Capítulo XIV "Detente, no me mires"
"A veces, en la vida, solo quieres dejar de ver, escuchar y sentir. La muerte te da paz aún podiendo hacer todo aquello."
A pesar de la brisa fresca, se puede sentir el olor a campo, al maíz recién regado. Las rejas de metal son empujadas levemente por la nueva invitada. De forma milagrosa no hacen ningún ruido.
Su cabello anaranjado brilla bajo la mínima luz que se intenta colar entre las oscuras nubes, causando que se vea un tono amarillento en ciertas partes.
Camina lento, con las manos juntas y un poco sudorosas. Distraída, mirando el paisaje, tanto, que se cae al tropezar con una pequeña roca en su camino.
—Aytatatay —dice esa frase tan rara a la vez que se soba la frente, ahora rojiza con un pequeño rasguño por la caída.
La muerte observa esto y quiere ir a ayudar pero su agenda hoy está rara, no le dice con qué aspecto va a salir, así que retrocede cada vez que se le ve con ansias de ayudar a la pequeña chica con sobrepeso.
—¿Uh? —arruga el ceño y achica los ojos lo máximo posible, como intentando observar con más claridad si en verdad es esa persona a la que está observando cerca de la ventana— ¿Mamá? —pestañea varias veces para intentar procesar lo que está viendo.
Empieza a caminar lentamente, con sigilo y cuidado para esta vez no caerse. Se acercó a la ventana pero observó desde abajo de este a su 'madre'.
La muerte se da cuenta de que la está observando mientras se oculta, por lo cual entra un poco más a la casa, alejándose de la ventana e impidiendo la visión a la adolescente.
Mira para atrás con disimulo y al parecer se percata de algo ya que apresura el paso hasta una de las mesillas de noche donde está un pequeño paquete de curitas. Saca una y da media vuelta en dirección de la pelirroja.
—Mira como te has puesto —al parecer, la chica de ojos verdes se da cuenta de que se refiere a ella ya que dió un pequeño brinco y se ocultó aún más tras la ventana—. ¿Por qué te ocultas? Sé que estás tras la ventana.
Saliendo de su escondite, muestra un poco de la cabeza y habla bajo al preguntar:— ¿Te acuerda de de mi? —Shin ladea la cabeza un poco antes de recomponerse.
—¿Nos conocemos? —el brillo que empezaba a maceración en las dos esmeraldas oscuras que tiene por ojos la nueva invitada, desaparece, dejando un gran vacío a su paso.
—No, disculpe, la confundí con otra persona —agacha un poco la cabeza.
Eh, así que la visión de la nueva invitada es una mujer.
—Pero ví que tienes un raspón chiquito en la frente y no podía dejarlo así —abre la curita y más coloca con suavidad sobre la herida, depositando un leve beso sobre esta—. Sana sana, culito de rana, si no sana hoy, sanará mañana. Listo —le guiña un ojo a la vez que sonríe.
«¿Quieres entrar? Tomaremos algo de té con leche y una galletitas de vainilla. ¿Te parece? —con la sola mención de las galletas, la joven con cerca de 14 años asiente frenéticamente— ¿Entonces a qué esperas? Entra, la puerta no tiene llave —se aleja de la venta y fija su rumbo hacia la tasa que de manera usual tiene café y sirve un poco de té junto a unas galletitas que estaban guardadas en un gabinete.
«¿Y? ¿Cuál es tu nombre? —indaga la muerte, tomando un sorbo del té con leche.
—Irina, Irina Lorence, señora —baja la vista hacia las galletas a la vez que toma una y le da un mordisco.
—¡Oh por Dios! No me llames señora, me hace parecer vieja y apenas tengo una niña de tres años —ante esta mención Irina da una gran bocanada de aire y se pone a llorar desconsoladamente—. ¿Qué te pasa, Irina?
—Entonces si me has olvidado completamente —dice mientras hipa—. No recuerdas nada de mi —levanta la vista hasta fijarla en la de la parca—, mamá.
«No te acuerdas de que hace 14 años tuviste una hija, que la separaron de tí porque te quedaste en shock al verme nacer con sobrepeso —hipa y se sorbe la nariz—. ¡Por no haberme aceptado tal y como soy papá te eligió sobre mi, eligiendo mandarme con los tíos!
«En la escuela me hacían bullying pero no tenía a quien comentarselo porque mis tíos llegaban muy tarde y cansados a casa, ya les causaba bastantes molestias con solo vivir ahí.
«A pesar de que ellos me amaba, para sobrevivir a esa tortura que llamaban escuela necesitaba más, un amor más puro, un amor de madre. ¡Pero tú solo decidiste olvidarme y seguir tu vida sin la necesidad de una hija gorda! —gritó, se desahogó y siguió llorando.
«Llegó un punto en el que no pude más; no quería causar más molestias, no quería ser una niña egocéntrica y pedir atención, no quería que me maltrataran y humillaran más, así que solo me quedó suicidarme —esconde la cabeza entre sus manos y llora desconsoladamente hasta el punto en el que su nariz se vuelve llena de mocos y roja, al igual que sus ojos.
—Tú misma lo has dicho, te suicidaste, por lo cual es imposible que haya sido tu madre la que te haya escuchado aquí —comenta, causando que la vista de la señorita Lorence ascendiera de forma lenta hasta impactar con las dos lagunas de sangre de la muerte y con esos dientes tan afilados que parece la boca de un tiburón—. Yo, la muerte, es la única que puede haberte escuchado. ¿No lo crees?
Desde el momento en que la parca decidió desvelar su verdadera identidad hasta la última palabra suya, Irina había aguantado la respiración. Pero al terminar de escucharla y con el pasar de los minutos, soltó una gran bocanada de aire.
—¡Qué bueno! —habla a la vez que estira sus brazos hacia tras hasta que los traquea— Me sentiría fatal si le hubiera dicho todo eso a mi madre, ella no tiene la culpa de que yo naciera con sobrepeso ni de quedar en shock al verme —sonríe de manera tan triste que da pena verla así.
—Creo que hiciste bien, aguantaste catorce años y ya eso es un logro. Pero creo que mereces una segunda oportunidad para vivir, para vivir bien y feliz. ¿No lo crees? —le muestra una sonrisa pero parece tan siniestra, como si la fuera a comer.
Irina asiente y desaparece a su nueva vida a la vez que Shin empuja la palanca. Dándole fin a este día.
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