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-Rebecca -Zack tocó la puerta.
-¿Que quieres?
-¿Puedo entrar?
-No -respondí.
-¿Por qué?
Solté un suspiro y me levanté de la cama. Caminé hacia la puerta y lo abrí.
-¿Por qué eres tan pesado?
-Porque te quiero.
-Vete de mi casa.
-No quiero.
-Vete a la mierda -cerré la puerta en sus narices.
Volví a tumbarme, mientras él seguía molestándome. Para ignorarlo, saqué el móvil y me puse los auriculares. Después, de unos largos minutos, me cansé de escuchar música. Cuando iba a ponerme de pie, sentí un gran dolor en mi barriga y vi un líquido cayendo en la entrepierna.
-¡Álvaro! -grité.
Escuché unos pasos acercándose, abrió la puerta y vi a Álvaro.
-¿Por qué estás gritando?
-¡Álvaro! -dije-. ¡Llama a Héctor o cualquiera!
Me miró con los ojos grandes cuando vio mis entrepierna mojadas.
-¿¡Yo!?
-¡Si imbécil, a quien será!
-Pero.... -entró en pánico
-¡Muévete idiota! -dije y en ese momento, llegó otro dolor aún más fuerte-. ¡Corre, llama a Héctor!
-Ahora -cogió mi móvil y busco en contactos a mi hermano.
Puse mi mano en mi vientre y hacia presión para que el dolor disminuyera. No podía sentarme, estaba muerta de dolor.
-¿¡Qué haces estúpido!? -grité-. ¡Llama a Héctor!
-¡Eso es lo que estoy haciendo pero no me contesta!
-¡Joder! -lloré-. ¡Llama a papá o mamá!
-Vale -dijo.
No podía más, el dolor era inaguantable. Me quedé un momento parada, imposible de moverme.
-¿¡Te han respondido!?
-No -respondió nervioso-. ¿A quién llamó?
-¡A Zack! -dije-. ¡Date prisa!
-Ahora -marcó su número mientras daba vueltas por la habitación.
-Zack -dijo Álvaro.
-¿Álvaro?
-Si, soy yo. Mi hermana te necesita ahora, es urgente.
-¿Algo ha pasado?
-Le duele mucho la barriga, creo que ya viene las niñas -dijo-. Ven rápido.
-¿Enserio?
-Si, date prisa.
-En un segundo, estaré ahí.
-No tardes -colgó la llamada.
-¿Qué te ha dicho? -pregunté.
-Ahora viene -se acercó hacia mi-. Tranquila hermana, todo va estar bien.
-No sabes el dolor que tengo que aguantar -otra vez vino el dolor-. ¡Esta mierda duele! ¡Haz algo!
-¿Qué quieres que haga. Solo soy un chico de 15 años que está haciendo todo lo que pude -dijo. Es mejor que te sientas.
-¡No! -respondí.
-Vale.
Pasaron ocho minutos hasta que alguien tocó el timbre.
-Abre la puerta, ¡Corre!
-Ya voy - dijo Álvaro.
Álvaro se fue corriendo hacia la puerta. Cuando lo abrió, escuche la voz de Zack y después subieron a mi habitación.
-Rebecca -se acercó Zack hacia mi.
-¿¡Por qué has tardado!?
-Lo siento mucho -dijo-. ¿Estas bien?
-Si, me encuentro perfectamente bien -dije sarcásticamente-. ¿¡Tú que crees!?
El dolor apareció otra vez, maldita contracción. Solté un chillido de dolor.
-Respira lento Rebe.
-¡Eso es lo que intento!
-No lo intentes, hazlo.
-Zack, juro por Dios que estoy tratando.
-Vale -dijo-. Llamaré a la ambulancia.
-No puedo esperar más.
-Rebecca solo será un segundo.
Sacó su móvil y empezó a marcar el número de la ambulancia. No podía aguantar más, el dolor me mataba.
-¡Esto duele!
-¿Quieres que vayamos ahora?
-Si pero no puedo moverme.
-Si que puedes.
-No puedo.
-Te ayudaré ¿si?
Asentí con la cabeza.
P.O.V Zack
Después de un largo camino, llegamos al hospital. Cuando entramos, unas enfermeras nos atendió, y nos indicó la habitación. Luego llegamos a la habitación donde ya estába todo preparado para la llegada de mis hijas.
-Buenas tardes, mi nombre es Laura, yo te voy a estar atendiendo por ahora. Recuéstate a la camilla y relájate.
-¡No puedo relajarme! ¡Es mucho dolor!
-Tranquila, todo estará bien -dije.
-Eso espero -suspiró ella. La enfermera salió de la habitación.
Me quedé sentado al lado de Rebecca, necesitaba estar a lado suya en estos momentos.
Después de una hora, los doctores me dijeron que tenía salir de la habitación. Estaba muy nervioso, nunca había sentido así. Aún seguía sin creérmelo que iba a nacer Hannah y Hailey.
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