Capítulo 5. "A pesar de los años"

Courtney.

Miro a James antes de negar con la cabeza y bajar del auto con cuidado. Entrecierro los ojos cuando levanto la vista para ver el gran edificio en el que trabajo y antes de comenzar a caminar a la entrada, le lanzo una mirada llena de miedo a James. Por los nervios y el miedo, me olvido de despedirme de él, ya que cuando me doy cuenta, estoy jalando la puerta de cristal para poder entrar. Mis pasos son pequeños y lentos, igual que los de una niña pequeña en su primera día de escuela; asustados y listos para correr si se presenta la ocasión.

Después de la visita en el hospital, James habló seriamente conmigo respecto a mi trabajo y que era hora de superar mi dolor, que debía hacer otra cosa que ir vagando por la ciudad sin destino o estar largas horas en el cementerio. Que era hora de que saliera al mundo real.

El guardia que esta en la recepción me reconoce enseguida y no pone una cara de sorpresa al verme, al contrario, su sonrisa se hace grande y al decir mi nombre parece que extraña que lo ayude con los problemas que tiene con su hija de cinco años que ya quiere crecer.

—Señorita Grant, es todo un milagro volverla a ver—me dice alegremente.

—Es todo un milagro que siga viva—le digo algo burlona mientas señalo el yeso de mi brazo.

—No diga eso—me regaña—, seguramente todos la extrañan al igual que yo.

—Ya lo creo...

Le sonrío amablemente mientras camino al elevador sintiendo como mi respiración se acelera y las manos me sudan. Espero pacientemente a que las puertas se abran y para mi sorpresa, no me topo a nadie conocido de la oficina. Cuando presiono el botón del piso al que debo subir, pareciera que al mismo tiempo presiono mi corazón para que comience a latir tan rápido que tenga la necesidad de querer salir de mi pecho. Sin querer, mi mirada va directo a mi reflejo y no puedo evitar ver los moretones en mi cara, en casi todas partes, las gasas que cubren las heridas sin putos y mis labios pálidos y secos, retiro la mirada rápidamente y suspiro. Por cada piso que sube el elevador, mis nervios aumentan al igual que un pequeño sonido en mis odios, pero se detienen en el momento en el que llegan al quinto piso, en donde está mi oficina. ¿Ya se habrán enterado sobre el accidente? ¿Acaso me creerán muerta algunos? ¿O incluso me extrañaran?

Las puertas del elevador se abren y no hay nadie en el pasillo que se percaté de mi presencia, hasta el momento que después de caminar de poco a poco, me detengo frente a la pequeña oficina donde se sirve el café y las personas se sientan a comer su almuerzo, donde generalmente Cristina y yo solíamos sentarnos a hablar mal de nuestra jefa. El primero que me ve es un chico con el que casi no he hablado nunca y su mirada de asombro, quizá por mi mal aspecto y desaliñado look, hace que deje de mirarlo rápidamente y siga mi camino hacia mi oficina. Pero el camino se torna algo difícil cuando la gente me mira curiosa y deja de hacer lo que hacia. Agacho un poco la cabeza mientras un sonido ahogado quiere salir de mi garganta.

Camino lo más rápido a mi oficina y al llegar, lo primero que hago es cerrar la puerta y correr a sentarme a la silla que está detrás de mi escritorio. Me dejo caer mientras saco todo el aire acumulado en mis pulmones y me paso la mano sana por el cabello, echándolo hacia atrás mientras cierro los ojos por el dolor de la herida del abdomen. 

Cuando levanto la vista y miro mi escritorio, veo que ya no están los mismo papeles que recuerdo: ya no están mis borradores, mis investigaciones ni las notas que estaba escribiendo. Al parecer me quitaron el trabajo sin consultarme.

¿Y cómo no lo iban hacer si estabas inconsciente y medio moribunda? 

Lo único que al parecer está en su lugar es la foto de mi graduación en donde estoy abrazando a James y la foto que mi mamá insistió en tomar en un estudio en donde sale ella embarazada, Steve, Nathan, Maddie, Justin y yo, como una bonita familia. 

Si pudiera cruzarme de brazos, lo haría, pero dada mi situación sólo opto por dejarme caer en el respaldo de la silla, mirar el techo blanco y escuchar el ruido de la calle mientras intento buscarle el lado que evidentemente no hay. 

Es curioso como todos quieren una segunda oportunidad y yo que la tengo, deseo no haberla tenido.

Escucho que el picaporte de la puerta gira lentamente y despacio, la puerta comienza a abrirse mientras se asoma una Cristina con cara de malas noticias.

—¿No es suficiente con que tenga que presentarme hoy a trabajar?—me quejo mientras la veo cerrar la puerta a sus espaldas.

Ella niega con la cabeza. Cristina y yo, después de habernos graduado, por cosas de la vida y azares del destino, ella y Connor decidieron mudarse cerca de donde vivimos James y yo, y por pura casualidad, conseguimos trabajo en el mismo lugar. Claro, ninguna de las dos sabía eso hasta el momento en el que nos vimos el día de la entrevista de trabajo.

Fueron esas coincidencias que te hacen que las personas se unan un poquito más.

—Molly quiere o más bien, exige hablar contigo—me dice en un tono que me asusta.

—Si me va a despedir espero que lo haga rápido—le digo de mala gana mientras me levanto de la silla.

Cristina se lleva una mano a la cara y no escucho muy bien lo que dice ya que abro rápidamente la puerta y camino hacía la otra punta del piso, directo a la oficina de la coordinadora, ósea, mi jefa. De nuevo, siento las miradas curiosas que me examinan de arriba abajo mientras atravieso el  lugar, pero todo eso termina hasta que doblo por la esquina, directo al pasillo de su oficina, donde nadie me ve, pero juraría que podrían escuchar los latidos de mi corazón. 

Suspiro y camino directo a la puerta, donde me detengo varios segundos antes de tocar lentamente esperando que me diga que entre. Y eso hago cuando escucho su cantarina voz que estresa al mundo.

Abro la puerta y la veo detrás de su escritorio con una mirada ansiosa.

Algo trama...

—Pasa, querida—hace señas con sus manos bien arregladas para indicar que me siente frente a ella en sus sofás rosas.

Y eso hago. Me siento con cuidado de no lastimarme y la miro atenta esperando que me despida.

—Es un milagro verte de nuevo—sonríe—, creo que todo el mundo está feliz de verte, ver que ya estás muchísimo mejor. 

Asiento con la cabeza esperando las malas noticias e ignorando sus trilladas mentiras de cortesía. 

—¿Ya te sientes lista para regresar a trabajar?—me dice con una grande sonrisa.

La miro un poco confusa por haber escuchado eso y no un "lamento decir que estás despedida". Mueve la cabeza esperando mi respuesta y yo la miro sin saber muy bien que responder.

—Quiero decir, tuviste un feo accidente y ya ha pasado mucho tiempo—me informa como si no supiera—incluso tuve que mandar a varias personas a que terminaran tu trabajo ya que tenías notas muy importantes y ahora yo sólo quiero saber si ya estás lista para regresar, porque no creo que quieras perder tu puesto y yo tampoco quiero que eso pase, ya que eres de gran importancia aquí. 

Se me va el aire por unos segundos y tengo que mirar otra cosa que no sean sus penetrantes ojos.

—¿A qué se refiere?—pregunto por fin.

Ella chasquea la lengua mientras se pone a jugar con una pluma que toma de su escritorio y no puedo evitar pensar en todo lo que tengo que hacer si no me despide.

—Quiero decir, que tienes mucho trabajo que cubrir si quieres conservar tu lugar aquí.

—¿Eso quiere decir...?

—Que tienes mucho trabajo que hacer—me dice algo más que obvia.

—Sí, entendí eso—le explico— quiero saber que se refiere a "mucho trabajo" porque no sé si note mi estado, lo cual puede perjudicar su "mucho trabajo", ya que no puedo hacer mucho al tener una herida abierta que literal me atraviesa todo el abdomen.

—No creo que esa herida sangre si te mandó a otra ciudad, ¿O sí?

Oh, no ahora, no por favor. 

—Hay una importante reunión de varias empresas en la que se hará una importante donación a la caridad y necesitamos que alguien cubra la nota y tú, mi estimada señorita Grant, necesito que vayas... claro, sí aún quieres seguir trabajando. 

La miro en silencio, en un silencio malo, del que estás considerando dejar la mejor oferta de tu vida sólo porque te sientes vacía y consideras que el mundo tiene que hacer lo que tu digas porque acabas de sufrir un accidente y perder personas importantes. 

Mi boca quiere decir que no hará ese viaje pero, mi lado sano, el que todavía lucha por seguir adelante, no hace nada.

—Okay, te mandaré el correo con toda la información, el día del vuelo y todos los horarios que necesitas saber—sonríe mientras da leves aplausitos.

Yo, derrotada, sólo asiento con la cabeza y sonrío por educación mientras me retiro de su oficina. De camino a la mía, ya ni me fijo si alguien me mira intentando saber qué pasó, pero al cerrar la puerta detrás de mi, miro a Cristina quien me mira molesta con los ojos entrecerrados.

—Dime que no hiciste nada estúpido.

La miro todavía sintiendo que mi respiración aumenta poco a poco y ella se alarma al ver que no le doy respuesta alguna.

—¿Qué hiciste?—me pregunta alterada.

—Nada—respondo al fin—. Literalmente nada.

Veo que sus facciones se relajan un poco y entonces pregunta:

—¿Qué te dijo?

Intento ordenar las ideas en mi mente para decir con claridad las cosas.

—Tengo que salir de la ciudad para cubrir una nota si quiero conservar el trabajo.

—¿Y tu le dijiste?—pregunta ansiosa.

—Mi mente pensó en decir que renunciaba y que en un día dejaba la oficina limpia pero al parecer sólo lo pensé porque me dijo que me enviará un correo con lo necesario del viaje—le digo algo asustada.

—Si hubieras dicho eso, ¿Te hubieras dado cuenta de las cosas que estás dejando?

Me siento en la silla que está a su lado y la miro.

—Ahora creo que... no sé...—balbuceo—... perder mi empleo no es como perder a...

—No, no, no—me hace callar Cristina—, ni siquiera lo menciones. Sí, sí, lo perdiste, pero no sólo fuiste tú, yo también lo perdí, sus padres, su familia, sus estúpidos amigos, no sólo tu lo perdiste—me dice molesta, mientras noto como los ojos se le comienzan a inundar de lágrimas.

Se queda en silencio un minutos mientras intenta no llorar.

—Sigues aquí y lo único que haces es echar a perder todo con tu mal humor y lo negativa que te has vuelto. Tú sabes que odio a James y ni yo sé porqué, pero te juro que desde el accidente, he visto todo lo que ha hecho por ti y tu sólo lo miras mal cuando intenta ayudarte... ¿Sabes todo lo que sufrió? ¿Sabes lo que yo sufrí al verte ahí casi muerta?¡Te moriste un par de segundos y el mundo se volvió loco!—me mira molesta— No aprovechas esto sólo porque no sabes el dolor de las demás personas, no sabes lo importa que eres, en verdad, deja de ser tan egoísta y comienza a salir de ese estúpida hoyo que te has creado para excusarte con él mundo. 

Se limpia salvajemente las lágrimas de sus mejillas.

—A James le costó muchísimo convencer a su madre para hablar con el diablo que tenemos como Jefa para que te dejara quedar y tú, tú sólo piensas en cuanto tiempo podrías dejar esta oficina limpia. 

 Sale de la oficina dando un portazo, un dramático portazo, como las ganas que tiene que darme una buena bofetada para hacerme reaccionar.

*

Como ya es costumbre después de mucho tiempo, me siento en el pasto con cuidado y miro la lápida aunque ya sé de memoria todo lo que hay en ella.

—Creo que hoy te he fallado, no traje flores—le digo al aire con una sonrisa triste.

La tarde sigue algo soleada a pesar de la hora, pero ya no hay mucha gente como de costumbre, sólo unas tres personas y los señores que podan el pasto. 

—Creo que es la primera vez que intento hablar contigo y es feo saber que no vas a responder, pero eres el único que por el momento no está enojado conmigo...—la voz comienza a temblarme—¿Sabías qué desde lo ocurrido no me quedan muchas ganas de salir adelante?

No hay respuesta alguna.

—Todo el mundo me ha regaño por estar hundiéndome... ¿Sabías que casi pierdo mi empleo? Así es, casi lo pierdo y ahora tengo que hacer cosas que creo que son imposibles para mi y esto enorme yeso... ¿Recuerdas cuando íbamos en la preparatoria y siempre pasaba en la enfermería o el hospital?—algo en mi voz me dice que voy a llorar— pues al parecer ya no te podrás burlar de mis piernas de popote llenas de raspones—me detengo un segundo a respirar— ¿Por qué demonios tenías que irte de esa forma?

Con el dorso de la mano, me limpio las lágrimas e intento controlar mi llanto.

— ¿Cómo rayos dejo a un lado lo que siento para poder seguir adelante?

No espero respuesta alguna, pero escucho la inconfundible voz de Cristina llamarme. Tiene una sonrisa triste y las manos dentro de su gabardina café.

—Ya es algo tarde para estar aquí... ¿Quieres ir por un café?

Dejo de mirarla para comenzar a limpiarme las lágrimas nuevamente.

—Lo de hace rato, perdón por gritarte así, realmente no era mi...

—Si esperas que me levante sola te quedarás esperando mucho tiempo—la interrumpo mientras la miro con una sonrisa algo triste en mi cara. 

Ella quita su aspecto triste y una sonrisa sale de su cara al escuchar que mi respuesta no fue algo grosera como supongo que ella esperaba que fuera.

—Si me lastimo la espalda será tu culpa.

—Yo te pago el quiropráctico... al fin de cuentas aún tengo trabajo.

Ella niega con la cabeza mientras sonríe hasta de una manera diferente. Me ayuda a levantarme y le lanza una rápida mirada a la lapida de Lucas.  

Desde que falleció, no he sabido de un día en el que ella haya venido al cementerio, según ella, es algo que no puede hacer, que aún no tiene valor para afrontar. Según ella, prefiere visitarlo en el momento que sienta que el dolor ya no la pueda vencer. 

Me pasa un brazo por el hombro, con cuidado de no lastimarme y comenzamos  a caminar directo a su auto, intentando no meter en la conversación a Lucas.

Y aún no ha llegado ese día para ninguna de nosotras: los días aún duelen.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top