Capítulo VII: "Voz de ángel"

"Cuenta la leyenda, que el día de tu muerte, la voz de un ángel te llevará al paraíso."

—¡Ah! —Un grito chillón avisó a la muerte de la llegada de la nueva invitada.

El aire arrastraba una cabellera rosa y azul en dirección a la muerte.

Unas pequeñas manos blanco pálidas intentaban colocarlo nuevamente en su lugar, de forma inútil ya que el viento seguía molestando.

Dándose por vencida, toma una liga que poseía anteriormente en su mano izquierda y se hizo una coleta de caballo. Miró expectante y curiosa en dirección de la muerte.

—Ah, eres tú. Hola de nuevo —sonríe hacia Shin—. ¿Sabes algo? —comenta, uniendo sus manos tras su espalda y camina lento pero segura con destino a la parca— Gracias a que me dijiste que te gustaba mi voz, que debería intentar ser cantante, llegué a ser una idol muy famosa —se detiene justo frente al que parece ser la persona que la motivó a ser cantante—. Pero es extraño porque... Tú estás muerto -enfoca su mirada directamente en los ojos rojo fuego del dueño del lugar.

—Así es —le devuelve la misma sonrisa, intentando parecer dulce pero desde este punto de vista se ve tan cínica—. Como tú, estamos a la par —lo soltó, así, como si le estuviera preguntando la hora a un familiar—. Por cierto, cuando llegaste aquí gritaste. ¿Por qué?

—Ah, eso era porque cuando morí estaba cantando, ví que una viga del escenario me iba a caer y grité —se detiene abruptamente, pestañeando varias veces—. Espera espera, ¿por qué estamos hablando aquí tan cordial y normalmente cuando me acabas de decir que estoy igual de muerta que tú como si fuera una broma o competencia? —reclama, alzando la voz, tan dulce que podría parecerse a la voz de los ángeles, si tan solo ellos existieran, claro.

La risa de la muerte hace eco por su morada mientras una pequeña lágrima hace presencia en su pupila— Lo siento, es que la forma en la que lo dijiste, sonó como si fuera de comercial —se seca dicha lágrima de la risa y continúa—. Entonces lograste convertirte en una Idol famosa, eh —camina, hasta la puerta de la casa, siendo perseguido por la adorable invitada—. Deberíamos celebrarlo como cuando celebramos en el orfanato las fiestas, Jackeline.

Coloca su pequeña mano frente al abdomen de la parca, deteniendo su habla.

Vaya, parece que el chico de su visión es bien pequeño o murió antes de lo debido.

—Eli, no Jackeline.

—¿Eli? ¿Por qué Eli? ¿Por qué no Jackeline? —interroga Shin, inclinando de manera sutil su rostro.

—Cuando eliminas Jack y el Ne del nombre Jackeline, queda Eli. Mi mánager me dijo que sería un nombre más lindo para una Idol. Además, a los fans pareció gustarles mucho —movió su vista hacia abajo, mostrando una sonrisa melancólica.

—¿Y? Estoy seguro de que todo no fue color de rosa luego de convertirte en cantante. ¿O si? —abre la puerta y la invita a sentarse cerca de la chimenea, al lado del sillón de la parca.

Niega repetidamente hasta que comienzan a salir ríos de agua salada de sus esferas color café— No lo fue. Al principio todo iba bien, tenía pocos fans pero eran muy buenos. Luego, con el incremento de mi popularidad, comenzaron a llegar más fans; más cariño y felicitaciones pero también más envidia. Personas que me traían flores, mientras que otras me enviaban amenazas —alzó la mirada, colocándola hacia la chimenea apagada— lo aguanté y lo seguí aguantando porque sabía que el dinero que ganaba de cantante le sería muy bueno a los demás niños del orfanato como nosotros. No sólo eso —se gira y su mirada choca por un instante con la de la muerte—, no sólo era mi sueño de ser una idol, era nuestro sueño de ser un grupo de cantantes, Dimitri —aún con lágrimas entre los ojos sonríe hasta que llega al punto que parecen verse brillitos a su alrededor.

Agh, que asco.

«Pero déjame contarte cómo siguió el orfanato luego de que moriste. Tengo mucho que decirte, sobre todo desde que les empecé a enviar dinero de mi trabajo —esta vez, el dueño de la morada detuvo a Eli.

—No, estás equivocada, no tenemos mucho tiempo y tampoco creo ser la persona que necesita escuchar esa historia —llegó, sus ropajes negros y viejos, su pálida piel y, ah, sus ojos ardientes salieron a la luz.

—¿Quién eres? ¡No eres Dimitri! —vocifera, convirtiendo su dulce voz en un simple chillido.

—Así es, no soy Dimitri. Él pasó por aquí hace muchos años y ahora reencarnó en otro cuerpo, uno más saludable y con una familia felíz —deja de lado esa sonrisa falsa y muestra un rostro neutro, casi parece una verdadera muerte.

—¿Entonces quién eres? —si no hubiera sido porque Eli está sentada, ya se hubiera caído al suelo de tanto que le están temblando los pies.

—Soy aquello que es conocido por los humanos como la muerte. A veces también me tratan como Dios, e incluso como Lucifer. Pero creo que en tu caso no será necesario este último.

—¿Qué me harás? —tartamudea, su voz fue convertida en pequeños intentos por articular algo coherente e intentando sonar segura cuando es a la vista que no es así.

—¿A ti? —se cubre con sus esqueléticas manos la boca, ocultando sus filosos dientes, y suelta una corta risita— Lo siento, solo me causó gracia la situación. Nada de lo que te estás imaginando. Ya estás muerta, no puedes volver a morir, solo desaparecer.

Saca de entre sus ropajes, su querido libro y marca una palomita justo al lado del nombre de Jackeline.

«Aún no podrás volver a ver a Dimitri ya que él está viviendo otra vida, a tí creo que te mandaré al cielo —continúa escribiendo no se qué en el cuaderno.

—¿Por qué no me puedo reunir con él ya? —chilla, causando que Shin se tapa donde deberían estar sus orejas.

—No seas tan ruidosa, que esa melodiosa voz tuya se convertirá en el canto de un cerdo —cierra su libreta y la mira fijamente—. Escucha atentamente, aunque renazcas, ni él te reconocerá a tí, ni tú a él además de que serías cerca de 11 años menor que él. Si lo esperas en el cielo, él te recordará. Tú ya viste el lado bueno y el malo de la vida, dale su turno —aparece la palanca a su lado, coloca su mano encima y antes de jalarla comenta—. No hagas mucho escándalo en el cielo o gastarás tú voz y la necesitarás para cuando él vaya.

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