuando se acercó, le dio un abrazo amical y propio de ellos. Sin embargo, el uchiha le susurró unas escuetas palabras en el oído, que traspasaron a kakashi.

Habían llegado el momento de enmendar todos sus pecados. Obito salió del recinto disimuladamente, bajo las risas y el nuevo ambiente que se había forjado. Aunque Hinata estuvo tentada a ir tras él, no lo hizo. No confiaba en él, su infidelidad había sido una herida difícil de superar, a pesar de cumplir casi un año separados. A veces simplemente es mejor soltar, lo supo cuando lo vio con Rin, la confianza no sería lo mismo, se limpió las lágrimas, pero todos sus movimientos fueron vistos por Rin.

¿Qué había hecho? Esos dos realmente se amaban. Obito nunca la había mirado en aquella forma, como miraba a Hinata.

Cuando llegó la noche y todos se fueron, kakashi estaba solo observando las estrellas. El aire puro del campo llenó sus pulmones y recordó tristemente lo que obito le dijo.

—¿Estas bien hijo?

Su padre aparecía tras la puerta, kakashi no dijo nada, solo siguió bebiendo.

—¿Por qué trajiste a Obito? —le cuestionó.

—No lo entenderías. Son amigos.

—Ya no lo somos…  bueno…  ya no sé ni lo que somos.

No podía negar, que las palabras de Obito, le habían calado hasta el alma, sería muy mentiroso si admitiría, qué no lo había perdonado.

—Los amigos siempre lidian con problemas, hijo.

—Yo no fui quien empezó todo, padre. ¿Me parece que sabes algo que yo no?

Sakumo le quitó la botella y bebió de ella.

—Obito me contó todo. Me habló sobre aquella chica, Hinata es su nombre ¿no es así?

Kakashi la recordó, pero a esas alturas, ya era difícil visualizarse con ella. Aunque Obito salga de la ecuación, Hinata parecía no querer involucrarse con nadie, incluso después del secuestro, no había ido a los brazos de su salvador como pensaba.

—incluso después que estuvo con ella, siguió siendo mi amigo, pero hay límites para todo.

—¿Le guardas rencor?

—Ya no.

—estas lejos de ser un hombre rencoroso, kakashi. Siempre has sido un buen niño.

—¿Por qué me tratas así, padre? Permíteme recordarte que soy un hombre.

—si, si, si como digas —minimizó.

Después de la muerte de su amada esposa, kakashi se volvió una de las razones por las que aún sonreía, fue su luz en aquellos días donde solo pensaba en suicidarse.

—Obito dijo…

«hazla feliz, hermano», recordó, pero no lo dijo.

—¿Por qué me dijo tal cosa?

—Quizá quiere recuperar a un amigo ¿No lo crees?

Kakashi bajo la mirada y catálogo a Obito como un imbécil, pero cuando miró sus manos, noto que las lágrimas salían de sus ojos. No podía mentir, también extrañaba a su amigo, su casi hermano. Sakumo abrazó a su hijo, tendría una platica larga mañana.

(…)

Su correo estaba abarrotado de mensajes y a pesar, de ser muy eficiente con su trabajo, podía ver lo retrasada que estaba, sumado que ese día, sus manos le parecían pesadas. Ya estaban próximos al cumpleaños del segundo hombre más rico de Japón, Ryu Tadashi. Kakashi les había anticipado que no asistiría, así que, Ten-Ten y ella lo harían. La diferencia entre Tadashi y los demás, era un ego tan grande, que sus fiestas siempre estaban llenas de lujos y excentricidades. Este año, sería un baile con temática tradicional. Ya había preparado un kimono especial, muy costoso a lo demás.

—será un largo fin de semana.

Ya casi se cumplía dos semanas desde que vio a Obito. Sus sesiones con el terapeuta, habían sido gratificante para su salud mental, en ese aspecto estaba tranquila. También, estaba feliz por el compromiso de su amiga Ino, por fin, había encontrado al hombre perfecto. No podía estar más que feliz por ella.

A veces solía pensar en Obito, pero distraía su mente con múltiples actividades. Había vuelto a pintar y el enorme cheque por su pintura había sido cobrado. No esperaba que su pintura se vendiera por ese monto al que consideró gigantesco. Tenía motivos para sentirse feliz, trabajo, comida, una casa y una hermana a la cuál amaba.

Ya eran casi las 8 de la noche. Hinata había llegado a su casa y lo primero que hizo, fue echarse boca a bajo en su enorme sofá.

—necesito una nueva alfombra.

La que estaba en su piso, ya se miraba bastante desgastada. Todo el panorama había cambiado tanto, recordó los días donde pasó hambre, junto a su hermana y las múltiples veces que la desalojaron. Ahora podría compartir una vida resuelta con Hanabi, pero siendo ella, con una personalidad tan extrovertida, era feliz con la vida que escogió. Y estaba más que enamorada de Konohamaru.

Dos toques a su puerta hizo que se pusiera de pie. No esperaba a nadie, así que, estaba algo intrigada. Ino estaba con Naruto.

—¿Quién será? —se preguntó.

Abrió la puerta algo dudosa.

—Buenas noches, Hinata-san.

Su mente no daba cabida a quien estaba delante suyo. Hinata se tardó en procesarlo y saludó muy sorprendida.

Era Rin ¿Qué hacía allí?

—¿puedo pasar?

Hinata salió de su conmoción y le dio espacio para que lo hiciera. Rin entró con una enorme maleta y tomó asiento en el sillón cercano de la sala.

—¿Desea que le traiga algo?

—un té, quizá.

Hinata asintió y se dirigió a la cocina. Esa maleta hablaba mucho de lo que pasaba.

¿Por qué había venido a verla?

Después de unos minutos, Hinata trajo té y unas galletas para acompañarlas. El silencio fue de una a otra, aunque Hinata ansiaba saber la razón, no quería escucharla y no sabía porque.

—Esta noche partiré a Londres.

Rin rompió su silencio y resaltó lo delicioso del té, cuando lo probó.

—Los motivos que me mantienen atada a Tokio ya no existen ¿lo entiendes verdad?

Hinata negó y su corazón dolió. Sabía a lo que se refería, pero no se sentía cómoda al escucharlo, menos de ella.

—Mi relación con Obito se terminó hace algún tiempo.

—Lo siento mucho.

Rin sonrió con sinceridad, realmente Hinata era encantadora. Quizá ahora entendía, el porqué, Obito se había enamorado tanto de aquella chica. No se parecían en nada.

«Ella le devolvió la sonrisa y la luz, que por tu abandono perdió», recordó.

Las palabras de Konana habían sido muy duras, pero estaban llenas de verdad.

—No te disculpes, no fue tu culpa. La responsabilidad es netamente mía, Hinata. Obito le hará bien estar sin mí, aunque no te niego… que desearía tanto que fuera a impedir a que me vaya —sonrió y trato de no llorar—. Quizá lo haría por la mujer que ama, y en esa categoría dejé de pertenecer hace mucho.

Hinata pudo empatizar con los sentimientos de Rin, realmente es muy difícil dejar ir a la persona que haz amado toda tu vida.

—¿A que debo su visita? —le preguntó.

Rin se secó sus lágrimas y aclaró su garganta, para empezar a hablar.

—Hay una historia de la que quiero platicarte. Una…  donde tristemente yo fue la antagonista.

«¿Historia? ¿A que se refería?», pensó.

—yo… —carraspeo—. Todo se remonta cuando dejé a Obito el día de nuestro compromiso, no niego que no me fue difícil dejarlo, porque en ese entonces creía que de alguna forma u otra… el hombre del que estuve enamorada, podría corresponder a mis sentimientos. Dejé a un hombre maravilloso y que me amaba por un espejismo sin sentido. Cuando…

—No tiene que decírmelo si no quiere.

Rin parecía muy afectada cuando lo recordaba, más aún, cuando trataba de hablar de ello.

—Solo escúchame, por favor —pidió—. Nunca he hablado esto con nadie y contárselo a una tercera persona, es verlo muy diferente, sabes.

Hinata asintió, podía ver el dolor y el arrepentimiento en su rostro. Cada palabra que salía de su boca, estaba impregnada de sinceridad.

—lamentablemente me topé con la realidad, pensé que no podría recuperarme del golpe.

«No siento nada por ti, Rin», recordó.

Esa fue la primera vez, que pudo ver a un kakashi molestó.

—Había arruinado mi vida. Mi vida en Japón estaba arruinada, mis amigos me dieron la espalda y estaba lejos de tener una vida normal. Decidí ir a Londres a rehacer mi vida. Al principio solo me importaba el peso de lo que se decía de mi persona, pero, cuando las semanas se transformaron en años, el recuerdo de Obito se hizo más presente en mi mente y comprendí una cosa… me había enamorado… quizá no me había dado cuenta, estar lejos de su lado aclaró mi panorama. Cuando estaba con Obito no dejaba de sonreír y yo… era feliz.

Cada sonrisa, cada gesto y las múltiples veces que Obito la hizo feliz, fueron como dardos calientes a su corazón. Se puede olvidar a alguien que te daño, más no, a alguien que siempre te trató bien y te respeto.

—al transcurrir los años, pude recuperar parte de mi vida y volví a ser amiga de kakashi. Solía informarme todo al respecto con Obito y lo exitoso que se había vuelto. No podía estar más orgullosa de él. Por fin, todos sus esfuerzos dieron sus frutos.

»cuando nos volvimos a ver en aquella fiesta. Sinceramente pensé que había quedado algo de ese amor de años, pero Obito… no dudó en rechazarme. Había cambiado tanto, se había vuelto frío, reservado y muy serio. Un hombre muy distinto al que había conocido. Pensé que era mi culpa por volverlo así.

«¿Quieres mi perdón? Allí tienes tu perdón?», recordó.

—pensé que no lo volvería a ver…  yo…  cuando el destino cruzó nuestros caminos en Londres, creí que era una señal. Quizá Kamisama quería que luchará por él, como nunca lo hice. Sin embargo, algo en él había cambiado.

»recuerdo que cuando nos vimos en esa fiesta, él rompió una copa delante mío, por su frustración, pero en Londres era diferente. Un hombre distinto. Si bien, siempre marcó su distancia conmigo, se portó muy profesional e incluso amable con una persona como yo. Creí… yo creí… qué quizá muy dentro de él seguía amándome, pero no… ahora lo sé.

Sus ojos llorosos se dirigieron hasta Hinata, que incluso tenía los ojos vidriosos por escuchar su historia.

—Había algo… mejor dicho, alguien, quien lo había hecho cambiar y que estaba alojada en su mente, Obito podía sonreír conmigo, a pesar de todo. Había días, donde lo observaba esperar algún tipo de mensaje y estar muy pendiente de su teléfono, pensé que era trabajo, pero, no era así. Estoy segura que pensaba en ti, en esos días ¿No es así? Tengo la seguridad que esperaba algún mensaje tuyo.

«Hinata. No tienes nada que decirme», recordó Hinata.

¿Era verdad? Obito espero que ella le contestara con tanta devoción.

—¿Qué paso, Hinata-san? ¿Por qué no le hablaste a Obito en esos días? —le preguntó sin intenciones de incomodarla.

—Yo… habíamos tenido una discusión previo a su viaje. Lo que teníamos era un… secreto a voces. No fui su amante, solo… bueno… creí que el mejor paso era formalizar lo que teníamos, pero…

—Estoy segura que Obito no hubiera estado contigo, a menos que, no haya sentido algo cercano al amor. Lo conozco tan bien, que podría afirmar, que haya tenido otra mujer a demás de ti.

—Quizá tenga razón.

Hinata recordó aquellos días que se tenían tanta confianza, al punto, de llegar juntos al trabajo, comer con amigos cercanos, compartir la cama y hasta revisar el teléfono del otro.

—yo… no niego que le insistí mucho para retomar lo nuestro, pero Obito seguía rechazándome. Lo conocía tan bien y cuando lo vi vulnerable, no dudé en estar presente y ser lo que él necesitaba. Sabía que estaba luchando una batalla contra otra mujer, aun así, pensé que no era nada serio y cuando nos besamos… pensé que podría regresar con él, pero no fue así… nada volvió a ser igual. Hinata yo… él y yo… no volvimos. Ni siquiera me tocaba al principio.

—¿qué…? —dijo anonadada.

«yo no me he acostado con Rin», recordó.

—Aunque fueron mucha veces que lo intentamos… y yo…  como mujer lo provocaba, pero él siempre me decía.

«No puedo… estoy cansado», recordó.

—pensé que con el tiempo, regresaría aquella confianza, pero nunca regresó. No lo podía aceptar, simplemente no podía. Cuando éramos jóvenes simplemente Obito estaba sobre mí y ahora no podía ni siquiera… tocarme… como yo quería.

¿Era verdad? Lo que estaba diciendo. Hinata no daba crédito a lo estaba escuchando, pero, en el fondo de su corazón esperaba que sea verdad.

—Obito pensó en terminar lo que empezábamos antes de regresar, pero le rogué que no le hiciera. Siento que me aproveché y lo manipule de alguna forma al mencionarle a su abuela.

«Tu abuela aprobó nuestra relación», recordó.

Esas fueron las palabras que utilizó, para evitar que rompiera con ella.

—Todo fue a peor cuando regresamos a Japón, la distancia entre nosotros aumentó. Al punto de no reconocerlo. ¿Recuerdas aquel día en el restaurante?

Hinata asintió.

—ahora sé, que Obito estaba celoso de tu cercanía con kakashi, por eso fue hasta su mesa. En un arrebato propio de él, lo sé, porque también me lo hacía, cuando éramos jóvenes.

Los celos de Obito eran adorable, con ese sonrojo y esa mirada evasiva.

—comenzó a tomar distancia de mí, estoy segura que nuestra relación se hubiera terminado antes, si no fuera, porque yo insistí tanto y me aferre al pasado que pude tener con él.

Hinata ahora entendía la razón por la que fue a verla. Rin estaba tan desesperada, al punto de pedirle que no se acercara a Obito, cuando era todo lo contrario.

—Sin embargo, en aquel baile… Obito no pudo más. Después de verte con kakashi, supo que te estaba perdiendo, que no quería estar en un punto sin retorno contigo. Me costó procesarlo, pero, Obito nunca me ha mirado como lo ha hecho contigo. Cuando vi esa desesperación en sus ojos, solo pude notar que quería luchar por la mujer que amaba. Aquella mujer… qué deje de ser hace mucho tiempo.

»Quizá Obito se dejó envolver por la nostalgia de nuestra relación, es muy normal no olvidar a nuestro primer amor, pero, cuando el amor es realmente es genuino, recíproco y trasparente simplemente es difícil de dejarlo ir.

—¿Por qué me esta diciendo todo esto?

—porque…

Rin tomo sus manos entre las suyas y la miro directamente a los ojos.

—el amor esta lejos de ser un sentimiento ambicioso. No podemos obligar a que nos amen. Tampoco podemos exigir que nos amen nuevamente. Yo perdí a Obito el día de nuestra boda, hace mucho tiempo… creo que tarde un poco en darme cuenta.

—¿Obito le pidió que me dijera todo esto?

Rin negó inmediatamente.

—Ni siquiera sabe que estoy aquí. Si hago… si te digo todo esto —se corrigió—. Es por él y porque aún lo amo.

—Si usted desea que yo vuelva con Obito… creo que es algo impensable para mi ahora.

—¿Sientes algo por el?

Hinata se sorprendió, sus ojos picaron mucho ante su pregunta.

—Yo…

—solo tú conoces la respuesta a esa pregunta. Creo que me tengo que ir, Hinata-san —ambos se pusieron de pie.

El ambiente en la sala era bastante pesado, casi sofocante. Rin había hablado de su vida, de una forma tan auténtica y sincera. Quizá esa era su verdadera personalidad.

—Hinata-san.

—Si.

—No tienes que perdonarme. No te sientas con la obligación de enfatizar con lo que te dije. Siento… que yo… debí tener esta conversación hace mucho tiempo contigo. Eres una persona muy amable, ahora veo porque Obito te ama tanto. En otras circunstancias, como te  lo dije alguna vez, pudimos ser buenas amigas.

—Tenga buen viaje, Rin-san. Deseo que su camino esté lleno de felicidad.

—Gracias.

No hacía faltas más palabras, Hinata ya la había perdonado y estaba lejos de guardarle rencor. 

(…)

El reloj marcaba cerca de las 11 pm, Rin sabía que se acercaba la hora de embarque.

—Toma.

—Gracias.

Obito le extendía un café y unos panecillos. Aunque su vuelo no era muy largo, seguro iba a tener hambre en el camino. El uchiha se había ofrecido a llevarla al aeropuerto, ignorando totalmente de su encuentro Hinata. Rin muy dentro de su corazón, esperaba que sus palabras hayan tenido el impacto suficiente en el corazón de la Hyuga.

Rin tenía el ligero presentimiento que no se volvería a ver con Obito. Después de este gentil gesto, sabía que sus caminos se separarían definitivamente. Había llegado el momento de dejar ir a Obito. Hasta el último, él era tan amable y considerado con ella, a pesar de todo lo que le hizo. Los altavoces del aeropuerto sonaron y Rin sabía que había llegado de partir.

—Te ayudo con tu equipaje —dijo él.

—No…  no es necesario —ya era suficiente que estuviera allí con ella—. Me tengo que ir. Adiós, Obito.

Rin comenzó a avanzar, con un nudo en la garganta se le formó.

—¡Rin!

Obito se acercó y le estampó un beso en la frente, Rin abrió los ojos sorprendida y elevó la mirada a verlo.

—Realmente te quise mucho, Rin.  

Su voz era realmente amable, a pesar de todo, Obito no le guardaba ni un tipo de resentimiento, a pesar que fue ella, quien se empeño en mantenerlo separado de la mujer que amaba.

Rin sonrió y se apartó. No dijo nada y a medida que tomaba distancia, podía ver, casi como un espejismo, la versión más joven de Obito, que se posaba delante de él, aquel que alguna vez la amo, tal como era. Realmente, era maravilloso ver a su versión niño con una enorme sonrisa, traje azul y unos enormes lentes. Muchos recuerdos llegaron a su mente, haciendo que finalmente llorara.

—Adiós, mi querido Obito.

El amor primero debe ser propio, y nunca exigirse. Para avanzar, primero hay que aprender a soltar, más aún, a las personas que no nos aman.

(…)

Los meses pasaron muy rápidos, Hinata repartió su tiempo entre la terapia y su trabajo. Su vida se volvió tranquila y allí, estuvieron sus amigos para ella. Ino le platicaba mucho sobre su relación. Sin embargo, cada vez que Naruto la veía, siempre le recalcaba que la conocía de algún sitio, pero siempre le decía que era coincidencia. Hablar de su pasado siempre fue difícil, pero ya estaba abierta de hablar y expresarse sin tanto dolor. En aquellas sesiones, no solo tocó el tema del secuestro, también habló de su madre y de Obito. A medida que pasaron los días, lo único que sabia de él, era por las noticias, porque sus amigos cercanos evitaron tocarle el tema. Kakashi se comportó como un gran amigo para ella, sus intenciones como pareja se habían enfriado totalmente. Había días donde solía pensar en Obito, pero con el paso de los meses, los recuerdos con él se volvieron difusos, casi como un espejismo.

¿En realidad pasó? ¿Obtio y yo tuvimos algo?

Diciembre llegó y trajo consigo un manto de nieve blanco. La navidad había pasado, aunque la paso rodeada de amigos, ahora Hinata esperaba a sus regalos en el aeropuerto. Las fiestas de fin de año, se mostraban en los escaparate a de las tiendas.

—¡Nee-chan, feliz cumpleaños!

Hinata esbozó una enorme sonrisa en el rostro, un poco más de dos años y Hanabi volvía a Japón. Sus lágrimas no se contuvieron, se dieron un enorme abrazo, como si su vida dependiera de ello, se habían extrañado y mucho.

—Es gusto verla, Hinata-sama —saludó con mucha educación Neji—. ¡Feliz cumpleaños!

—¡Nee-san!

Hinata no se contuvo, también abrazo a su querido primo. Saber que ellos vendrían por su cumpleaños fue una grata sorpresa para Hinata. Aunque insistió que no se tomaran la molestia de venir desde tan lejos, ellos hicieron caso omiso y le dijeron que no podrían estar para navidad, pero si para su onomástico.

—llevaré las maletas.

Hinata y Hanabi asistieron, llamaron a un taxi y se dirigieron directamente hasta su casa. Durante el camino, Hanabi contó que Konohamaru todavía estaba en Norteamérica, que pasaría las fiestas de fin de año con su familia allá. Le habló que se llevaba bien con sus padres y Hinata resaltó que faltaba muy poco para que se comprometieran, cosa que alarmaba a la joven.

Había tanto que contar de parte de la mayor de las Hyuga, pero no lo hizo. Quizá porque no quería preocupar a su hermana por el secuestro y su amorío con Obito. Tildar a su ex relación como algo clandestino, era vergonzoso, ahora lo veía de esa forma. No quería que su hermana siguiera su ejemplo de alguna forma, también le contó sobre su cambio de trabajo y lo mucho que había crecido como profesional. Ahora, en esta parte de su vida, había llegado a un equilibrio y era feliz con eso.

La fiesta era muy íntima , había invitado a Ino y Naruto, también Konan, Kakashi le informó que iba a estar con su familia a las fueras de Tokio, Shisui por su parte le dijo que estaría ocupado. Hinata pensaba que no importaba la cantidad, solo la calidad de personas que estaban a su lado en ese día especial, eso la hacia sonreír.

—¡Un brindis por Hinata-chan! —dijo Ino.

—¡Kapai!

Hinata sonrió, estaban todos los que amaban estaban allí. Hubo un poco de música y una interesante tertulia, Konan había traído a un amigo, quien se llevó muy bien con Naruto. Ellos hicieron el ambiente más divertido, Hinata bebió y pidió permiso para dirigirse a la cocina, pero se apartó un momento para pensar. Abrió la puerta corrediza de su balcón y se apoyó en el barandal, suspiró profundamente y recordó la navidad de hace unos años. Cuando inocentemente fue a la casa de Obito, donde le ofreció su ayuda y termino pasándola a su lado. Aquel día cuando lo beso. No supo cuando empezó a llorar, aceptar que lo extrañaba, era muy difícil. Las palabras de Rin solían atormentarla alguna veces, pero solía preguntarse:

Si tanto la amaba ¿Por qué no buscarla?

Hinata no quería caer nuevamente en la misma situación toxica con él, pero, su corazón le decía lo contrario. Sus ojos no dejaban de desprender lagrimas, recordaba el tono de su voz, el eco de su risa, sus manos y los momentos juntos. No podía, ya no. Al punto de quebrarse, una mano conocida le extendió un pañuelo. Hinata se sobresalto, y evadió su mirada, no quería que viera su rostro lloroso.

—No debería estar llorando, es su cumpleaños, Hinata-sama.

Neji trató de sonar lo más suave posible, no quería ataviarlas con preguntas, debía de ser un día donde sonriera. Algo le pasaba, ahora sus sospechas eran ciertas. Aquella sonrisa tras las video llamadas eran falsas.

—lo siento —se disculpó.

—hace un poco de frio, póngase esto.

Neji como un caballero le ofreció su abrigo, Hinata asintió y a pesar de la distancia, era como si su primo la estuviera abrazando.

—No funcionó ¿Verdad?

Hinata sintió vergüenza, abrió los ojos enormemente al ver a Neji. Era como si no solo pudiera verla, era como si su corazón fuera un libro abierto para él.

“No puede irse o no quiere”, recordó.

Neji ya le había propuesto alguna vez que se mudará a Norteamérica con él, pero ella se rehusó. En aquel entonces tenía un absurdo motivo para quedarse.

La ilusión de estar con su jefe.

—permítame recordarle que mi oferta sigue en pie.

La sorpresa en el rostro de ella se hizo evidente.

¿Por qué Neji le proponía tal cosa? ¿Por qué la seguía queriendo a pesar de conocer sus sentimientos?

—Puedo preguntarte algo, Nee-san.

El asintió.

—¿Por qué no has olvidado?

Su pregunta tan llena de sinceridad causo el asombro de Neji. Al parecer, Hinata poseía la misma disyuntiva que él. Ella estaba intentado olvidar a alguien, por eso le hizo tal pregunta.

—¿Qué fue lo que le paso, Hinata-sama?

El viento soplo, envolviéndolos en un ambiente nostálgico. El cabello de ambos se movieron al compas del frio. No solo tenían en común el apellido, también tenían una herida de amor.

No pasó mucho para que la fiesta terminara, Hinata despidió hasta el último de sus invitados con un gran abrazo, con la promesa que el siguiente cumpleaños la pasarían mejor.

—la ayudaré con las maletas, Hanabi-san.

Hinata sonrió, aunque su casa estaba de cabeza, estaba feliz. Había sido un feliz cumpleaños, su hermana y su primo estaban en su casa.

—tengo mucho que limpiar —suspiró .

Dos toques a la puerta le alertaron, sin mucho ánimo abrió la puerta. Quizá uno de los invitados se había olvidado alguna cosa.

—¡Shisui-san!

—¡Feliz cumpleaños, Hinata!

—pero… pasa, por favor.

—lamento, pero no me quedaré mucho tiempo.

—entonces… porque…

—te traje esto.

Shisui se apartó, Hinata pudo ver un par de enormes cajas a un lado de su auto, podía reconocerlo perfectamente.

—Esas son…

Eran las cajas de las que habían sido sus cosas, dádivas de Obito.

¿Por qué estaban allí?

—Esto es para ti.

Shisui le extendió una carta, Hinata confundida la tomó. El Uchiha se despidió sin dar muchas explicaciones y mientras la nieve caía, Hinata leyó el contenido de la carta. Cuando la abrió, pudo reconocer la caligrafía, era de Obito.

Hinata.

Es un poco anticuado esta forma de despedirme.

“¿despedirme? ¿Obito se iba?”, pensó con un nudo en el corazón.

Me resulta difícil expresar lo que siento en este momento por ti. No niego que he estado pensando en ti, todo este tiempo. Al llegar la navidad, recordé aquella donde la pase contigo. Siempre me rio, parece tonto, pero lo hago. Los años pasaron, no sé en que momento comenzaste a meterte en mi vida y en mi corazón. Después de un tiempo, me pregunté ¿Por qué te permití hacerlo? Siempre fui muy cerrado con mi circulo social, más aún, con mi corazón, pero la bella persona que eres, rompió todas esas barreras y no noté cuando te tras formaste de una simple asistente, con la mujer que ahora ocupa mi mente y mi corazón.

Durante todos estos años, estuve en el infierno que quise, pero cuando estuve contigo toque el cielo. Me hiciste ver, que se puede ser feliz sobre toda adversidad, que siempre habrá un motivo para sonreír y que perdonar, es parte de la vida. También el olvido, es necesario para soltar lo que no daña. Desde ese día, nuestro tiempo juntos ha sido inolvidable y fue el motivo que me hizo ver la vida de forma diferente, siempre los recordaré. Cuando sonreía mientras comías tu postre favorito o te asustabas por alguna película de terror.

Nunca lo platiqué contigo, pero solía verte mucho antes que nos besáramos la primera vez. Mientras trabajábamos en la oficina, solía acercarme para oler tu perfume y sentir tu aliento. Me gustabas, mucho, demasiado.

Quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mi. Por tu amor, aquel que no supe valorar y termine dañando.

He cometido muchos errores en mi vida, el más grande, fue hacerte daño y minimizar tus sentimientos. Reconozco que mi comportamiento fue inaceptable y te fallé. Saber que fui causante de tus heridas no solo físicas, también sentimentales, me hicieron reformularme una cosa. Que quiero que seas feliz y si para eso, tengo que apartarme de tu vida, lo haré sin meditarlo y sabes porque…

Porque te amo

Las lágrimas de Hinata empaparon esas palabras, su cuerpo le falló y tuvo que sostenerse de la pared. Sus manos temblaban, amenazando con dejar caer la carta.

Quizá soy un cobarde por decírtelo de esta forma, pero, te pido que me perdones, por todo, por no ser aquel hombre perfecto que esperaste que lo fuera, por dañarte una y otra vez, por cuando te arrebaté tu inocencia he hice un recuerdo imperdonable en tu memoria. Uno que me avergüenza y haría lo que fuera por cambiarlo. Te pido perdón por eso, y quizá por esta carta también, por seguir haciéndolo.

No quiero que te sientas obligada a perdonarme ahora, respeto tu tiempo y tu espacio. Y quizá algún día, cercano o lejano. cuando tu rostro vuelva a sonreír, pueda tener el privilegio verlo, pero como tu amigo.   

Te deseo la mayor felicidad en tu vida. Nunca cambies, ni permitas que te arrebaten esa sonrisa que amó y que siempre amaré.

Adiós.

Obito.

Un copo de nieve tocó la nariz de Hinata, aunque estaba triste por la carta, sonrió. Había esperado tanto aquellas palabras de su parte, aunque era tarde, las aceptó. Obito también estaría en su corazón, quizá para toda la vida. La noche era fría, pero en su pecho habitaba un hermoso calor, abrazo la carta y miró al cielo. Lo que Hinata dijo que esa noche, posiblemente eran palabras que Obito hubiera querido escuchar.

—Te perdono.

En ese instante, Obito sintió una extraña punzada en el pecho, miró hacia atrás y no había nadie. El perífono del aeropuerto sonó, y avanzó con la pequeña maleta que tenía y los boletos de su mano izquierda. Aunque ambos estaban muy lejos, parecían más cerca que nunca, porque ya no habían secretos, no habían mascaras.

El amor no debería doler, es hermoso, pero… ¿Por qué les dolía?

(…)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top