Capítulo XIII "El tesoro más grande"
"Sin siquiera verlo sonreír, la muerte te arrebata del lado de tu mayor tesoro."
El olor a pasto rociado por lo que quedó de lluvia inunda el olfato de cualquiera que esté ahí. Los días lluviosos, oscuros y con espesa niebla abundan en la morada de la muerte.
Se escucha el chapotear de una a botas contra los pequeños charcos de agua que se amotinaron a los alrededores de la morada.
Luego de un pequeño susto como reacción del sonido de la verja al abrirla, se oye una risa suave, dulce pero también madura.
—¿Hay alguien en casa? —pregunta meneando la cabeza con tranquilidad hacia la izquierda y derecha de forma consecutiva.
Shin vuelve a tener dudas sobre cuál es su personaje ya que su agenda tiene puesto: Tendrás que imitar a una persona que ya pasó bajo tu mano, sabrás quien nada más que veas el rostro de la nueva invitada.
Sin más que hacer, cerró la libreta y la ocultó bajo su capa. Caminando hacia la puerta ya que la nueva invitada parecía tener tanta vida que no entiende la razón de su muerte.
Al abrir la puerta se puso el modo cámara lenta por pura diversión, para grabar el rostro de la parca en cuanto viera a...
—Anika Belliow —es imposible saber qué cara es mejor; la de ojos tan grandes y rojos junto a la boca medio abierta que si sonriera justo ahora, parecería sacada de una película de terror, o la de llanto desconsolado con manos cubriendo su boca que está transformada en una gran o.
—¿Anises? —tartamuedea, como procesando que está viendo a una mezcla de ella con su marido.
Sin formular una palabra más por alguna de las dos partes, el shinigami invita a pasar a Anika con un gesto de mano y haciéndose a un lado de la puerta para dejarla pasar.
Shin comienzan a preparar unas tazas de café pero antes de echar este en la tetera se da media vuelta y fija la vista en la señora Belliow.
—¿Té o... —la frase queda sin acabar ya que es interrumpida con una sonrisa.
—Café —achina los ojos, haciendo ver aún más dulce esa sonrisa.
Sin formular otro comentario, lo termina de preparar como un aura fría pero a la vez más humanos que la de ella.
Va tomando la forma de Anises.
Le brinda la taza caliente a su acompañante y se sienta junto a ella frente a la chimenea.
—Cuando estaba en coma... —toma un breve suspiro y se queda mirando la taza con su reflejo mientras que pasa el dedo índice sobre el borde de esta— A pesar de no poner moverme, podía escuchar todos. Creo que tu padre lo sabía ya que cada vez que podía iba en secreto tuyo y me hablaba de lo que estaban pasando, de cómo eras, de que te volviste policía. Me contó que te dijo que morí el día de tu parto ya que las esperanzas de que volviera a despertar del coma eran menos del uno por ciento. Muchas veces me pidió consejos, me pidió que despertara pues tú y él necesitaban mi ayuda, pero por más que lo intenté miles de veces, mi cuerpo no cedió. El milagro fue que quedara un poco viva al menos.
Su voz revela nostalgia, tristeza, pena, en cambio su mirada mostraba arrepentimiento— No pude ser la madre que quize por mucho que lo intenté —comenta, mostrando una sonrisa tan triste como su voz—. No pude ser la mejor esposa y sé que por él necesitarme, tampoco fue el mejor padre...
—Detente, eso no tienes derecho a decirlo porque papá fue, es y será el mejor padre que yo pude haber tenido en esta vida y en la siguiente —las esferas color rubí demostraban tanta seriedad, como si tuviera el polo norte dentro de esos ojos tan ardientes.
—¿Pudo conseguir a alguien más? —indaga mientras vuelve a jugar con la taza de café sin mirar a los ojos a su acompañante.
—No, dijo que el único amor de su vida eras tú y luego de tu partida solo tenía espacio en su corazón para mi a pesar de las muchas veces que lo incité a que fuera felíz. Él siempre decía que la felicidad es efímera, que duró el poco tiempo que estuvo a tu lado y durará el poco tiempo que estaba junto a mi —shin mira hacia el techo, aparentemente divagando en sus pensamientos y posiblemente sea sobre Anises.
—Si tuviera algún arrepentimiento de mi vida, sería no haberte podido dar el amor que necesitabas y no haber podido estar en los peores momentos de tu vida —fija la vista en la de la muerte, dando a mostrar una pequeña lágrima que se deslizaba sobre su mejilla en ese momento.
—Creo que eso se lo deberías decir a tu propia hija, allá en el cielo —termina con la farsa y muestra a la luz sus afilados que parecen que te pueden matar con solo una mordida y los ojos tan rojos que parecen pedir sed de sangre—. Porque ella lleva algún tiempo esperándote ahí, pensando que ya estarías ahí.
—¿He muerto luego de mi hija? —. La tristeza es tan notable que siquiera le importó que la persona, bueno, ente, frente a ella no era su tan hanelada hija. La parca asiente, sin saber cómo consolar a mujer-mujer—. Por favor. —Sin pensarlo dos veces, se coloca de pie frente a la parca y la mira directamente a los ojos—. Necesito ver a mi hija ya, lléveme con ella.
—No pensaba hacer otra cosa —haciendo aparecer la palanca a su lado, coloca su mano sobre ella y antes de jalarla dice: —Dile a Anises que ya no tengo miedo de fingir alguien que no soy, ya que gracias a eso he podido hacer felices a más personas de las que ha hecho llorar —sin darle tiempo a Anika a reaccionar, empuja la palanca, logrando tener soledad nuevamente.
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