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-¿Lo vas comprar? -preguntó Brenda.

-Si, quiero estar segura -dije-. No puede ser otra cosa.

Brenda me cogió de la mano y salimos de la habitación. Estaba muy nerviosa, no podía reaccionar, no desde que consideré de que estaba embarazada. ¡Mierda, no! Solo tenía 18, no estaba lista para tener un bebé, mucho menos sabiendo que el padre es Zack. Tener un bebé sería un estorbo en mi vida, sería un gran problema.

Nos detuvimos en una farmacia y compramos dos pruebas de embarazo. La mujer de inmediato notó que estaba nerviosa, en especial porque en el espejo de la entrada noté que tenía mi rostro pálido y mis manos estaban temblando. Al salir de la farmacia, Brenda puso ambas manos en mis hombros

-Tranquila, todo va salir bien -sonrió. 

Nos fuimos al campus, al llegar al edificio, subimos a mi habitación. Cuando llegamos a mi habitación, ella me entregó la bolsa con las dos pruebas de embarazo. El temor mas grande era si acabaría cuidando el hijo/a yo sola, me gustaría que mi bebé tuviera un padre que le diera su amor, pero no posiblemente, William no encargará del bebé.

Entré en el baño y hice mis necesidades. Mientras que esperaba los resultados de la prueba, me quedé mirando en el espejo. Debí haberlo notado antes, estaba más pálida de lo normal, tenía dolores en la cadera, mareos y ganas de vomitar. Habían pasado cinco minutos, cogí la prueba del embarazó y un par de lágrimas rodaron por mis mejillas. 

-No puede ser -dije mientra sostenía el aparato.

-¿Rebecca? -preguntó Brenda en el otro lado de la puerta-. ¿Ya sabes el resultado?

Abrí la puerta lentamente.

-Positivo -murmuré-. Estoy embarazada.

Di los dos test a Brenda, vio que marcaba dos lineas que indicaban positivo.

-Lo siento.

-¡No quiero ser mamá, no ahora!-grité con rabia.

Mi respiración se volvió trabajosa. No podía pensar bien y ahora era cuando más necesito hacerlo. Apreté con más fuerza mis rodillas contra mí haciendo que mis manos se tornen blancas por el esfuerzo. Lloré todo lo que podía para así desahogarme. Fui una estúpida, nunca tenía que entregar mi virginidad con un mujeriego.

*********
A la mañana siguiente, me desperté muy tarde. Cuando me levanté de la cama, me dio ganas de vomitar, corrí rápidamente hacia el baño y expulsé toda la maldita comida, fue muy asqueroso verlo. Sentí unas manos en mi espalda y en mi cabello. Después de un rato, me levanté de inmediato.

-¿Estas bien? -preguntó William.

-Si.

-Ya me está preocupando, será mejor ir al médico.

-No hace falta William.

-Claro que si, todas estas semanas te la has pasado mareada y ahora vomitas.

-Es normal para una persona que está embarazada -suspiré.

-Lo siento -dijo con un tono triste.

-¿Por?

-Me comporté muy mal cuando supe que estabas embarazada.

-Esta bien.

-Me haré cargo del bebé, me da igual si no soy su padre, lo cuidaré como fuera mi hijo.

Lo miré confundida, no me lo esperaba esto de William. Pensaba que iba a cuidar sola del bebé.

-¿Lo dices enserio? -pregunté.

-Claro, quiero ver el bebé crecer.

-Gracias -no pude evitar llorar.

-Voy a estar contigo -limpió aquella lágrimas y le sonreí de lado.

Decidí tomarme una ducha para relajar un poco mi cuerpo. Mi mente estaba empezando a formar mi futuro con otra personita a mi lado, uno de los más grandes motivos que podía seguir con mis metas, alguien a quien iba estar dedicado todo lo que hacia. ¿Cómo será cuando se note? ¿Se va a mover? Oh no, seguramente será muy raro que algo se esté moviendo dentro de mí. Sería algo como la película Alíen, no creía tener un alíen dentro de mí, sino que un bebé invasor con el ADN de Zack. Terminé de duchar, me vestí y salí del baño.

-William.

-Dime.

-Creo que es mejor qué se lo diga ahora a mis padres.

-¿Qué?

-Si, igualmente, se darán de cuenta cuando me vea con la barriga grande -dije nerviosa.

-¿Estas segura? -asentí con la cabeza-. ¿Quieres que vayamos ahora?

-Si -mi mente comenzó divagar en las reacciones que tendrán mis padres cuando supieran que cometí uno de los errores más grandes.

Salimos del campus. Caminamos hasta llegar a mi cama. Héctor me recibió con una sonrisa.

-Rebecca, cuanto tiempo sin ver tu amargada cara -dijo mientras me abrazaba.

-Ja, ja, que graciosos -dije sarcásticamente.

-Yo también te quiero -dijo, después su mirada fue hacia William-. Has venido con tu amigo.

-Con mi novio -le corregí.

-¿Novio? -frunció el ceño-. ¿Sois novios?

-Si -respondió William.

Héctor se quedó asombrado. Entramos y nos sentamos en el sofá. 

-¿Y mamá?

-En la cocina.

Suspiré. Dije a William que se quedará en el salón y fui hacia la cocina. 

-Hola mamá -le llamé la atención sin dejar de mirar lo que cocinaba-. 

-Hola mi amor, ¿qué tal estas?

-Bien -estaba nerviosa, no sabia si decírselo en la cocina-. Tengo que hablar contigo de algo importante.

-¿Pasa algo? -se dio la vuelta preocupada.

-¿Podemos hablar en tu habitación?

-Vale.

Subimos a su habitación, una vez dentro, cerré la puerta y me acerqué hacia mi madre.

-Primero, siéntate.

-Rebecca, me estas preocupando. ¿Pasa algo?

Mis manos comenzaron a temblar, intenté levantar la cabeza pero el miedo no me dejaba. Lloré desconsoladamente.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué estas llorando? 

-Estoy embarazada -dije sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas-. Lo siento mucho, yo no...

-Shh, tranquila mi amor -dijo mi madre, también estaba llorando-. No llores.

-Lo siento mucho, mamá -sollocé-. No quiero que te enfades.

-Mi amor, tranquilízate que le hace mal al bebé -me acarició del pelo-. No estoy enfadada, no llores mi reina.

-Perdóname.

-Ay mi niña, ven aquí -me abrazó-. Cálmate, ¿si?

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