4

Las manos me tiemblan y los nudillos me duelen cuando chocan contra el cristal templado de la puerta. Me obligo a apretar los dientes cuando un dolor me aborda por toda la cintura, poniendo en duda si alguna de mis costillas está rota. 

Estúpidas decisiones "buenas" que he decidido tomar. No, no, mejor dicho: estúpidas decisiones que ha tomado mi yo ebrio y bocón. Según dice que lo que manifiestas ebrio lo piensas sobrio, pero estoy seguro que yo jamás pensé que Carlee era una "desairada cabeza hueca que me quiere succionar el alma"... aunque quizá si llegué a pensar que era una egoísta y que necesitaba dejarme ir.

Y ni respirar puedes del dolor, Anthony. 

Me recargo en el marco de la puerta y toco nuevamente al no obtener respuesta alguna. Estoy completamente seguro que Courtney está por ahí. Sé de antemano que ella no es muy amante de las fiestas y que lo más probable es que se haya quedado a dormir en vez de ir a la fiesta de la bodega; aquel lugar donde dio el show de su vida. Sin embargo, dudo aquello cuando veo que nadie atiende. Me recargo en el marco de la puerta y cierro los ojos sólo para pensar un mejor lugar al que ir.

Pero nada llega a mi cabeza.

La puerta se abre de golpe y observo que el rostro de la chica frente a mí cambia drásticamente del enojo al pánico. Se lleva las manos a la boca y confirmo que mi aspecto es terrible. Lo primero que ha notado es seguramente la sangre que tengo por ahí, pero lo primero que yo he notado son sus ojeras y que ha cortado su cabello.

Y tengo la ligera sospecha del porqué lo ha hecho, pero me reservo cualquier comentario e ignoro que la razón de sus ojeras podrían ser culpa del gran idiota de Scott.

—¿Qué rayos te pasó? —pregunta en voz baja dando un paso en mi dirección.

No entiendo porque mi reacción es alejarme de ella y de su tacto. Es casi como si mi cuerpo ordenara que me aleja de cualquier humano para ponerme a salvo; para evitar sufrir. La cuestión es que, creo que ella podría resultar un lugar seguro. Y eso es confuso para mí.

—No tengo que darte explicaciones—¿o sí tengo que decirle la razón de todo esto? —. Pero no tengo a donde ir—susurro.

Mi comentario no ha sido el más amigable, pero no sé qué hacer con lo que siento cuando la veo; no tengo idea de si hacerle caso a mis impulsos o salir corriendo para salvarla de toda la miseria y el dolor que cargo. No sé si mostrarme débil por una sola vez y hacerle saber que ella hace que baje mis escudos.

—Entonces, ¿qué haces aquí si no me vas a explicar qué pasa?

Mi cabeza se queda en blanco, ¿Cuánto tiempo habré fingido ser tan fuerte para creer que la debilidad es algo malo? ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde la última vez que me cuestioné si todo estaba bien? Ni siquiera puedo mirarla a los ojos cuando su voz molesta me pide respuestas. Algo me dice que aquellos tiernos ojos pueden ver el desastre interno que se forma a cada segundo, pues no encuentro otra respuesta a la paciencia que tiene conmigo.

—James, ¿qué pasó?, ¿quién te golpeó?

Suspiro pesadamente y cierro los ojos con fuerza, provocando que mi ceja duela.

—Los amigos de Carlee, ¿contenta? —observo que la castaña retrocede un paso, ofendida por el tono de voz que he usado, así que lo siguiente que digo intento hacerlo de una forma más amable—: pero no es nada grave.

Y si creí que la paciencia de Courtney era infinita, ahora noto como comienza a agotarse.

—Bueno, si no es nada grave puedes irte.

Sólo bastan unos segundos para verla suspirar e intentar cerrar la puerta de la casa. Mi corazón se detiene cuando ve aquello, aunque por mero impulso detengo la puerta antes de que se cierre por completo.

Vamos, James, intenta ser amable primera vez en tu vida.

Sus ojos color miel me mira con decisión y yo sólo quiero quedarme a contemplarla un rato más. O hasta que el dolor se vaya un poco. O hasta que olvide que me han dado la golpiza de mi vida.

—¿Por qué cortaste tu cabello?

La pregunta no la toma por sorpresa, pero parece que el hecho de ese sea el tema que toco sólo para quedarme, sí que la sorprende. Se lleva una mano a su corto cabello castaño y no puedo evitar acércame a ella para seguir el camino que sus dedos han hecho. Se tensa bajo mi tacto y me pregunto si la golpiza ha sido tan fuerte como para actuar así.

—¿Por qué lo cortaste?

Aprieto los labios y ella responde con algo de pena:

—Porque dijiste que se parecía al de Carlee y... realmente no quiero que pienses que me parezco a ella.

Lo sabía. Sonrío casi sin querer, es inevitable no pensar que Courtney suele ser torpe con sus decisiones. Me quedo en silencio, viendo su debate mental y contemplando como las pecas en su rostro y su cabello corto parecen quitarle unos cuantos años de encima.

—¿Y por qué hiciste tal estupidez?

Vaya que metí la pata con el cometario, pero no creí que fuera para tanto.

—No quiero hablar de mi cabello—se pasa la mano por la frente—. Pasa, te voy a curar esas heridas.

Eso me paraliza por un segundo, ya que sólo significa una cosa: sufrir un rato más.

—¿Y por qué me dejaría hacer eso?

Yo estoy plenamente cómodo teniendo una conversación aquí; sin alcohol o sin el olor de la sangre combinada con el agua oxigenada, pienso para mí.

—Estoy siendo amable contigo y tú no lo valoras.

De acuerdo, creo que sí estoy siendo un cabezota. Es cierto que ella sólo está siendo amable, no lo hace porque de verdad sienta algo por mí... ¿O sí?, ¿o sólo está actuando muy bien?, ¿O yo soy realmente un maldito inseguro que cree que todo saldrá mal y que es mejor alejarse de todo? Me llevo los dedos al puente de la nariz, cansado de tanta discusión. Cierro los ojos, intentando apagar el motor de mi cabeza. Es momento de dar un paso dentro del abismo.

—Sólo acepto porque me duele mucho la cabeza—miento.

Me deja entrar a la casa de la fraternidad y cierra la puerta con mucho cuidado, como si no quisiera despertar a nadie, sin embargo, es claro que todos se han ido de fiesta.

—Segundo piso, habitación quince— señala las escaleras—. Iré por el botiquín.

Asiento con la cabeza y me voy a paso, descubriendo que ahora también me duele la muñeca. Creo que ya no estoy en la edad correcta para meterme en problemas y salir ileso, pues ahora el dolor llega rápido y tarda en irse.

Una vez en el pasillo, observo todas las habitaciones mientras voy en busca de la correcta. Los números en las puertas se parecen a los que se usan en los departamentos. Observo en el interior de los cuartos que tienen la puerta abierta y me causa un poco de gracia que tienen bastante orden, parecen algo impecables. Aunque claro, al entrar al cuarto de Courtney, me retracto enseguida: su cesto de ropa sucia se desborda de prendas, su escritorio en un desastre, su cama está con las cobijas sin arreglar; el closet está a medio cerrar y unas bragas color durazno sobresalen por la entrada del baño. 

No puedo evitar sonreír.

Camino hacía su escritorio para observar la pared llena de fotos. Mi estómago se revuelve al ver su espacio personal lleno de personas importantes, lleno de amigos y de gente que la quiere. No puedo evitar sentir envidia cuando veo una foto de toda su familia junta; es tan suertuda.

Escucho los apresurados pasos de Courtney por el corredor y después sus jadeos resuenan dentro del cuarto.

—¿Quiénes son? —le pregunto observando un retrato familiar de tres personas.

—Mi hermano y mi mamá—responde mientras me jala con cuidado de un brazo y me obliga a sentarme en la cama.

Tardo unos segundos en despegar la vista de aquella foto, pues Courtney y su madre tienen un gran parecido, sin embargo, estoy completamente seguro que se parece un poco más a su padre. Escucho que ella abre el botiquín y revuelve entre todo lo que está ahí. No deja de mirar todo sin saber qué usar.

—Gasas y agua oxigenada—hablo sin despegar la vista de una foto en particular.

Ella se queda congelada, como si hubiera hablado en otro idioma, así que tengo que señalar con la mirada a lo que me refiero. Abre la boca con sorpresa, como si nunca en su vida hubiera visto una gasa o una botella de agua oxigenada.

Regreso la vista a aquel pedazo de papel donde está Courtney sonriendo sobre la espalda de un chico. No hay que ser el más inteligente del mundo para saber que aquel idiota es el famoso Matthew, pero sí hay que ser un completo tonto para creer que viendo  él podría sentir, en donde quiera que esté, las ganas que tengo de ahorcarlo. Aunque, en primer lugar, ¿por qué rayos tiene esa foto ahí?

El punzante dolor que me recorre el labio me regresa a la realidad.

—Lo siento—se disculpa con voz nerviosa mientras sostiene en alto la gasa llena de sangre y costras de esta misma— ¿Y por qué te pegaron?

El tono casual de voz me confunde, pues lo pregunta como si fuese algo que ocurre todos los días. Niego con la cabeza, pues una parte de mí siente vergüenza de confesarle que ella tiene que ver en todo este problema y creo que no lo comprendería. O quizá no sabría cómo manejar el peso de saber que Carlee tiene los ojos puestos en ella. Al ver que no quiero hablar presiona la gasa sobre mi herida, lastimándome un poco.

—¿No se supone que me curarías las heridas? —le cuestiono un poco molesto.

—¿No me dirás por qué te golpearon?

Niego con la cabeza. Y a pesar de que la respuesta no le gusta, guarda silencio y sigue haciendo su labor de enfermera personal. Cada dos por tres se acerca a mí lo suficiente para ver si la herida es profunda o si está bien limpia, provocando unas inmensas ganas de tomarla del rostro y besarla como si no hubiera un mañana. Y el embriagador olor a sandía de su cabello, no me ayuda a pensar bien.

—Al menos dime que los amigos de Carlee terminaron peor.

Imposible que pase eso. Primera, ellos son bastante más fuerte que yo. Segunda, eran más y tercera, no vale la pena hacer más grande el problema.

Y aquí entra ella nuevamente... ¿cómo es que soporté estar tanto tiempo con una persona que sólo me veía como su juguete?, ¿cómo es que creí amar a una persona que sólo me metía en problemas y que no me traía nada bueno? Sólo me basta con mirar a Courtney para sentir que la vida no es tan mala. No entiendo el porqué su sonrisa y sus ocurrencias logran que mi corazón se agite. Quizá es el hecho de que tuve la cabeza sumergida en aguas negras que, ahora que observo el color azul del agua me parece irreal que exista.

Toma mi mentón con cautela para revisar mi mejilla y su cálido tacto alborota mi cabeza, sólo para confirmar algo que venía negando desde hace un buen rato: Courtney me gusta. No, no, no... Me encanta.

Courtney Grant no sólo es un encanto. Ella me encanta.

Y me mata no poder estar con ella, no poder ser yo quien la hace suspirar y quien la hace reír. Me mata el no poder darle una historia de amor porque soy un maldito inestable y con una casi nula responsabilidad afectiva. Pero, lo que más me mata, es saber que yo no puedo arreglar su corazón roto y que no puedo hacer que olvide a ese idiota que la hizo tan insegura. Y como me gustaría decir que ella es una completa joya, que a mis ojos es la más guapa y que no necesita la aprobación de nadie. Los dedos me tiemblan ante la posibilidad de saber que quizá podríamos ser ella y yo sin miedo a nadie y nada.

—Terminé con Carlee—digo sin pensar, como si esa fuera el primer paso de toda la aventura: ser sincero con ella—. Carlee se enojó porque no le di una razón coherente de mi decisión y cuando iba para mi habitación tres chicos me alcanzaron y me golpearon frente a mi edificio—inhalo aire—. No quería que nadie me viera así, ya que se iba armar todo un problema... por eso decidí venir contigo.

—Entonces, ¿Carlee los mandó para que te golpearan? —pregunta atónita por la información—James, no es por nada, pero, ¿puedo darle una golpiza a Carlee?

Siento un poco de ternura.

—¡Claro! —sonrío irónico—¡Antes de que tú la toques, ella ya te habrá matado!

—No lo sabré si no lo intento—dice con simpleza mientras tira las gasas en el bote dentro del baño.

No lo sabré si no lo intento, no lo sabré si no lo intento....

Regresa con la intención de poner cinta sobre la piel herida, sin embargo, mi cabeza comienza a darle un doble sentido a sus palabras. Es como una indirecta que necesitaba del destino. Y no necesito señal perfecta que ver el como ella también se resiste a sus impulsos ante mí cercanía.

—¿Si no intentas qué? —me atrevo a preguntar cuando pasa sus dedos sobre la herida de mi ceja.

Pero intenta ella simplemente cortar el momento y la tensión.

—Creo que ya estás mejor que antes.

Intenta alejarse de mí, intenta no dejarse llevar, pero por impulso, la detengo de la cintura para que no se vaya. En un rápido movimiento, mi cuerpo actúa de manera desmesurada y le rodeo la cintura para acercarla a mí. Ni siquiera tengo que pensar dos veces lo que estoy por hacer. Me estiro lo suficiente para alcanzar a chocar mis labios con los suyos y así apagar las voces de mi cabeza.

Siempre había escuchado eso de "sus labios parecen encajar de manera perfecta con los míos" y además de no entenderlo, me parecía una completa estupidez... hasta antes de besarla. Sus labios parecen acoplarse a los movimientos de los míos como si hubieran estado buscándose toda una vida; incluso siguen su mismo ritmo alterado y necesitado.

No puedo retener el pequeño quejido cuando la herida de mi labio me causa molestias. Eso alerta a Courtney, que se separa con la intención de no lastimarme y revisar si ha pasado algo más.

—James—murmura cuando ve que no estoy dispuesto a soltarla. 

Al menos no ahora que estoy dispuesto a todo.

—No sé porque no me di cuenta de esto antes.

Courtney se separa lo suficiente para leer mi rostro y buscar una pista de lo que significan aquellas palabras. Desconozco si puede darse cuenta de la niebla que hay en mi cabeza, de cómo mi corazón late tan rápido y cómo es que las manos me tiemblan de nervios. Quizá puede ver en mis ojos lo mucho que quiero tenerla, así como ahora; entre mis brazos y sin barreras. Pero lo que más deseo, es que pueda ver que me gusta desde aquella vez que vi que no le tiene miedo a la vida, desde vi miedo en sus pasos pero seguridad en sus ojos. Ojalá pudiera notar que para mí ella es como la estrella más brillante.

Sonrío cuando noto lo nerviosa que se pone.

—Tú debes saber a qué me refiero—susurro cerca de sus labios.

La vuelvo a besar sin temor a nada; sin temor a que yo salga herido después. Me pongo de pie y ella se obliga a pararse sobre la punta de sus pies para que nuestros labios no se separen. El calor de mi cuerpo comienza a subir y mi ritmo cardiaco se descontrola cuando la distancia entre nosotros desaparece y la fricción de nuestros cuerpos nos obligan a descontrolarnos. Mis manos viajan por su cuerpo y siento una chispa en mis dedos cuando noto la manera en que Courtney se estremece por mi tacto.

Me separo un segundo sólo para comprobar que todo es real y no es un sueño producto de la golpiza. Abro los ojos para comprobar que la persona frente a mí es la que en los últimos días me ha robado el pensamiento. Y cuando la veo con los labios temblorosos y las mejillas sonrosadas, no puedo evitar sentir que estoy tocando el cielo.

Ella me atrae a su pequeño cuerpo para seguir besándome, entonces siento que tengo un poco más de suerte que ayer. Pero también siento un poco más de miedo que ayer.

En el momento en que tengo a Courtney sentada en mi regazo con una pierna a cada lado de mi cadera y con la piel de nuestros torsos conociéndose, siento un extraño miedo de estar haciendo algo que quizá no está bien. No sé si estamos aquí porque ambos lo queremos o porque ella se está dejando ganar por sus impulsos. No tengo idea de si yo la estoy obligando a hacer algo que no quiere o sólo le di una señal para iniciar algo que ya tenía en mente. Cuando pienso mil maneras de preguntar si está segura de hacerlo, ella se separa bruscamente de mí, tirando todas las esperanzas con una enorme fuerza al piso.

—Courtney, no era mi intención...

Me interrumpo al hablar cuando el crack del seguro de la puerta suena. Se muerde el labio de regreso a la cama y niego con la cabeza sin poder creer lo qué está pasado: Courtney acaba de decirme que sí.

Se coloca sobre mí con lentitud mientras sus ojos color miel me miran con algo de amor y cariño. Mis manos instintivamente buscan tocarla y mis labios quieren besarla hasta que el miedo se vaya de ella, pero el temblor que noto en su cuerpo ahora logran ponerme inseguro. ¿Esto es algo que quiero?, ¿quiero hacerlo?, ¿lo estoy haciendo para olvidarme de la situación o porque es algo que quería desde hace tiempo?

Sé que Courtney nota que hay una disputa en mí cabeza porque sus delicadas manos se posan sobre mis mejillas y me besa con delicadeza, intentando decirme que no está siendo obligada a nada. Y yo no me estoy obligando a nada, ¿A quién demonios le miento? Esto es algo que quiero.

Así que mando al carajo el miedo y le ordeno a mis manos que terminen con lo que iniciamos; saco el short de la pijama de Courtney y ella se encarama un poco a mí cuerpo, rozando su intimidad con la mía, poniéndome nervioso. 

La escucho suspirar cuando mis manos se posan en sus muslos y entonces descubro algo que no había contemplado: esta es la primera vez de Courtney. Y lo confirmo cuando al desabrochar su sostén comienza a temblar hasta las entrañas, abrazándome con fuerza como si no quisiera mostrar su desnudes. Con un poco de miedo, me separo ligeramente y veo sus ojos nerviosos y su despeinado cabello. El aire se le escapa por los labios y la vena de su cuello palpita a mil por hora.

Pausadamente, subo mis manos hasta sus hombros y con mucha precaución retiro los tirantes de su sostén negro. Ella se pone tan rígida, que podría pensar que en cualquier oportunidad va a salir corriendo a encerrarse en el baño para murmurar qué ha sido un error. Así que antes de que eso pase, la tomo de la cintura con cuidado de no lastimarme y de no asustarla, y la recuesto en la cama. Se cubre un poco el cuerpo mientras me deshago a toda prisa de mis jeans.

James, recuerda ser amable.

Me sitúo entre sus piernas para besar sus labios con lentitud, intentando tranquilizarla. Sus manos comienzan a bajar de mi cuello a mis brazos. Se quedan ahí por un instante y bajan hasta mi cintura, atrayéndome un poco hacía ella, tirando así todas las barreras que tambaleaban en mí cabeza.

Entrelazo mis manos con las suyas y las pongo sobre su cabeza mientras dejo un camino de besos de su mandíbula hasta sus clavículas. Un pequeño gemido sale de su boca y aquello enciende una pequeña chispa que había intentado mantener apagada. Mientras más bajo, más entrecortada se vuelve su respiración y más miedo siento de lo que pasará a continuación. Courtney me abraza del cuello cuando regreso a besarla y acaricio su pierna hasta sentir las costuras de su ropa interior. Mis dedos juegan con ella; la bajan, la suben, la retuercen, pero no la quitan. Mi mente sólo espera a que Courtney autorice mis pasos para no atemorizarla.

Y así lo hace. Toma mi mano con decisión y la conduce hasta su ropa interior, ayudándome a deslizar la tela poco a poco.

—Courtney...—susurro entre besos mientras sostengo con fuerza la prenda.

—Sólo hazlo—jadea.

En un segundo, ya nada nos separa; estamos totalmente desnudos. Siento unas tremendas ganas de reírme, de salir corriendo y de gritar. Con la tranquilidad suficiente para no delatar mi deseo, hago lo necesario para que la situación no nos lleve a una desgracia. No puedo evitar darle un corto beso antes de ponerme sobre mis rodillas y tomar las caderas de la chica debajo de mí. Me muerdo el labio cuando la escucho gemir. Ella me toma del brazo súbitamente, así que me detengo en seco cuanto  un jadeo adolorido sale de su boca.

—¿Estás bien? —pregunto evidentemente preocupado.

Ella asiente con la cabeza y sólo me muevo un poco para confirmar que no es así ¿Qué demonios tengo qué hacer?, ¿debo esperar a que todo se acople allá abajo?, ¿o simplemente sigo hasta que se olvide el dolor?

—James—me incita a que siga, pero no puedo hacerlo si cada que lo hago ella sólo hace una mueca adolorida—. No te preocupes...

—Tus gestos no dicen lo mismo—me burlo, intentando esconder mi preocupación.

Ella toma aire y lo retiene unos segundos antes de sacarlo todo por la nariz. No sé si asiente con la cabeza para darme una señal a mí o para convencerse de que podemos seguir con esto, así que yo sólo vuelvo a entrar en ella cuando me mira nuevamente.

Y me sorprendo al ver que, al cabo de unos segundos, su agarre en mi brazo se vuelve débil... ¿eso es buena señal? Vuelvo a moverme y se me va la respiración cuando veo que echa la cabeza hacía atrás y su mano aprieta la cobija debajo de ella. Todo mi cuerpo comienza a hormiguear.

Nuestros gemidos se mezclan en el cuarto y el sonido de nuestros cuerpos chocando se ven ennegrecidos cuando descubro que me siento tan en paz en estos momentos. Mis dedos aprietan con un poco de fuerza las caderas de Courtney y ella enreda sus piernas en mí justo en el momento en el que escondo la cabeza en el espacio de su cuello.

Y seguimos desafiando a la vida y a las decisiones que tomamos hasta que mi cuerpo anuncia el fin. Se me escapa un ronco jadeo y la habitación queda en silencio, salvo por la respiración agitada de Courtney.

Antes de recostarme por un lado de ella, miro su rostro risueño y desconociéndome totalmente, dejo un beso en su frente que ella responde besando sutilmente mi nariz.

Así que sí, me siento completamente perdido y enamorado. 

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